La BIBLIA - Historia de su origen y formación.
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EVANGELIOS SINÓPTICOS - Evangelio de San Lucas
El EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS fue redactado por este compañero de viaje del Apóstol san Pablo, unos cincuenta años después de la muerte de Jesús, y originariamente formaba un todo con el libro de los Hechos de los Apóstoles. Lucas no era de origen judío, y su obra está dirigida ante todo a los cristianos que, como él, provenían del mundo pagano. En el Prólogo de su Evangelio hace referencia al proceso de predicación, de transmisión oral y de redacción que precedió a la composición definitiva de los Evangelios.
Uno de los aspectos de la Buena Noticia que más quiso destacar san Lucas es el carácter universal de la Salvación. Jesucristo, en efecto, es el Salvador del mundo entero, y Dios quiere que todos los hombres se salven por medio de él. Para él no hay privilegios de raza, de nacionalidad, de cultura o de clase social. Mejor dicho, hay privilegios. Pero Dios los reserva para los pobres, para los que aparentemente no valen nada. Ellos son los destinatarios predilectos de la Buena Noticia, los herederos por excelencia del Reino de Dios.
Asimismo, este Evangelio se llama con razón el "Evangelio de la misericordia". Lucas nos presenta constantemente a Jesús como aquel que "vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido" (19. 10). Dios es para él, sobre todo, el Padre misericordioso que sale al encuentro de sus hijos extraviados y se llena de alegría al volver a encontrarlos.
Pero el "Evangelio de la misericordia" es también un Evangelio exigente. Su autor insiste en el llamado a la conversión, es decir, al cambio de vida, como condición indispensable para alcanzar la Salvación. El fruto de esa conversión es el gozo que experimentan los que creen en la Buena Noticia y se dejan salvar por ella. Por eso, san Lucas pone tan de relieve la acción del Espíritu Santo, que es la fuente de la verdadera alegría.
El Evangelio De La Infancia De Jesús
El núcleo central de los Evangelios es el anuncio de la Muerte y la Resurrección de Jesús, lo que llamamos el "Misterio pascual". Pero Lucas quiere presentar el misterio de Cristo en su plenitud, y por eso –lo mismo que Mateo– se remonta hasta el nacimiento y la infancia del Señor, que también son "Evangelio", o sea, Buena Noticia.
Este relato está lleno de expresiones e imágenes tomadas del Antiguo Testamento, y contiene numerosas alusiones a las profecías mesiánicas, que se cumplen en la persona del Señor. Así este evangelista nos enseña que, si bien Jesús nace de María, su origen no es meramente humano. Él viene del Espíritu Santo para darnos la Salvación. Y el gozo de esa Salvación se proclama en los himnos de alabanza de la Virgen María, de Zacarías y del anciano Simeón.
Por otra parte, san Lucas establece un paralelismo entre la infancia de Jesús y la de Juan, llamado el Bautista. Esto no significa que los dos se puedan igualar. Juan es solamente el "precursor" que va "delante del Señor preparando sus caminos". Jesús, en cambio, es el "Sol naciente", que viene "para iluminar a los que están en las tinieblas y en la sombra de la muerte, y guiar nuestros pasos por el camino de la paz" (1. 76, 78-79).
Preparación Del Ministerio De Jesús
Jesús no es un personaje legendario que se pierde en "la noche de los tiempos". Está bien encarnado en una época y en un país. Lucas precisa detalladamente la fecha de su aparición y el nombre de las autoridades civiles y religiosas que gobernaban en esa época y en ese país.
Juan el Bautista prepara su Venida, bautizando a la gente e invitándola al arrepentimiento. Jesús también se hace bautizar, solidarizándose así con la humanidad pecadora, que él viene a salvar. Pero en ese mismo momento, Dios lo declara su "Hijo" en un sentido que no puede aplicarse a ningún otro hombre.
Antes de iniciar su misión, Cristo se enfrenta con el espíritu del mal y vence la tentación de salvar al mundo por medio de la riqueza y el poder. Su camino será el de la humillación y la pobreza. Y su gran triunfo, el de la cruz.
La Actividad De Jesús En Galilea
La misión de Jesús se inicia en Galilea, la parte norte de la Palestina. Allí se encuentra la ciudad de Nazaret, en la que él se había criado, y también el lago de Genesaret, donde puso tan de manifiesto el poder de Dios sobre las fuerzas del mal.
Su misión está resumida en un célebre texto del profeta Isaías, que Cristo se aplicó a sí mismo: "El espíritu del Señor está sobre mí. Él me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor" (4. 18-19).
Jesús no está solo. Elige doce Apóstoles, para "enviarlos" a proclamar su Evangelio. Y uno de ellos, Pedro, en nombre de todos, lo reconoce como "el Mesías de Dios" (9. 20). Después de esta profesión de fe, el Señor explica cuál es el verdadero sentido de su mesianidad, anunciando su próxima Pasión.
La Subida De Jesús A Jerusalén
Una vez concluida su misión en Galilea, Jesús se encamina resueltamente hacia Jerusalén. La Ciudad santa es la meta final de su misión, porque allí debe dar cumplimiento al designio salvador de Dios. Lucas atribuye una gran importancia a este viaje, que constituye la parte más extensa y original de su Evangelio.
En el marco de este "camino" hacia la Pascua, encontramos numerosas e importantes enseñanzas del Señor. Con particular insistencia, él nos previene contra el peligro de las riquezas, y nos exhorta a seguirlo por el "camino" del desprendimiento y la pobreza. Y en la parábola del buen samaritano, nos deja bien en claro que el verdadero amor fraterno está más allá de todo legalismo y de cualquier frontera.
Y también a lo largo de esa "subida" a Jerusalén, se agudiza la hostilidad contra Jesús. Sus enemigos se escandalizan porque perdona los pecados y come con los pecadores. Él les responde con las conmovedoras "parábolas de la misericordia", entre las que se destaca especialmente la del padre misericordioso.
La Actividad De Jesús En Jerusalén
El Señor entra por fin en Jerusalén, y esa entrada tiene un carácter mesiánico. Sin embargo, él no venía para instaurar un reinado temporal, ni tenía pretensiones políticas. Por eso entra como un Rey pacífico, montado en un asno.
El pueblo lo recibe con entusiasmo, pero los responsables de Israel endurecen su posición contra él. Jesús responde serenamente a sus preguntas capciosas y les echa en cara la obstinación con que se negaban a creer en su Palabra.
Frente a esa obstinación, el Señor anuncia el triste fin que le espera a Jerusalén, relacionándolo con el fin del mundo presente. Tanto uno como otro fin están descritos por medio de imágenes terroríficas, propias de un estilo literario llamado "apocalíptico", muy común en esa época. Él no quiere "asustarnos" con estos anuncios, sino animarnos a estar preparados para su Venida gloriosa.
La Pasión Y La Muerte De Jesús
La obra de Cristo llega a su punto culminante. Él cumple la voluntad del Padre, ofreciéndole su Cuerpo y su Sangre. Y antes de hacerlo en la cruz, lo hace en la Última Cena, donde nos deja el recuerdo vivo de su amor, bajo los signos del pan y del vino.
Las autoridades judías deciden la muerte del Señor, y él se entrega voluntariamente. Los distintos episodios de su Pasión son generalmente conocidos. Lo importante es descubrir su contenido, comprender que los sufrimientos del Señor son la expresión más elocuente del amor de Dios, que quiere salvar a los hombres.
No se trata, entonces, de señalar "culpables" del Sacrificio de Jesús. Los culpables somos todos, y él pide por todos: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen" (23. 34). Su Sangre nos purifica a todos y sella la Nueva Alianza, el nuevo pacto de amor que Dios ofrece a la humanidad.
La Resurrección Y La Ascensión De Jesús
"¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo?" (24. 5): es la pregunta dirigida a las mujeres que habían ido a embalsamar el cadáver de Jesús. Él ha resucitado, ha vencido a la muerte. Es el "Viviente" por excelencia. Su cuerpo ha sido transfigurado, glorificado para siempre: es un cuerpo nuevo y espiritual.
Los discípulos dudan al comienzo, pero luego creen, y el Señor confirma su fe, mientras comparte con ellos el pan, después de haberles explicado el sentido de las Escrituras. "Es verdad, ¡el Señor ha resucitado!" (24. 34). Esta es la Buena Noticia más extraordinaria, la que cambió el curso de la historia.
El mismo Señor resucitado recuerda a sus Apóstoles que "el Mesías debía sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día" (24. 46). Y antes de separarse visiblemente de ellos, los hace depositarios de su Buena Noticia, para que la proclamen en todas partes, "revestidos con la fuerza que viene de lo alto" (24. 49), la fuerza del Espíritu.
Se debe recordar que el Evangelio de San Lucas y los Hechos de los Apóstoles, anteriormente formaban un solo tomo. Y ambos están dirigidos a Teofilo.
Uno de los aspectos de la Buena Noticia que más quiso destacar san Lucas es el carácter universal de la Salvación. Jesucristo, en efecto, es el Salvador del mundo entero, y Dios quiere que todos los hombres se salven por medio de él. Para él no hay privilegios de raza, de nacionalidad, de cultura o de clase social. Mejor dicho, hay privilegios. Pero Dios los reserva para los pobres, para los que aparentemente no valen nada. Ellos son los destinatarios predilectos de la Buena Noticia, los herederos por excelencia del Reino de Dios.
Asimismo, este Evangelio se llama con razón el "Evangelio de la misericordia". Lucas nos presenta constantemente a Jesús como aquel que "vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido" (19. 10). Dios es para él, sobre todo, el Padre misericordioso que sale al encuentro de sus hijos extraviados y se llena de alegría al volver a encontrarlos.
Pero el "Evangelio de la misericordia" es también un Evangelio exigente. Su autor insiste en el llamado a la conversión, es decir, al cambio de vida, como condición indispensable para alcanzar la Salvación. El fruto de esa conversión es el gozo que experimentan los que creen en la Buena Noticia y se dejan salvar por ella. Por eso, san Lucas pone tan de relieve la acción del Espíritu Santo, que es la fuente de la verdadera alegría.
El Evangelio De La Infancia De Jesús
El núcleo central de los Evangelios es el anuncio de la Muerte y la Resurrección de Jesús, lo que llamamos el "Misterio pascual". Pero Lucas quiere presentar el misterio de Cristo en su plenitud, y por eso –lo mismo que Mateo– se remonta hasta el nacimiento y la infancia del Señor, que también son "Evangelio", o sea, Buena Noticia.
Este relato está lleno de expresiones e imágenes tomadas del Antiguo Testamento, y contiene numerosas alusiones a las profecías mesiánicas, que se cumplen en la persona del Señor. Así este evangelista nos enseña que, si bien Jesús nace de María, su origen no es meramente humano. Él viene del Espíritu Santo para darnos la Salvación. Y el gozo de esa Salvación se proclama en los himnos de alabanza de la Virgen María, de Zacarías y del anciano Simeón.
Por otra parte, san Lucas establece un paralelismo entre la infancia de Jesús y la de Juan, llamado el Bautista. Esto no significa que los dos se puedan igualar. Juan es solamente el "precursor" que va "delante del Señor preparando sus caminos". Jesús, en cambio, es el "Sol naciente", que viene "para iluminar a los que están en las tinieblas y en la sombra de la muerte, y guiar nuestros pasos por el camino de la paz" (1. 76, 78-79).
Preparación Del Ministerio De Jesús
Jesús no es un personaje legendario que se pierde en "la noche de los tiempos". Está bien encarnado en una época y en un país. Lucas precisa detalladamente la fecha de su aparición y el nombre de las autoridades civiles y religiosas que gobernaban en esa época y en ese país.
Juan el Bautista prepara su Venida, bautizando a la gente e invitándola al arrepentimiento. Jesús también se hace bautizar, solidarizándose así con la humanidad pecadora, que él viene a salvar. Pero en ese mismo momento, Dios lo declara su "Hijo" en un sentido que no puede aplicarse a ningún otro hombre.
Antes de iniciar su misión, Cristo se enfrenta con el espíritu del mal y vence la tentación de salvar al mundo por medio de la riqueza y el poder. Su camino será el de la humillación y la pobreza. Y su gran triunfo, el de la cruz.
La Actividad De Jesús En Galilea
La misión de Jesús se inicia en Galilea, la parte norte de la Palestina. Allí se encuentra la ciudad de Nazaret, en la que él se había criado, y también el lago de Genesaret, donde puso tan de manifiesto el poder de Dios sobre las fuerzas del mal.
Su misión está resumida en un célebre texto del profeta Isaías, que Cristo se aplicó a sí mismo: "El espíritu del Señor está sobre mí. Él me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor" (4. 18-19).
Jesús no está solo. Elige doce Apóstoles, para "enviarlos" a proclamar su Evangelio. Y uno de ellos, Pedro, en nombre de todos, lo reconoce como "el Mesías de Dios" (9. 20). Después de esta profesión de fe, el Señor explica cuál es el verdadero sentido de su mesianidad, anunciando su próxima Pasión.
La Subida De Jesús A Jerusalén
Una vez concluida su misión en Galilea, Jesús se encamina resueltamente hacia Jerusalén. La Ciudad santa es la meta final de su misión, porque allí debe dar cumplimiento al designio salvador de Dios. Lucas atribuye una gran importancia a este viaje, que constituye la parte más extensa y original de su Evangelio.
En el marco de este "camino" hacia la Pascua, encontramos numerosas e importantes enseñanzas del Señor. Con particular insistencia, él nos previene contra el peligro de las riquezas, y nos exhorta a seguirlo por el "camino" del desprendimiento y la pobreza. Y en la parábola del buen samaritano, nos deja bien en claro que el verdadero amor fraterno está más allá de todo legalismo y de cualquier frontera.
Y también a lo largo de esa "subida" a Jerusalén, se agudiza la hostilidad contra Jesús. Sus enemigos se escandalizan porque perdona los pecados y come con los pecadores. Él les responde con las conmovedoras "parábolas de la misericordia", entre las que se destaca especialmente la del padre misericordioso.
La Actividad De Jesús En Jerusalén
El Señor entra por fin en Jerusalén, y esa entrada tiene un carácter mesiánico. Sin embargo, él no venía para instaurar un reinado temporal, ni tenía pretensiones políticas. Por eso entra como un Rey pacífico, montado en un asno.
El pueblo lo recibe con entusiasmo, pero los responsables de Israel endurecen su posición contra él. Jesús responde serenamente a sus preguntas capciosas y les echa en cara la obstinación con que se negaban a creer en su Palabra.
Frente a esa obstinación, el Señor anuncia el triste fin que le espera a Jerusalén, relacionándolo con el fin del mundo presente. Tanto uno como otro fin están descritos por medio de imágenes terroríficas, propias de un estilo literario llamado "apocalíptico", muy común en esa época. Él no quiere "asustarnos" con estos anuncios, sino animarnos a estar preparados para su Venida gloriosa.
La Pasión Y La Muerte De Jesús
La obra de Cristo llega a su punto culminante. Él cumple la voluntad del Padre, ofreciéndole su Cuerpo y su Sangre. Y antes de hacerlo en la cruz, lo hace en la Última Cena, donde nos deja el recuerdo vivo de su amor, bajo los signos del pan y del vino.
Las autoridades judías deciden la muerte del Señor, y él se entrega voluntariamente. Los distintos episodios de su Pasión son generalmente conocidos. Lo importante es descubrir su contenido, comprender que los sufrimientos del Señor son la expresión más elocuente del amor de Dios, que quiere salvar a los hombres.
No se trata, entonces, de señalar "culpables" del Sacrificio de Jesús. Los culpables somos todos, y él pide por todos: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen" (23. 34). Su Sangre nos purifica a todos y sella la Nueva Alianza, el nuevo pacto de amor que Dios ofrece a la humanidad.
La Resurrección Y La Ascensión De Jesús
"¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo?" (24. 5): es la pregunta dirigida a las mujeres que habían ido a embalsamar el cadáver de Jesús. Él ha resucitado, ha vencido a la muerte. Es el "Viviente" por excelencia. Su cuerpo ha sido transfigurado, glorificado para siempre: es un cuerpo nuevo y espiritual.
Los discípulos dudan al comienzo, pero luego creen, y el Señor confirma su fe, mientras comparte con ellos el pan, después de haberles explicado el sentido de las Escrituras. "Es verdad, ¡el Señor ha resucitado!" (24. 34). Esta es la Buena Noticia más extraordinaria, la que cambió el curso de la historia.
El mismo Señor resucitado recuerda a sus Apóstoles que "el Mesías debía sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día" (24. 46). Y antes de separarse visiblemente de ellos, los hace depositarios de su Buena Noticia, para que la proclamen en todas partes, "revestidos con la fuerza que viene de lo alto" (24. 49), la fuerza del Espíritu.
Se debe recordar que el Evangelio de San Lucas y los Hechos de los Apóstoles, anteriormente formaban un solo tomo. Y ambos están dirigidos a Teofilo.
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NUEVO TESTAMENTO - El Evangelio Joanico
La primera conclusión del evangelio joánico (Evangelio de San Juan), 20:31, define a éste y lo sitúa literariamente. Es también un «Evangelio», al igual que la más antigua predicación de la Iglesia: una proclamación de la mesianidad y divina filiación de Jesús, partiendo de los «signos», para desarrollar la fe en Cristo y obtener así la vida.
Este Evangelio, puede ser analizado desde su unidad (con fuentes y estratos redaccionales), el desarrollo de la Cristología que contiene, la Gloria del Verbo Encarnado, el Espíritu de Verdad, la doble perspectiva escatológica y su significado, la cuestión del autor del evangelio y la identidad del Discípulo Amado, el simbolista de los números.
El evangelio de Juan se presenta como los evangelios sinópticos. Comienza mostrando el testimonio del Bautista sobre Jesús, refiere a continuación un cierto número de episodios relativos a la vida de Jesús, muchos de los cuales coinciden con los de la tradición sinóptica; y termina con los relatos de la pasión y la resurrección. Se distingue sin embargo de los otros evangelios por numerosos rasgos: milagros que aquéllos ignoran, como el del agua convertida en vino en Caná o el de la resurrección de Lázaro, largos discursos, como el que sigue a la multiplicación de los panes, cristología mucho más desarrollada insistiendo especialmente en la divinidad de Cristo.
La unidad del Evangelio: Fuentes y estratos redaccionales
Es bastante difícil descubrir el plan preciso según el cual ha querido San Juan exponer este misterio de Cristo. Notemos ante todo que el orden en que se presenta el evangelio ofrece cierto número de dificultades: sucesión difícil de los caps. 4, 5, 6, 7 1-24; anomalía en los caps. 15-17 que vienen después de la despedida 14 31; situación fuera del contexto de fragmentos como 3 31-36 y 12 44-50. Es posible que estas anomalías provengan del modo como se ha compuesto y editado el evangelio: en realidad sería el resultado de una lenta elaboración, con elementos de épocas diversas, retoques, adiciones, diversas redacciones de una misma enseñanza, habiéndose publicado definitivamente no por el mismo evangelista sino, después de su muerte, por sus discípulos, 21 24; éstos habrían insertado en la trama primitiva del evangelio fragmentos joánicos que no querían que se perdieran y cuyo lugar no estaba rigurosamente determinado.
Según algunos, el evangelista habría utilizado una o varias fuentes. Bultmann distingue así: una «fuente de los signos» cuyo contenido serían los milagros relatados en el cuarto evangelio, una colección de los «dichos» atribuidos a Jesús, un relato de la pasión y la resurrección de Cristo. Un último redactor habría añadido un cierto número de retoques a la obra del evangelista. De esta reconstrucción de Bultmann, sólo la hipótesis de una «fuente de los signos» ha tenido un cierto éxito. Éxito muy relativo, por lo demás, ya que para algunos (Fortna) no se podría hablar ya de una «fuente de signos», sino de un evangelio completo que incluía también la predicación del Bautista y los relatos de la pasión y la resurrección. En razón de la relativa unidad de estilo del conjunto del evangelio, otros autores prefieren hablar de un evangelio joánico primitivo, mucho más simple que el evangelio actual, que habría sido ampliado y desarrollado, probablemente en varias etapas, durante la segunda mitad del siglo primero. La presencia de los abundantes duplicados en el evangelio de Juan muestra la complejidad del problema. Algunos temas han debido de desarrollarse de diferentes maneras en los medios joánicos antes de ser incorporados al evangelio actual. Sea cual sea el modo de aproximación al problema, los comentaristas se esfuerzan por reconstruir un «escrito fundamental» reutilizado por el evangelista. Es posible que también Lucas conociera este «escrito fundamental», lo que explicaría el parentesco, notado desde hace tiempo, entre tradiciones «joánicas» y «lucanas» (Evangelio y Hechos), especialmente en lo que respecta a los relatos de la pasión y la resurrección.
Pero la mayoría de los comentaristas modernos estiman que el autor del cuarto evangelio, sea quien sea, habría utilizado un documento más antiguo, de origen palestino y que, según algunos, habría sido escrito en arameo.
El desarrollo de la cristología del Evangelio
Según Dt 18 15.18-19, Dios había prometido a su pueblo enviarle un profeta semejante a Moisés. Esta promesa se ha realizado en Jesús de Nazaret. Tal convicción sirve de base a todo el evangelio de Juan y domina casi todos sus temas mayores. Jesús es, no un profeta ordinario, sino el Profeta por excelencia, Jn 6 14; 7 40.52, que alimenta al pueblo de Dios como lo había hecho Moisés durante el Éxodo, 6 5-13; ver Ex 16. No es Juan Bautista este profeta por excelencia, 1 21b, sino Jesús, a propósito del cual había escrito Moisés en la Ley, 1 45; 5 46; ver Dt 18 15.18. Para subrayarlo, el evangelista pone en los labios de Jesús palabras que se referían a Moisés en el AT, 12 48-50; 8 28-29; 7 16b-17; ver Dt 18 18-19; Nm 16 28; Ex 3 12; 4 12. En la economía de la nueva alianza, Jesús sustituye a Moisés, 1 17, y los judíos deben ahora escoger entre el antiguo y el nuevo Moisés, 9 24-34. Un profeta es, por definición, el portavoz de Dios. Este era el caso de Moisés, quien no hacía más que repetir lo que Dios le había mandado decir (Dt 18 18; Ex 4 12.15). Lo es también el caso del propio Jesús, 12 49; 8 28. Él no habla por su propia cuenta, 7 16-18; 14 10.24, y no hace sino transmitir a los hombres las palabras que Dios le ha dado para ellos, 17 8; 3 34. Ahora bien, ¿cuál es el mensaje que el nuevo Moisés ha venido a transmitirnos de parte de Dios? Que nos amemos los unos a los otros como Jesús mismo nos ha amado a nosotros, 13 34-35; 15 12.17. Es el mandamiento que Cristo nos deja como su testamento y que resume toda la Ley antigua, las diez «palabras» que antaño nos había transmitido Moisés de parte de Dios (Ex 20 1-17; Dt 5 5-22). Porque «Dios es Amor», 1 Jn 4 7-16, y este amor baja del Padre sobre Cristo y sobre nosotros, y luego vuelve a subir de nosotros a Cristo y al Padre, 17 23-26; 3 16.35; 10 17; 11 5; 13 1; 14 15.21.31; 15 9. El cristianismo es esencialmente una religión de amor. Moisés había recibido y transmitido a los hombres la revelación del Nombre divino por excelencia: «Yo soy» (Ex 3 13-15); del mismo modo Jesús ha revelado a los hombres este otro nombre divino, 17 6.26, que implica un amor indefectible: «Padre», 17 1.11.24.25. Habiendo recibido esta revelación de amor, los hombres no obedecen ya como esclavos, sino como amigos, 15 15; 8 34-36.
Cuando prometía a los hebreos el envío de un profeta semejante a Moisés, Dios les ordenaba también: «Escuchadle» (Dt 18 15). El que no escuche sus palabras será condenado por Dios (Dt 18 19). Es una cuestión de vida o muerte: si el pueblo hebreo quiere vivir y no morir, deberá obedecer los mandamientos de Dios, escuchar su voz (Dt 30 15-20). Lo mismo los discípulos de Cristo. El que escucha la palabra de Cristo tiene la vida eterna, ha pasado de la muerte a la vida, 5 24; el que guarde esta palabra no verá jamás la muerte, 8 51. El que rechaza a Cristo y no recibe sus palabras está ya condenado, 12 48; ver Dt 18 29, porque el mandamiento de Dios es vida eterna, 12 50. Sólo Cristo tiene palabras que son vida eterna, 6 63.68; ver Dt 8 3. La palabra de Dios es a la vez luz y vida, 1 4-5.9, luz que permite caminar hacia la vida, 8 12; 9 5; ver Sal 119 115, sin tropezar contra los obstáculos que hay en el camino, 11 9-10; 12 35-36. Cristo ha partido delante de nosotros para prepararnos un lugar en la casa del Padre, (ver Dt 1 33), pero volverá a buscarnos para que podamos reunirnos con él donde él está, 14 2-3; 17 24; 12 26. Aquel que va en seguimiento de Jesús, como discípulo suyo, llega finalmente adonde está Jesús, 1 37-39; confrontar con 7 33-34; 8 21-22, en la casa del Padre, 14 2-3.
Moisés, como todos los profetas, había sido «enviado» por Dios para salvar y guiar a su pueblo (Ex 3 10-12). Igualmente, Cristo fue «enviado» por Dios para dar la vida a los hombres, 3 17.34; 6 29.57; 7 29; 10 36; 17 18. Tan cierto es esto que Jesús nombra a Dios veinte veces como «aquel que me ha enviado», 4 34; 5 23-24.30, y passim. Pero ¿cómo podemos nosotros creer que en efecto es así y que Jesús no es un impostor, ver 7 12.17.21? Ya Moisés había expuesto este reparo a Dios (Ex 3 13; 4 1), y para responderle Dios había concedido a Moisés el realizar «signos» que serían la prueba de su misión divina (Ex 4 2-9). Lo mismo pasa con Jesús. Durante su vida terrestre, realiza seis milagros, de los cuales los dos primeros y el último se ofrecen como «signos» que prueban su misión, 2 11; 4 54; 12 18; ver 11 42. Y es por razón de estos signos por lo que la gente sigue a Jesús y cree en él, 2 23; 6 2.14; 7 31; 11 47; 12 37; 20 30. En efecto, sólo Dios puede alterar las leyes de la naturaleza; por tanto, si un hombre realiza «signos», es porque ha venido de parte de Dios y porque «Dios está con él», 3 2; 9 32-33; ver Ex 3 12. Y el signo por excelencia, el séptimo, será la resurrección de Cristo, 2 18-22, porque es Jesús mismo quien tiene poder de recobrar su vida, 10 17-18. Sin embargo, para creer en Jesús no se debe dar demasiada importancia a los «signos», 4 48; 20 25.29; es en definitiva su palabra, el mensaje que nos transmite de parte de Dios, lo que debe unirnos a él, 4 40-42. Si, incluso después del «signo» de la multiplicación de los panes, sólo los Doce siguen fieles a Jesús, es porque han comprendido que él tiene las palabras de la vida eterna, 6 66-69. Sus palabras deben comprometer nuestra fe por la misma razón que los «signos» que realiza, 15 22.24; ver Ex 4 15-17. Si es verdad que los «signos» atestiguan en favor de la misión de Jesús, 5 36; 10 25, también deben movernos otros motivos como el testimonio del Bautista, 1 7-8.15; 5 31-35, el del Padre en el acto del bautismo de Cristo, 5 37; ver 1 32-34, el de las Escrituras que anunciaron su venida, 5 39.45; ver Dt 18 15.18, en fin el Espíritu, 15 26. Por su parte, el discípulo a quien Jesús amaba puede atestiguar que Jesús está realmente muerto, 19 35, condición indispensable para que el «signo» por excelencia, la resurrección, no pueda ponerse en duda.
Con el tema de Jesús nuevo Moisés está estrechamente unido el de Jesús rey mesiánico. Precisamente porque le reconocen como el Profeta por excelencia los judíos quieren tomarle por la fuerza para hacerle rey, 6 14-15. Esta relación entre los dos temas procede quizá de las tradiciones samaritanas. En efecto, para los samaritanos dos personajes dominaban la historia bíblica: Moisés, el profeta por excelencia, y el patriarca José a quien ellos daban el nombre de «rey», ver Gn 41 41-43. Ahora bien, en el evangelio de Juan, después de ser reconocido como «Aquel de quien Moisés escribió en la Ley», 1 45; ver Dt 18 15.18, Jesús es proclamado «rey de Israel» por Natanael, 1 49, e inmediatamente después provee de vino a los que no lo tenían, como el patriarca José había abastecido de trigo durante el hambre de Egipto, 2 5 citando Gn 41 55. Sea ello lo que fuere, mediante este título de «rey» dado a Jesús se empalma con las tradiciones judías según las cuales Cristo, el rey mesiánico, debía ser descendiente de David, 7 40-42.Así, aclamado por la multitud como «rey de Israel» hará Jesús su entrada solemne en Jerusalén, 12 13, y como «rey de los judíos» será condenado a muerte y clavado en la cruz, 19 3.12.19. ¿Cómo explicar este dramático vuelco de situación? Es que Satán, el Diablo, reina ya sobre el mundo. Es «el Príncipe de este mundo», 12 31; 14 30; 16 11, y el mundo entero yace en su poder, 1 Jn 5 19. Detrás de los enemigos de Jesús se esconde y actúa el Príncipe de este mundo decidido a perderle, 14 30; 13 2.27. Él domina el mundo, y este mundo malo, al que pertenecen los jefes del pueblo judío, 8 23, no puede menos de odiar a Jesús y a todos los que se han hecho discípulos suyos, 15 18-19; 17 14.De este modo, el evangelio de Juan se presenta como un drama. Cada vez que Jesús sube a Jerusalén, tropieza con una oposición más violenta por parte de los jefes del pueblo judío, 5 16-18; 7 30-32.44; 8 59; 10 31.49, quienes, finalmente, reúnen el Sanedrín y deciden darle muerte, 11 47-53. Pero, situación paradójica que Satán no preveía, en el momento mismo en que Jesús es «elevado» en la cruz llega a su fin la dominación del Príncipe de este mundo, 12 31-32. Le elevación de Jesús en la cruz es como el primer paso que marca su retorno a la gloria divina en la Hora señalada por Dios, 12 23; 13 31-32; 17 1.5, la Hora de su entronización real. Jesús es rey, pero su realeza no es de este mundo, 18 36. El Príncipe de este mundo no tiene, pues, ningún poder sobre él, 14 30.
Jesús es el Profeta, el nuevo Moisés anunciado por Dt 18 15.18, pero es muy superior a Moisés. Un profeta es un portavoz de Dios. Para que fuera así, Dios ponía sus palabras en la boca de Moisés (Dt 18 18 ), estaba en su boca (Ex 4 12). De una manera mucho más radical, en Jesús es la Palabra misma de Dios, personificada, la que ha venido a encarnarse, 1 1-2.14. Al igual que la Palabra de la que habla Isaías 55 10-11, ésta ha venido a habitar entre los hombres para dar a los que la reciben el poder de hacerse «hijos de Dios», 1 12-13, y luego ha retornado al seno del Padre, 1 18; 13 3; 16 27-28; 14 2-3. En Jesús, es la Palabra de Dios la que nos da a conocer los misterios divinos, 1 18; 3 11-13. Ya no está escondida en los cielos, ha venido a vivir junto a nosotros, Dt 30 11-14; Ba 3 29-31.38. En cuanto Palabra de Dios encarnada, Cristo puede decir: «Antes de que Abrahán existiera, Yo Soy», 8 58. Él existía antes que el mundo, que fue creado por la Palabra, 1 3. Por eso Isaías pudo ver su gloria, 12 41, y cuando Cristo retorna al Padre, éste le devuelve la gloria que tenía antes que el mundo fuese, 17 5. En cuanto Palabra de Dios encarnada, Cristo no es solamente «hijo de Dios», título que no implicaba un sentido trascendente, en contra de la acusación que la hacían los judíos, 10 33-36; 19 7, es el Unigénito, 1 14.18; 3 16.18. Como Engendrado de Dios, Pr 8 25, él mismo es Dios, 1 1; 20 29; 1 Jn 5 20. Cuando dice a los judíos: «Antes de que Abrahán existiera, Yo Soy», 8 58; ver 8 24.28; 13 19; Is 43 10; 45 18; Dt 32 39, este último verbo evoca la revelación que Dios hizo a Moisés cuando la teofanía del Sinaí: «Yo soy el que soy. Así dirás a los israelitas: `Yo soy' me ha enviado a vosotros» (Ex 3 14). Cuando una tropa armada viene a prender a Jesús, él les dice: «Yo soy», y la evocación del Nombre divino basta para tirarlos por tierra, 18 5-6. Por cuanto la Palabra de Dios, Jn 1 1, ha sido Dios quien, en Jesús, ha venido a habitar entre nosotros, Jn 1 14.
La gloria del Verbo Encarnado
En cada evangelista predomina un determinado enfoque sobre Jesús y sobre su misión. Para San Juan, Jesús es el Verbo hecho carne, que ha venido a dar la vida a los hombres, 1 14. El misterio de la Encarnación domina todo su pensamiento. Esta teología de la Encarnación se expresa en lenguaje de misión y testimonio. Jesús es la Palabra (el Verbo) enviada por Dios a la tierra y que debe volver a Dios una vez cumplida su misión, ver 1 1+. Esta misión consiste en anunciar a los hombres los misterios divinos: Jesús es el testigo de lo que ha visto y oído junto al Padre, ver 3 11+. Para acreditar su misión, Dios le ha dado poder de realizar cierto número de obras, de «signos»; que superan las posibilidades humanas y demuestran que ciertamente ha sido enviado por ese Dios que obra en él, ver 2 11+; estos «signos» son la manifestación, todavía discreta, de su gloria, en espera de la plena manifestación en el día de su resurrección, ver 1 14+. Porque según la profecía de Is 52 13 (LXX), el Hijo del hombre debe ser «alzado», y, por la Cruz, volver al Padre, ver 12 32+, para recobrar la gloria que tenía en Dios «antes que el mundo fuese», 17 5+.24, cuya revelación tuvieron los Profetas, ver 5 39.46; 12 41; 19 37 y notas. Su manifestación es la teofanía que culmina y eclipsa todos los precedentes, la de la creación, 1 1, las que fueron otorgadas a Abrahán, 8 56, a Jacob, 1 51, a Moisés, 1 17, a los profetas. La gloria del «Día de Yahvé», ver Am 5 18+, se cumple en el «Día» de Jesús, 8 56, y especialmente en su «Hora», 2 4+, la Hora de su «elevación» y de su «glorificación»; entonces se revela la trascendente grandeza del «enviado», ver 8 24+; 10 30+, venido al mundo para dar la vida, ver 3 35+, a los que por la fe reciben el mensaje de salvación que él trae, ver 3 11+. Y precisamente porque toda esta «misión» del Hijo está ordenada a una obra de salvación, es en definitiva manifestación suprema del amor del Padre al mundo, ver 17 6+.
El Espíritu de la verdad
Cristo nuevo Moisés, el profeta por excelencia, va a dejar este mundo para retornar al Padre. Pero los discípulos se beneficiarán entonces de la venida del Espíritu de verdad, del Paráclito, que continuará entre ellos la obra de Cristo. Al igual que Cristo, él procede del Padre, 15 26; ver 8 42; 16 27-30; 17 8. Como él será «enviado» a ellos (por el Padre a petición de Cristo: 14 16; 15 26; por el mismo Cristo: 15 26; 16 7) y permanecerá con ellos para siempre, 14 16-17; ver Mt 28 20. Su misión será la de enseñarles todo lo que Cristo no haya podido decirles, y, del mismo modo que Cristo, no hablará «por su cuenta», limitándose a transmitir lo que haya oído junto al Padre, 16 12-15. Así los discípulos comprenderán el sentido misterioso, todavía oculto, de ciertos acontecimientos concernientes a Cristo, 2 22; 12 16; 13 7; 20 9. El Espíritu podrá dar testimonio de Cristo, 15 26, haciendo comprender a los discípulos que, a pesar de su muerte ignominiosa, él era el Enviado de Dios, aquel en quien había que creer para salvarse, aquel que, a pesar de las apariencias, había vencido definitivamente al Príncipe de este mundo, 16 8-11.
La doble perspectiva escatológica y su significado
En su conjunto, el cuarto evangelio desarrolla el principio de una escatología ya realizada. El judaísmo distinguía entre el mundo presente y el mundo (escatológico) futuro; según Jn 8 23, los dos mundos coexisten: el uno es de «abajo» (este mundo) y el otro es de «arriba», de Dios, 13 1.Según el punto de vista de muchos lugares del evangelio la resurrección no debe ya esperarse para el momento en que se instaure el «mundo futuro» (ver Dn 12 1-2), sino que se ha realizado ya en y por Cristo, 11 23-36. El que cree en Cristo ha pasado ya de la muerte a la vida, 5 24; 1 Jn 3 14, nunca más verá la muerte, o sea la muerte en el sentido semítico de la palabra, ese casi aniquilamiento en el seol, 8 50; 11 25. La muerte ya no es más que una apariencia (ver Sb 3 2). En este sentido, los que creen en Cristo no serán juzgados, mientras que los que se niegan a creer están ya juzgados, 3 18-21.36. Todo esto supone una antropología con distinción entre alma y cuerpo. Pero el último redactor del cuarto evangelio quiso introducir la escatología judía heredada de Daniel: Hasta «el último día» no resucitará el que cree en Cristo, 6 39.40.44.54; confrontar con 11 23-26; «en el último día» será juzgado, 11 48, cuando, a la voz de Cristo, todos los que estén en los sepulcros saldrán, los unos para una resurrección de vida, los otros para una resurrección de juicio, 5 28-29; ver Dn 12 2; confrontar con 5 24.
Ambas perspectivas escatológicas se completan actualmente en el evangelio.
La cuestión del autor del evangelio y la identidad del Discípulo Amado
Una última cuestión queda por plantear: ¿quién es el autor de este evangelio tan rico y tan complejo? La tradición, casi unánimemente, responde: Juan el apóstol, el hijo de Zebedeo. Vemos ya en la primera mitad del siglo II que muchos autores conocen y utilizan el cuarto evangelio: San Ignacio de Antioquía, el autor de las Odas de Salomón, Papías, San Justino, y quizá el mismo San Clemente de Roma; todo ello es prueba de que el evangelio gozaba ya de autoridad apostólica. El primer testimonio explícito es el de San Ireneo, hacia el 180: «Luego Juan, el discípulo del Señor, el mismo que reposó en su pecho, publicó también el evangelio durante su estancia en Éfeso.» Casi por la misma época, Clemente de Alejandría, Tertuliano y el canon de Muratori atribuyen también formalmente el cuarto evangelio a Juan el apóstol. Si se ha podido recoger una opinión opuesta entre los siglos II-III, es la de algunos que reaccionan contra los «espirituales» montanistas, quienes utilizaban el evangelio de Juan con fines tendenciosos. Pero esta oposición se reduce a poca cosa, y, basada en razones teológicas, no tiene ninguna raíz en la tradición.
Por lo demás, nada hay en el mismo evangelio que se oponga a esta tradición; muy al contrario. Ya hemos visto que el evangelio se presenta bajo la garantía de un discípulo amado del Señor, testigo ocular de los hechos que narra. Su lengua y su estilo denotan su origen manifiestamente semítico; se le ve perfectamente al corriente de las costumbres judías, así como de la topografía palestinense en tiempo de Cristo. Parece unido con especial amistad a Pedro, 13 23s; 18 15; 20 3-10; 21 20-23, y Lucas nos informa de que efectivamente ese era el caso de Juan el apóstol, Lc 22 8; Hch 3 1-4.11; 4 13.19; 8 14. ¿Cómo explicar finalmente el silencio incomprensible del cuarto evangelio sobre los dos hijos de Zebedeo, sino precisamente porque habría sido puesto bajo la autoridad de uno de ellos? El «discípulo a quien Jesús amaba... que ha escrito estas cosas», 21 24, es ciertamente aquel a quien, con Pedro y Santiago, estimaba Jesús de un modo particular, Mc 5 37; 9 2; 13 3; 14 33. Se ha querido objetar el hecho de que, según algunos testimonios, Juan el apóstol habría muerto mártir en fecha relativamente temprana y que por lo mismo no habría podido ser el testigo a que se refiere esta tradición que pone bajo su autoridad el evangelio que lleva su nombre. En realidad es difícil negar que haya habido efectivamente una antigua tradición en favor de este martirio; pero ¿tiene más garantías de autenticidad que la tradición que hace vivir a San Juan en Éfeso hasta edad avanzada? Y aun siendo así, se podrá observar que silencia la fecha de tal martirio. Por otra parte, el conjunto de las tradiciones joánicas, como ya lo hemos visto, ciertamente se constituyó en fecha muy antigua, aunque el evangelio no se hubiera redactado y editado definitivamente hasta más tarde, probablemente por los discípulos de Juan. En consecuencia, la paternidad joánica del cuarto evangelio no sería inconciliable con la hipótesis de un martirio del apóstol.
Algunos han sugerido la identificación del Discípulo Amado con Lázaro. Este discípulo vivía en los alrededores de Jerusalén, y nada impide que fuera conocido del sumo sacerdote. Por otra parte, cuando cae gravemente enfermo, sus hermanas mandan un mensajero a decir a Jesús: «Aquel a quien tú quieres está enfermo», 11 3. En la intención de las hermanas de Lázaro, no había confusión posible: Jesús no tenía más que un amigo. ¿No sería éste entonces «el discípulo a quien Jesús amaba»? Sin embargo la identificación de Juan el Apóstol con el Discípulo Amado tiene las garantías de la Tradición. Esto se refiere primariamente al testimonio apostólico que está detrás del evangelio. Con ello no se excluye que la obra haya podido ser escrita por un discípulo que la pone bajo la autoridad del apóstol Juan.
El simbolismo de los números
Para expresar sus ideas cristológicas, el evangelista utiliza a menudo el simbolismo de los números, procedimiento bastante corriente en la época. Su interés por las cifras se transparenta en ciertos detalles. En 4 16-18, Jesús reprocha a la samaritana el haber tenido cinco maridos, y la palabra «marido» se repite cinco veces. Lo mismo sucede con las palabras «panes» y «peces» en 6 9-13, «discípulos» en 1 35-37 y 21 1-14. Más interesante es el empleo de cifras que tienen un valor simbólico bien conocido en la antigüedad; siete simboliza la totalidad, la perfección, y seis evoca la idea de imperfección. Jesús ha «sanado» al paralítico, 7 23, el adjetivo «sano» se repite siete veces en el relato primitivo, 5 4.6.9.11.14.15; 7 23, lo mismo que la expresión «abrir los ojos» en el relato paralelo de la curación del ciego de nacimiento, 9 10.14.17.21.26.30.32. El hijo del funcionario real de Cafarnaún es curado en la hora séptima, 4 52-53. En cambio, la debilidad de Cristo-hombre se manifiesta en la hora sexta, 4 6; 19 14. En 5 31-47, el evangelista enumera los testigos en favor de la misión de Cristo, a los que contrapone el rechazo de los judíos a creer; ahora bien, el verbo «atestiguar» se repite siete veces en este pasaje, 5 31.32.32.33.36.37.39, mientras que el verbo «creer», a menudo en negativo, se lee seis veces, 5 38.44.46.46.47.47. Así se oponen judaísmo y cristianismo. Las tinajas que servían para la purificación de los judíos son seis, 2 6; este sistema de purificación, imperfecto, ha caducado (confrontar con 15 3; 13 8-10). Las fiestas «de los judíos» se mencionan seis veces: la Pascua, 2 13; 6 4; 11 55, una fiesta no nombrada, 5 1, las Tiendas, 7 2, y la Dedicación, 10 22; pero la última Pascua se va a convertir en la Pascua de Cristo, su paso de este mundo al Padre, 13 1, y por eso es nombrada siete veces, 11 55.55; 12 1; 13 1; 18 28.39; 19 14. Cristo es ahora el verdadero Cordero pascual, 19 36; ver Ex 12 10.46; 1 Cor 5 7. Pero aunque se le dé muerte, él mismo tiene el poder de resucitar, lo que constituirá el séptimo «signo» para atestiguar la realidad de su misión, el «signo» por excelencia, 2 18-19; ver 2 1ss; 4 46ss; 5 1ss; 6 2ss; 9 1ss; 11 1ss.
La fecha de composición del evangelio
¿En qué fecha se compuso el cuarto evangelio? El más antiguo testimonio al respecto es un fragmento de papiro (Rylands 457), escrito hacia el 125, que contiene Jn 18 31-34 y 37-38 en la forma que nosotros conocemos hoy. El papiro Egerton 2, muy poco posterior a aquél, cita otros varios pasajes. Estos dos documentos han sido hallados en Egipto. De donde se puede concluir que el cuarto evangelio habría sido publicado, en Éfeso o en Antioquía, lo más tarde en los últimos años del siglo primero. Por otra parte, si es cierto que textos como Jn 9 22; 12 42; 16 2, aludirían a una decisión de las autoridades judías tomada en el concilio de Yamnia, la composición del cuarto evangelio, en su forma casi definitiva, no podría ser anterior a los años 80. Pero esta redacción, que supone una evolución bastante compleja de las tradiciones «joánicas», obliga a retrotraer la composición del documento más antiguo a una fecha mucho más temprana. Un texto como Jn 14 2-3, próximo a 1 Ts 4 13ss, supone que todavía se esperaba el retorno de Cristo en un futuro muy cercano. Es posible, pues, que el documento «joánico» más antiguo, de origen palestino, pueda datarse alrededor del año 50.
Este Evangelio, puede ser analizado desde su unidad (con fuentes y estratos redaccionales), el desarrollo de la Cristología que contiene, la Gloria del Verbo Encarnado, el Espíritu de Verdad, la doble perspectiva escatológica y su significado, la cuestión del autor del evangelio y la identidad del Discípulo Amado, el simbolista de los números.
El evangelio de Juan se presenta como los evangelios sinópticos. Comienza mostrando el testimonio del Bautista sobre Jesús, refiere a continuación un cierto número de episodios relativos a la vida de Jesús, muchos de los cuales coinciden con los de la tradición sinóptica; y termina con los relatos de la pasión y la resurrección. Se distingue sin embargo de los otros evangelios por numerosos rasgos: milagros que aquéllos ignoran, como el del agua convertida en vino en Caná o el de la resurrección de Lázaro, largos discursos, como el que sigue a la multiplicación de los panes, cristología mucho más desarrollada insistiendo especialmente en la divinidad de Cristo.
La unidad del Evangelio: Fuentes y estratos redaccionales
Es bastante difícil descubrir el plan preciso según el cual ha querido San Juan exponer este misterio de Cristo. Notemos ante todo que el orden en que se presenta el evangelio ofrece cierto número de dificultades: sucesión difícil de los caps. 4, 5, 6, 7 1-24; anomalía en los caps. 15-17 que vienen después de la despedida 14 31; situación fuera del contexto de fragmentos como 3 31-36 y 12 44-50. Es posible que estas anomalías provengan del modo como se ha compuesto y editado el evangelio: en realidad sería el resultado de una lenta elaboración, con elementos de épocas diversas, retoques, adiciones, diversas redacciones de una misma enseñanza, habiéndose publicado definitivamente no por el mismo evangelista sino, después de su muerte, por sus discípulos, 21 24; éstos habrían insertado en la trama primitiva del evangelio fragmentos joánicos que no querían que se perdieran y cuyo lugar no estaba rigurosamente determinado.
Según algunos, el evangelista habría utilizado una o varias fuentes. Bultmann distingue así: una «fuente de los signos» cuyo contenido serían los milagros relatados en el cuarto evangelio, una colección de los «dichos» atribuidos a Jesús, un relato de la pasión y la resurrección de Cristo. Un último redactor habría añadido un cierto número de retoques a la obra del evangelista. De esta reconstrucción de Bultmann, sólo la hipótesis de una «fuente de los signos» ha tenido un cierto éxito. Éxito muy relativo, por lo demás, ya que para algunos (Fortna) no se podría hablar ya de una «fuente de signos», sino de un evangelio completo que incluía también la predicación del Bautista y los relatos de la pasión y la resurrección. En razón de la relativa unidad de estilo del conjunto del evangelio, otros autores prefieren hablar de un evangelio joánico primitivo, mucho más simple que el evangelio actual, que habría sido ampliado y desarrollado, probablemente en varias etapas, durante la segunda mitad del siglo primero. La presencia de los abundantes duplicados en el evangelio de Juan muestra la complejidad del problema. Algunos temas han debido de desarrollarse de diferentes maneras en los medios joánicos antes de ser incorporados al evangelio actual. Sea cual sea el modo de aproximación al problema, los comentaristas se esfuerzan por reconstruir un «escrito fundamental» reutilizado por el evangelista. Es posible que también Lucas conociera este «escrito fundamental», lo que explicaría el parentesco, notado desde hace tiempo, entre tradiciones «joánicas» y «lucanas» (Evangelio y Hechos), especialmente en lo que respecta a los relatos de la pasión y la resurrección.
Pero la mayoría de los comentaristas modernos estiman que el autor del cuarto evangelio, sea quien sea, habría utilizado un documento más antiguo, de origen palestino y que, según algunos, habría sido escrito en arameo.
El desarrollo de la cristología del Evangelio
Según Dt 18 15.18-19, Dios había prometido a su pueblo enviarle un profeta semejante a Moisés. Esta promesa se ha realizado en Jesús de Nazaret. Tal convicción sirve de base a todo el evangelio de Juan y domina casi todos sus temas mayores. Jesús es, no un profeta ordinario, sino el Profeta por excelencia, Jn 6 14; 7 40.52, que alimenta al pueblo de Dios como lo había hecho Moisés durante el Éxodo, 6 5-13; ver Ex 16. No es Juan Bautista este profeta por excelencia, 1 21b, sino Jesús, a propósito del cual había escrito Moisés en la Ley, 1 45; 5 46; ver Dt 18 15.18. Para subrayarlo, el evangelista pone en los labios de Jesús palabras que se referían a Moisés en el AT, 12 48-50; 8 28-29; 7 16b-17; ver Dt 18 18-19; Nm 16 28; Ex 3 12; 4 12. En la economía de la nueva alianza, Jesús sustituye a Moisés, 1 17, y los judíos deben ahora escoger entre el antiguo y el nuevo Moisés, 9 24-34. Un profeta es, por definición, el portavoz de Dios. Este era el caso de Moisés, quien no hacía más que repetir lo que Dios le había mandado decir (Dt 18 18; Ex 4 12.15). Lo es también el caso del propio Jesús, 12 49; 8 28. Él no habla por su propia cuenta, 7 16-18; 14 10.24, y no hace sino transmitir a los hombres las palabras que Dios le ha dado para ellos, 17 8; 3 34. Ahora bien, ¿cuál es el mensaje que el nuevo Moisés ha venido a transmitirnos de parte de Dios? Que nos amemos los unos a los otros como Jesús mismo nos ha amado a nosotros, 13 34-35; 15 12.17. Es el mandamiento que Cristo nos deja como su testamento y que resume toda la Ley antigua, las diez «palabras» que antaño nos había transmitido Moisés de parte de Dios (Ex 20 1-17; Dt 5 5-22). Porque «Dios es Amor», 1 Jn 4 7-16, y este amor baja del Padre sobre Cristo y sobre nosotros, y luego vuelve a subir de nosotros a Cristo y al Padre, 17 23-26; 3 16.35; 10 17; 11 5; 13 1; 14 15.21.31; 15 9. El cristianismo es esencialmente una religión de amor. Moisés había recibido y transmitido a los hombres la revelación del Nombre divino por excelencia: «Yo soy» (Ex 3 13-15); del mismo modo Jesús ha revelado a los hombres este otro nombre divino, 17 6.26, que implica un amor indefectible: «Padre», 17 1.11.24.25. Habiendo recibido esta revelación de amor, los hombres no obedecen ya como esclavos, sino como amigos, 15 15; 8 34-36.
Cuando prometía a los hebreos el envío de un profeta semejante a Moisés, Dios les ordenaba también: «Escuchadle» (Dt 18 15). El que no escuche sus palabras será condenado por Dios (Dt 18 19). Es una cuestión de vida o muerte: si el pueblo hebreo quiere vivir y no morir, deberá obedecer los mandamientos de Dios, escuchar su voz (Dt 30 15-20). Lo mismo los discípulos de Cristo. El que escucha la palabra de Cristo tiene la vida eterna, ha pasado de la muerte a la vida, 5 24; el que guarde esta palabra no verá jamás la muerte, 8 51. El que rechaza a Cristo y no recibe sus palabras está ya condenado, 12 48; ver Dt 18 29, porque el mandamiento de Dios es vida eterna, 12 50. Sólo Cristo tiene palabras que son vida eterna, 6 63.68; ver Dt 8 3. La palabra de Dios es a la vez luz y vida, 1 4-5.9, luz que permite caminar hacia la vida, 8 12; 9 5; ver Sal 119 115, sin tropezar contra los obstáculos que hay en el camino, 11 9-10; 12 35-36. Cristo ha partido delante de nosotros para prepararnos un lugar en la casa del Padre, (ver Dt 1 33), pero volverá a buscarnos para que podamos reunirnos con él donde él está, 14 2-3; 17 24; 12 26. Aquel que va en seguimiento de Jesús, como discípulo suyo, llega finalmente adonde está Jesús, 1 37-39; confrontar con 7 33-34; 8 21-22, en la casa del Padre, 14 2-3.
Moisés, como todos los profetas, había sido «enviado» por Dios para salvar y guiar a su pueblo (Ex 3 10-12). Igualmente, Cristo fue «enviado» por Dios para dar la vida a los hombres, 3 17.34; 6 29.57; 7 29; 10 36; 17 18. Tan cierto es esto que Jesús nombra a Dios veinte veces como «aquel que me ha enviado», 4 34; 5 23-24.30, y passim. Pero ¿cómo podemos nosotros creer que en efecto es así y que Jesús no es un impostor, ver 7 12.17.21? Ya Moisés había expuesto este reparo a Dios (Ex 3 13; 4 1), y para responderle Dios había concedido a Moisés el realizar «signos» que serían la prueba de su misión divina (Ex 4 2-9). Lo mismo pasa con Jesús. Durante su vida terrestre, realiza seis milagros, de los cuales los dos primeros y el último se ofrecen como «signos» que prueban su misión, 2 11; 4 54; 12 18; ver 11 42. Y es por razón de estos signos por lo que la gente sigue a Jesús y cree en él, 2 23; 6 2.14; 7 31; 11 47; 12 37; 20 30. En efecto, sólo Dios puede alterar las leyes de la naturaleza; por tanto, si un hombre realiza «signos», es porque ha venido de parte de Dios y porque «Dios está con él», 3 2; 9 32-33; ver Ex 3 12. Y el signo por excelencia, el séptimo, será la resurrección de Cristo, 2 18-22, porque es Jesús mismo quien tiene poder de recobrar su vida, 10 17-18. Sin embargo, para creer en Jesús no se debe dar demasiada importancia a los «signos», 4 48; 20 25.29; es en definitiva su palabra, el mensaje que nos transmite de parte de Dios, lo que debe unirnos a él, 4 40-42. Si, incluso después del «signo» de la multiplicación de los panes, sólo los Doce siguen fieles a Jesús, es porque han comprendido que él tiene las palabras de la vida eterna, 6 66-69. Sus palabras deben comprometer nuestra fe por la misma razón que los «signos» que realiza, 15 22.24; ver Ex 4 15-17. Si es verdad que los «signos» atestiguan en favor de la misión de Jesús, 5 36; 10 25, también deben movernos otros motivos como el testimonio del Bautista, 1 7-8.15; 5 31-35, el del Padre en el acto del bautismo de Cristo, 5 37; ver 1 32-34, el de las Escrituras que anunciaron su venida, 5 39.45; ver Dt 18 15.18, en fin el Espíritu, 15 26. Por su parte, el discípulo a quien Jesús amaba puede atestiguar que Jesús está realmente muerto, 19 35, condición indispensable para que el «signo» por excelencia, la resurrección, no pueda ponerse en duda.
Con el tema de Jesús nuevo Moisés está estrechamente unido el de Jesús rey mesiánico. Precisamente porque le reconocen como el Profeta por excelencia los judíos quieren tomarle por la fuerza para hacerle rey, 6 14-15. Esta relación entre los dos temas procede quizá de las tradiciones samaritanas. En efecto, para los samaritanos dos personajes dominaban la historia bíblica: Moisés, el profeta por excelencia, y el patriarca José a quien ellos daban el nombre de «rey», ver Gn 41 41-43. Ahora bien, en el evangelio de Juan, después de ser reconocido como «Aquel de quien Moisés escribió en la Ley», 1 45; ver Dt 18 15.18, Jesús es proclamado «rey de Israel» por Natanael, 1 49, e inmediatamente después provee de vino a los que no lo tenían, como el patriarca José había abastecido de trigo durante el hambre de Egipto, 2 5 citando Gn 41 55. Sea ello lo que fuere, mediante este título de «rey» dado a Jesús se empalma con las tradiciones judías según las cuales Cristo, el rey mesiánico, debía ser descendiente de David, 7 40-42.Así, aclamado por la multitud como «rey de Israel» hará Jesús su entrada solemne en Jerusalén, 12 13, y como «rey de los judíos» será condenado a muerte y clavado en la cruz, 19 3.12.19. ¿Cómo explicar este dramático vuelco de situación? Es que Satán, el Diablo, reina ya sobre el mundo. Es «el Príncipe de este mundo», 12 31; 14 30; 16 11, y el mundo entero yace en su poder, 1 Jn 5 19. Detrás de los enemigos de Jesús se esconde y actúa el Príncipe de este mundo decidido a perderle, 14 30; 13 2.27. Él domina el mundo, y este mundo malo, al que pertenecen los jefes del pueblo judío, 8 23, no puede menos de odiar a Jesús y a todos los que se han hecho discípulos suyos, 15 18-19; 17 14.De este modo, el evangelio de Juan se presenta como un drama. Cada vez que Jesús sube a Jerusalén, tropieza con una oposición más violenta por parte de los jefes del pueblo judío, 5 16-18; 7 30-32.44; 8 59; 10 31.49, quienes, finalmente, reúnen el Sanedrín y deciden darle muerte, 11 47-53. Pero, situación paradójica que Satán no preveía, en el momento mismo en que Jesús es «elevado» en la cruz llega a su fin la dominación del Príncipe de este mundo, 12 31-32. Le elevación de Jesús en la cruz es como el primer paso que marca su retorno a la gloria divina en la Hora señalada por Dios, 12 23; 13 31-32; 17 1.5, la Hora de su entronización real. Jesús es rey, pero su realeza no es de este mundo, 18 36. El Príncipe de este mundo no tiene, pues, ningún poder sobre él, 14 30.
Jesús es el Profeta, el nuevo Moisés anunciado por Dt 18 15.18, pero es muy superior a Moisés. Un profeta es un portavoz de Dios. Para que fuera así, Dios ponía sus palabras en la boca de Moisés (Dt 18 18 ), estaba en su boca (Ex 4 12). De una manera mucho más radical, en Jesús es la Palabra misma de Dios, personificada, la que ha venido a encarnarse, 1 1-2.14. Al igual que la Palabra de la que habla Isaías 55 10-11, ésta ha venido a habitar entre los hombres para dar a los que la reciben el poder de hacerse «hijos de Dios», 1 12-13, y luego ha retornado al seno del Padre, 1 18; 13 3; 16 27-28; 14 2-3. En Jesús, es la Palabra de Dios la que nos da a conocer los misterios divinos, 1 18; 3 11-13. Ya no está escondida en los cielos, ha venido a vivir junto a nosotros, Dt 30 11-14; Ba 3 29-31.38. En cuanto Palabra de Dios encarnada, Cristo puede decir: «Antes de que Abrahán existiera, Yo Soy», 8 58. Él existía antes que el mundo, que fue creado por la Palabra, 1 3. Por eso Isaías pudo ver su gloria, 12 41, y cuando Cristo retorna al Padre, éste le devuelve la gloria que tenía antes que el mundo fuese, 17 5. En cuanto Palabra de Dios encarnada, Cristo no es solamente «hijo de Dios», título que no implicaba un sentido trascendente, en contra de la acusación que la hacían los judíos, 10 33-36; 19 7, es el Unigénito, 1 14.18; 3 16.18. Como Engendrado de Dios, Pr 8 25, él mismo es Dios, 1 1; 20 29; 1 Jn 5 20. Cuando dice a los judíos: «Antes de que Abrahán existiera, Yo Soy», 8 58; ver 8 24.28; 13 19; Is 43 10; 45 18; Dt 32 39, este último verbo evoca la revelación que Dios hizo a Moisés cuando la teofanía del Sinaí: «Yo soy el que soy. Así dirás a los israelitas: `Yo soy' me ha enviado a vosotros» (Ex 3 14). Cuando una tropa armada viene a prender a Jesús, él les dice: «Yo soy», y la evocación del Nombre divino basta para tirarlos por tierra, 18 5-6. Por cuanto la Palabra de Dios, Jn 1 1, ha sido Dios quien, en Jesús, ha venido a habitar entre nosotros, Jn 1 14.
La gloria del Verbo Encarnado
En cada evangelista predomina un determinado enfoque sobre Jesús y sobre su misión. Para San Juan, Jesús es el Verbo hecho carne, que ha venido a dar la vida a los hombres, 1 14. El misterio de la Encarnación domina todo su pensamiento. Esta teología de la Encarnación se expresa en lenguaje de misión y testimonio. Jesús es la Palabra (el Verbo) enviada por Dios a la tierra y que debe volver a Dios una vez cumplida su misión, ver 1 1+. Esta misión consiste en anunciar a los hombres los misterios divinos: Jesús es el testigo de lo que ha visto y oído junto al Padre, ver 3 11+. Para acreditar su misión, Dios le ha dado poder de realizar cierto número de obras, de «signos»; que superan las posibilidades humanas y demuestran que ciertamente ha sido enviado por ese Dios que obra en él, ver 2 11+; estos «signos» son la manifestación, todavía discreta, de su gloria, en espera de la plena manifestación en el día de su resurrección, ver 1 14+. Porque según la profecía de Is 52 13 (LXX), el Hijo del hombre debe ser «alzado», y, por la Cruz, volver al Padre, ver 12 32+, para recobrar la gloria que tenía en Dios «antes que el mundo fuese», 17 5+.24, cuya revelación tuvieron los Profetas, ver 5 39.46; 12 41; 19 37 y notas. Su manifestación es la teofanía que culmina y eclipsa todos los precedentes, la de la creación, 1 1, las que fueron otorgadas a Abrahán, 8 56, a Jacob, 1 51, a Moisés, 1 17, a los profetas. La gloria del «Día de Yahvé», ver Am 5 18+, se cumple en el «Día» de Jesús, 8 56, y especialmente en su «Hora», 2 4+, la Hora de su «elevación» y de su «glorificación»; entonces se revela la trascendente grandeza del «enviado», ver 8 24+; 10 30+, venido al mundo para dar la vida, ver 3 35+, a los que por la fe reciben el mensaje de salvación que él trae, ver 3 11+. Y precisamente porque toda esta «misión» del Hijo está ordenada a una obra de salvación, es en definitiva manifestación suprema del amor del Padre al mundo, ver 17 6+.
El Espíritu de la verdad
Cristo nuevo Moisés, el profeta por excelencia, va a dejar este mundo para retornar al Padre. Pero los discípulos se beneficiarán entonces de la venida del Espíritu de verdad, del Paráclito, que continuará entre ellos la obra de Cristo. Al igual que Cristo, él procede del Padre, 15 26; ver 8 42; 16 27-30; 17 8. Como él será «enviado» a ellos (por el Padre a petición de Cristo: 14 16; 15 26; por el mismo Cristo: 15 26; 16 7) y permanecerá con ellos para siempre, 14 16-17; ver Mt 28 20. Su misión será la de enseñarles todo lo que Cristo no haya podido decirles, y, del mismo modo que Cristo, no hablará «por su cuenta», limitándose a transmitir lo que haya oído junto al Padre, 16 12-15. Así los discípulos comprenderán el sentido misterioso, todavía oculto, de ciertos acontecimientos concernientes a Cristo, 2 22; 12 16; 13 7; 20 9. El Espíritu podrá dar testimonio de Cristo, 15 26, haciendo comprender a los discípulos que, a pesar de su muerte ignominiosa, él era el Enviado de Dios, aquel en quien había que creer para salvarse, aquel que, a pesar de las apariencias, había vencido definitivamente al Príncipe de este mundo, 16 8-11.
La doble perspectiva escatológica y su significado
En su conjunto, el cuarto evangelio desarrolla el principio de una escatología ya realizada. El judaísmo distinguía entre el mundo presente y el mundo (escatológico) futuro; según Jn 8 23, los dos mundos coexisten: el uno es de «abajo» (este mundo) y el otro es de «arriba», de Dios, 13 1.Según el punto de vista de muchos lugares del evangelio la resurrección no debe ya esperarse para el momento en que se instaure el «mundo futuro» (ver Dn 12 1-2), sino que se ha realizado ya en y por Cristo, 11 23-36. El que cree en Cristo ha pasado ya de la muerte a la vida, 5 24; 1 Jn 3 14, nunca más verá la muerte, o sea la muerte en el sentido semítico de la palabra, ese casi aniquilamiento en el seol, 8 50; 11 25. La muerte ya no es más que una apariencia (ver Sb 3 2). En este sentido, los que creen en Cristo no serán juzgados, mientras que los que se niegan a creer están ya juzgados, 3 18-21.36. Todo esto supone una antropología con distinción entre alma y cuerpo. Pero el último redactor del cuarto evangelio quiso introducir la escatología judía heredada de Daniel: Hasta «el último día» no resucitará el que cree en Cristo, 6 39.40.44.54; confrontar con 11 23-26; «en el último día» será juzgado, 11 48, cuando, a la voz de Cristo, todos los que estén en los sepulcros saldrán, los unos para una resurrección de vida, los otros para una resurrección de juicio, 5 28-29; ver Dn 12 2; confrontar con 5 24.
Ambas perspectivas escatológicas se completan actualmente en el evangelio.
La cuestión del autor del evangelio y la identidad del Discípulo Amado
Una última cuestión queda por plantear: ¿quién es el autor de este evangelio tan rico y tan complejo? La tradición, casi unánimemente, responde: Juan el apóstol, el hijo de Zebedeo. Vemos ya en la primera mitad del siglo II que muchos autores conocen y utilizan el cuarto evangelio: San Ignacio de Antioquía, el autor de las Odas de Salomón, Papías, San Justino, y quizá el mismo San Clemente de Roma; todo ello es prueba de que el evangelio gozaba ya de autoridad apostólica. El primer testimonio explícito es el de San Ireneo, hacia el 180: «Luego Juan, el discípulo del Señor, el mismo que reposó en su pecho, publicó también el evangelio durante su estancia en Éfeso.» Casi por la misma época, Clemente de Alejandría, Tertuliano y el canon de Muratori atribuyen también formalmente el cuarto evangelio a Juan el apóstol. Si se ha podido recoger una opinión opuesta entre los siglos II-III, es la de algunos que reaccionan contra los «espirituales» montanistas, quienes utilizaban el evangelio de Juan con fines tendenciosos. Pero esta oposición se reduce a poca cosa, y, basada en razones teológicas, no tiene ninguna raíz en la tradición.
Por lo demás, nada hay en el mismo evangelio que se oponga a esta tradición; muy al contrario. Ya hemos visto que el evangelio se presenta bajo la garantía de un discípulo amado del Señor, testigo ocular de los hechos que narra. Su lengua y su estilo denotan su origen manifiestamente semítico; se le ve perfectamente al corriente de las costumbres judías, así como de la topografía palestinense en tiempo de Cristo. Parece unido con especial amistad a Pedro, 13 23s; 18 15; 20 3-10; 21 20-23, y Lucas nos informa de que efectivamente ese era el caso de Juan el apóstol, Lc 22 8; Hch 3 1-4.11; 4 13.19; 8 14. ¿Cómo explicar finalmente el silencio incomprensible del cuarto evangelio sobre los dos hijos de Zebedeo, sino precisamente porque habría sido puesto bajo la autoridad de uno de ellos? El «discípulo a quien Jesús amaba... que ha escrito estas cosas», 21 24, es ciertamente aquel a quien, con Pedro y Santiago, estimaba Jesús de un modo particular, Mc 5 37; 9 2; 13 3; 14 33. Se ha querido objetar el hecho de que, según algunos testimonios, Juan el apóstol habría muerto mártir en fecha relativamente temprana y que por lo mismo no habría podido ser el testigo a que se refiere esta tradición que pone bajo su autoridad el evangelio que lleva su nombre. En realidad es difícil negar que haya habido efectivamente una antigua tradición en favor de este martirio; pero ¿tiene más garantías de autenticidad que la tradición que hace vivir a San Juan en Éfeso hasta edad avanzada? Y aun siendo así, se podrá observar que silencia la fecha de tal martirio. Por otra parte, el conjunto de las tradiciones joánicas, como ya lo hemos visto, ciertamente se constituyó en fecha muy antigua, aunque el evangelio no se hubiera redactado y editado definitivamente hasta más tarde, probablemente por los discípulos de Juan. En consecuencia, la paternidad joánica del cuarto evangelio no sería inconciliable con la hipótesis de un martirio del apóstol.
Algunos han sugerido la identificación del Discípulo Amado con Lázaro. Este discípulo vivía en los alrededores de Jerusalén, y nada impide que fuera conocido del sumo sacerdote. Por otra parte, cuando cae gravemente enfermo, sus hermanas mandan un mensajero a decir a Jesús: «Aquel a quien tú quieres está enfermo», 11 3. En la intención de las hermanas de Lázaro, no había confusión posible: Jesús no tenía más que un amigo. ¿No sería éste entonces «el discípulo a quien Jesús amaba»? Sin embargo la identificación de Juan el Apóstol con el Discípulo Amado tiene las garantías de la Tradición. Esto se refiere primariamente al testimonio apostólico que está detrás del evangelio. Con ello no se excluye que la obra haya podido ser escrita por un discípulo que la pone bajo la autoridad del apóstol Juan.
El simbolismo de los números
Para expresar sus ideas cristológicas, el evangelista utiliza a menudo el simbolismo de los números, procedimiento bastante corriente en la época. Su interés por las cifras se transparenta en ciertos detalles. En 4 16-18, Jesús reprocha a la samaritana el haber tenido cinco maridos, y la palabra «marido» se repite cinco veces. Lo mismo sucede con las palabras «panes» y «peces» en 6 9-13, «discípulos» en 1 35-37 y 21 1-14. Más interesante es el empleo de cifras que tienen un valor simbólico bien conocido en la antigüedad; siete simboliza la totalidad, la perfección, y seis evoca la idea de imperfección. Jesús ha «sanado» al paralítico, 7 23, el adjetivo «sano» se repite siete veces en el relato primitivo, 5 4.6.9.11.14.15; 7 23, lo mismo que la expresión «abrir los ojos» en el relato paralelo de la curación del ciego de nacimiento, 9 10.14.17.21.26.30.32. El hijo del funcionario real de Cafarnaún es curado en la hora séptima, 4 52-53. En cambio, la debilidad de Cristo-hombre se manifiesta en la hora sexta, 4 6; 19 14. En 5 31-47, el evangelista enumera los testigos en favor de la misión de Cristo, a los que contrapone el rechazo de los judíos a creer; ahora bien, el verbo «atestiguar» se repite siete veces en este pasaje, 5 31.32.32.33.36.37.39, mientras que el verbo «creer», a menudo en negativo, se lee seis veces, 5 38.44.46.46.47.47. Así se oponen judaísmo y cristianismo. Las tinajas que servían para la purificación de los judíos son seis, 2 6; este sistema de purificación, imperfecto, ha caducado (confrontar con 15 3; 13 8-10). Las fiestas «de los judíos» se mencionan seis veces: la Pascua, 2 13; 6 4; 11 55, una fiesta no nombrada, 5 1, las Tiendas, 7 2, y la Dedicación, 10 22; pero la última Pascua se va a convertir en la Pascua de Cristo, su paso de este mundo al Padre, 13 1, y por eso es nombrada siete veces, 11 55.55; 12 1; 13 1; 18 28.39; 19 14. Cristo es ahora el verdadero Cordero pascual, 19 36; ver Ex 12 10.46; 1 Cor 5 7. Pero aunque se le dé muerte, él mismo tiene el poder de resucitar, lo que constituirá el séptimo «signo» para atestiguar la realidad de su misión, el «signo» por excelencia, 2 18-19; ver 2 1ss; 4 46ss; 5 1ss; 6 2ss; 9 1ss; 11 1ss.
La fecha de composición del evangelio
¿En qué fecha se compuso el cuarto evangelio? El más antiguo testimonio al respecto es un fragmento de papiro (Rylands 457), escrito hacia el 125, que contiene Jn 18 31-34 y 37-38 en la forma que nosotros conocemos hoy. El papiro Egerton 2, muy poco posterior a aquél, cita otros varios pasajes. Estos dos documentos han sido hallados en Egipto. De donde se puede concluir que el cuarto evangelio habría sido publicado, en Éfeso o en Antioquía, lo más tarde en los últimos años del siglo primero. Por otra parte, si es cierto que textos como Jn 9 22; 12 42; 16 2, aludirían a una decisión de las autoridades judías tomada en el concilio de Yamnia, la composición del cuarto evangelio, en su forma casi definitiva, no podría ser anterior a los años 80. Pero esta redacción, que supone una evolución bastante compleja de las tradiciones «joánicas», obliga a retrotraer la composición del documento más antiguo a una fecha mucho más temprana. Un texto como Jn 14 2-3, próximo a 1 Ts 4 13ss, supone que todavía se esperaba el retorno de Cristo en un futuro muy cercano. Es posible, pues, que el documento «joánico» más antiguo, de origen palestino, pueda datarse alrededor del año 50.
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NUEVO TESTAMENTO - EL CONTENIDO DEL EVANGELIO DE JUAN
Prólogo
Mientras que el Evangelio de Marcos se inicia con el bautismo del Señor y los de Mateo y Lucas se remontan a su infancia, Juan va más lejos todavía y comienza hablando de su origen divino. En su Prólogo tan característico, presenta a Jesús como la "Palabra" de Dios personificada, que existía desde siempre junto al Padre y "era Dios" (1. 1-2). Esa Palabra trasciende infinitamente el mundo y la historia, pero a la vez es una Palabra "creadora": "Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra", y en ella está la Vida que ilumina a los hombres (1. 3-4).
Y para revelarles el rostro invisible de Dios y hacerlos participar de su filiación divina, la Palabra eterna e increada "se hizo carne" y vino a convivir con los hombres "como Hijo único" del Padre (1. 14). Es el Misterio de la Encarnación: Dios tiene ahora un rostro humano. Al advertirnos que las tinieblas del mundo no recibieron a la Palabra (1. 5, 11), Juan anticipa el tema del eterno conflicto entre la luz y las tinieblas, tan destacado en su Evangelio. Más que una introducción, este admirable Prólogo –como la obertura de una ópera– es un resumen de todos los temas contenidos en el resto del Libro.
El Testimonio De Juan El Bautista
Los Evangelios sinópticos presentan a Juan el Bautista como el profeta que prepara el camino del Señor, anunciando en el desierto "un bautismo de conversión para el perdón de los pecados" (Mc. 1. 4). El cuarto Evangelio, en cambio, lo presenta como "testigo" de Jesús (1. 6-8 ). "Juan da testimonio de él" (1. 15), y ese testimonio se resume en la célebre expresión: "Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo" (1. 29). Dos discípulos de Juan reciben su testimonio. Ellos a su vez lo transmiten a otros, y así comienza a formarse el pequeño grupo de seguidores del Señor.
Al atestiguar que Jesús es "el Cordero de Dios", el Bautista evoca la figura del "Servidor sufriente", que se entrega a la muerte como un cordero inocente para expiar el pecado del mundo (Is. 52. 13 - 53. 12), y también la del Cordero pascual, símbolo de la liberación de Israel (Éx. 12. 1-28 ).
El Libro De Los "Signos" De Jesús
El Bautista dio un valioso testimonio acerca de Jesús, pero él tiene además un testimonio "mayor que el de Juan" (5. 31-38 ). Son las "obras" que realiza en nombre de su Padre y que lo acreditan como la Palabra y el Enviado de Dios (10. 25). Al hablar de estas "obras" de Jesús –en especial de sus milagros– el evangelista suele llamarlas "signos", y a ellos se refiere la primera parte del cuarto Evangelio. Todo signo dirige siempre la atención hacia una realidad oculta, que de alguna manera se hace visible a través de él. Las obras de Jesús son "signos" que dejan traslucir el misterio de su Persona y el sentido de su misión.
Juan nos narra siete de esos "signos" de Jesús: el agua convertida en vino en las bodas de Caná (2. 1-12), la curación del hijo de un funcionario real (4. 46-54), la curación de un paralítico en la piscina de Betsata (5. 1-18 ), la multiplicación de los panes (6. 1-15), la marcha de Jesús sobre el agua (6. 16-21), la curación del ciego de nacimiento (9. 1-41) y la resurrección de Lázaro (11. 1-44). En cuanto a la pesca milagrosa (21. 1-14), que sería el octavo signo, fue añadido después de la primera redacción del Evangelio.
A la vista de estas obras, algunos supieron descubrir la realidad oculta detrás del "signo" y "creyeron en él" (2. 11). Otros, en cambio, se obstinaron en su incredulidad: "A pesar de los muchos signos que hizo en su presencia, ellos no creyeron en él" (12. 37). Esta permanente confrontación entre la fe y la incredulidad, entre la luz y las tinieblas, entre la vida y la muerte, constituye el trasfondo del drama descrito en el cuarto Evangelio.
El Vino Nuevo Y El Nuevo Templo
En el transcurso de un banquete nupcial, Jesús realiza el primer "signo", anticipando su "hora" a pedido de María. En el Antiguo Testamento, los tiempos mesiánicos son representados con frecuencia como un banquete de bodas, y la abundancia de vino simboliza el gozo de la salvación. A su vez, el "buen vino" de las bodas de Caná significa la Sangre de Cristo con que fue inaugurada la Nueva Alianza.
Luego, a través del relato de la purificación del Templo profanado por los vendedores y los cambistas, Juan nos presenta a Jesús como el instaurador de un nuevo culto, que ya no está reservado a un pueblo o un lugar privilegiados. Es el culto "en espíritu y en verdad" (4. 23). Dentro de él, su cuerpo resucitado es el nuevo Templo, la verdadera Morada de Dios en medio de los hombres.
El Renacimiento Espiritual
Jesús vino al mundo para que los hombres "tengan Vida y la tengan en abundancia" (10. 10). Y en el diálogo con Nicodemo, él nos dice que esa vida es una novedad tan radical, que para poseerla es preciso "nacer de nuevo". Sólo el que renace "de lo alto" por el "agua" del Bautismo y por la acción del "Espíritu" puede participar de la Vida de Dios (3. 3, 5).
A continuación, el evangelista nos presenta a Jesús dialogando con una mujer de Samaría. El Señor pasa casi insensiblemente de las realidades materiales a las espirituales. El agua que brota de la tierra puede saciar la sed sólo por un tiempo. Únicamente el agua que nos da Cristo saciará para siempre nuestra sed de verdad y de vida. Y esa agua es su mismo Espíritu, el principio del nuevo nacimiento y del culto nuevo, que Jesús viene a instaurar (4. 23).
La Vida Eterna
La obra de Jesús es la perfecta manifestación de la actividad del Padre, que siempre sigue creando el universo y dándole vida. Un "signo" de esto es la curación del paralítico tendido junto a una piscina de Jerusalén. "El que escucha mi palabra y cree en aquel que me ha enviado, tiene Vida eterna y no está sometido al juicio" (5. 24). Al realizar esa curación en sábado, Jesús provoca la reacción de "los judíos". Frente a ella, él se remite al testimonio del Padre, manifestado en sus obras, y al que dan en su favor las mismas Escrituras.
A continuación, y en respuesta a los anhelos más profundos del corazón humano, Jesús se revela como "el pan vivo bajado del cielo para la Vida del mundo" (6. 51). Este es el significado que da Juan a la multiplicación de los panes, en un largo discurso que se refiere a la vez al Pan de la Palabra y al Pan de la Eucaristía. Tan asombrosa revelación aleja a muchos, pero también arranca a Pedro la célebre profesión de fe: "Tú tienes palabras de Vida eterna" (6.68 ).
La Luz Del Mundo
El tema de la decisión a favor o en contra de Jesús está presente a lo largo de todo el cuarto Evangelio. Este tema adquiere un dramatismo particular en los capítulos siguientes, que agrupan una serie de controversias sobre el origen del Mesías, surgidas durante la fiesta de las Chozas. Él se declara superior a Abraham y se llama a sí mismo "Yo Soy" (8. 24, 28, 58 ), que es el Nombre divino revelado a Moisés. Ante esta afirmación "los judíos" quieren apedrearlo, pero su "hora" no ha llegado todavía.
La fiesta de las Chozas duraba una semana. El último día se hacía una oración para pedir la lluvia. Era la "liturgia del agua". Ese día Jesús hace una solemne proclamación: "El que tenga sed, venga a mí; y beba el que cree en mí" (7. 37-38 ). Así anunciaba que su costado abierto en la Cruz sería la fuente de donde brotaría el agua viva del Espíritu. También con ocasión de esa Fiesta, se encendían grandes lámparas. Él se declara entonces la "luz del mundo" (8. 12), y lo ratifica por medio de un "signo" bien elocuente: la curación de un ciego de nacimiento. Cada creyente es iluminado interiormente por Cristo, como lo fue exteriormente aquel ciego. Para eso es preciso escuchar la Palabra de Jesús, "el buen Pastor" que "da su vida por las ovejas" (10.11).
La Cercanía De La "Hora" De Jesús
Así como la curación del ciego de nacimiento significa que Cristo es la Luz del mundo, así también el retorno de Lázaro a la vida constituye para Juan el "signo" de que Jesús es "la Resurrección y la Vida" (11.25). Y como todos los demás "signos", este particularmente lleva a unos a la fe –expresada en las palabras de Marta: "Creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios" (11.27)– y a otros, al endurecimiento en su incredulidad.
A partir de ese momento, la oposición llega a su punto culminante. Los adversarios de Jesús, alarmados por su popularidad, resuelven quitarle la vida. Se acerca su "hora", y él la asume decididamente: para eso ha venido al mundo. Como "el grano de trigo", él debe morir a fin de producir "mucho fruto" (12.24). Es el fruto que se manifestará en su gloriosa Resurrección, cuyo "signo" anticipado es la resurrección de Lázaro.
El Libro De La "Hora" De Jesús
"Mi hora no ha llegado todavía" (2. 4), había dicho Jesús a su madre cuando, a instancias de ella, realizó el primer "signo". Y varias veces hizo alusión a su "hora", a lo largo de toda la actividad pública relatada en la primera parte del Evangelio de Juan, que es el Libro de los "signos" realizados en función de esa "hora" decisiva.
Pero al fin, llegó la "hora" de Jesús, y toda la segunda parte del cuarto Evangelio gira alrededor de este tema fundamental. Se trata de la hora de su Glorificación por medio de la muerte (12. 23). La hora de su "paso" de este mundo al Padre. La hora del triunfo de la luz sobre las tinieblas, del amor sobre el egoísmo, de la vida sobre la muerte.
La Última Cena
San Juan no narra la institución de la Eucaristía, como lo hacen los otros tres evangelistas. En cambio, nos ha conservado el conmovedor relato del lavatorio de los pies a los discípulos, en el que nos da una lección de servicio fraternal, a imitación de Jesús, que "no vino para ser servido sino para servir" (Mt. 20. 28 ). Junto con ese gesto simbólico, el autor de este Evangelio nos ha transmitido el "testamento del Señor", contenido en su discurso de despedida y en su oración sacerdotal al Padre.
Muchos temas se mezclan en ese "testamento" espiritual, pero entre todos se destaca la insistencia con que Jesús exhorta a sus discípulos a vivir íntimamente unidos, amándose como él los amó (13. 34-35; 15. 12-13, 17). Para no dejarlos "huérfanos", él les promete un "Abogado", que es el Espíritu de la verdad (14. 16-17, 26; 15. 26; 16. 7-15). Ese Espíritu dará testimonio de Jesús en el corazón de los creyentes, les ayudará a comprender sus enseñanzas y hará posible que se cumpla la súplica del Señor: "Padre, que todos sean uno, como nosotros somos uno" (17. 21-22).
La Muerte De Jesús
En los relatos de la Pasión, Juan depende de la tradición cristiana anterior, pero revive los acontecimientos con la profundidad que lo caracteriza. Detrás del aparente triunfo de los enemigos de Jesús, él ve la "hora" del Juicio de Dios sobre el mundo, que es al mismo tiempo causa de salvación para los que no cierran sus ojos a la luz. En la coronación de espinas, ve la afirmación de la realeza de Cristo, proclamada solemnemente frente a Pilato. Y en su crucifixión ve la Glorificación del Señor, que todo lo atrae hacia él.
Además, Juan destaca la plena libertad con que Jesús entregó su vida para cumplir la voluntad del Padre. Este mismo evangelista nos ha conservado las palabras con que el Señor proclamó desde la cruz la maternidad de María sobre todos los que creen en él. Y Juan es también el único que menciona la sangre y el agua brotadas del costado de Cristo, como "signos" del Bautismo y la Eucaristía, donde se comunica y alimenta la Vida en el Espíritu.
La Resurrección De Jesús
La "hora" de Jesús incluye su Muerte y su Resurrección como dos momentos inseparables del mismo "Misterio pascual". El sepulcro está vacío y a Jesús no se lo encuentra. Su cuerpo ya ha sido glorificado, pero él se deja ver y palpar, a fin de confirmar en la fe a sus discípulos. Un especial encanto tiene el relato de la aparición del Señor a María Magdalena, llamada a ser testigo de su Resurrección.
Sin embargo, la fe no depende y está más allá de las pruebas sensibles. "¡Felices los que creen sin haber visto!" (20. 29). Así lo proclama Jesús, cuando Tomás se resiste a aceptar el testimonio de sus compañeros. Luego los discípulos son enviados por él a continuar su misma misión. Y para que puedan cumplir esta misión, él les comunica su Espíritu, confiriéndoles a la vez el poder de perdonar los pecados.
Apéndice
Es probable que el último capítulo del Evangelio según san Juan haya sido añadido posteriormente por algunos de sus discípulos. En él se relata una pesca milagrosa, que es el último "signo" de Jesús resucitado. Esa pesca simboliza la acción de los Apóstoles, llamados a congregar a los hombres en el nombre del Señor.
De una manera especial, este Apéndice nos recuerda la triple profesión de amor que Jesús pidió a Pedro, en reparación por su triple negación, antes de confirmarlo como pastor visible de toda la Iglesia. ¿Qué otra cosa, en efecto, sino un servicio de amor hasta la muerte debe ser la función pastoral dentro de la Comunidad cristiana?
Mientras que el Evangelio de Marcos se inicia con el bautismo del Señor y los de Mateo y Lucas se remontan a su infancia, Juan va más lejos todavía y comienza hablando de su origen divino. En su Prólogo tan característico, presenta a Jesús como la "Palabra" de Dios personificada, que existía desde siempre junto al Padre y "era Dios" (1. 1-2). Esa Palabra trasciende infinitamente el mundo y la historia, pero a la vez es una Palabra "creadora": "Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra", y en ella está la Vida que ilumina a los hombres (1. 3-4).
Y para revelarles el rostro invisible de Dios y hacerlos participar de su filiación divina, la Palabra eterna e increada "se hizo carne" y vino a convivir con los hombres "como Hijo único" del Padre (1. 14). Es el Misterio de la Encarnación: Dios tiene ahora un rostro humano. Al advertirnos que las tinieblas del mundo no recibieron a la Palabra (1. 5, 11), Juan anticipa el tema del eterno conflicto entre la luz y las tinieblas, tan destacado en su Evangelio. Más que una introducción, este admirable Prólogo –como la obertura de una ópera– es un resumen de todos los temas contenidos en el resto del Libro.
El Testimonio De Juan El Bautista
Los Evangelios sinópticos presentan a Juan el Bautista como el profeta que prepara el camino del Señor, anunciando en el desierto "un bautismo de conversión para el perdón de los pecados" (Mc. 1. 4). El cuarto Evangelio, en cambio, lo presenta como "testigo" de Jesús (1. 6-8 ). "Juan da testimonio de él" (1. 15), y ese testimonio se resume en la célebre expresión: "Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo" (1. 29). Dos discípulos de Juan reciben su testimonio. Ellos a su vez lo transmiten a otros, y así comienza a formarse el pequeño grupo de seguidores del Señor.
Al atestiguar que Jesús es "el Cordero de Dios", el Bautista evoca la figura del "Servidor sufriente", que se entrega a la muerte como un cordero inocente para expiar el pecado del mundo (Is. 52. 13 - 53. 12), y también la del Cordero pascual, símbolo de la liberación de Israel (Éx. 12. 1-28 ).
El Libro De Los "Signos" De Jesús
El Bautista dio un valioso testimonio acerca de Jesús, pero él tiene además un testimonio "mayor que el de Juan" (5. 31-38 ). Son las "obras" que realiza en nombre de su Padre y que lo acreditan como la Palabra y el Enviado de Dios (10. 25). Al hablar de estas "obras" de Jesús –en especial de sus milagros– el evangelista suele llamarlas "signos", y a ellos se refiere la primera parte del cuarto Evangelio. Todo signo dirige siempre la atención hacia una realidad oculta, que de alguna manera se hace visible a través de él. Las obras de Jesús son "signos" que dejan traslucir el misterio de su Persona y el sentido de su misión.
Juan nos narra siete de esos "signos" de Jesús: el agua convertida en vino en las bodas de Caná (2. 1-12), la curación del hijo de un funcionario real (4. 46-54), la curación de un paralítico en la piscina de Betsata (5. 1-18 ), la multiplicación de los panes (6. 1-15), la marcha de Jesús sobre el agua (6. 16-21), la curación del ciego de nacimiento (9. 1-41) y la resurrección de Lázaro (11. 1-44). En cuanto a la pesca milagrosa (21. 1-14), que sería el octavo signo, fue añadido después de la primera redacción del Evangelio.
A la vista de estas obras, algunos supieron descubrir la realidad oculta detrás del "signo" y "creyeron en él" (2. 11). Otros, en cambio, se obstinaron en su incredulidad: "A pesar de los muchos signos que hizo en su presencia, ellos no creyeron en él" (12. 37). Esta permanente confrontación entre la fe y la incredulidad, entre la luz y las tinieblas, entre la vida y la muerte, constituye el trasfondo del drama descrito en el cuarto Evangelio.
El Vino Nuevo Y El Nuevo Templo
En el transcurso de un banquete nupcial, Jesús realiza el primer "signo", anticipando su "hora" a pedido de María. En el Antiguo Testamento, los tiempos mesiánicos son representados con frecuencia como un banquete de bodas, y la abundancia de vino simboliza el gozo de la salvación. A su vez, el "buen vino" de las bodas de Caná significa la Sangre de Cristo con que fue inaugurada la Nueva Alianza.
Luego, a través del relato de la purificación del Templo profanado por los vendedores y los cambistas, Juan nos presenta a Jesús como el instaurador de un nuevo culto, que ya no está reservado a un pueblo o un lugar privilegiados. Es el culto "en espíritu y en verdad" (4. 23). Dentro de él, su cuerpo resucitado es el nuevo Templo, la verdadera Morada de Dios en medio de los hombres.
El Renacimiento Espiritual
Jesús vino al mundo para que los hombres "tengan Vida y la tengan en abundancia" (10. 10). Y en el diálogo con Nicodemo, él nos dice que esa vida es una novedad tan radical, que para poseerla es preciso "nacer de nuevo". Sólo el que renace "de lo alto" por el "agua" del Bautismo y por la acción del "Espíritu" puede participar de la Vida de Dios (3. 3, 5).
A continuación, el evangelista nos presenta a Jesús dialogando con una mujer de Samaría. El Señor pasa casi insensiblemente de las realidades materiales a las espirituales. El agua que brota de la tierra puede saciar la sed sólo por un tiempo. Únicamente el agua que nos da Cristo saciará para siempre nuestra sed de verdad y de vida. Y esa agua es su mismo Espíritu, el principio del nuevo nacimiento y del culto nuevo, que Jesús viene a instaurar (4. 23).
La Vida Eterna
La obra de Jesús es la perfecta manifestación de la actividad del Padre, que siempre sigue creando el universo y dándole vida. Un "signo" de esto es la curación del paralítico tendido junto a una piscina de Jerusalén. "El que escucha mi palabra y cree en aquel que me ha enviado, tiene Vida eterna y no está sometido al juicio" (5. 24). Al realizar esa curación en sábado, Jesús provoca la reacción de "los judíos". Frente a ella, él se remite al testimonio del Padre, manifestado en sus obras, y al que dan en su favor las mismas Escrituras.
A continuación, y en respuesta a los anhelos más profundos del corazón humano, Jesús se revela como "el pan vivo bajado del cielo para la Vida del mundo" (6. 51). Este es el significado que da Juan a la multiplicación de los panes, en un largo discurso que se refiere a la vez al Pan de la Palabra y al Pan de la Eucaristía. Tan asombrosa revelación aleja a muchos, pero también arranca a Pedro la célebre profesión de fe: "Tú tienes palabras de Vida eterna" (6.68 ).
La Luz Del Mundo
El tema de la decisión a favor o en contra de Jesús está presente a lo largo de todo el cuarto Evangelio. Este tema adquiere un dramatismo particular en los capítulos siguientes, que agrupan una serie de controversias sobre el origen del Mesías, surgidas durante la fiesta de las Chozas. Él se declara superior a Abraham y se llama a sí mismo "Yo Soy" (8. 24, 28, 58 ), que es el Nombre divino revelado a Moisés. Ante esta afirmación "los judíos" quieren apedrearlo, pero su "hora" no ha llegado todavía.
La fiesta de las Chozas duraba una semana. El último día se hacía una oración para pedir la lluvia. Era la "liturgia del agua". Ese día Jesús hace una solemne proclamación: "El que tenga sed, venga a mí; y beba el que cree en mí" (7. 37-38 ). Así anunciaba que su costado abierto en la Cruz sería la fuente de donde brotaría el agua viva del Espíritu. También con ocasión de esa Fiesta, se encendían grandes lámparas. Él se declara entonces la "luz del mundo" (8. 12), y lo ratifica por medio de un "signo" bien elocuente: la curación de un ciego de nacimiento. Cada creyente es iluminado interiormente por Cristo, como lo fue exteriormente aquel ciego. Para eso es preciso escuchar la Palabra de Jesús, "el buen Pastor" que "da su vida por las ovejas" (10.11).
La Cercanía De La "Hora" De Jesús
Así como la curación del ciego de nacimiento significa que Cristo es la Luz del mundo, así también el retorno de Lázaro a la vida constituye para Juan el "signo" de que Jesús es "la Resurrección y la Vida" (11.25). Y como todos los demás "signos", este particularmente lleva a unos a la fe –expresada en las palabras de Marta: "Creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios" (11.27)– y a otros, al endurecimiento en su incredulidad.
A partir de ese momento, la oposición llega a su punto culminante. Los adversarios de Jesús, alarmados por su popularidad, resuelven quitarle la vida. Se acerca su "hora", y él la asume decididamente: para eso ha venido al mundo. Como "el grano de trigo", él debe morir a fin de producir "mucho fruto" (12.24). Es el fruto que se manifestará en su gloriosa Resurrección, cuyo "signo" anticipado es la resurrección de Lázaro.
El Libro De La "Hora" De Jesús
"Mi hora no ha llegado todavía" (2. 4), había dicho Jesús a su madre cuando, a instancias de ella, realizó el primer "signo". Y varias veces hizo alusión a su "hora", a lo largo de toda la actividad pública relatada en la primera parte del Evangelio de Juan, que es el Libro de los "signos" realizados en función de esa "hora" decisiva.
Pero al fin, llegó la "hora" de Jesús, y toda la segunda parte del cuarto Evangelio gira alrededor de este tema fundamental. Se trata de la hora de su Glorificación por medio de la muerte (12. 23). La hora de su "paso" de este mundo al Padre. La hora del triunfo de la luz sobre las tinieblas, del amor sobre el egoísmo, de la vida sobre la muerte.
La Última Cena
San Juan no narra la institución de la Eucaristía, como lo hacen los otros tres evangelistas. En cambio, nos ha conservado el conmovedor relato del lavatorio de los pies a los discípulos, en el que nos da una lección de servicio fraternal, a imitación de Jesús, que "no vino para ser servido sino para servir" (Mt. 20. 28 ). Junto con ese gesto simbólico, el autor de este Evangelio nos ha transmitido el "testamento del Señor", contenido en su discurso de despedida y en su oración sacerdotal al Padre.
Muchos temas se mezclan en ese "testamento" espiritual, pero entre todos se destaca la insistencia con que Jesús exhorta a sus discípulos a vivir íntimamente unidos, amándose como él los amó (13. 34-35; 15. 12-13, 17). Para no dejarlos "huérfanos", él les promete un "Abogado", que es el Espíritu de la verdad (14. 16-17, 26; 15. 26; 16. 7-15). Ese Espíritu dará testimonio de Jesús en el corazón de los creyentes, les ayudará a comprender sus enseñanzas y hará posible que se cumpla la súplica del Señor: "Padre, que todos sean uno, como nosotros somos uno" (17. 21-22).
La Muerte De Jesús
En los relatos de la Pasión, Juan depende de la tradición cristiana anterior, pero revive los acontecimientos con la profundidad que lo caracteriza. Detrás del aparente triunfo de los enemigos de Jesús, él ve la "hora" del Juicio de Dios sobre el mundo, que es al mismo tiempo causa de salvación para los que no cierran sus ojos a la luz. En la coronación de espinas, ve la afirmación de la realeza de Cristo, proclamada solemnemente frente a Pilato. Y en su crucifixión ve la Glorificación del Señor, que todo lo atrae hacia él.
Además, Juan destaca la plena libertad con que Jesús entregó su vida para cumplir la voluntad del Padre. Este mismo evangelista nos ha conservado las palabras con que el Señor proclamó desde la cruz la maternidad de María sobre todos los que creen en él. Y Juan es también el único que menciona la sangre y el agua brotadas del costado de Cristo, como "signos" del Bautismo y la Eucaristía, donde se comunica y alimenta la Vida en el Espíritu.
La Resurrección De Jesús
La "hora" de Jesús incluye su Muerte y su Resurrección como dos momentos inseparables del mismo "Misterio pascual". El sepulcro está vacío y a Jesús no se lo encuentra. Su cuerpo ya ha sido glorificado, pero él se deja ver y palpar, a fin de confirmar en la fe a sus discípulos. Un especial encanto tiene el relato de la aparición del Señor a María Magdalena, llamada a ser testigo de su Resurrección.
Sin embargo, la fe no depende y está más allá de las pruebas sensibles. "¡Felices los que creen sin haber visto!" (20. 29). Así lo proclama Jesús, cuando Tomás se resiste a aceptar el testimonio de sus compañeros. Luego los discípulos son enviados por él a continuar su misma misión. Y para que puedan cumplir esta misión, él les comunica su Espíritu, confiriéndoles a la vez el poder de perdonar los pecados.
Apéndice
Es probable que el último capítulo del Evangelio según san Juan haya sido añadido posteriormente por algunos de sus discípulos. En él se relata una pesca milagrosa, que es el último "signo" de Jesús resucitado. Esa pesca simboliza la acción de los Apóstoles, llamados a congregar a los hombres en el nombre del Señor.
De una manera especial, este Apéndice nos recuerda la triple profesión de amor que Jesús pidió a Pedro, en reparación por su triple negación, antes de confirmarlo como pastor visible de toda la Iglesia. ¿Qué otra cosa, en efecto, sino un servicio de amor hasta la muerte debe ser la función pastoral dentro de la Comunidad cristiana?
Damián- Cantidad de envíos : 700
Edad : 60
Localización : Guatemala
Fecha de inscripción : 30/04/2012
Re: La BIBLIA - Historia de su origen y formación.
Hermano, ¿qué nos puedes comantar con respecto a los evangelios sinópticos acera de la "Fuente Q"?
En Cristo,
Oscar
En Cristo,
Oscar
Oscar Antezana- Cantidad de envíos : 429
Edad : 52
Localización : Oruro - Bolivia
Fecha de inscripción : 16/03/2011
Re: La BIBLIA - Historia de su origen y formación.
Mi estimado amigo Oscar:
la Fuente Q no es más que una hipótesis, de la existencia de un EVANGELIO anterior que fue la fuente para los Evangelios Sinopticos.
Es interesante que la hipótesis fue postulada por dos "teologos" protestantes alemanes (Christian Gottlob Wilke y Christian Hermann Weisse), que establecen que los Evangelios Sinopticos tienen una fuente anterior en común, la fuente Q (del alemán Quelle, "fuente").
Una comparación entre los tres evangelios sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas) muestra que existen importantes similitudes entre ellos. Los tres coinciden en unos 330 versículos. Aparte de estos, Mateo y Marcos tienen en común 180; Lucas y Marcos unos 100; Mateo y Lucas, 230. Por último, cada uno de los tres contiene cierto material que no se encuentra en ninguno de los otros dos: unos 500 versículos en Lucas, 330 en Mateo y sólo 51 en Marcos. Los versículos comunes de Mateo y Lucas que no se encuentran en Marcos contienen casi únicamente dichos y anécdotas de Jesús.
La teoría de las dos fuentes (Evangelio de Marcos y la fuente Q), postulada por primera vez por Christian Weisse, sostiene que los versículos comunes a los tres evangelios (lo que se denomina "material de triple tradición") se deben a que Mateo y Lucas utilizaron a Marcos como fuente; esto explicaría igualmente los parecidos, por separado, entre Mateo y Marcos y entre Lucas y Marcos. Para explicar las semejanzas entre Mateo y Lucas ajenas a Marcos se postuló la existencia de una segunda fuente, que se denominó Q (del alemán Quelle, "fuente"), que contenía casi exclusivamente palabras de Jesús.
La hipótesis de Q tomó fuerza gracias a dos grandes descubrimientos arqueológicos:
1) En la localidad egipcia de Oxirrinco, se dio inicio a una serie de excavaciones en 1896 y que han sido continuadas por diferentes equipos de investigadores hasta la actualidad. Entre los papiros allí encontrados está un fragmento del evangelio de Tomás. (Como dato curioso, también se halló un fragmento del Apocalipsis, el más antiguo que se conoce, donde el número de la bestia es 616, y no el mítico 666).
2) En el pueblo de Nag Hammadi, también en Egipto, en 1945 se descubrió una colección de textos gnósticos, entre ellos la única copia completa conocida del evangelio de Tomás, así como el evangelio de Felipe.
Los evangelios de Tomás y de Felipe corroboran algo que ya se sabía por escritos de otros autores de la antigüedad: Que entre las primeras comunidades de cristianos era común encontrar colecciones de los dichos del Maestro. Estos son evangelios coloquiales, que no hablan de la crucifixión ni de la resurrección, sino que buscan transmitir las enseñanzas que indicaban a sus seguidores la forma de vida que debían llevar.
Los textos que tenemos de estos evangelios son del siglo III, y al igual que en el caso de los evangelios canónicos, no disponemos de ningún original, sino de estas que son traducciones del griego al copto, y además, copias de copias. Sin embargo, el evangelio de Tomás es de especial interés, pues los fragmentos de él encontrados en Oxirrinco han sido datados en el año 200, y en el libro Remedios de Clemente de Alejandría, datado en el año 190, aparece una cita tomada de este evangelio.
Lo más importante del evangelio de Tomás es que se han identificado 37 de sus dichos como coincidentes con Q, es decir, coincidentes con los versículos de Mateo y Lucas que no están en Marcos. Esto ha reforzado la hipótesis de Q y es una de las razones de que tenga cada vez más acogida: los eruditos están de acuerdo en que Q es una fuente documental común a Mateo, Lucas y Tomás, siendo Q un evangelio coloquial del mismo tipo que Tomás y Felipe, pero anterior a todo evangelio de que se tenga noticia. Esto también ubica a Tomás antes que a Mateo y Lucas, haciéndolo como mínimo contemporáneo de Marcos.
Si, como afirman algunos eruditos, el evangelio de Tomás data del año 50, el evangelio perdido Q habría sido escrito en la primera mitad del siglo I, siendo el más cercano de que se tenga noticia en recoger las palabras auténticas de Jesús, aunque no necesariamente el primero ni el único de la época. Por ello, muchos eruditos bíblicos dan más valor a los versículos de Mateo y Lucas identificados como heredados de Q que a cualquier otro texto bíblico para tener un verdadero acercamiento al Jesús histórico y a su mensaje.
Esto concordaría con la Introducción del Evangelio de Lucas, que establece:
<Muchos han tratado de relatar ordenadamente los acontecimientos que se cumplieron entre nosotros, tal como nos fueron transmitidos por aquellos que han sido desde el comienzo testigos oculares y servidores de la Palabra. Por eso, después de informarme cuidadosamente de todo desde los orígenes, yo también he decidido escribir para ti, excelentísimo Teófilo, un relato ordenado, a fin de que conozcas bien la solidez de las enseñanzas que has recibido.>
LITERATURA APOCRIFA
Resultaba inevitable que, en la primera época de la iglesia, algunos dichos del Señor fuesen trasmitidos fuera de los evangelios canónicos. Como consecuencia, algunos probablemente se transformaron hasta llegar a ser irreconocibles, mientras que otros fueron adulterados tendenciosamente. El célebre prefacio de Papías, que lo muestra recolectando oráculos del Señor para sus Exposiciones, nos revela cuán conscientes estaban los cristianos ortodoxos a principios del siglo II de la existencia de estos materiales circulantes, y los problemas que ofrecía la tarea de reunirlos. Cualesquiera hayan sido sus limitaciones, Papías fue escrupuloso al estudiar su material; sin embargo, los resultados no siempre fueron felices, y quizás no todos sus contemporáneos hayan tenido tantos escrúpulos. Es posible, entonces, que a veces se haya preservado material genuino junto con otro que ni siquiera es digno de mención.
De igual manera, es probable que el recuerdo de la vida y la muerte de los apóstoles se haya mantenido vivo por algún tiempo, y los "hechos" apócrifos, aun cuando teológicamente fueran dudosos, a veces podían preservar tradiciones genuinas o reflejar situaciones adecuadas.
El deseo de trasmitir dichos recuerdos sin duda ejerció influencia en la producción de la literatura apócrifa; pero no podía vencer la tendencia a inventar, ampliar, mejorar, o reorientar. Cualquier tarea de selección resulta, por lo tanto, peligrosa; y como bien sabían eruditos tales como Orígenes, ya era peligroso en la época patrística. En consecuencia, se reconoció universalmente la necesidad de basarse únicamente en los documentos indiscutibles.
La literatura apócrifa en la iglesia primitiva
La presencia de tan variados escritos bajo nombres apostólicos cuando la apostolicidad constituía la norma hizo imperioso determinar cuáles eran los verdaderos escritos apostólicos, y a los primeros eruditos cristianos no les faltaba ni visión ni talento crítico. (Canon del Nuevo Testamento). Pero es admirable cuán poco se ve afectada la lista de libros generalmente considerados canónicos por las discusiones sobre la literatura apócrifa. Algunas iglesias tardaron mucho en aceptar libros que actualmente se consideran canónicos. Algunas dieron un lugar de prominencia a obras como 1 Clemente y el Pastor de Hermas. Pero casi ninguno de los libros en, digamos, el Apocryphal New Testament de M. R. James fueron alguna vez "libros excluidos del NT" en ningún sentido. Estaban más allá de toda consideración. La literatura petrina ocasionó mayor preocupación que otras. En la época de Eusebio, la discusión, con excepción de la concerniente a 2 Pedro, ya estaba cerrada, pero hay pruebas positivas de que al menos el Apocalipsis de Pedro fue empleado durante un tiempo en algunas partes.
A este respecto resulta de interés la carta de Serapión, obispo de Antioquía, a la congregación en Rosón ca. 190 d.C. La iglesia había empezado a utilizar el Evangelio de Pedro. Evidentemente había habido oposición, pero Serapión, satisfecho de la estabilidad de la congregación, había autorizado su lectura pública después de una breve inspección. Pero luego hubo problemas. Serapión leyó el evangelio más cuidadosamente y encontró que no sólo lo habían aceptado iglesias cuyas tendencias eran sospechosas, sino que también reflejaba en algunos puntos la herejía docética (que negaba la realidad de la humanidad de Cristo). Según su propio resumen, "la mayor parte pertenece a la verdadera enseñanza de nuestro Señor", pero algunas cosas (de las cuales agregó una lista) le habían sido añadidas. Dice también: "Aceptamos a Pedro y los otros apóstoles como a Cristo, pero como hombres de experiencia sometemos a prueba los escritos que falsamente se les atribuye, sabiendo que tales cosas no nos fueron trasmitidas.
"En otras palabras, la lista de libros apostólicos ya era tradicional. Podían leerse otros libros, siempre que fueran ortodoxos. El Evangelio de Pedro entre otros no era tradicional; su uso en Rosón era resultado de un pedido específico, pero hubo oposición. Al principio Serapión nada había hallado que justificase una prolongada controversia: dado el caso que fuera espurio, al menos era inofensivo. Cuando una mejor inspección reveló sus tendencias, se prohibió su uso en cualquier forma en la iglesia.
Parecería que es posible entender mejor el curso de los acontecimientos si, siguiendo el ejemplo del proceder de Serapión, admitimos que el reconocimiento de que un libro era espurio no comprendía necesariamente una completa prohibición de su lectura pública, siempre que fuera de algún valor devocional y no tuviera tendencias heréticas: una especie de posición intermedia análoga a la de los apócrifos en el sexto artículo anglicano. Pero aun un libro herético, si tenía otros aspectos positivos, podía, no obstante, leerse privadamente, y ser objeto de los elogios correspondientes. De esta manera la literatura apócrifa llegó a ejercer influencia duradera sobre la devoción medieval, y el arte y la historia cristianos.
Sin embargo, nada hay que sugiera que formaba parte aceptada de la práctica universal del siglo I o II el compilar libros en nombre de un apóstol, procedimiento que insinúan algunas teorías sobre la paternidad de ciertos libros del NT, y el caso del autor de los Hechos de Pablo es un ejemplo de acción drástica contra este tipo de publicaciones.
Al pasar de cualquiera de los escritos del NT a los mejores escritos apócrifos neotestamentarios (que realmente emanaron de la comunidad cristiana primitiva) nos introducimos en un mundo diferente. Si 2 Pedro (para tomar el libro del NT que más comúnmente se asigna al siglo II) formara parte del apocrifón, se trataría de un libro único entre los apócrifos.
Ahora bien, uno de los Evangelios identificados con la Fuente Q, es el Evangelio de S. Tomás, usado por los naassenos, secta gnóstica del s. II: Este evangelio no debe confundirse ni con el de S. Tomás encontrado en Nag - Hammadi, que es sólo una colección de Logia, ni con el del Seudo Tomás.
A diferencia de los evangelios canónicos, el de Tomás no adopta la estructura de un relato acerca de la vida de Jesús, sino que contiene sólo dichos (en griego logia) de Jesús enmarcados en las conversaciones que mantiene con varios de sus discípulos. La autoría de la obra es atribuida en un breve prólogo a Dídimo Judas Tomás («dídimo» significa ‘mellizo’): «Estas son las palabras secretas que pronunció Jesús el Viviente y que Dídimo Judas Tomás consignó por escrito». Finaliza con el título «El Evangelio según (gr. kata) Tomás».
la Fuente Q no es más que una hipótesis, de la existencia de un EVANGELIO anterior que fue la fuente para los Evangelios Sinopticos.
Es interesante que la hipótesis fue postulada por dos "teologos" protestantes alemanes (Christian Gottlob Wilke y Christian Hermann Weisse), que establecen que los Evangelios Sinopticos tienen una fuente anterior en común, la fuente Q (del alemán Quelle, "fuente").
Una comparación entre los tres evangelios sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas) muestra que existen importantes similitudes entre ellos. Los tres coinciden en unos 330 versículos. Aparte de estos, Mateo y Marcos tienen en común 180; Lucas y Marcos unos 100; Mateo y Lucas, 230. Por último, cada uno de los tres contiene cierto material que no se encuentra en ninguno de los otros dos: unos 500 versículos en Lucas, 330 en Mateo y sólo 51 en Marcos. Los versículos comunes de Mateo y Lucas que no se encuentran en Marcos contienen casi únicamente dichos y anécdotas de Jesús.
La teoría de las dos fuentes (Evangelio de Marcos y la fuente Q), postulada por primera vez por Christian Weisse, sostiene que los versículos comunes a los tres evangelios (lo que se denomina "material de triple tradición") se deben a que Mateo y Lucas utilizaron a Marcos como fuente; esto explicaría igualmente los parecidos, por separado, entre Mateo y Marcos y entre Lucas y Marcos. Para explicar las semejanzas entre Mateo y Lucas ajenas a Marcos se postuló la existencia de una segunda fuente, que se denominó Q (del alemán Quelle, "fuente"), que contenía casi exclusivamente palabras de Jesús.
La hipótesis de Q tomó fuerza gracias a dos grandes descubrimientos arqueológicos:
1) En la localidad egipcia de Oxirrinco, se dio inicio a una serie de excavaciones en 1896 y que han sido continuadas por diferentes equipos de investigadores hasta la actualidad. Entre los papiros allí encontrados está un fragmento del evangelio de Tomás. (Como dato curioso, también se halló un fragmento del Apocalipsis, el más antiguo que se conoce, donde el número de la bestia es 616, y no el mítico 666).
2) En el pueblo de Nag Hammadi, también en Egipto, en 1945 se descubrió una colección de textos gnósticos, entre ellos la única copia completa conocida del evangelio de Tomás, así como el evangelio de Felipe.
Los evangelios de Tomás y de Felipe corroboran algo que ya se sabía por escritos de otros autores de la antigüedad: Que entre las primeras comunidades de cristianos era común encontrar colecciones de los dichos del Maestro. Estos son evangelios coloquiales, que no hablan de la crucifixión ni de la resurrección, sino que buscan transmitir las enseñanzas que indicaban a sus seguidores la forma de vida que debían llevar.
Los textos que tenemos de estos evangelios son del siglo III, y al igual que en el caso de los evangelios canónicos, no disponemos de ningún original, sino de estas que son traducciones del griego al copto, y además, copias de copias. Sin embargo, el evangelio de Tomás es de especial interés, pues los fragmentos de él encontrados en Oxirrinco han sido datados en el año 200, y en el libro Remedios de Clemente de Alejandría, datado en el año 190, aparece una cita tomada de este evangelio.
Lo más importante del evangelio de Tomás es que se han identificado 37 de sus dichos como coincidentes con Q, es decir, coincidentes con los versículos de Mateo y Lucas que no están en Marcos. Esto ha reforzado la hipótesis de Q y es una de las razones de que tenga cada vez más acogida: los eruditos están de acuerdo en que Q es una fuente documental común a Mateo, Lucas y Tomás, siendo Q un evangelio coloquial del mismo tipo que Tomás y Felipe, pero anterior a todo evangelio de que se tenga noticia. Esto también ubica a Tomás antes que a Mateo y Lucas, haciéndolo como mínimo contemporáneo de Marcos.
Si, como afirman algunos eruditos, el evangelio de Tomás data del año 50, el evangelio perdido Q habría sido escrito en la primera mitad del siglo I, siendo el más cercano de que se tenga noticia en recoger las palabras auténticas de Jesús, aunque no necesariamente el primero ni el único de la época. Por ello, muchos eruditos bíblicos dan más valor a los versículos de Mateo y Lucas identificados como heredados de Q que a cualquier otro texto bíblico para tener un verdadero acercamiento al Jesús histórico y a su mensaje.
Esto concordaría con la Introducción del Evangelio de Lucas, que establece:
<Muchos han tratado de relatar ordenadamente los acontecimientos que se cumplieron entre nosotros, tal como nos fueron transmitidos por aquellos que han sido desde el comienzo testigos oculares y servidores de la Palabra. Por eso, después de informarme cuidadosamente de todo desde los orígenes, yo también he decidido escribir para ti, excelentísimo Teófilo, un relato ordenado, a fin de que conozcas bien la solidez de las enseñanzas que has recibido.>
LITERATURA APOCRIFA
Resultaba inevitable que, en la primera época de la iglesia, algunos dichos del Señor fuesen trasmitidos fuera de los evangelios canónicos. Como consecuencia, algunos probablemente se transformaron hasta llegar a ser irreconocibles, mientras que otros fueron adulterados tendenciosamente. El célebre prefacio de Papías, que lo muestra recolectando oráculos del Señor para sus Exposiciones, nos revela cuán conscientes estaban los cristianos ortodoxos a principios del siglo II de la existencia de estos materiales circulantes, y los problemas que ofrecía la tarea de reunirlos. Cualesquiera hayan sido sus limitaciones, Papías fue escrupuloso al estudiar su material; sin embargo, los resultados no siempre fueron felices, y quizás no todos sus contemporáneos hayan tenido tantos escrúpulos. Es posible, entonces, que a veces se haya preservado material genuino junto con otro que ni siquiera es digno de mención.
De igual manera, es probable que el recuerdo de la vida y la muerte de los apóstoles se haya mantenido vivo por algún tiempo, y los "hechos" apócrifos, aun cuando teológicamente fueran dudosos, a veces podían preservar tradiciones genuinas o reflejar situaciones adecuadas.
El deseo de trasmitir dichos recuerdos sin duda ejerció influencia en la producción de la literatura apócrifa; pero no podía vencer la tendencia a inventar, ampliar, mejorar, o reorientar. Cualquier tarea de selección resulta, por lo tanto, peligrosa; y como bien sabían eruditos tales como Orígenes, ya era peligroso en la época patrística. En consecuencia, se reconoció universalmente la necesidad de basarse únicamente en los documentos indiscutibles.
La literatura apócrifa en la iglesia primitiva
La presencia de tan variados escritos bajo nombres apostólicos cuando la apostolicidad constituía la norma hizo imperioso determinar cuáles eran los verdaderos escritos apostólicos, y a los primeros eruditos cristianos no les faltaba ni visión ni talento crítico. (Canon del Nuevo Testamento). Pero es admirable cuán poco se ve afectada la lista de libros generalmente considerados canónicos por las discusiones sobre la literatura apócrifa. Algunas iglesias tardaron mucho en aceptar libros que actualmente se consideran canónicos. Algunas dieron un lugar de prominencia a obras como 1 Clemente y el Pastor de Hermas. Pero casi ninguno de los libros en, digamos, el Apocryphal New Testament de M. R. James fueron alguna vez "libros excluidos del NT" en ningún sentido. Estaban más allá de toda consideración. La literatura petrina ocasionó mayor preocupación que otras. En la época de Eusebio, la discusión, con excepción de la concerniente a 2 Pedro, ya estaba cerrada, pero hay pruebas positivas de que al menos el Apocalipsis de Pedro fue empleado durante un tiempo en algunas partes.
A este respecto resulta de interés la carta de Serapión, obispo de Antioquía, a la congregación en Rosón ca. 190 d.C. La iglesia había empezado a utilizar el Evangelio de Pedro. Evidentemente había habido oposición, pero Serapión, satisfecho de la estabilidad de la congregación, había autorizado su lectura pública después de una breve inspección. Pero luego hubo problemas. Serapión leyó el evangelio más cuidadosamente y encontró que no sólo lo habían aceptado iglesias cuyas tendencias eran sospechosas, sino que también reflejaba en algunos puntos la herejía docética (que negaba la realidad de la humanidad de Cristo). Según su propio resumen, "la mayor parte pertenece a la verdadera enseñanza de nuestro Señor", pero algunas cosas (de las cuales agregó una lista) le habían sido añadidas. Dice también: "Aceptamos a Pedro y los otros apóstoles como a Cristo, pero como hombres de experiencia sometemos a prueba los escritos que falsamente se les atribuye, sabiendo que tales cosas no nos fueron trasmitidas.
"En otras palabras, la lista de libros apostólicos ya era tradicional. Podían leerse otros libros, siempre que fueran ortodoxos. El Evangelio de Pedro entre otros no era tradicional; su uso en Rosón era resultado de un pedido específico, pero hubo oposición. Al principio Serapión nada había hallado que justificase una prolongada controversia: dado el caso que fuera espurio, al menos era inofensivo. Cuando una mejor inspección reveló sus tendencias, se prohibió su uso en cualquier forma en la iglesia.
Parecería que es posible entender mejor el curso de los acontecimientos si, siguiendo el ejemplo del proceder de Serapión, admitimos que el reconocimiento de que un libro era espurio no comprendía necesariamente una completa prohibición de su lectura pública, siempre que fuera de algún valor devocional y no tuviera tendencias heréticas: una especie de posición intermedia análoga a la de los apócrifos en el sexto artículo anglicano. Pero aun un libro herético, si tenía otros aspectos positivos, podía, no obstante, leerse privadamente, y ser objeto de los elogios correspondientes. De esta manera la literatura apócrifa llegó a ejercer influencia duradera sobre la devoción medieval, y el arte y la historia cristianos.
Sin embargo, nada hay que sugiera que formaba parte aceptada de la práctica universal del siglo I o II el compilar libros en nombre de un apóstol, procedimiento que insinúan algunas teorías sobre la paternidad de ciertos libros del NT, y el caso del autor de los Hechos de Pablo es un ejemplo de acción drástica contra este tipo de publicaciones.
Al pasar de cualquiera de los escritos del NT a los mejores escritos apócrifos neotestamentarios (que realmente emanaron de la comunidad cristiana primitiva) nos introducimos en un mundo diferente. Si 2 Pedro (para tomar el libro del NT que más comúnmente se asigna al siglo II) formara parte del apocrifón, se trataría de un libro único entre los apócrifos.
Ahora bien, uno de los Evangelios identificados con la Fuente Q, es el Evangelio de S. Tomás, usado por los naassenos, secta gnóstica del s. II: Este evangelio no debe confundirse ni con el de S. Tomás encontrado en Nag - Hammadi, que es sólo una colección de Logia, ni con el del Seudo Tomás.
A diferencia de los evangelios canónicos, el de Tomás no adopta la estructura de un relato acerca de la vida de Jesús, sino que contiene sólo dichos (en griego logia) de Jesús enmarcados en las conversaciones que mantiene con varios de sus discípulos. La autoría de la obra es atribuida en un breve prólogo a Dídimo Judas Tomás («dídimo» significa ‘mellizo’): «Estas son las palabras secretas que pronunció Jesús el Viviente y que Dídimo Judas Tomás consignó por escrito». Finaliza con el título «El Evangelio según (gr. kata) Tomás».
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EL EVANGELIO DE SANTO TOMÁS - (texto copto de Nag Hammadi)
Para todos aquellos que deseen saber el contenido del Evangelio de Santo Tomás (gnostico), aqui les transfiero el texto traducido:
Estas son las palabras secretas que pronunció Jesús el Viviente y que Dídimo Judas Tomás consignó por escrito.
1. Y dijo: «Quien encuentre el sentido de estas palabras no gustará la muerte».
2. Dijo Jesús: «El que busca no debe dejar de buscar hasta tanto que encuentre. Y cuando encuentre se estremecerá, y tras su estremecimiento se llenará de admiración y reinará sobre el universo».
3. Dijo Jesús: «Si aquellos que os guían os dijeren: Ved, el Reino está en el cielo, entonces las aves del cielo os tomarán la delantera. Y si os dicen: Está en la mar, entonces los peces os tomarán la delantera. Mas el Reino está dentro de vosotros y fuera de vosotros. Cuando lleguéis a conoceros a vosotros mismos, entonces seréis conocidos y caeréis en la cuenta de que sois hijos del Padre Viviente. Pero si no os conocéis a vosotros mismos, estáis sumidos en la pobreza y sois la pobreza misma».
4. Dijo Jesús: «No vacilará un anciano a su edad en preguntar a un niño de siete días por el lugar de la vida, y vivirá; pues muchos primeros vendrán a ser últimos y terminarán siendo uno solo».
5. Dijo Jesús: «Reconoce lo que tienes ante tu vista y se te manifestará lo que te está oculto, pues nada hay escondido que no llegue a ser manifiesto».
6. Le preguntaron sus discípulos diciéndole: «¿Quieres que ayunemos? ¿Y de qué forma hemos de orar y dar limosna, y qué hemos de observar respecto a la comida?» Jesús dijo: «No mintáis ni hagáis lo que aborrecéis, pues ante el cielo todo está patente, ya que nada hay oculto que no termine por quedar manifiesto y nada escondido que pueda mantenerse sin ser revelado».
7. Jesús dijo: «Dichoso el león que al ser ingerido por un hombre se hace hombre; abominable el hombre que se deja devorar por un león y éste se hace hombre».
8. Y dijo: «El hombre se parece a un pescador inteligente que echó su red al mar y la sacó de él llena de peces pequeños. Al encontrar entre ellos un pez grande y bueno, aquel pescador inteligente arrojó todos los peces pequeños al mar y escogió sin vacilar el pez grande».
9. Dijo Jesús: «He aquí que el sembrador salió, llenó su mano y desparramó. Algunos (granos de simiente) cayeron en el camino y vinieron los pájaros y se los llevaron. Otros cayeron sobre piedra y no arraigaron en la tierra ni hicieron germinar espigas hacia el cielo. Otros cayeron entre espinas —éstas ahogaron la simiente— y el gusano se los comió. Otros cayeron en tierra buena y (ésta) dio una buena cosecha, produciendo 60 y 120 veces por medida».
10. Dijo Jesús: «He arrojado fuego sobre el mundo y ved que lo mantengo hasta que arda».
11. Dijo Jesús: «Pasará este cielo y pasará asimismo el que está encima de él. Y los muertos no viven ya, y los que están vivos no morirán. Cuando comíais lo que estaba muerto, lo hacíais revivir; ¿qué vais a hacer cuando estéis en la luz? El día en que erais una misma cosa, os hicisteis dos; después de haberos hecho dos, ¿qué vais a hacer?».
12. Los discípulos dijeron a Jesús: «Sabemos que tú te irás de nuestro lado; ¿quién va a ser el mayor entre nosotros?» Díjoles Jesús: «Dondequiera que os hayáis reunido, dirigíos a Santiago el Justo, por quien el cielo y la tierra fueron creados».
13. Dijo Jesús a sus discípulos: «Haced una comparación y decidme a quién me parezco». Dijóle Simón Pedro: «Te pareces a un ángel justo». Díjole Mateo: «Te pareces a un filósofo, a un hombre sabio». Díjole Tomás: «Maestro, mi boca es absolutamente incapaz de decir a quién te pareces». Respondió Jesús: «Yo ya no soy tu maestro, puesto que has bebido y te has emborrachado del manantial que yo mismo he medido». Luego le tomó consigo, se retiró y le dijo tres palabras. Cuando Tomás se volvió al lado de sus compañeros, le preguntaron éstos: «¿Qué es lo que te ha dicho Jesús?» Tomás respondió: «Si yo os revelara una sola palabra de las que me ha dicho, cogeríais piedras y las arrojaríais sobre mí: entonces saldría fuego de ellas y os abrasaría».
14. Díjoles Jesús: «Si ayunáis, os engendraréis pecados; y si hacéis oración, se os condenará ; y si dais limosnas, haréis mal a vuestros espíritus. Cuando vayáis a un país cualquiera y caminéis por las regiones, si se os recibe, comed lo que os presenten (y) curad a los enfermos entre ellos. Pues lo que entra en vuestra boca no os manchará, mas lo que sale de vuestra boca, eso sí que os manchará».
15. Dijo Jesús: «Cuando veáis al que no nació de mujer, postraos sobre vuestro rostro y adoradle: Él es vuestro padre».
16. Dijo Jesús: «Quizá piensan los hombres que he venido a traer paz al mundo, y no saben que he venido a traer disensiones sobre la tierra: fuego, espada, guerra . Pues cinco habrá en casa: tres estarán contra dos y dos contra tres, el padre contra el hijo y el hijo contra el padre. Y todos ellos se encontrarán en soledad».
17. Dijo Jesús: «Yo os daré lo que ningún ojo ha visto y ningún oído ha escuchado y ninguna mano ha tocado y en ningún corazón humano ha penetrado».
18. Dijeron los discípulos a Jesús: «Dinos cómo va a ser nuestro fin». Respondió Jesús: «¿Es que habéis descubierto ya el principio para que preguntéis por el fin? Sabed que donde está el principio, allí estará también el fin. Dichoso aquel que se encuentra en el principio: él conocerá el fin y no gustará la muerte».
19. Dijo Jesús: «Dichoso aquel que ya existía antes de llegar a ser. Si os hacéis mis discípulos (y) escucháis mis palabras, estas piedras se pondrán a vuestro servicio. Cinco árboles tenéis en el paraíso que ni en verano ni en invierno se mueven y cuyo follaje no cae: quien los conoce no gustará la muerte».
20. Dijeron los discípulos a Jesús: «Dinos a qué se parece el reino de los cielos». Díjoles: «Se parece a un grano de mostaza, que es (ciertamente) la más exigua de todas las semillas, pero cuando cae en tierra de labor hace brotar un tallo (y) se convierte en cobijo para los pájaros del cielo».
21. Dijo Mariham a Jesús: «¿A qué se parecen tus discípulos ?» Él respondió: «Se parecen a unos muchachos que se han acomodado en una parcela ajena. Cuando se presenten los dueños del terreno les dirán: Devolvednos nuestra finca. Ellos se sienten desnudos en su presencia al tener que dejarla y devolvérsela». Por eso os digo: «Si el dueño de la casa se entera de que va a venir el ladrón, se pondrá a vigilar antes de que llegue y no permitirá que éste penetre en la casa de su propiedad y se lleve su ajuar. Así, pues, vosotros estad también alerta ante el mundo, ceñid vuestros lomos con fortaleza para que los ladrones encuentren cerrado el paso hasta vosotros; pues (si no) darán con la recompensa que vosotros esperáis. ¡Ojalá surja de entre vosotros un hombre sabio que —cuando la cosecha hubiere madurado— venga rápidamente con la hoz en la mano y la siegue! El que tenga oídos para oír, que oiga».
22. Jesús vio unas criaturas que estaban siendo amamantadas y dijo a sus discípulos: «Estas criaturas a las que están dando el pecho se parecen a quienes entran en el Reino». Ellos le dijeron: «¿Podremos nosotros —haciéndonos pequeños— entrar en el Reino?» Jesús les dijo: «Cuando seáis capaces de hacer de dos cosas una, y de configurar lo interior con lo exterior, y lo exterior con lo interior, y lo de arriba con lo de abajo, y de reducir a la unidad lo masculino y lo femenino, de manera que el macho deje de ser macho y la hembra hembra; cuando hagáis ojos de un solo ojo y una mano en lugar de una mano y un pie en lugar de un pie y una imagen en lugar de una imagen, entonces podréis entrar [en el Reino]».
23. Dijo Jesús: «Yo os escogeré uno entre mil y dos entre diez mil; y resultará que ellos quedarán como uno solo».
24. Dijeron sus discípulos: «Instruyenos acerca del lugar donde moras, pues sentimos la necesidad de indagarlo». Díjoles: «El que tenga oídos, que escuche: en el interior de un hombre de luz hay siempre luz y él ilumina todo el universo; sin su luz reinan las tinieblas».
25. Dijo Jesús: «Ama a tu hermano como a tu alma; cuídalo como la pupila de tu ojo».
26. Dijo Jesús: «La paja en el ojo de tu hermano, sí que la ves; pero la viga en el tuyo propio, no la ves. Cuando hayas sacado la viga de tu ojo, entonces verás de quitar la paja del ojo de tu hermano».
27. (Dijo Jesús): «Si no os abstenéis del mundo, no encontraréis el Reino; si no hacéis del sábado sábado, no veréis al Padre».
28. Dijo Jesús: «Yo estuve en medio del mundo y me manifesté a ellos en carne. Los hallé a todos ebrios (y) no encontré entre ellos uno siquiera con sed. Y mi alma sintió dolor por los hijos de los hombres, porque son ciegos en su corazón y no se percatan de que han venido vacíos al mundo y vacíos intentan otra vez salir de él. Ahora bien: por el momento están ebrios, pero cuando hayan expulsado su vino, entonces se arrepentirán».
29. Dijo Jesús: «El que la carne haya llegado a ser gracias al espíritu es un prodigio; pero el que el espíritu (haya llegado a ser) gracias al cuerpo, es prodigio [de prodigios]. Y yo me maravillo cómo esta gran riqueza ha venido a alojarse en esta pobreza».
30. Dijo Jesús: «Dondequiera que hubiese tres dioses, dioses son; dondequiera que haya dos o uno, con él estoy yo».
31. Dijo Jesús: «Ningún profeta es aceptado en su aldea; ningún médico cura a aquellos que le conocen».
32. Dijo Jesús: «Una ciudad que está construida (y) fortificada sobre una alta montaña no puede caer ni pasar inadvertida».
33. Dijo Jesús: «Lo que escuchas con uno y otro oído, pregónalo desde la cima de vuestros tejados; pues nadie enciende una lámpara y la coloca bajo el celemín o en otro lugar escondido, sino que la pone sobre el candelero para que todos los que entran y salen vean su resplandor».
34. Dijo Jesús: «Si un ciego guía a otro ciego, ambos caen en el hoyo».
35. Dijo Jesús: «No es posible que uno entre en la casa del fuerte y se apodere de ella (o de él) de no ser que logre atarle las manos a éste: entonces sí que saqueará su casa».
36. Dijo Jesús: «No estéis preocupados desde la mañana hasta la noche y desde la noche hasta la mañana (pensando) qué vais a poneros».
37. Sus discípulos dijeron: «¿Cuándo te nos vas a manifestar y cuándo te vamos a ver?» Dijo Jesús: «Cuando perdáis (el sentido de) la vergüenza y —cogiendo vuestros vestidos— los pongáis bajo los talones como niños pequeños y los pisoteéis, entonces [veréis] al Hijo del Viviente y no tendréis miedo».
38. Dijo Jesús: «Muchas veces deseasteis escuchar estas palabras que os estoy diciendo sin tener a vuestra disposición alguien a quien oírselas. Días llegarán en que me buscaréis (y) no me encontraréis».
39. Dijo Jesús: «Los fariseos y los escribas recibieron las llaves del conocimiento y las han escondido: ni ellos entraron, ni dejaron entrar a los que querían. Pero vosotros sed cautos como las serpientes y sencillos como las palomas».
40. Dijo Jesús: «Una cepa ha sido plantada al margen del Padre y —como no está firmemente arraigada— será arrancada de cuajo y se malogrará».
41. Jesús dijo: «A quien tiene en su mano se le dará; y a quien nada tiene —aun aquello poco que tiene— se le quitará».
42. Dijo Jesús: «Haceos pasajeros».
43. Le dijeron sus discípulos: «¿Quién eres tú para decirnos estas cosas?» [Jesús respondió]: «Basándoos en lo que os estoy diciendo, no sois capaces de entender quién soy yo; os habéis vuelto como los judíos, ya que éstos aman el árbol y odian su fruto, aman el fruto y odian el árbol».
44. Dijo Jesús: «A quien insulte al Padre, se le perdonará; y a quien insulte al Hijo, (también) se le perdonará. Pero quien insulte al Espíritu Santo no encontrará perdón ni en la tierra ni en el cielo».
45. Dijo Jesús: «No se cosechan uvas de los zarzales ni se cogen higos de los espinos, (pues) éstos no dan fruto alguno. [Un] hombre bueno saca cosas buenas de su tesoro; un hombre malo saca cosas malas del mal tesoro que tiene en su corazón y habla maldades, pues de la abundancia del corazón saca él la maldad».
46. Dijo Jesús: «Desde Adán hasta Juan el Bautista no hay entre los nacidos de mujer nadie que esté más alto que Juan el Bautista, de manera que sus ojos no se quiebren. Pero yo he dicho: Cualquiera de entre vosotros que se haga pequeño, vendrá en conocimiento del Reino y llegará a ser encumbrado por encima de Juan».
47. Dijo Jesús: «No es posible que un hombre monte dos caballos y tense dos arcos; no es posible que un esclavo sirva a dos señores, sino que más bien honrará a uno y despreciará al otro. A ningún hombre le apetece —después de haber bebido vino añejo— tomar vino nuevo; no se echa vino nuevo en odres viejos, no sea que éstos se rompan, y no se echa vino añejo en odre nuevo para que éste no le eche a perder. No se pone un remiendo viejo en un vestido nuevo, pues se produciría un rasgón».
48. Dijo Jesús: «Si dos personas hacen la paz entre sí en esta misma casa, dirán a la montaña: ¡Desaparece de aquí! Y ésta desaparecerá».
49. Dijo Jesús: «Bienaventurados los solitarios y los elegidos: vosotros encontraréis el Reino, ya que de él procedéis (y) a él tornaréis».
50. Dijo Jesús: «Si os preguntan: ¿De dónde habéis venido?, decidles: Nosotros procedemos de la luz, del lugar donde la luz tuvo su origen por sí misma; (allí) estaba afincada y se manifestó en su imagen. Si os preguntan: ¿Quién sois vosotros.?, decid: Somos sus hijos y somos los elegidos del Padre Viviente. Si se os pregunta: ¿Cuál es la señal de vuestro Padre que lleváis en vosotros mismos?, decidles: Es el movimiento y a la vez el reposo».
51. Le dijeron sus discípulos: «¿Cuándo sobrevendrá el reposo de los difuntos y cuándo llegará el mundo nuevo?» Él les dijo: «Ya ha llegado (el reposo) que esperáis, pero vosotros no caéis en la cuenta».
52. Sus discípulos le dijeron: «24 profetas alzaron su voz en Israel y todos hablaron de tí». El les dijo: «Habéis dejado a un lado al Viviente (que está) ante vosotros ¡y habláis de los muertos!».
53. Sus discípulos le dijeron: «¿Es de alguna utilidad la circuncisión o no?» Y él les dijo: «Si para algo valiera, ya les engendraría su padre circuncisos en el seno de sus madres; sin embargo, la verdadera circuncisión en espíritu ha sido de gran utilidad».
54. Dijo Jesús: «Bienaventurados los pobres, pues vuestro es el reino de los cielos».
55. Dijo Jesús: «Quien no odie a su padre y a su madre, no podrá ser discípulo mío. Y (quien no) odie a sus hermanos y hermanas (y no cargue) con su cruz como yo, no será digno de mí».
56. Dijo Jesús: «Quien haya comprendido (lo que es) el mundo, ha dado con un cadáver. Y quien haya encontrado un cadáver, de él no es digno el mundo».
57. Dijo Jesús: «El Reino del Padre se parece a un hombre que tenía una [buena] semilla. Vino de noche su enemigo y sembró cizaña entre la buena semilla. Este hombre no consintió que ellos (los jornaleros) arrancasen la cizaña, sino que les dijo: No sea que vayáis a escardar la cizaña y con ella arranquéis el trigo; ya aparecerán las matas de cizaña el día de la siega, (entonces) se las arrancará y se las quemará».
58. Dijo Jesús: «Bienaventurado el hombre que ha sufrido: ha encontrado la vida».
59. Dijo Jesús: «Fijad vuestra mirada en el Viviente mientras estáis vivos, no sea que luego muráis e intentéis contemplarlo y no podáis».
60. (Vieron) a un samaritano que llevaba un cordero camino de Judea y dijo a sus discípulos : «(¿Qué hace) éste con el cordero?» Ellos le dijeron: «(Irá) a sacrificarlo para comérselo.» Y les dijo: «Mientras esté vivo no se lo comerá, sino sólo después de haberlo degollado, cuando (el cordero) se haya convertido en un cadáver». Ellos dijeron: «No podrá obrar de otro modo». El dijo: «Vosotros aseguraos un lugar de reposo para que no os convirtáis en cadáveres y seáis devorados».
61. Dijo Jesús: «Dos reposarán en un mismo lecho: el uno morirá, el otro vivirá». Dijo Salomé: «¿Quién eres tú, hombre, y de quién? Te has subido a mi lecho y has comido de mi mesa». Díjole Jesús: «Yo soy el que procede de quien (me) es idéntico; he sido hecho partícipe de los atributos de mi Padre». (Salomé dijo): «Yo soy tu discípula». (Jesús le dijo): «Por eso es por lo que digo que si uno ha llegado a ser idéntico, se llenará de luz; mas en cuanto se desintegre, se inundará de tinieblas».
62. Dijo Jesús: «Yo comunico mis secretos a los que [son dignos] de ellos. Lo que hace tu derecha, no debe averiguar tu izquierda lo que haga».
63. Dijo Jesús: «Había un hombre rico que poseía una gran fortuna, y dijo: Voy a emplear mis
riquezas en sembrar, cosechar, plantar y llenar mis graneros de frutos de manera que no me falte de nada. Esto es lo que él pensaba en su corazón; y aquella noche se murió. El que tenga oídos, que oiga».
64. Dijo Jesús: «Un hombre tenía invitados. Y cuando hubo preparado la cena, envió a su criado a avisar a los huéspedes. Fue (éste) al primero y le dijo: Mi amo te invita. Él respondió: Tengo (asuntos de) dinero con unos mercaderes; éstos vendrán a mí por la tarde y yo habré de ir y darles instrucciones; pido excusas por la cena. Fuese a otro y le dijo: Estás invitado por mi amo. Él le dijo: He comprado una casa y me requieren por un día; no tengo tiempo. Y fue a otro y le dijo: Mi amo te invita. Y él le dijo: Un amigo mío se va a casar y tendré que organizar el festín. No voy a poder ir; me excuso por lo de la cena. Fuese a otro y le dijo: Mi amo te invita. Éste replicó: Acabo de comprar una hacienda (y) me voy a cobrar la renta; no podré ir, presento mis excusas. Fuese el criado (y) dijo a su amo: Los que invitaste a la cena se han excusado. Dijo el amo a su criado: Sal a la calle (y) tráete a todos los que encuentres para que participen en mi festín; los mercaderes y hombres de negocios [no entrarán] en los lugares de mi Padre».
65. El dijo: «Un hombre de bien poseía un majuelo y se lo arrendó a unos viñadores para que lo trabajaran y así poder percibir de ellos el fruto. Envió, pues, a un criado para que éstos le entregaran la cosecha del majuelo. Ellos prendieron al criado y le golpearon hasta casi matarlo. Éste fue y se lo contó a su amo, quien dijo: Tal vez no les reconoció; y envió otro criado. También éste fue maltratado por los viñadores. Entonces envió a su propio hijo, diciendo ¡A ver si respetan por lo menos a mi hijo! Los viñadores —a quienes no se les ocultaba que éste era el heredero del majuelo— le prendieron (y) le mataron. El que tenga oídos, que oiga».
66. Dijo Jesús: «Mostradme la piedra que los albañiles han rechazado; ésta es la piedra angular».
67. Dijo Jesús: «Quien sea conocedor de todo, pero falle en (lo tocante a) sí mismo, falla en todo».
68. Dijo Jesús: «Dichosos vosotros cuando se os odie y se os persiga, mientras que ellos no encontrarán un lugar allí donde se os ha perseguido a vosotros».
69. Dijo Jesús: «Dichosos los que han sufrido persecución en su corazón: éstos son los que han reconocido al Padre de verdad». (Dijo Jesús): «Dichosos los hambrientos, pues el estómago de aquellos que hambrean se saciará».
70. Dijo Jesús: «Cuando realicéis esto en vosotros mismos, aquello que tenéis os salvará; pero si no lo tenéis dentro, aquello que no tenéis en vosotros mismos os matará».
71. Dijo Jesús: «Voy a des[truir esta] casa y nadie podrá [re]edificarla».
72. [Un hombre] le [dijo]: «Di a mis hermanos que repartan conmigo los bienes de mi padre». El replicó: «¡Hombre! ¿Quién ha hecho de mí un repartidor?» Y se dirigió a sus discípulos, diciéndoles: «¿Es que soy por ventura un repartidor?».
73. Dijo Jesús: «La cosecha es en verdad abundante, pero los obreros son pocos. Rogad, pues, al Señor que envíe obreros para la recolección».
74. El dijo: «Señor, hay muchos alrededor del aljibe, pero no hay nadie dentro del aljibe».
75. Dijo Jesús: «Muchos están ante la puerta, pero son los solitarios los que entrarán en la cámara nupcial».
76. Dijo Jesús: «El reino del Padre se parece a un comerciante poseedor de mercancías, que encontró una perla. Ese comerciante era sabio: vendió sus mercancías y compró aquella perla única. Buscad vosotros también el tesoro imperecedero allí donde no entran ni polillas para devorar(lo) ni gusano para destruir(lo)».
77. Dijo Jesús: «Yo soy la luz que está sobre todos ellos. Yo soy el universo: el universo ha surgido de mí y ha llegado hasta mí. Partid un leño y allí estoy yo; levantad una piedra y allí me encontraréis».
78. Dijo Jesús: «¿A qué salisteis al campo? ¿Fuisteis a ver una caña sacudida por el viento? ¿Fuisteis a ver a un hombre vestido de ropas finas? [Mirad a vuestros] reyes y a vuestros magnates: ellos son los que llevan [ropas] finas, pero no podrán reconocer la verdad».
79. Le dijo una mujer de entre la turba: «Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron». El [le] respondió: «Bienaventurados aquellos que han escuchado la palabra del Padre (y) la han guardado de verdad, pues días vendrán en que diréis: Dichoso el vientre que no concibió y los pechos que no amamantaron».
80. Dijo Jesús: «El que haya reconocido al mundo, ha encontrado el cuerpo. Pero de quien haya encontrado el cuerpo, de éste no es digno el mundo».
81. Dijo Jesús: «Quien haya llegado a ser rico, que se haga rey; y quien detente el poder, que renuncie».
82. Dijo Jesús: «Quien esté cerca de mí, está cerca del fuego; quien esté lejos de mí, está lejos del Reino».
83. Dijo Jesús: «Las imágenes se manifiestan al hombre, y la luz que hay en ellas permanece latente en la imagen de la luz del Padre. Él se manifestará, quedando eclipsada su imagen por su luz».
84. Dijo Jesús: «Cuando contempláis lo que se os parece, os alegráis; pero cuando veáis vuestras propias imágenes hechas antes que vosotros —imperecederas y a la vez invisibles—, ¿cuánto podréis aguantar?».
85. Dijo Jesús: «El que Adán llegara a existir se debió a una gran fuerza y a una gran riqueza; (sin embargo), no llegó a ser digno de vosotros, pues en el supuesto de que hubiera conseguido ser digno, [no hubiera gustado] la muerte».
86. Dijo Jesús: «[Las zorras tienen su guarida] y los pájaros [su] nido, pero el Hijo del hombre no tiene lugar donde reclinar su cabeza (y) descansar».
87. Dijo Jesús: «Miserable es el cuerpo que depende de un cuerpo, y miserable es el alma que depende de entrambos».
88. Dijo Jesús: «Los ángeles y los profetas vendrán a vuestro encuentro y os darán lo que os corresponde; vosotros dadles asimismo lo que está en vuestra mano, dádselo (y) decíos: ¿Cuándo vendrán ellos a recoger lo que les pertenece?».
89. Dijo Jesús: «¿Por qué laváis lo exterior del vaso? ¿Es que no comprendéis que aquel que hizo el interior no es otro que quien hizo el exterior?».
90. Dijo Jesús: «Venid a mí, pues mi yugo es adecuado y mi dominio suave, y encontraréis reposo para vosotros mismos».
91. Ellos le dijeron: «Dinos quién eres tú, para que creamos en ti». El les dijo: «Vosotros observáis el aspecto del cielo y de la tierra, y no habéis sido capaces de reconocer a aquel que está ante vosotros ni de intuir el momento presente».
92. Dijo Jesús: «Buscad y encontraréis: mas aquello por lo que me preguntabais antaño —sin que yo entonces os diera respuesta alguna— quisiera manifestároslo ahora, y vosotros no me hacéis preguntas en este sentido».
93. [Dijo Jesús]: «No echéis las cosas santas a los perros, no sea que vengan a parar en el muladar; no arrojéis las perlas a los puercos, para que ellos no las [....]».
94. [Dijo] Jesús: «El que busca encontrará, [y al que llama] se le abrirá».
95. [Dijo Jesús]: «Si tenéis algún dinero, no lo prestéis con interés, sino dádselo a aquel que no va a devolvéroslo».
96. [Dijo] Jesús: «El reino del Padre se parece a [una] mujer que tomó un poco de levadura, la [introdujo] en la masa (y) la convirtió en grandes hogazas de pan. Quien tenga oídos, que oiga».
97. Dijo Jesús: «El reino del [Padre] se parece a una mujer que transporta(ba) un recipiente lleno de harina. Mientras iba [por un] largo camino, se rompió el asa (y) la harina se fue desparramando a sus espaldas por el camino. Ella no se dio cuenta (ni) se percató del accidente. Al llegar a casa puso el recipiente en el suelo (y) lo encontró vacío».
98. Dijo Jesús: «El reino del Padre se parece a un hombre que tiene la intención de matar a un gigante: desenvainó (primero) la espada en su casa (y) la hundió en la pared para comprobar la fuerza de su mano. Entonces dio muerte al gigante».
99. Los discípulos le dijeron: «Tus hermanos y tu madre están afuera». El les dijo: «Los aquí (presentes) que hacen la voluntad de mi Padre, éstos son mis hermanos y mi madre; ellos son los que entrarán en el reino de mi Padre».
100. Le mostraron a Jesús una moneda de oro, diciéndole: «Los agentes de César nos piden los impuestos». El les dijo: «Dad a César lo que es de César, dad a Dios lo que es de Dios y dadme a mí lo que me pertenece».
101. (Dijo Jesús): «El que no aborreció a su padre y a su madre como yo, no podrá ser [discípulo] mío; y quien [no] amó [a su padre] y a su madre como yo, no podrá ser [discípulo] mío; pues mi madre, la que [...], pero [mi madre] de verdad me ha dado la vida».
102. Dijo Jesús: «¡Ay de ellos, los fariseos, pues se parecen a un perro echado en un pesebre de bueyes!: ni come, ni deja comer a los bueyes».
103. Dijo Jesús: «Dichoso el hombre que sabe [por qué] flanco van a entrar los ladrones, de manera que (le dé tiempo a) levantarse, recoger sus [...] y ceñirse los lomos antes de que entren».
104. [Le] dijeron: «Ven, vamos hoy a hacer oración y a ayunar». Respondió Jesús: «¿Qué clase de pecado he cometido yo, o en qué he sido derrotado? Cuando el novio haya abandonado la cámara nupcial, ¡que ayunen y oren entonces!».
105. Dijo Jesús: «Quien conociere al padre y a la madre, será llamado hijo de prostituta».
106. Dijo Jesús: «Cuando seáis capaces de hacer de dos cosas una sola, seréis hijos del hombre; y si decís: ¡Montaña, trasládate de aquí!, se trasladará».
107. Dijo Jesús: «El Reino se parece a un pastor que poseía cien ovejas. Una de ellas —la más grande— se extravió. Entonces dejó abandonadas (las) noventa y nueve (y) se dio a la búsqueda de ésta hasta que la encontró. Luego —tras la fatiga— dijo a la oveja: Te quiero más que a (las) noventa y nueve».
108. Dijo Jesús: «Quien bebe de mi boca, vendrá a ser como yo; y yo mismo me convertiré en él, y lo que está oculto le será revelado».
109. Dijo Jesús: «El Reino se parece a un hombre que tiene [escondido] un tesoro en su campo sin saberlo. Al morir dejó el terreno en herencia a su [hijo, que tampoco] sabía nada de ello: éste tomó el campo y lo vendió. Vino, pues, el comprador y —al arar— [dio] con el tesoro; y empezó a prestar dinero con interés a quienes le plugo».
110. Dijo Jesús: «Quien haya encontrado el mundo y se haya hecho rico, ¡que renuncie al mundo!».
111. Dijo Jesús: «Arrollados serán los cielos y la tierra en vuestra presencia, mientras que quien vive del Viviente no conocerá muerte ni (...); pues Jesús dice: Quien se encuentra a sí mismo, de él no es digno el mundo».
112. Dijo Jesús: «¡Ay de la carne que depende del alma! ¡Ay del alma que depende de la carne!».
113. Le dijeron sus discípulos: «¿Cuándo va a llegar el Reino?» (Dijo Jesús): «No vendrá con expectación. No dirán: ¡Helo aquí! o ¡Helo allá!, sino que el reino del Padre está extendido sobre la tierra y los hombres no lo ven».
114. Simón Pedro les dijo: «¡Que se aleje Mariham de nosotros!, pues las mujeres no son dignas de la vida». Dijo Jesús: «Mira, yo me encargaré de hacerla macho, de manera que también ella se convierta en un espíritu viviente, idéntico a vosotros los hombres: pues toda mujer que se haga varón, entrará en el reino del cielo».
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NUEVO TESTAMENTO - HECHOS DE LOS APÓSTOLES
Pero prosigamos con los LIBROS QUE FORMAN LAS SAGRADAS ESCRITURAS, específicamente el NUEVO TESTAMENTO.
Para escribir este Libro, Lucas empleó una abundante documentación: las tradiciones de la Iglesia de Jerusalén y de la comunidad de Antioquía, el testimonio personal de Pablo y, en particular, un "diario de viaje" que narraba la actividad misionera del Apóstol, donde el empleo del "nosotros" indica que su autor era un testigo presencial de los acontecimientos. Esto hace que el libro de los Hechos de los Apóstoles sea una fuente de información imprescindible para conocer los primeros tiempos de la Iglesia.
Sin embargo, Lucas no es un simple cronista que pretende escribir la historia completa de los orígenes cristianos, o presentar la penetración del Cristianismo en el mundo pagano como un fenómeno puramente histórico. Su finalidad es poner de manifiesto la acción del Espíritu, que va edificando la Iglesia por medio de la predicación de los Apóstoles y hace fructificar la Palabra de Dios en lugares cada vez más lejanos.
El tercer evangelio y el libro de los Hechos eran primitivamente las dos partes de una única obra, que se ha titulado «Historia de los orígenes cristianos». Desde muy pronto el segundo libro empezó a conocerse bajo el título «Hechos de los Apóstoles» o «Hechos de Apóstoles», según la moda de la literatura helenística que ya había divulgado obras como los «Hechos» de Aníbal, los «Hechos» de Alejandro, etc.; en el canon del NT está separado del evangelio de Lucas por el evangelio de Juan que se ha intercalado. La relación original de estos dos libros del NT viene indicada por sus respectivos Prólogos así como por su parentesco literario. El Prólogo de los Hechos que, como el del tercer evangelio Lc 1 1-4, se dirige a un tal Teófilo, Hch 1 1, remite a este evangelio como a un «primer libro», resumiendo su propósito y recogiendo los últimos sucesos (apariciones del Resucitado y Ascensión) para empalmar con ellos la continuación del relato. El otro vínculo que une estrechamente a estos dos libros es la lengua. Las características (de vocabulario, gramática y estilo) que aparecen a todo lo largo de los Hechos, y que confirman la unidad literaria de esta obra, las encontramos también en el tercer evangelio; lo que apenas permite dudar de que ambos libros son obra de un mismo autor.
¿Cuáles son las fuentes utilizadas por Lucas para componer su obra? El autor de los Hechos declara «haber investigado diligentemente todo desde los orígenes» sumándose a los que ya habían «intentado narrar ordenadamente las cosas que se han verificado entre nosotros» (Lc 1 1-4, que constituye el prólogo general de la obra completa). Tales expresiones hacen suponer, por un lado, que ha buscado informaciones precisas y, por otro, que ha aprovechado relatos ya existentes. El examen del libro confirma esta impresión. A pesar de una actividad literaria siempre vigilante, cuya mano se advierte por doquier asegurando la unidad del libro, se pueden distinguir también sin dificultad algunas corrientes principales en las tradiciones recogidas por Lucas. Los doce primeros capítulos del libro de los Hechos refieren la vida de la primera comunidad reunida en torno a Pedro después de la Ascensión, 1-5, y los comienzos de su expansión a raíz de las iniciativas misioneras de Felipe, 8 4-40, de los «helenistas», 6 1 - 8 3; 11 19-30; 13 1-3, y en fin del mismo Pedro, 9 32 - 11 18; 12. Las tradiciones «petrinas» subyacentes se emparentarían con el «Evangelio de Pedro» que es conocido en la literatura de la Iglesia antigua. Para la segunda parte de los Hechos el autor habría utilizado relatos de la conversión de Pablo, de sus viajes misioneros, y de su viaje por mar a Roma como prisionero. En todo caso, Lucas parece haber tenido a mano cartas paulinas, y podía haber pedido datos al mismo Pablo, a quien conocía por lo menos en el período de su cautiverio. Otras personas (¿Silas o Timoteo?) podrían haberle suministrado informaciones circunstanciadas sobre tal o cual episodio. En tres ocasiones durante su relato, 16 10-17; 20 5 - 21 18; 27 1 - 28 16 (y ya también 11 28 en el texto occidental), Lucas emplea la primera persona del plural. Siguiendo a san Ireneo, algunos exegetas han creído ver en los pasajes de los Hechos redactados en estilo «nosotros» la prueba de que Lucas acompañó a Pablo en su segundo y tercer viajes misioneros y en su viaje por mar a Roma. Contrasta, sin embargo, con ello el hecho de que Pablo no menciona nunca a Lucas como compañero de su obra de evangelización, por lo que este «nosotros» parece ser más bien el vestigio textual de un diario de viaje hecho por un compañero de Pablo (¿Silas?) y utilizado por el autor de los Hechos. El viaje descrito por el diario puede tener que ver con la colecta hecha por las iglesias de Macedonia y Acaya para la iglesia de Jerusalén, ver Hch 24 17; 1 Co 16 1-4; 2 Co 8 - 9; Rm 15 25-29. Una vez reunido este rico material, Lucas lo organizó hábilmente en unidad literaria, distribuyendo de la mejor manera los diversos elementos y uniéndolos unos con otros por medio de estribillos redaccionales, por ej. 6 7; 9 31; 12 24; etc.
El texto de los Hechos, como el del resto del NT, ha llegado a nosotros con muchas variantes de detalle. Pero más que en otros libros merecen retener nuestra atención las que provienen del texto llamado «occidental» (códice de Beza, versiones latina, siríaca y copta, antiguos escritores eclesiásticos). Ofrecen éstas un texto que es a menudo más conciso que el texto alejandrino, pero que contiene también detalles concretos y pintorescos que el otro desconoce. En realidad, estas dos tradiciones textuales parecen representar redacciones sucesivas del libro de los Hechos. Nuestra traducción se ha hecho las más de las veces sobre el texto alejandrino, pero un buen número de variantes del texto occidental se han señalado en nota o incluso han sido admitidas en el texto traducido.
La Evangelización Del Mundo Judío
Al Pentecostés judío sucede el Pentecostés cristiano. Así se cumple el anuncio profético: "Derramaré mi Espíritu sobre todos los hombres" (Jl. 3. 1). Este bautismo "en el Espíritu Santo" (Lc. 3. 16) es el acta de nacimiento de la Iglesia, el Pueblo de la Nueva Alianza. La fuerza arrolladora de ese Espíritu –simbolizada en el "viento" impetuoso y en las "lenguas de fuego"– renueva todas las cosas y convierte a los Apóstoles en "testigos" decididos de la Buena Noticia de Jesucristo muerto y resucitado.
Al comienzo, la acción evangelizadora se limita a Jerusalén. Sus primeros destinatarios son los miembros del Pueblo elegido. A ellos Pedro les recuerda en su segundo discurso: "Ante todo para ustedes Dios resucitó a su Servidor, y lo envió para bendecirlos y para que cada uno se aparte de sus iniquidades" (3. 26). Con ellos se forma la primera comunidad cristiana, cuyo rasgo distintivo es el profundo sentido de comunión fraternal (2. 42-47; 4. 32-37). Esta comunidad no aparece todavía desvinculada del Judaísmo y sólo poco a poco, bajo la acción del Espíritu, irá adquiriendo su propia identidad.
Sin embargo, pronto surgen tensiones entre los creyentes de origen palestinense y los provenientes del mundo griego (6. 1-6). Contra estos últimos, en particular, se desata una violenta persecución por parte de las autoridades religiosas de Jerusalén. El factor desencadenante de esta persecución es el discurso de Esteban, uno de los siete "auxiliares" de los Apóstoles, pronunciado ante el Sanedrín (6. 8 - 7. 53). Su martirio provoca la primera expansión misionera de la Iglesia más allá de las fronteras de Israel. La conversión de Pablo (9. 1-19) y el bautismo de un centurión pagano (10. 1-48 ) son dos momentos decisivos de esa apertura, que anticipa y prepara la evangelización del mundo no judío.
La Evangelización Del Mundo Pagano
Los primeros pasos habían sido dados. Era un hecho que la Buena Noticia de la Salvación no estaba reservada exclusivamente al Pueblo de Israel. También los paganos podían entrar en la Iglesia, sin pasar por el Judaísmo. De esa manera quedaba abierto el camino para la evangelización de todos los pueblos, que es el tema de la segunda parte del libro de los Hechos de los Apóstoles.
La comunidad cristiana de Antioquía de Siria, fundada por misioneros anónimos procedentes de Jerusalén, se convierte en el centro de expansión de la Palabra de Dios entre los paganos. Todo esto nos habla de la fuerza con que la Buena Noticia había prendido en aquella ciudad cosmopolita y corrompida, la tercera del mundo grecorromano en extensión e importancia.
De allí partieron los tres grandes viajes misioneros de Pablo –el prototipo del evangelizador– y allí volvió el Apóstol al término de sus viajes, con excepción del último, que concluyó en Jerusalén. Estas "misiones" no fueron obra de la improvisación, sino que respondieron a un proyecto bien definido. De ellas nacieron varias de las Iglesias a las que Pablo dirigiría después algunas de sus célebres Cartas. Y en ellas se pone de manifiesto toda la dinámica universalista, anunciada por los Profetas e impulsada por el Espíritu de Pentecostés. La misma dinámica que da a la Iglesia su razón de ser. La que la hace "católica", es decir, universal. La que está contenida en el mandato de Jesús: "Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación" (Mc. 16. 15).
El Primer Viaje Misionero De Pablo
"Saulo, llamado también Pablo" (13. 9) realiza su primer viaje misionero entre los años 45 y 48, acompañado de Bernabé y con la colaboración inicial de Juan Marcos, el autor del segundo Evangelio. La primera etapa de este viaje fue la isla de Chipre, de donde era originario Bernabé (4. 36). Luego Pablo se interna en Asia Menor, y en la sinagoga de Antioquía de Pisidia pronuncia un discurso que, junto con los discursos "kerygmáticos" de Pedro, es considerado el modelo del anuncio del Evangelio a los judíos. Pero la reacción adversa de estos inclina a Pablo a dirigirse preferentemente a los paganos. El autor del Libro destaca la alegría con que ellos reciben la Buena Noticia de la Salvación, así como también la difusión de la Palabra del Señor por toda la región.
El Concilio De Jerusalén y El Segundo Viaje Misionero De Pablo
En la Iglesia primitiva surgió muy pronto una profunda divergencia acerca de la incorporación de los paganos a las comunidades cristianas. ¿Era necesario hacerse judío para salvarse? En otras palabras, ¿la salvación se alcanza por la observancia de la Ley de Moisés o por la gracia de Jesucristo? El problema fue tan serio que se consideró necesario convocar una reunión en Jerusalén a fin de encontrar una solución satisfactoria. Así tuvo lugar lo que suele denominarse el "primer concilio" de Jerusalén, uno de los hechos más relevantes de la historia del Cristianismo primitivo. De este encuentro surgieron las grandes líneas de solución en el plano doctrinal, dejando abierto el campo a un cierto "pluralismo" en la manera práctica de vivir la fe y de organizar las diversas comunidades cristianas.
Al término de esta reunión, la Iglesia se reconoció definitivamente como portadora de una Buena Noticia destinada a todas las naciones. Fiel a esta consigna, Pablo inició su segundo viaje misionero, que duró unos tres años y fue mucho más extenso que el primero. En su transcurso, recorrió algunas regiones de Asia Menor ya evangelizadas en el primer viaje, y luego pasó a Europa. De este segundo viaje, realizado entre los años 50 y 52 d. C., conviene destacar el discurso pronunciado por el Apóstol en el Areópago de Atenas (17. 22-34) y la fundación de la Iglesia de Corinto (18. 1-11).
El Tercer Viaje Misionero De Pablo
La fundación de la Iglesia de Éfeso y la agitada actividad de Pablo en esta ciudad son los hechos más salientes de la última misión evangelizadora, cumplida entre los años 53 y 58. Éfeso –capital de la provincia romana de Asia y una de las ciudades más florecientes del Imperio– se convirtió en otro de los grandes centros de difusión del Evangelio. El relato de este viaje concluye con el conmovedor discurso de Pablo a los dirigentes de esa Iglesia. A este discurso se lo considera con razón el "testamento pastoral" del gran Apóstol "de la Buena Noticia de la gracia de Dios" entre los paganos (20. 24).
El Cautiverio De Pablo Y Su Viaje A Roma
El último viaje misionero de Pablo –a diferencia de los anteriores– no concluyó en Antioquía, sino en Jerusalén. Allí fue detenido, en medio de un gran tumulto del pueblo, y al apelar al Emperador, se lo envió a Roma, donde llegó después de una accidentada travesía. Hacía mucho tiempo que el Apóstol deseaba ir a la capital del Imperio (Rom. 15. 22-32), en la que ya existía una importante comunidad cristiana. Al cabo de veinte años de constante actividad apostólica, y ya en el ocaso de su vida, veía cumplido este deseo. Su condición de prisionero no le impidió anunciar también allí, "con toda libertad, lo concerniente al Señor Jesucristo" (28. 31). Así, desde Jerusalén hasta Roma, el Evangelio había recorrido el mundo.
Para escribir este Libro, Lucas empleó una abundante documentación: las tradiciones de la Iglesia de Jerusalén y de la comunidad de Antioquía, el testimonio personal de Pablo y, en particular, un "diario de viaje" que narraba la actividad misionera del Apóstol, donde el empleo del "nosotros" indica que su autor era un testigo presencial de los acontecimientos. Esto hace que el libro de los Hechos de los Apóstoles sea una fuente de información imprescindible para conocer los primeros tiempos de la Iglesia.
Sin embargo, Lucas no es un simple cronista que pretende escribir la historia completa de los orígenes cristianos, o presentar la penetración del Cristianismo en el mundo pagano como un fenómeno puramente histórico. Su finalidad es poner de manifiesto la acción del Espíritu, que va edificando la Iglesia por medio de la predicación de los Apóstoles y hace fructificar la Palabra de Dios en lugares cada vez más lejanos.
El tercer evangelio y el libro de los Hechos eran primitivamente las dos partes de una única obra, que se ha titulado «Historia de los orígenes cristianos». Desde muy pronto el segundo libro empezó a conocerse bajo el título «Hechos de los Apóstoles» o «Hechos de Apóstoles», según la moda de la literatura helenística que ya había divulgado obras como los «Hechos» de Aníbal, los «Hechos» de Alejandro, etc.; en el canon del NT está separado del evangelio de Lucas por el evangelio de Juan que se ha intercalado. La relación original de estos dos libros del NT viene indicada por sus respectivos Prólogos así como por su parentesco literario. El Prólogo de los Hechos que, como el del tercer evangelio Lc 1 1-4, se dirige a un tal Teófilo, Hch 1 1, remite a este evangelio como a un «primer libro», resumiendo su propósito y recogiendo los últimos sucesos (apariciones del Resucitado y Ascensión) para empalmar con ellos la continuación del relato. El otro vínculo que une estrechamente a estos dos libros es la lengua. Las características (de vocabulario, gramática y estilo) que aparecen a todo lo largo de los Hechos, y que confirman la unidad literaria de esta obra, las encontramos también en el tercer evangelio; lo que apenas permite dudar de que ambos libros son obra de un mismo autor.
¿Cuáles son las fuentes utilizadas por Lucas para componer su obra? El autor de los Hechos declara «haber investigado diligentemente todo desde los orígenes» sumándose a los que ya habían «intentado narrar ordenadamente las cosas que se han verificado entre nosotros» (Lc 1 1-4, que constituye el prólogo general de la obra completa). Tales expresiones hacen suponer, por un lado, que ha buscado informaciones precisas y, por otro, que ha aprovechado relatos ya existentes. El examen del libro confirma esta impresión. A pesar de una actividad literaria siempre vigilante, cuya mano se advierte por doquier asegurando la unidad del libro, se pueden distinguir también sin dificultad algunas corrientes principales en las tradiciones recogidas por Lucas. Los doce primeros capítulos del libro de los Hechos refieren la vida de la primera comunidad reunida en torno a Pedro después de la Ascensión, 1-5, y los comienzos de su expansión a raíz de las iniciativas misioneras de Felipe, 8 4-40, de los «helenistas», 6 1 - 8 3; 11 19-30; 13 1-3, y en fin del mismo Pedro, 9 32 - 11 18; 12. Las tradiciones «petrinas» subyacentes se emparentarían con el «Evangelio de Pedro» que es conocido en la literatura de la Iglesia antigua. Para la segunda parte de los Hechos el autor habría utilizado relatos de la conversión de Pablo, de sus viajes misioneros, y de su viaje por mar a Roma como prisionero. En todo caso, Lucas parece haber tenido a mano cartas paulinas, y podía haber pedido datos al mismo Pablo, a quien conocía por lo menos en el período de su cautiverio. Otras personas (¿Silas o Timoteo?) podrían haberle suministrado informaciones circunstanciadas sobre tal o cual episodio. En tres ocasiones durante su relato, 16 10-17; 20 5 - 21 18; 27 1 - 28 16 (y ya también 11 28 en el texto occidental), Lucas emplea la primera persona del plural. Siguiendo a san Ireneo, algunos exegetas han creído ver en los pasajes de los Hechos redactados en estilo «nosotros» la prueba de que Lucas acompañó a Pablo en su segundo y tercer viajes misioneros y en su viaje por mar a Roma. Contrasta, sin embargo, con ello el hecho de que Pablo no menciona nunca a Lucas como compañero de su obra de evangelización, por lo que este «nosotros» parece ser más bien el vestigio textual de un diario de viaje hecho por un compañero de Pablo (¿Silas?) y utilizado por el autor de los Hechos. El viaje descrito por el diario puede tener que ver con la colecta hecha por las iglesias de Macedonia y Acaya para la iglesia de Jerusalén, ver Hch 24 17; 1 Co 16 1-4; 2 Co 8 - 9; Rm 15 25-29. Una vez reunido este rico material, Lucas lo organizó hábilmente en unidad literaria, distribuyendo de la mejor manera los diversos elementos y uniéndolos unos con otros por medio de estribillos redaccionales, por ej. 6 7; 9 31; 12 24; etc.
El texto de los Hechos, como el del resto del NT, ha llegado a nosotros con muchas variantes de detalle. Pero más que en otros libros merecen retener nuestra atención las que provienen del texto llamado «occidental» (códice de Beza, versiones latina, siríaca y copta, antiguos escritores eclesiásticos). Ofrecen éstas un texto que es a menudo más conciso que el texto alejandrino, pero que contiene también detalles concretos y pintorescos que el otro desconoce. En realidad, estas dos tradiciones textuales parecen representar redacciones sucesivas del libro de los Hechos. Nuestra traducción se ha hecho las más de las veces sobre el texto alejandrino, pero un buen número de variantes del texto occidental se han señalado en nota o incluso han sido admitidas en el texto traducido.
La Evangelización Del Mundo Judío
Al Pentecostés judío sucede el Pentecostés cristiano. Así se cumple el anuncio profético: "Derramaré mi Espíritu sobre todos los hombres" (Jl. 3. 1). Este bautismo "en el Espíritu Santo" (Lc. 3. 16) es el acta de nacimiento de la Iglesia, el Pueblo de la Nueva Alianza. La fuerza arrolladora de ese Espíritu –simbolizada en el "viento" impetuoso y en las "lenguas de fuego"– renueva todas las cosas y convierte a los Apóstoles en "testigos" decididos de la Buena Noticia de Jesucristo muerto y resucitado.
Al comienzo, la acción evangelizadora se limita a Jerusalén. Sus primeros destinatarios son los miembros del Pueblo elegido. A ellos Pedro les recuerda en su segundo discurso: "Ante todo para ustedes Dios resucitó a su Servidor, y lo envió para bendecirlos y para que cada uno se aparte de sus iniquidades" (3. 26). Con ellos se forma la primera comunidad cristiana, cuyo rasgo distintivo es el profundo sentido de comunión fraternal (2. 42-47; 4. 32-37). Esta comunidad no aparece todavía desvinculada del Judaísmo y sólo poco a poco, bajo la acción del Espíritu, irá adquiriendo su propia identidad.
Sin embargo, pronto surgen tensiones entre los creyentes de origen palestinense y los provenientes del mundo griego (6. 1-6). Contra estos últimos, en particular, se desata una violenta persecución por parte de las autoridades religiosas de Jerusalén. El factor desencadenante de esta persecución es el discurso de Esteban, uno de los siete "auxiliares" de los Apóstoles, pronunciado ante el Sanedrín (6. 8 - 7. 53). Su martirio provoca la primera expansión misionera de la Iglesia más allá de las fronteras de Israel. La conversión de Pablo (9. 1-19) y el bautismo de un centurión pagano (10. 1-48 ) son dos momentos decisivos de esa apertura, que anticipa y prepara la evangelización del mundo no judío.
La Evangelización Del Mundo Pagano
Los primeros pasos habían sido dados. Era un hecho que la Buena Noticia de la Salvación no estaba reservada exclusivamente al Pueblo de Israel. También los paganos podían entrar en la Iglesia, sin pasar por el Judaísmo. De esa manera quedaba abierto el camino para la evangelización de todos los pueblos, que es el tema de la segunda parte del libro de los Hechos de los Apóstoles.
La comunidad cristiana de Antioquía de Siria, fundada por misioneros anónimos procedentes de Jerusalén, se convierte en el centro de expansión de la Palabra de Dios entre los paganos. Todo esto nos habla de la fuerza con que la Buena Noticia había prendido en aquella ciudad cosmopolita y corrompida, la tercera del mundo grecorromano en extensión e importancia.
De allí partieron los tres grandes viajes misioneros de Pablo –el prototipo del evangelizador– y allí volvió el Apóstol al término de sus viajes, con excepción del último, que concluyó en Jerusalén. Estas "misiones" no fueron obra de la improvisación, sino que respondieron a un proyecto bien definido. De ellas nacieron varias de las Iglesias a las que Pablo dirigiría después algunas de sus célebres Cartas. Y en ellas se pone de manifiesto toda la dinámica universalista, anunciada por los Profetas e impulsada por el Espíritu de Pentecostés. La misma dinámica que da a la Iglesia su razón de ser. La que la hace "católica", es decir, universal. La que está contenida en el mandato de Jesús: "Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación" (Mc. 16. 15).
El Primer Viaje Misionero De Pablo
"Saulo, llamado también Pablo" (13. 9) realiza su primer viaje misionero entre los años 45 y 48, acompañado de Bernabé y con la colaboración inicial de Juan Marcos, el autor del segundo Evangelio. La primera etapa de este viaje fue la isla de Chipre, de donde era originario Bernabé (4. 36). Luego Pablo se interna en Asia Menor, y en la sinagoga de Antioquía de Pisidia pronuncia un discurso que, junto con los discursos "kerygmáticos" de Pedro, es considerado el modelo del anuncio del Evangelio a los judíos. Pero la reacción adversa de estos inclina a Pablo a dirigirse preferentemente a los paganos. El autor del Libro destaca la alegría con que ellos reciben la Buena Noticia de la Salvación, así como también la difusión de la Palabra del Señor por toda la región.
El Concilio De Jerusalén y El Segundo Viaje Misionero De Pablo
En la Iglesia primitiva surgió muy pronto una profunda divergencia acerca de la incorporación de los paganos a las comunidades cristianas. ¿Era necesario hacerse judío para salvarse? En otras palabras, ¿la salvación se alcanza por la observancia de la Ley de Moisés o por la gracia de Jesucristo? El problema fue tan serio que se consideró necesario convocar una reunión en Jerusalén a fin de encontrar una solución satisfactoria. Así tuvo lugar lo que suele denominarse el "primer concilio" de Jerusalén, uno de los hechos más relevantes de la historia del Cristianismo primitivo. De este encuentro surgieron las grandes líneas de solución en el plano doctrinal, dejando abierto el campo a un cierto "pluralismo" en la manera práctica de vivir la fe y de organizar las diversas comunidades cristianas.
Al término de esta reunión, la Iglesia se reconoció definitivamente como portadora de una Buena Noticia destinada a todas las naciones. Fiel a esta consigna, Pablo inició su segundo viaje misionero, que duró unos tres años y fue mucho más extenso que el primero. En su transcurso, recorrió algunas regiones de Asia Menor ya evangelizadas en el primer viaje, y luego pasó a Europa. De este segundo viaje, realizado entre los años 50 y 52 d. C., conviene destacar el discurso pronunciado por el Apóstol en el Areópago de Atenas (17. 22-34) y la fundación de la Iglesia de Corinto (18. 1-11).
El Tercer Viaje Misionero De Pablo
La fundación de la Iglesia de Éfeso y la agitada actividad de Pablo en esta ciudad son los hechos más salientes de la última misión evangelizadora, cumplida entre los años 53 y 58. Éfeso –capital de la provincia romana de Asia y una de las ciudades más florecientes del Imperio– se convirtió en otro de los grandes centros de difusión del Evangelio. El relato de este viaje concluye con el conmovedor discurso de Pablo a los dirigentes de esa Iglesia. A este discurso se lo considera con razón el "testamento pastoral" del gran Apóstol "de la Buena Noticia de la gracia de Dios" entre los paganos (20. 24).
El Cautiverio De Pablo Y Su Viaje A Roma
El último viaje misionero de Pablo –a diferencia de los anteriores– no concluyó en Antioquía, sino en Jerusalén. Allí fue detenido, en medio de un gran tumulto del pueblo, y al apelar al Emperador, se lo envió a Roma, donde llegó después de una accidentada travesía. Hacía mucho tiempo que el Apóstol deseaba ir a la capital del Imperio (Rom. 15. 22-32), en la que ya existía una importante comunidad cristiana. Al cabo de veinte años de constante actividad apostólica, y ya en el ocaso de su vida, veía cumplido este deseo. Su condición de prisionero no le impidió anunciar también allí, "con toda libertad, lo concerniente al Señor Jesucristo" (28. 31). Así, desde Jerusalén hasta Roma, el Evangelio había recorrido el mundo.
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NUEVO TESTAMENTO - Las Cartas Paulinas
A San Pablo le conocemos mejor que a ninguna otra personalidad del NT por sus Espístolas y por los Hechos de los Apóstoles, dos fuentes independientes que se confirman y se completan, a pesar de algunas divergencias de detalle. Algunos sincronismos con sucesos históricos conocidos -sobre todo el proconsulado de Galión en Corinto, Hch 18 12- permiten además fijar algunas fechas y establecer así una cronología relativamente exacta de la vida del Apóstol.
Las Cartas de Pablo difieren unas de otras por su extensión y su contenido, pero todas tienen una capacidad común: la de ser escritos circunstanciales. Fueron enviadas para suplir una acción directa, que la ausencia del Apóstol hacía imposible, y están dirigidas a una comunidad o a una persona determinada. Solamente dos de ellas –las Cartas a los Romanos y a los Efesios– intentan presentar de manera más sistemática una síntesis doctrinal. Si bien son verdaderas cartas, pocas veces tienen un carácter íntimo y familiar, porque generalmente tratan asuntos de interés común y se dirigen a toda la comunidad o a personas constituidas en autoridad. La breve nota que Pablo envía a su amigo Filemón presenta características algo diversas y constituye una excepción a esa regla general.
Datos biográficos.
Nacido en Tarso de Cilicia, Hch 9 11; 21 39; 22 3, en los inicios de nuestra era, Flm 9, de una familia judía de la tribu de Benjamín, Rm 11 1; Flp 3 5, pero al mismo tiempo ciudadano romano, Hch 16 37s; 22 25-28; 23 27, ya desde su juventud recibió de Gamaliel, en Jerusalén, una profunda educación religiosa según las doctrinas fariseas, Hch 22 3; 26 4s; Ga 1 14; Flp 3 5. Encarnizado perseguidor, en un principio, de la naciente Iglesia cristiana, Hch 22 4s; 26 9-12; Ga 1 13, sufrió un brusco cambio en el camino de Damasco, por la aparición de Jesús resucitado, que le manifestó la verdad de la fe cristiana y le dio a conocer su misión especial de Apóstol de los gentiles, Hch 9 3-19p; Ga 1 12.15s; Ef 3 2s. Desde aquel momento (hacia el año 33) dedica toda su vida activa al servicio de Cristo que le había «alcanzado», Flp 3 12. Después de permanecer en Arabia y de volver a Damasco, Ga 1 17, donde ya predica, Hch 9 20, sube a Jerusalén hacia el año 37, Ga 1 18; Hch 9 26-29, luego se retira a Siria-Cilicia, Ga 1 21; Hch 9 30, de allí le lleva consigo Bernabé a Antioquía, convertido en colaborador suyo, Hch 11 25s; ver ya 9 27. En una primera misión apostólica, al principio de los años 40, anuncia el Evangelio en Chipre, Panfilia, Pisidia y Licaonia, Hch 13-14; según San Lucas, a partir de este momento utiliza el nombre romano de Pablo con preferencia al nombre judío Saulo, Hch 13 9, y empieza a destacar sobre su compañero Bernabé por la excelencia de su predicación, Hch 14 12. En su segundo viaje misionero, Hch 15 36 - 18 22, entre los años 47 y 51, llega a Europa.En el verano del 51 se encuentra en Corinto con Galión; después sube a Jerusalén para intervenir en la asamblea apostólica. En aquella asamblea, y, por influencia suya, se admite que la Ley judía no obliga a los cristianos convertidos del paganismo, Hch 15; Ga 2 3-6; al mismo tiempo se reconoce oficialmente su misión de Apóstol de los gentiles, Ga 2 7-9, y vuelve a partir para nuevos viajes apostólicos. El segundo, Hch 15 36 - 18 22, y el tercero, Hch 18 23 - 21 17, ocupan, respectivamente, los años 50-52 y 53-58. Volveremos a tratar de ellos al situar las diversas epístolas que los jalonan. Es detenido en Jerusalén el 58, Hch 21 27 - 23 22, y mantenido en prisión en Cesarea de Palestina hasta el 60, Hch 23 23 - 26 32. En el otoño del 60, el procurador Festo lo remite con escolta a Roma, Hch 27 1 - 28 16, donde Pablo permanece dos años, Hch 28 30, del 61 al 63. Estos son los datos seguros sobre la vida de Pablo. Tradiciones antiguas, apoyadas en parte por las Epístolas pastorales (cuyo valor histórico se comenta más adelante), afirman que, dos años después, el proceso fue sobreseído por falta de pruebas y que Pablo pudo viajar de nuevo hacia el Este -o quizá pudo cumplir su deseo de ir a España, Rm 15 24.28. Un nuevo cautiverio en Roma, atestiguado por la tradición, culminó con el martirio de Pablo, entre los años 64 y 68.
Personalidad de Pablo.
Las Epístolas y los Hechos también nos pintan un impresionante retrato de la personalidad del Apóstol.
Pablo es un apasionado, un alma de fuego que se entrega sin medida a un ideal. Y este ideal es esencialmente religioso. Dios es todo para él, y a Dios sirve con una lealtad absoluta, primero persiguiendo a los que considera herejes, Ga 1 13; ver Hch 24 5.14, luego predicando a Cristo, cuando, por revelación, ha comprendido que sólo en él está la salvación. Este celo incondicional se traduce en una vida de entrega total al servicio de Aquél a quien ama. Trabajos, fatigas, padecimientos, privaciones, peligros de muerte, 1 Co 4 9-13; 2 Co 4 8s; 6 4-10; 11 23-27, nada cuenta a sus ojos con tal de cumplir la tarea de que se siente responsable, 1 Co 9 16s. Nada de eso puede separarle del amor de Dios y de Cristo, Rm 8 35-39; o mejor, todo eso es de gran valor porque le configura con la Pasión y la Cruz de su Maestro, 2 Co 4 10s; Flp 3 10s. El sentimiento de su singular elección suscita en él inmensas aspiraciones. Cuando confiesa su solicitud por todas las iglesias, 2 Co 11 28; ver Col 1 24, cuando afirma haber trabajado más que los demás, 1Co 15 10; ver 2 Co 11 5, cuando pide a sus fieles que le imiten, 1 Co 11 1+, no lo hace por arrogancia; más bien se trata de la legítima y humilde satisfacción de un santo, que se reconoce como el último de todos, ya que fue perseguidor, 1 Co 15 9; Ef 3 8; y sólo a la gracia de Dios atribuye las grandes cosas que se realizan por su intervención, 1 Co 15 10; 2 Co 4 7: Flp 4 13; Col 1 29; Ef 3 7.
El fuego de su sensible corazón queda bien patente en sus sentimientos para con sus fieles. Lleno de confiado abandono con los de Filipos, Flp 1 7s; 4 10-20, sufre un acceso de indignación cuando los de Galacia se disponen a traicionar su fe, Ga 1 6; 3 1-3; y experimenta una dolorosa contrariedad ante la inconstancia vanidosa de los de Corinto, 2 Co 12 11 - 13 10.Sabe manejar la ironía para fustigar a los inconstantes, 1 Co 4 8; 2 Co 11 7; 12 13, e incluso los reproches severos, Ga 3 1-3; Ga 4 11; 1 Co 3 1-3; 5 1-2; 6 5; 11 17-22; 2 Co 11 3s. Pero es por su bien, 2 Co 7 8-13. Y no tarda en suavizar sus reprensiones con acentos de conmovedora ternura, 2 Co 11 1-2; 12 14s: ¿no es acaso su único padre, 1 Co 4 14s; 2 Co 6 13; ver 1 Ts 2 11; Flm 10, su madre, 1 Ts 2 7; Ga 4 19? ¡Que se reanuden, pues, las buenas relaciones de antes, Ga 4 12-20; 2 Co 7 11-13!
En realidad, no les acusa tanto a ellos, cuanto a los adversarios que tratan de seducirles: esos cristianos judaizantes que quieren someter a sus convertidos al yugo de la Ley, Ga 1 7; 2 4, 6 12s. Ningún miramiento con ellos, 1 Ts 2 15s; Ga 5 12; Flp 3 2. A sus pretensiones, orgullosas y carnales, opone el auténtico poder espiritual que se manifiesta en su débil persona, 2 Co 10 1 - 12 12, y la sinceridad de su desinterés demuestra Hch 18 3+. Se ha afirmado que sus rivales eran los grandes apóstoles de Jerusalén. No hay nada que lo pruebe; más bien se trata de judeo-cristianos integristas que decían apoyarse en Pedro, 1 Co 1 12, y en Santiago, Ga 2 12, para destruir el prestigio de Pablo. En realidad, él siempre respeta la autoridad de los verdaderos apóstoles, Ga 1 18; 2 2, sin dejar de sostener la igualdad de su título como testigo de Cristo, Ga 1 11s: 1 Co 9 1; 15 8-11; y si bien resiste al mismo Pedro en un punto particular, Ga 2 11-14, sabe también mostrarse conciliador, Hch 21 18-26, y pone su mayor esmero en la colecta a favor de los pobres de Jerusalén, Ga 2 10, colecta que considera como la prenda mejor de la unión entre los cristianos de la gentilidad y los de la iglesia madre, 2 Co 8 14; 9 12-13; Rm 15 26s.
Predicación de Pablo.
Su predicación es ante todo el «kerygma» apostólico, Hch 2 22+, proclamación de Cristo crucificado y resucitado conforme a las Escrituras, 1 Co 2 2; 15 3-4; Ga 3 1. «Su» evangelio, Rm 2 16; 16 25, no es cosa suya; es el evangelio de la fe común, Ga 1 6-9; Ga 2 2; Col 1 5-7, sólo que con una aplicación especial a la conversión de los gentiles, Ga 1 16; 2 7-9, en la línea universalista inaugurada en Antioquía. Pablo se siente solidario de las tradiciones apostólicas; las cita cuando se le presenta la ocasión, 1 Co 11 23-25; 15 3-7, las supone siempre, y ciertamente les debe mucho. Parece no haber visto en vida a Cristo, ver 2 Co 5 16+, pero conoce sus enseñanzas, 1 Co 7 10s; 9 14. Además, es también un testigo directo, y su irresistible convicción se apoya en una experiencia personal: porque también él ha «visto» a Cristo, 1 Co 9 1; 15 8. Ha sido favorecido con revelaciones y éxtasis, 2 Co 12 1-4. Lo que ha recibido de la tradición, puede también atribuirlo y con entera verdad a las comunicaciones directas del Señor, Ga 1 12; 1 Co 11 23.
Se ha querido atribuir estos fenómenos místicos a un temperamento exaltado y enfermizo. Pero sin fundamento alguno. La enfermedad que le detuvo en Galacia, Ga 4 13-15, sólo parece haber sido un ataque de paludismo; y «el aguijón de la carne», 2 Co 12 7, pudo ser muy bien la oposición en el seno de sus comunidades. No era hombre imaginativo, a juzgar por las imágenes que emplea, pocas y corrientes: el estadio, 1 Co 9 24-27; Flp 3 12-14; 2 Tm 4 7s, el mar, Ef 4 14, la agricultura, 1 Co 3 6-8, y la construcción, 1 Co 3 10-17; Rm 15 20; Ef 2 20-22, dos temas que fácilmente asocia y combina, 1 Co 3 9; Col 2 7; Ef 3 17; ver Col 2 19; Ef 4 16. Es más bien un cerebral. A un corazón ardiente se une en él una inteligencia lúcida, lógica, exigente, solícita por exponer la fe según las necesidades de sus oyentes. A esto se deben las admirables exposiciones teológicas de que rodea al Kerygma según las circunstancias. Cierto que esa lógica no es la nuestra. Pablo argumenta en ocasiones como rabino, según los métodos exegéticos recibidos de su ambiente y de su educación (por ejemplo, Ga 3 16; 4 21-31).Pero su genio hace saltar los límites de aquella herencia tradicional, y hace pasar una doctrina profunda a través de canales un tanto anticuados para nosotros.
Por otra parte, este semita también posee una cultura griega aceptable, recibida quizá desde su infancia en Tarso, enriquecida por reiterados contactos con el mundo grecorromano. Esta influencia se refleja en su modo de pensar lo mismo que en su lenguaje y en su estilo. Cita autores clásicos si la ocasión se presenta, 1 Co 15 33, y conoce ciertamente la filosofía popular basada en el estoicismo. Debe a la «diatriba» cínico-estoica su estilo de razonamiento riguroso por medio de breves preguntas y respuestas, Rm 3 1-9.27-31, o sus amplificaciones por acumulación retórica, 2 Co 6 4-10; y cuando por el contrario emplea frases largas y recargadas, donde las proposiciones se empujan en oleadas sucesivas, Ef 1 3-14; Col 1 9-20, puede también tener sus modelos en la literatura religiosa helenista. Maneja corrientemente el griego con pocos semitismos. Es el griego de su tiempo, la «koiné» elegante, pero sin pretensiones aticistas. Pues desprecia la afectación de la elocuencia humana y sólo quiere atribuir su fuerza de persuasión al poder de la Palabra de fe confirmada por los signos del Espíritu, 1 Ts 1 5; 1 Co 2 4s; 2 Co 11 6; Rm 15 18.Incluso, a veces, su expresión es incorrecta e incompleta, 1 Co 9 15, pues el molde del lenguaje resulta incapaz de contener la presión de un pensamiento demasiado rico o de emociones demasiado vivas. Salvo raras excepciones, Flm 19, dicta, Rm 16 22, en la forma acostumbrada por los antiguos, contentándose con escribir el saludo final, 2 Ts 3 17; Ga 6 11; 1 Co 16 21; Col 4 18; y si bien algunos fragmentos parecen fruto de una redacción largamente meditada, muchos otros producen la impresión de un primer impulso espontáneo y sin retoques. A pesar de estos defectos, o quizá precisamente por ellos, este estilo fogoso es de una densidad extraordinaria. Un pensamiento tan elevado, expresado de manera tan ardorosa, ofrece al lector más de una dificultad (2 P 3 16); pero también le ofrece textos cuyo vigor religioso y aun literario no tienen quizá igual en la historia de los epistolarios humanos.
Las epístolas de Pablo.
Estas Cartas no contienen toda la enseñanza de Pablo. Detrás de ellas, está su palabra viviente: el "kerygma", o sea, el primer anuncio del Evangelio destinado a suscitar la fe en Cristo, y la siguiente catequesis oral del Apóstol (1 Cor. 11. 23; 15. 1-11; 2 Tes. 2. 5). Esto hace particularmente difícil la interpretación de algunos pasajes de sus Cartas, porque en ellas se alude muchas veces a hechos desconocidos para nosotros.
Las Cartas paulinas tienen el valor de un testimonio inmediato sobre la vida, las dificultades y el crecimiento de las comunidades cristianas en el mundo pagano. En ellas se encuentra vívidamente reflejada la excepcional personalidad de Pablo: su fe ardiente, su rica sensibilidad, su temperamento apasionado y combativo, su voluntad siempre tensa, aunque sujeta a desalientos pasajeros y, especialmente, su condición de Apóstol, con toda la fuerza que el lenguaje cristiano ha conferido a esta palabra. Ellas atestiguan también la progresión de su pensamiento, que no alcanzó de inmediato su forma definitiva, sino que se fue desarrollando gradualmente bajo el impulso del Espíritu.
A pesar del carácter ocasional de sus escritos, Pablo arroja en cada página una nueva luz sobre el misterio de Cristo y de la Iglesia. De este modo, él creó las fórmulas clásicas de la fe cristiana, asegurando con ello la definitiva autonomía de la Iglesia con respecto al Judaísmo.
Las Cartas de Pablo difieren unas de otras por su extensión y su contenido, pero todas tienen una capacidad común: la de ser escritos circunstanciales. Fueron enviadas para suplir una acción directa, que la ausencia del Apóstol hacía imposible, y están dirigidas a una comunidad o a una persona determinada. Solamente dos de ellas –las Cartas a los Romanos y a los Efesios– intentan presentar de manera más sistemática una síntesis doctrinal. Si bien son verdaderas cartas, pocas veces tienen un carácter íntimo y familiar, porque generalmente tratan asuntos de interés común y se dirigen a toda la comunidad o a personas constituidas en autoridad. La breve nota que Pablo envía a su amigo Filemón presenta características algo diversas y constituye una excepción a esa regla general.
Datos biográficos.
Nacido en Tarso de Cilicia, Hch 9 11; 21 39; 22 3, en los inicios de nuestra era, Flm 9, de una familia judía de la tribu de Benjamín, Rm 11 1; Flp 3 5, pero al mismo tiempo ciudadano romano, Hch 16 37s; 22 25-28; 23 27, ya desde su juventud recibió de Gamaliel, en Jerusalén, una profunda educación religiosa según las doctrinas fariseas, Hch 22 3; 26 4s; Ga 1 14; Flp 3 5. Encarnizado perseguidor, en un principio, de la naciente Iglesia cristiana, Hch 22 4s; 26 9-12; Ga 1 13, sufrió un brusco cambio en el camino de Damasco, por la aparición de Jesús resucitado, que le manifestó la verdad de la fe cristiana y le dio a conocer su misión especial de Apóstol de los gentiles, Hch 9 3-19p; Ga 1 12.15s; Ef 3 2s. Desde aquel momento (hacia el año 33) dedica toda su vida activa al servicio de Cristo que le había «alcanzado», Flp 3 12. Después de permanecer en Arabia y de volver a Damasco, Ga 1 17, donde ya predica, Hch 9 20, sube a Jerusalén hacia el año 37, Ga 1 18; Hch 9 26-29, luego se retira a Siria-Cilicia, Ga 1 21; Hch 9 30, de allí le lleva consigo Bernabé a Antioquía, convertido en colaborador suyo, Hch 11 25s; ver ya 9 27. En una primera misión apostólica, al principio de los años 40, anuncia el Evangelio en Chipre, Panfilia, Pisidia y Licaonia, Hch 13-14; según San Lucas, a partir de este momento utiliza el nombre romano de Pablo con preferencia al nombre judío Saulo, Hch 13 9, y empieza a destacar sobre su compañero Bernabé por la excelencia de su predicación, Hch 14 12. En su segundo viaje misionero, Hch 15 36 - 18 22, entre los años 47 y 51, llega a Europa.En el verano del 51 se encuentra en Corinto con Galión; después sube a Jerusalén para intervenir en la asamblea apostólica. En aquella asamblea, y, por influencia suya, se admite que la Ley judía no obliga a los cristianos convertidos del paganismo, Hch 15; Ga 2 3-6; al mismo tiempo se reconoce oficialmente su misión de Apóstol de los gentiles, Ga 2 7-9, y vuelve a partir para nuevos viajes apostólicos. El segundo, Hch 15 36 - 18 22, y el tercero, Hch 18 23 - 21 17, ocupan, respectivamente, los años 50-52 y 53-58. Volveremos a tratar de ellos al situar las diversas epístolas que los jalonan. Es detenido en Jerusalén el 58, Hch 21 27 - 23 22, y mantenido en prisión en Cesarea de Palestina hasta el 60, Hch 23 23 - 26 32. En el otoño del 60, el procurador Festo lo remite con escolta a Roma, Hch 27 1 - 28 16, donde Pablo permanece dos años, Hch 28 30, del 61 al 63. Estos son los datos seguros sobre la vida de Pablo. Tradiciones antiguas, apoyadas en parte por las Epístolas pastorales (cuyo valor histórico se comenta más adelante), afirman que, dos años después, el proceso fue sobreseído por falta de pruebas y que Pablo pudo viajar de nuevo hacia el Este -o quizá pudo cumplir su deseo de ir a España, Rm 15 24.28. Un nuevo cautiverio en Roma, atestiguado por la tradición, culminó con el martirio de Pablo, entre los años 64 y 68.
Personalidad de Pablo.
Las Epístolas y los Hechos también nos pintan un impresionante retrato de la personalidad del Apóstol.
Pablo es un apasionado, un alma de fuego que se entrega sin medida a un ideal. Y este ideal es esencialmente religioso. Dios es todo para él, y a Dios sirve con una lealtad absoluta, primero persiguiendo a los que considera herejes, Ga 1 13; ver Hch 24 5.14, luego predicando a Cristo, cuando, por revelación, ha comprendido que sólo en él está la salvación. Este celo incondicional se traduce en una vida de entrega total al servicio de Aquél a quien ama. Trabajos, fatigas, padecimientos, privaciones, peligros de muerte, 1 Co 4 9-13; 2 Co 4 8s; 6 4-10; 11 23-27, nada cuenta a sus ojos con tal de cumplir la tarea de que se siente responsable, 1 Co 9 16s. Nada de eso puede separarle del amor de Dios y de Cristo, Rm 8 35-39; o mejor, todo eso es de gran valor porque le configura con la Pasión y la Cruz de su Maestro, 2 Co 4 10s; Flp 3 10s. El sentimiento de su singular elección suscita en él inmensas aspiraciones. Cuando confiesa su solicitud por todas las iglesias, 2 Co 11 28; ver Col 1 24, cuando afirma haber trabajado más que los demás, 1Co 15 10; ver 2 Co 11 5, cuando pide a sus fieles que le imiten, 1 Co 11 1+, no lo hace por arrogancia; más bien se trata de la legítima y humilde satisfacción de un santo, que se reconoce como el último de todos, ya que fue perseguidor, 1 Co 15 9; Ef 3 8; y sólo a la gracia de Dios atribuye las grandes cosas que se realizan por su intervención, 1 Co 15 10; 2 Co 4 7: Flp 4 13; Col 1 29; Ef 3 7.
El fuego de su sensible corazón queda bien patente en sus sentimientos para con sus fieles. Lleno de confiado abandono con los de Filipos, Flp 1 7s; 4 10-20, sufre un acceso de indignación cuando los de Galacia se disponen a traicionar su fe, Ga 1 6; 3 1-3; y experimenta una dolorosa contrariedad ante la inconstancia vanidosa de los de Corinto, 2 Co 12 11 - 13 10.Sabe manejar la ironía para fustigar a los inconstantes, 1 Co 4 8; 2 Co 11 7; 12 13, e incluso los reproches severos, Ga 3 1-3; Ga 4 11; 1 Co 3 1-3; 5 1-2; 6 5; 11 17-22; 2 Co 11 3s. Pero es por su bien, 2 Co 7 8-13. Y no tarda en suavizar sus reprensiones con acentos de conmovedora ternura, 2 Co 11 1-2; 12 14s: ¿no es acaso su único padre, 1 Co 4 14s; 2 Co 6 13; ver 1 Ts 2 11; Flm 10, su madre, 1 Ts 2 7; Ga 4 19? ¡Que se reanuden, pues, las buenas relaciones de antes, Ga 4 12-20; 2 Co 7 11-13!
En realidad, no les acusa tanto a ellos, cuanto a los adversarios que tratan de seducirles: esos cristianos judaizantes que quieren someter a sus convertidos al yugo de la Ley, Ga 1 7; 2 4, 6 12s. Ningún miramiento con ellos, 1 Ts 2 15s; Ga 5 12; Flp 3 2. A sus pretensiones, orgullosas y carnales, opone el auténtico poder espiritual que se manifiesta en su débil persona, 2 Co 10 1 - 12 12, y la sinceridad de su desinterés demuestra Hch 18 3+. Se ha afirmado que sus rivales eran los grandes apóstoles de Jerusalén. No hay nada que lo pruebe; más bien se trata de judeo-cristianos integristas que decían apoyarse en Pedro, 1 Co 1 12, y en Santiago, Ga 2 12, para destruir el prestigio de Pablo. En realidad, él siempre respeta la autoridad de los verdaderos apóstoles, Ga 1 18; 2 2, sin dejar de sostener la igualdad de su título como testigo de Cristo, Ga 1 11s: 1 Co 9 1; 15 8-11; y si bien resiste al mismo Pedro en un punto particular, Ga 2 11-14, sabe también mostrarse conciliador, Hch 21 18-26, y pone su mayor esmero en la colecta a favor de los pobres de Jerusalén, Ga 2 10, colecta que considera como la prenda mejor de la unión entre los cristianos de la gentilidad y los de la iglesia madre, 2 Co 8 14; 9 12-13; Rm 15 26s.
Predicación de Pablo.
Su predicación es ante todo el «kerygma» apostólico, Hch 2 22+, proclamación de Cristo crucificado y resucitado conforme a las Escrituras, 1 Co 2 2; 15 3-4; Ga 3 1. «Su» evangelio, Rm 2 16; 16 25, no es cosa suya; es el evangelio de la fe común, Ga 1 6-9; Ga 2 2; Col 1 5-7, sólo que con una aplicación especial a la conversión de los gentiles, Ga 1 16; 2 7-9, en la línea universalista inaugurada en Antioquía. Pablo se siente solidario de las tradiciones apostólicas; las cita cuando se le presenta la ocasión, 1 Co 11 23-25; 15 3-7, las supone siempre, y ciertamente les debe mucho. Parece no haber visto en vida a Cristo, ver 2 Co 5 16+, pero conoce sus enseñanzas, 1 Co 7 10s; 9 14. Además, es también un testigo directo, y su irresistible convicción se apoya en una experiencia personal: porque también él ha «visto» a Cristo, 1 Co 9 1; 15 8. Ha sido favorecido con revelaciones y éxtasis, 2 Co 12 1-4. Lo que ha recibido de la tradición, puede también atribuirlo y con entera verdad a las comunicaciones directas del Señor, Ga 1 12; 1 Co 11 23.
Se ha querido atribuir estos fenómenos místicos a un temperamento exaltado y enfermizo. Pero sin fundamento alguno. La enfermedad que le detuvo en Galacia, Ga 4 13-15, sólo parece haber sido un ataque de paludismo; y «el aguijón de la carne», 2 Co 12 7, pudo ser muy bien la oposición en el seno de sus comunidades. No era hombre imaginativo, a juzgar por las imágenes que emplea, pocas y corrientes: el estadio, 1 Co 9 24-27; Flp 3 12-14; 2 Tm 4 7s, el mar, Ef 4 14, la agricultura, 1 Co 3 6-8, y la construcción, 1 Co 3 10-17; Rm 15 20; Ef 2 20-22, dos temas que fácilmente asocia y combina, 1 Co 3 9; Col 2 7; Ef 3 17; ver Col 2 19; Ef 4 16. Es más bien un cerebral. A un corazón ardiente se une en él una inteligencia lúcida, lógica, exigente, solícita por exponer la fe según las necesidades de sus oyentes. A esto se deben las admirables exposiciones teológicas de que rodea al Kerygma según las circunstancias. Cierto que esa lógica no es la nuestra. Pablo argumenta en ocasiones como rabino, según los métodos exegéticos recibidos de su ambiente y de su educación (por ejemplo, Ga 3 16; 4 21-31).Pero su genio hace saltar los límites de aquella herencia tradicional, y hace pasar una doctrina profunda a través de canales un tanto anticuados para nosotros.
Por otra parte, este semita también posee una cultura griega aceptable, recibida quizá desde su infancia en Tarso, enriquecida por reiterados contactos con el mundo grecorromano. Esta influencia se refleja en su modo de pensar lo mismo que en su lenguaje y en su estilo. Cita autores clásicos si la ocasión se presenta, 1 Co 15 33, y conoce ciertamente la filosofía popular basada en el estoicismo. Debe a la «diatriba» cínico-estoica su estilo de razonamiento riguroso por medio de breves preguntas y respuestas, Rm 3 1-9.27-31, o sus amplificaciones por acumulación retórica, 2 Co 6 4-10; y cuando por el contrario emplea frases largas y recargadas, donde las proposiciones se empujan en oleadas sucesivas, Ef 1 3-14; Col 1 9-20, puede también tener sus modelos en la literatura religiosa helenista. Maneja corrientemente el griego con pocos semitismos. Es el griego de su tiempo, la «koiné» elegante, pero sin pretensiones aticistas. Pues desprecia la afectación de la elocuencia humana y sólo quiere atribuir su fuerza de persuasión al poder de la Palabra de fe confirmada por los signos del Espíritu, 1 Ts 1 5; 1 Co 2 4s; 2 Co 11 6; Rm 15 18.Incluso, a veces, su expresión es incorrecta e incompleta, 1 Co 9 15, pues el molde del lenguaje resulta incapaz de contener la presión de un pensamiento demasiado rico o de emociones demasiado vivas. Salvo raras excepciones, Flm 19, dicta, Rm 16 22, en la forma acostumbrada por los antiguos, contentándose con escribir el saludo final, 2 Ts 3 17; Ga 6 11; 1 Co 16 21; Col 4 18; y si bien algunos fragmentos parecen fruto de una redacción largamente meditada, muchos otros producen la impresión de un primer impulso espontáneo y sin retoques. A pesar de estos defectos, o quizá precisamente por ellos, este estilo fogoso es de una densidad extraordinaria. Un pensamiento tan elevado, expresado de manera tan ardorosa, ofrece al lector más de una dificultad (2 P 3 16); pero también le ofrece textos cuyo vigor religioso y aun literario no tienen quizá igual en la historia de los epistolarios humanos.
Las epístolas de Pablo.
Estas Cartas no contienen toda la enseñanza de Pablo. Detrás de ellas, está su palabra viviente: el "kerygma", o sea, el primer anuncio del Evangelio destinado a suscitar la fe en Cristo, y la siguiente catequesis oral del Apóstol (1 Cor. 11. 23; 15. 1-11; 2 Tes. 2. 5). Esto hace particularmente difícil la interpretación de algunos pasajes de sus Cartas, porque en ellas se alude muchas veces a hechos desconocidos para nosotros.
Las Cartas paulinas tienen el valor de un testimonio inmediato sobre la vida, las dificultades y el crecimiento de las comunidades cristianas en el mundo pagano. En ellas se encuentra vívidamente reflejada la excepcional personalidad de Pablo: su fe ardiente, su rica sensibilidad, su temperamento apasionado y combativo, su voluntad siempre tensa, aunque sujeta a desalientos pasajeros y, especialmente, su condición de Apóstol, con toda la fuerza que el lenguaje cristiano ha conferido a esta palabra. Ellas atestiguan también la progresión de su pensamiento, que no alcanzó de inmediato su forma definitiva, sino que se fue desarrollando gradualmente bajo el impulso del Espíritu.
A pesar del carácter ocasional de sus escritos, Pablo arroja en cada página una nueva luz sobre el misterio de Cristo y de la Iglesia. De este modo, él creó las fórmulas clásicas de la fe cristiana, asegurando con ello la definitiva autonomía de la Iglesia con respecto al Judaísmo.
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CARTAS PAULINAS - Epístola a los romanos
Pablo escribió la CARTA A LOS ROMANOS en un momento decisivo de su carrera apostólica. Ya había concluido su tercer viaje misionero, y se disponía a llevar a Jerusalén la colecta en favor de los pobres, que tan laboriosamente había recogido en Macedonia y Acaya (15. 25-26). Consideraba que su misión en Oriente ya estaba terminada (15. 19-20), y tenía proyectado emprender una nueva etapa en su obra de evangelización: su propósito era llevar la Buena Noticia a Occidente, desde Roma hasta España (1. 13-15; 15. 28 ), donde se le abría un campo de actividad todavía virgen.
Para preparar su visita a los cristianos de Roma, el Apóstol les envió una Carta, donde les exponía más detalladamente los mismos temas que ya había tratado en su Carta a los Gálatas. Pero aquí el tono es diferente. El ardor de la polémica se ha suavizado, y Pablo ha podido completar y matizar su pensamiento y sus expresiones. En una admirable síntesis doctrinal, describe la universalidad del pecado y la obra redentora de Cristo; la función de la Ley de Moisés en el designio salvífico de Dios y la justificación por la fe en Jesucristo; la libertad cristiana, el Bautismo y la nueva Vida en el Espíritu. Además, en esta Carta hay un tema desarrollado con particular amplitud: el de la situación del Pueblo judío en la nueva disposición divina, fundada sobre la fe en Cristo y no sobre las obras de la Ley.
La riqueza y la profundidad de su doctrina y la variedad de los temas tratados, han conferido a esta Carta una excepcional importancia dentro del Cristianismo.
Para preparar su visita a los cristianos de Roma, el Apóstol les envió una Carta, donde les exponía más detalladamente los mismos temas que ya había tratado en su Carta a los Gálatas. Pero aquí el tono es diferente. El ardor de la polémica se ha suavizado, y Pablo ha podido completar y matizar su pensamiento y sus expresiones. En una admirable síntesis doctrinal, describe la universalidad del pecado y la obra redentora de Cristo; la función de la Ley de Moisés en el designio salvífico de Dios y la justificación por la fe en Jesucristo; la libertad cristiana, el Bautismo y la nueva Vida en el Espíritu. Además, en esta Carta hay un tema desarrollado con particular amplitud: el de la situación del Pueblo judío en la nueva disposición divina, fundada sobre la fe en Cristo y no sobre las obras de la Ley.
La riqueza y la profundidad de su doctrina y la variedad de los temas tratados, han conferido a esta Carta una excepcional importancia dentro del Cristianismo.
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CARTAS PAULINAS - Primera epístola a los corintios
Corinto, capital de la provincia romana de Acaya, era la ciudad más grande de Grecia. Su condición de puerto cosmopolita y su prosperidad económica la habían convertido en un lugar proverbial por la inmoralidad de sus costumbres. Durante su segundo viaje misionero, Pablo permaneció allí más de un año y medio, y logró establecer una comunidad entusiasta y fervorosa (Hech. 18. 1-18 ). Pero fue precisamente en Corinto donde alcanzó su punto más crítico la confrontación del Cristianismo naciente con el pensamiento y las costumbres paganas, y apenas Pablo se alejó comenzaron a surgir graves conflictos.
La llegada de Apolo (Hech. 18. 24) y de otros predicadores cristianos que se presentaban como emisarios de Pedro, dividió profundamente a la comunidad, provocando la formación de bandos rivales (1. 11-13). Muchos cristianos no se habían despojado suficientemente de las costumbres paganas, y caían en el libertinaje moral (5. 1). Las asambleas litúrgicas estaban perturbadas por una escandalosa división entre ricos y pobres (11. 18-22), o por formas de exaltación teñidas de paganismo (14. 1-5). Algunos confundían el Evangelio con una sabiduría puramente humana (1. 22) y otros negaban la resurrección de los muertos (15. 12).
Advertido de estos abusos, Pablo envió la PRIMERA CARTA A LOS CORINTIOS para restablecer el orden y responder a las consultas que se le habían hecho. Con su mirada penetrante, él va exponiendo grandes temas doctrinales a propósito de varios asuntos de orden práctico, algunos de ellos aparentemente insignificantes. Ningún otro escrito del Nuevo Testamento nos muestra de una manera tan concreta la vida de una comunidad y su situación ante el paganismo.
La llegada de Apolo (Hech. 18. 24) y de otros predicadores cristianos que se presentaban como emisarios de Pedro, dividió profundamente a la comunidad, provocando la formación de bandos rivales (1. 11-13). Muchos cristianos no se habían despojado suficientemente de las costumbres paganas, y caían en el libertinaje moral (5. 1). Las asambleas litúrgicas estaban perturbadas por una escandalosa división entre ricos y pobres (11. 18-22), o por formas de exaltación teñidas de paganismo (14. 1-5). Algunos confundían el Evangelio con una sabiduría puramente humana (1. 22) y otros negaban la resurrección de los muertos (15. 12).
Advertido de estos abusos, Pablo envió la PRIMERA CARTA A LOS CORINTIOS para restablecer el orden y responder a las consultas que se le habían hecho. Con su mirada penetrante, él va exponiendo grandes temas doctrinales a propósito de varios asuntos de orden práctico, algunos de ellos aparentemente insignificantes. Ningún otro escrito del Nuevo Testamento nos muestra de una manera tan concreta la vida de una comunidad y su situación ante el paganismo.
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CARTAS PAULINAS - Segunda epístola a los corintios
Entre todos los escritos de Pablo, la SEGUNDA CARTA A LOS CORINTIOS es el más apasionado y polémico. Aunque su decidida intervención, a través de la primera Carta, había restablecido momentáneamente el orden interno de la comunidad, poco después se produjeron nuevos incidentes que reavivaron la crisis. Algunos predicadores "judaizantes" se presentaron en Corinto con el propósito de desautorizar la persona y las enseñanzas de Pablo. A estos se sumaban otros adversarios del Apóstol, que interpretaban erróneamente el principio de la libertad cristiana.
Es probable que Pablo, advertido por algunos de sus fieles, haya ido entonces a Corinto para encarar personalmente a sus adversarios. Pero esa visita, que sin duda fue breve y se realizó en medio de sucesos dolorosos, no produjo el efecto deseado. Esto motivó el envío de una Carta escrita en Éfeso "con muchas lágrimas" (2. 4) y en un tono muy severo, donde Pablo se defendía contra sus acusadores y reivindicaba su condición de Apóstol. Más tarde, su discípulo Tito le trajo buenas noticias sobre la situación de la comunidad. Entonces Pablo, que se disponía a ir por tercera vez a Corinto (12. 14), envió a la comunidad una afectuosa Carta de reconciliación.
En su forma actual, la llamada "Segunda Carta a los Corintios" da la impresión de ser la recopilación de varios escritos de Pablo, provenientes del dramático y prolongado intercambio epistolar que él mantuvo con la Iglesia de Corinto. De las tres partes que la integran, la primera (caps. 1-7) reproduce probablemente aquella Carta de "reconciliación", mientras que la última (caps. 10-13) sería la que el Apóstol escribió "con gran aflicción y angustia" (2. 4), para hacer recapacitar a la comunidad rebelde y salvaguardar así la unidad de la Iglesia.
Es probable que Pablo, advertido por algunos de sus fieles, haya ido entonces a Corinto para encarar personalmente a sus adversarios. Pero esa visita, que sin duda fue breve y se realizó en medio de sucesos dolorosos, no produjo el efecto deseado. Esto motivó el envío de una Carta escrita en Éfeso "con muchas lágrimas" (2. 4) y en un tono muy severo, donde Pablo se defendía contra sus acusadores y reivindicaba su condición de Apóstol. Más tarde, su discípulo Tito le trajo buenas noticias sobre la situación de la comunidad. Entonces Pablo, que se disponía a ir por tercera vez a Corinto (12. 14), envió a la comunidad una afectuosa Carta de reconciliación.
En su forma actual, la llamada "Segunda Carta a los Corintios" da la impresión de ser la recopilación de varios escritos de Pablo, provenientes del dramático y prolongado intercambio epistolar que él mantuvo con la Iglesia de Corinto. De las tres partes que la integran, la primera (caps. 1-7) reproduce probablemente aquella Carta de "reconciliación", mientras que la última (caps. 10-13) sería la que el Apóstol escribió "con gran aflicción y angustia" (2. 4), para hacer recapacitar a la comunidad rebelde y salvaguardar así la unidad de la Iglesia.
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CARTAS PAULINAS - Epístola a los gálatas
Los gálatas evangelizados por Pablo durante su segundo viaje misionero, hacia el año 50, eran descendientes de los celtas o galos, un pueblo extremadamente belicoso que en el siglo III a. C. se había instalado en la meseta central de Asia Menor. La estadía de Pablo en Galacia se prolongó por algunos meses, debido a una enfermedad que lo obligó a permanecer allí hasta su curación (4. l3-l5). Fuera de esto, no conocemos otros detalles sobre la actividad del Apóstol en esa región y sobre las Iglesias allí fundadas.
Las circunstancias que motivaron la intervención de Pablo están suficientemente expresadas en la Carta. Las comunidades de Galacia habían sido perturbadas por algunos predicadores cristianos venidos de Jerusalén. Estos, erróneamente, se consideraban respaldados por Santiago, "el hermano del Señor" (1. 19), que era una de las "columnas de la Iglesia" junto con Pedro y Juan (2. 9). Según ellos, los fieles convertidos del paganismo debían someterse a la Ley de Moisés y a la práctica de la circuncisión, para llegar a ser verdaderos hijos de Abraham y herederos de las promesas divinas. Al mismo tiempo, trataban de desacreditar la persona y la autoridad apostólica de Pablo, mostrándolo en desacuerdo con los demás Apóstoles. La crisis provocada por estos "judaizantes" en Galacia es una de las expresiones típicas de la dificultad que tuvo la Iglesia para desvincularse cada vez más del Judaísmo y adquirir su fisonomía propia.
La CARTA A LOS GÁLATAS, escrita probablemente en el año 56, es uno de los más espontáneos y vehementes escritos de Pablo. Su tema central es la libertad del cristiano, llamado a recibir la salvación como un don de Dios que se alcanza por la fe en Jesucristo, y no por el sometimiento a las exigencias de la Ley. Para comprenderla debidamente, es conveniente leerla a la luz de la Carta a los Romanos, que fue escrita un tiempo después y vuelve sobre los mismos temas de una manera más completa y sistemática.
Las circunstancias que motivaron la intervención de Pablo están suficientemente expresadas en la Carta. Las comunidades de Galacia habían sido perturbadas por algunos predicadores cristianos venidos de Jerusalén. Estos, erróneamente, se consideraban respaldados por Santiago, "el hermano del Señor" (1. 19), que era una de las "columnas de la Iglesia" junto con Pedro y Juan (2. 9). Según ellos, los fieles convertidos del paganismo debían someterse a la Ley de Moisés y a la práctica de la circuncisión, para llegar a ser verdaderos hijos de Abraham y herederos de las promesas divinas. Al mismo tiempo, trataban de desacreditar la persona y la autoridad apostólica de Pablo, mostrándolo en desacuerdo con los demás Apóstoles. La crisis provocada por estos "judaizantes" en Galacia es una de las expresiones típicas de la dificultad que tuvo la Iglesia para desvincularse cada vez más del Judaísmo y adquirir su fisonomía propia.
La CARTA A LOS GÁLATAS, escrita probablemente en el año 56, es uno de los más espontáneos y vehementes escritos de Pablo. Su tema central es la libertad del cristiano, llamado a recibir la salvación como un don de Dios que se alcanza por la fe en Jesucristo, y no por el sometimiento a las exigencias de la Ley. Para comprenderla debidamente, es conveniente leerla a la luz de la Carta a los Romanos, que fue escrita un tiempo después y vuelve sobre los mismos temas de una manera más completa y sistemática.
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CARTAS PAULINAS - Epístola a los efesios
Esta Carta no contiene ninguna noticia o exhortación personal, ni parece responder a problemas o peligros concretos, como el resto de las Cartas de Pablo. En los saludos finales no se nombra a nadie en particular, y muchos manuscritos antiguos omiten el nombre de los destinatarios. Tales indicios hacen suponer fundadamente que esta Carta es una especie de "encíclica" enviada por Pablo a las Iglesias de la provincia romana de Asia, y que sólo más tarde, a comienzos del siglo II, se señaló a la Iglesia de Éfeso como destinataria de la misma.
En ella el Apóstol retoma, con mayor amplitud y en forma más ordenada, los temas esenciales de la Carta a los Colosenses. Pero a pesar de las numerosas semejanzas, el pensamiento evoluciona de una Carta a otra, de tal manera que las mismas expresiones adquieren, según el caso, matices diversos. No es improbable que un discípulo de Pablo haya intervenido en la redacción de esta Carta. Así se explicarían ciertas particularidades de su estilo y de su composición.
La CARTA A LOS EFESIOS es una contemplación del plan de Dios realizado en Jesucristo y en la Iglesia, con la consiguiente exhortación a llevarlo a la práctica en todos los actos de la vida. Pablo pone de relieve la función "cósmica" de Cristo, su dominio sobre las potestades angélicas y su soberanía sobre todo el universo (1. 20-21). La Iglesia es presentada como instrumento de Cristo en su obra salvífica que se extiende a toda la creación: ella es el Cuerpo y la plenitud de Cristo (1. 22-23), donde judíos y paganos se reúnen para formar un solo Pueblo de Dios (2. 14-18); y es también el Templo, que tiene como "piedra angular" al mismo Jesucristo, y que se va edificando por la acción del Espíritu Santo (2. 19-22).
En ella el Apóstol retoma, con mayor amplitud y en forma más ordenada, los temas esenciales de la Carta a los Colosenses. Pero a pesar de las numerosas semejanzas, el pensamiento evoluciona de una Carta a otra, de tal manera que las mismas expresiones adquieren, según el caso, matices diversos. No es improbable que un discípulo de Pablo haya intervenido en la redacción de esta Carta. Así se explicarían ciertas particularidades de su estilo y de su composición.
La CARTA A LOS EFESIOS es una contemplación del plan de Dios realizado en Jesucristo y en la Iglesia, con la consiguiente exhortación a llevarlo a la práctica en todos los actos de la vida. Pablo pone de relieve la función "cósmica" de Cristo, su dominio sobre las potestades angélicas y su soberanía sobre todo el universo (1. 20-21). La Iglesia es presentada como instrumento de Cristo en su obra salvífica que se extiende a toda la creación: ella es el Cuerpo y la plenitud de Cristo (1. 22-23), donde judíos y paganos se reúnen para formar un solo Pueblo de Dios (2. 14-18); y es también el Templo, que tiene como "piedra angular" al mismo Jesucristo, y que se va edificando por la acción del Espíritu Santo (2. 19-22).
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CARTAS PAULINAS - Epístola a los filipenses
En el transcurso de su segundo viaje misionero, hacia el año 50, Pablo fundó en Filipos una comunidad cristiana, que siempre se mantuvo unida al Apóstol por un lazo de íntima amistad (Hech. 16. 11-40). La ayuda económica que Pablo, contrariamente a su costumbre, recibió de ella en varias ocasiones, es una prueba de la confianza que el Apóstol tenía en la sinceridad de sus sentimientos (4. 14-16).
Cuando los filipenses se enteraron de que Pablo estaba prisionero –probablemente en Éfeso– se apresuraron a enviarle un nuevo subsidio por medio de un discípulo llamado Epafrodito (4. 18 ). A su regreso, este llevó consigo una Carta, donde Pablo agradece a sus amigos la ayuda recibida, aprovecha para comunicarles algunas noticias personales, y los exhorta a practicar las virtudes cristianas a ejemplo de Cristo. Además, los previene contra cualquier clase de desunión y les pide que se mantengan firmes en la fe, a pesar de la hostilidad de sus enemigos.
El tono de la CARTA A LOS FILIPENSES es particularmente íntimo y familiar. En ella merece destacarse el himno de 2. 6-11, que es un texto inestimable para conocer el pensamiento de Pablo acerca de la persona y de la obra redentora de Jesús.
Cuando los filipenses se enteraron de que Pablo estaba prisionero –probablemente en Éfeso– se apresuraron a enviarle un nuevo subsidio por medio de un discípulo llamado Epafrodito (4. 18 ). A su regreso, este llevó consigo una Carta, donde Pablo agradece a sus amigos la ayuda recibida, aprovecha para comunicarles algunas noticias personales, y los exhorta a practicar las virtudes cristianas a ejemplo de Cristo. Además, los previene contra cualquier clase de desunión y les pide que se mantengan firmes en la fe, a pesar de la hostilidad de sus enemigos.
El tono de la CARTA A LOS FILIPENSES es particularmente íntimo y familiar. En ella merece destacarse el himno de 2. 6-11, que es un texto inestimable para conocer el pensamiento de Pablo acerca de la persona y de la obra redentora de Jesús.
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CARTAS PAULINAS - Epístola a los colosenses
Colosas era una ciudad de Asia Menor, situada a unos doscientos kilómetros al este de Éfeso. Pablo no la evangelizó personalmente, sino que confió esa misión a Epafras, uno de sus discípulos, que era natural de allí (1. 7; 4. 12).
Cuando este colaborador fue a visitarlo, mientras el Apóstol se encontraba prisionero en Roma, le hizo saber el grave peligro que amenazaba a aquella comunidad. Bajo pretexto de "filosofía", algunos trataban de difundir una doctrina que asignaba a Cristo un lugar subordinado en la jerarquía de los seres espirituales que rigen el universo, los así llamados "elementos del mundo" (2. 8 ), cuyo culto recomendaban. Además, querían imponer el rito de la circuncisión, como también algunas prácticas ascéticas y determinadas prescripciones sobre fiestas y alimentos, que supuestamente debían completar la salvación comenzada por Jesús.
Para combatir estos errores, Pablo escribió su CARTA A LOS COLOSENSES, entre los años 61 y 63. En ella destaca claramente la supremacía absoluta de Cristo sobre todas las cosas y, en particular, sobre las jerarquías angélicas. Nadie puede compararse con él, que es "la esperanza de la gloria" (1. 27), y todos los poderes, sin excepción, le están sometidos. Esta Carta tiene muchos puntos de contacto con la que un tiempo después el Apóstol dirigió a los Efesios.
Cuando este colaborador fue a visitarlo, mientras el Apóstol se encontraba prisionero en Roma, le hizo saber el grave peligro que amenazaba a aquella comunidad. Bajo pretexto de "filosofía", algunos trataban de difundir una doctrina que asignaba a Cristo un lugar subordinado en la jerarquía de los seres espirituales que rigen el universo, los así llamados "elementos del mundo" (2. 8 ), cuyo culto recomendaban. Además, querían imponer el rito de la circuncisión, como también algunas prácticas ascéticas y determinadas prescripciones sobre fiestas y alimentos, que supuestamente debían completar la salvación comenzada por Jesús.
Para combatir estos errores, Pablo escribió su CARTA A LOS COLOSENSES, entre los años 61 y 63. En ella destaca claramente la supremacía absoluta de Cristo sobre todas las cosas y, en particular, sobre las jerarquías angélicas. Nadie puede compararse con él, que es "la esperanza de la gloria" (1. 27), y todos los poderes, sin excepción, le están sometidos. Esta Carta tiene muchos puntos de contacto con la que un tiempo después el Apóstol dirigió a los Efesios.
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CARTAS PAULINAS - Primera epístola a los tesalonicenses
Tesalónica, la capital de la provincia romana de Macedonia, era un puerto importante del mar Egeo. Pablo llegó a esa ciudad en el año 50, durante su segundo viaje misionero. Allí fundó una comunidad cristiana, compuesta en su mayor parte de paganos convertidos a la fe. Pero su permanencia en Tesalónica fue muy breve, ya que debido a la oposición de los judíos debió abandonar la ciudad precipitadamente (Hech. 17. 1-15). A su salida, la comunidad quedó sola en medio de la persecución y con una insuficiente formación religiosa.
Preocupado por la suerte de los cristianos, Pablo les envió a Timoteo, desde Atenas (3. 1-5). A su regreso, este trajo al Apóstol noticias muy alentadoras: la comunidad se había mantenido firme en la fe y recordaba a Pablo con afecto. Sin embargo, algunos esperaban con impaciencia la Venida del Señor y se negaban a trabajar, resultando una carga para sus hermanos. Otros estaban preocupados, porque suponían erróneamente que los cristianos que ya habían muerto no iban a estar presentes cuando viniera el Señor.
Para responder a estas inquietudes, Pablo escribió poco después de su llegada a Corinto, a comienzos del año 51, su PRIMERA CARTA A LOS TESALONICENSES: la lectura de esta Carta, como también la de la segunda a los Tesalonicenses, supone una cierta familiaridad con el estilo "apocalíptico", cargado de imágenes y símbolos, que los Profetas y los Escritores judíos solían emplear para anunciar la llegada del "Día del Señor" (5. 2).
Preocupado por la suerte de los cristianos, Pablo les envió a Timoteo, desde Atenas (3. 1-5). A su regreso, este trajo al Apóstol noticias muy alentadoras: la comunidad se había mantenido firme en la fe y recordaba a Pablo con afecto. Sin embargo, algunos esperaban con impaciencia la Venida del Señor y se negaban a trabajar, resultando una carga para sus hermanos. Otros estaban preocupados, porque suponían erróneamente que los cristianos que ya habían muerto no iban a estar presentes cuando viniera el Señor.
Para responder a estas inquietudes, Pablo escribió poco después de su llegada a Corinto, a comienzos del año 51, su PRIMERA CARTA A LOS TESALONICENSES: la lectura de esta Carta, como también la de la segunda a los Tesalonicenses, supone una cierta familiaridad con el estilo "apocalíptico", cargado de imágenes y símbolos, que los Profetas y los Escritores judíos solían emplear para anunciar la llegada del "Día del Señor" (5. 2).
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CARTAS PAULINAS - Segunda epístola a los tesalonicenses
La primera Carta a los cristianos de Tesalónica fue muy bien recibida, pero no produjo todos los frutos deseados. La preocupación por el retorno de Cristo se hacía más intensa, y algunos anunciaban, en nombre del Espíritu, la inminencia del acontecimiento. En apoyo de estas afirmaciones, se citaba la autoridad de Pablo.
Para contener la agitación, el Apóstol intervino otra vez. El tema central de la SEGUNDA CARTA A LOS TESALONICENSES es nuevamente la Venida del Señor al fin de los tiempos, pero aquí la atención se dirige, más que al hecho mismo, a los signos que deben precederla.
Para contener la agitación, el Apóstol intervino otra vez. El tema central de la SEGUNDA CARTA A LOS TESALONICENSES es nuevamente la Venida del Señor al fin de los tiempos, pero aquí la atención se dirige, más que al hecho mismo, a los signos que deben precederla.
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CARTAS PAULINAS - Primera epístola a Timoteo
Las Cartas dirigidas a Timoteo y a Tito forman un grupo homogéneo dentro de la colección de los escritos paulinos. Sus destinatarios eran dos íntimos colaboradores de Pablo, que necesitaban directivas concretas sobre la organización y el gobierno de las comunidades que él les había confiado, por lo cual reciben el título de "Cartas pastorales". Además, las tres están redactadas en un mismo tenor, combaten los mismos errores y reflejan una etapa más evolucionada en la organización interna de las comunidades cristianas. Pero, por su vocabulario y su estilo, estas Cartas difieren notablemente de las otras atribuidas al Apóstol. Esto hace presumir que no fue él mismo quien les dio su forma literaria, sino que fueron redactadas por alguno de sus discípulos.
La PRIMERA CARTA A TIMOTEO –a quien Pablo llama afectuosamente "hermano nuestro y colaborador de Dios en el anuncio de la Buena Noticia de Cristo" (1 Tes. 3. 2)– contiene una serie de recomendaciones prácticas sobre la necesidad de conservar y transmitir con fidelidad la tradición apostólica (6. 20), sobre los criterios que deben regir la elección de los ministros de la comunidad (3. 1-13) y acerca de las obligaciones de Timoteo con respecto a las diversas categorías de fieles: ancianos y jóvenes (5. 1-2), viudas (5. 3-16), presbíteros (5. 17-22) y esclavos (6. 1-2). En particular, Pablo inculca a su discípulo la necesidad de combatir a los que enseñan "doctrinas extrañas" (1. 3), y lo exhorta a practicar la piedad y el desinterés pastoral, para mantenerse "sin mancha e irreprensible hasta la Manifestación de nuestro Señor Jesucristo" (6. 14).
La PRIMERA CARTA A TIMOTEO –a quien Pablo llama afectuosamente "hermano nuestro y colaborador de Dios en el anuncio de la Buena Noticia de Cristo" (1 Tes. 3. 2)– contiene una serie de recomendaciones prácticas sobre la necesidad de conservar y transmitir con fidelidad la tradición apostólica (6. 20), sobre los criterios que deben regir la elección de los ministros de la comunidad (3. 1-13) y acerca de las obligaciones de Timoteo con respecto a las diversas categorías de fieles: ancianos y jóvenes (5. 1-2), viudas (5. 3-16), presbíteros (5. 17-22) y esclavos (6. 1-2). En particular, Pablo inculca a su discípulo la necesidad de combatir a los que enseñan "doctrinas extrañas" (1. 3), y lo exhorta a practicar la piedad y el desinterés pastoral, para mantenerse "sin mancha e irreprensible hasta la Manifestación de nuestro Señor Jesucristo" (6. 14).
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CARTAS PAULINAS - Segunda epístola a Timoteo
La SEGUNDA CARTA A TIMOTEO ha sido llamada el "testamento espiritual" de Pablo. El Apóstol la envió desde Roma, donde se encontraba prisionero por segunda vez, poco antes de su martirio. En ella dirige a Timoteo, "su hijo muy querido" (1. 2), algunas exhortaciones de carácter general (2. 11-21; 3. 1-9) y vuelve a insistir sobre la necesidad de conservar intacta la verdadera doctrina (4. 1-5). Pero el tono de esta Carta es más íntimo y confidencial, con recuerdos del pasado y noticias personales (1. 5-6; 3. 10-11, 14-15). De manera conmovedora, Pablo se despide de su discípulo, mientras aguarda el momento en que va a "ser derramado como una libación" y espera confiadamente la corona que el "justo Juez" le tiene preparada (4. 6-8 ).
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CARTAS PAULINAS - Epístola a Tito
En la CARTA A TITO predominan una vez más los temas pastorales. Después de evangelizar la isla de Creta, Pablo encomendó a este discípulo, que era de origen pagano (Gál. 2. 1-4), la tarea de organizar las comunidades cristianas, estableciendo en cada ciudad un "colegio" de presbíteros (1. 5). Más tarde, le envió esta Carta dándole instrucciones acerca del gobierno de la Iglesia y de la elección de sus ministros (1. 5-9), así como también sobre la manera de exhortar a las diversas categorías de sus miembros (2. 1-10). Al mismo tiempo, le recuerda la responsabilidad que tiene de comunicar fielmente la enseñanza recibida (2. 1).
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CARTAS PAULINAS - Epístola a Filemón
Filemón era un rico ciudadano de Colosas, que Pablo convirtió a la fe cristiana durante su permanencia en Éfeso. Onésimo, uno de sus esclavos, huyó de su casa y, para escapar a las severas sanciones que amenazaban a los esclavos fugitivos, buscó refugio en Roma. Allí se encontró con Pablo, ya anciano (v. 9), que estaba prisionero en la capital del Imperio. Después de bautizarlo, este lo devolvió a su dueño con una breve Carta de recomendación, que es un modelo de sencillez y delicadeza.
En ella, Pablo no pronuncia una condena explícita contra la esclavitud, ni exige directamente a Filemón que deje en libertad a su esclavo. Pero añade una condición que hace mucho más exigente su demanda: Onésimo debe ser tratado, no como esclavo, sino como "un hermano querido" (v. 16). De este modo, el Apóstol destaca la ley del amor fraternal como principio básico del comportamiento cristiano, que no establece ninguna diferencia entre "esclavo" y "hombre libre" (Gál. 3. 28 ).
En ella, Pablo no pronuncia una condena explícita contra la esclavitud, ni exige directamente a Filemón que deje en libertad a su esclavo. Pero añade una condición que hace mucho más exigente su demanda: Onésimo debe ser tratado, no como esclavo, sino como "un hermano querido" (v. 16). De este modo, el Apóstol destaca la ley del amor fraternal como principio básico del comportamiento cristiano, que no establece ninguna diferencia entre "esclavo" y "hombre libre" (Gál. 3. 28 ).
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CARTAS PAULINAS - Epístola a los hebreos
A pesar de su conclusión en estilo epistolar, este largo escrito presenta el aspecto de una homilía o sermón litúrgico. Sus destinatarios tenían necesidad de unas "palabras de exhortación" (13. 22), porque su fe estaba en peligro. Después del primer entusiasmo de la conversión, se habían dejado arrastrar por la fatiga y el desaliento. Algunos desertaban de las asambleas culturales, y su formación cristiana dejaba mucho que desear. Por otra parte, las pruebas y persecuciones habían provocado el desconcierto.
Para exhortar a los cristianos a seguir el camino que conduce de este mundo perecedero al mundo celestial, el autor presenta a Jesucristo como el Sumo Sacerdote que con su muerte selló la Nueva Alianza entre Dios y los hombres, y que ahora ejerce en el cielo una mediación eterna. A la vez, describe el itinerario del nuevo Pueblo de Dios en marcha hacia la Tierra prometida, bajo la guía del mismo Jesucristo. La comparación con los personajes e instituciones del Antiguo Testamento destaca la suprema grandeza de Cristo y la superioridad de la Nueva Alianza con respecto a la Antigua.
En esta CARTA A LOS HEBREOS no hay nada que no esté de acuerdo con el pensamiento de Pablo, pero el estilo, el vocabulario y la manera de interpretar el Antiguo Testamento reflejan una personalidad que no es la del Apóstol. Al respecto, son muy acertadas las palabras de Orígenes, escritor cristiano del siglo II: "Los pensamientos son de Pablo, pero las frases y la redacción son de otra persona... Únicamente Dios sabe quién escribió esta Carta". Lo que sí puede establecerse con certeza es que el autor es un judío helenista, muy buen conocedor de la traducción griega del Antiguo Testamento, cuyos destinatarios son cristianos provenientes del Judaísmo. En cuanto al lugar y fecha de composición, es muy probable que la misma haya sido escrita en Roma (13. 24), entre los años 70 y 80.
Para exhortar a los cristianos a seguir el camino que conduce de este mundo perecedero al mundo celestial, el autor presenta a Jesucristo como el Sumo Sacerdote que con su muerte selló la Nueva Alianza entre Dios y los hombres, y que ahora ejerce en el cielo una mediación eterna. A la vez, describe el itinerario del nuevo Pueblo de Dios en marcha hacia la Tierra prometida, bajo la guía del mismo Jesucristo. La comparación con los personajes e instituciones del Antiguo Testamento destaca la suprema grandeza de Cristo y la superioridad de la Nueva Alianza con respecto a la Antigua.
En esta CARTA A LOS HEBREOS no hay nada que no esté de acuerdo con el pensamiento de Pablo, pero el estilo, el vocabulario y la manera de interpretar el Antiguo Testamento reflejan una personalidad que no es la del Apóstol. Al respecto, son muy acertadas las palabras de Orígenes, escritor cristiano del siglo II: "Los pensamientos son de Pablo, pero las frases y la redacción son de otra persona... Únicamente Dios sabe quién escribió esta Carta". Lo que sí puede establecerse con certeza es que el autor es un judío helenista, muy buen conocedor de la traducción griega del Antiguo Testamento, cuyos destinatarios son cristianos provenientes del Judaísmo. En cuanto al lugar y fecha de composición, es muy probable que la misma haya sido escrita en Roma (13. 24), entre los años 70 y 80.
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NUEVO TESTAMENTO - Cartas Católicas
Las siete epístolas del NT no atribuidas a San Pablo fueron, por esta misma razón, reunidas muy pronto en una sola colección, a pesar de sus diferentes orígenes: una de Santiago, una de San Judas, dos de San Pedro, tres de San Juan. Su antiquísimo título de «católicas» procede sin duda de que la mayoría de ellas no van destinadas a comunidades o personas particulares, sino que se dirigen más bien a los cristianos en general.
Ahora bien, algo que ha intrigado a muchos es ¿Sólo se escribieron estas Cartas por parte de los Apóstoles?, ¿Porque estas Cartas sobrevivieron?, ¿aún se encuentran los originales de PUÑO Y LETRA?.
Evidencia de OTRAS EPISTOLAS existe en la propia Biblia:
Una epístola anterior de Pablo a los corintios
1Corintios 5:9
<En una carta anterior, les advertí que no se mezclaran con los deshonestos.>
Otra epístola de Pablo a los efesios
Efesios 3:3-5
<Fue por medio de una revelación como se me dio a conocer este misterio, tal como acabo de exponérselo en pocas palabras. Al leerlas, se darán cuenta de la comprensión que tengo del misterio de Cristo, que no fue manifestado a las generaciones pasadas, pero que ahora ha sido revelado por medio del Espíritu a sus santos apóstoles y profetas.>
La carta de Pablo a los laodicenses
Colosenses 4:16
<Una vez que hayan leído esta carta, háganla leer también en la Iglesia de Laodicea, y ustedes, a su vez, lean la carta que yo envié a esa Iglesia.>
Asi, como hay cartas perdidas hubo otras que se "encontraron tardíamente", tal es el caso de los deuterocanónicos del Nuevo Testamento: Carta a los Hebreos, Carta de Santiago 2 de Pedro y la 2 y 3 de Juan. (conjuntamente con estas se encuentran los escritos deuterocanónicos del Nuevo Testamento: Apocalipsis de San Juan y los versículos de los evangelios: Mc 16, 9-20; Lc 22, 43; Jn 8, 1-11.).
También existen cartas apócrifas, es decir que aunque existan la IGLESIA CATÓLICA no las CONSIDERA DENTRO DEL CANON: Carta de Nuestro Señor a Abgar, 3 carta de san Pablo a los Corintios, epístolas I y II de Clemente y al Pastor de Hermas.
Pero continuemos con el tema en que estamos LAS CARTAS CATÓLICAS, a continuación un resumen de cada una de ellas.
Ahora bien, algo que ha intrigado a muchos es ¿Sólo se escribieron estas Cartas por parte de los Apóstoles?, ¿Porque estas Cartas sobrevivieron?, ¿aún se encuentran los originales de PUÑO Y LETRA?.
Evidencia de OTRAS EPISTOLAS existe en la propia Biblia:
Una epístola anterior de Pablo a los corintios
1Corintios 5:9
<En una carta anterior, les advertí que no se mezclaran con los deshonestos.>
Otra epístola de Pablo a los efesios
Efesios 3:3-5
<Fue por medio de una revelación como se me dio a conocer este misterio, tal como acabo de exponérselo en pocas palabras. Al leerlas, se darán cuenta de la comprensión que tengo del misterio de Cristo, que no fue manifestado a las generaciones pasadas, pero que ahora ha sido revelado por medio del Espíritu a sus santos apóstoles y profetas.>
La carta de Pablo a los laodicenses
Colosenses 4:16
<Una vez que hayan leído esta carta, háganla leer también en la Iglesia de Laodicea, y ustedes, a su vez, lean la carta que yo envié a esa Iglesia.>
Asi, como hay cartas perdidas hubo otras que se "encontraron tardíamente", tal es el caso de los deuterocanónicos del Nuevo Testamento: Carta a los Hebreos, Carta de Santiago 2 de Pedro y la 2 y 3 de Juan. (conjuntamente con estas se encuentran los escritos deuterocanónicos del Nuevo Testamento: Apocalipsis de San Juan y los versículos de los evangelios: Mc 16, 9-20; Lc 22, 43; Jn 8, 1-11.).
También existen cartas apócrifas, es decir que aunque existan la IGLESIA CATÓLICA no las CONSIDERA DENTRO DEL CANON: Carta de Nuestro Señor a Abgar, 3 carta de san Pablo a los Corintios, epístolas I y II de Clemente y al Pastor de Hermas.
Pero continuemos con el tema en que estamos LAS CARTAS CATÓLICAS, a continuación un resumen de cada una de ellas.
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CARTAS CATÓLICAS - Epístola de Santiago
A pesar de su presentación en forma epistolar, la CARTA DE SANTIAGO es una especie de "homilía", que contiene una serie de exhortaciones morales. Su estilo sentencioso se asemeja al de los escritos sapienciales del Antiguo Testamento. Los temas expuestos se van sucediendo de manera bastante libre, a veces por una semejanza verbal o por una antítesis. Estas exhortaciones, destinadas a servir de guía para la vida cristiana, están dirigidas a "las doce tribus de la Dispersión" (1. 1), es decir, a las comunidades judeocristianas diseminadas fuera de Palestina, que constituían el "nuevo Israel". El autor de esta Carta es identificado comúnmente con Santiago, "el hermano del Señor" (Gál. 1. 19) mencionado en Mt. 13. 55; Mc. 6. 3, que presidía la comunidad de Jerusalén y ocupó un lugar relevante en la "asamblea" de los Apóstoles (Hech. 12. 17; 15. 13-21).
Santiago insiste, sobre todo, en la necesidad de probar la autenticidad de la fe por medio de las "obras", haciendo fructificar "la Palabra sembrada" en el corazón de los creyentes (1. 21). A primera vista, parece contradecir las enseñanzas de Pablo sobre la justificación por la fe. Pero la diferencia entre ambos es más aparente que real. En efecto, siempre que Pablo habla de la fe, se refiere a "la fe que obra por medio del amor" (Gál. 5. 6), como una respuesta a la Palabra de Dios que compromete y transforma la vida del creyente. En este sentido, coincide perfectamente con Santiago. En último término, para ambos, la fe que justifica no es la fe "estéril" (2. 20), sino la que "va acompañada de las obras" (2. 17) y se manifiesta en ellas: "De la misma manera que un cuerpo sin alma está muerto, así está muerta la fe sin las obras" (2. 26). Por otra parte, cuando Pablo habla de las "obras" se refiere a las observancias de la Ley de Moisés, que los "judaizantes" consideraban necesarias para salvarse (Hech. 15. 1), mientras que Santiago piensa en los cristianos que hacen una profesión meramente verbal y exterior de su fe (1. 22).
Y para el autor de esta Carta, como para Pablo (Rom. 13. 8-10; Gál. 5. 14), "la Ley por excelencia" consiste en el amor al prójimo (2. 8 ). Por eso, con una vehemencia que recuerda a los grandes profetas de Israel, Santiago denuncia abiertamente las desigualdades y las injusticias sociales (5. 1-6). Su juicio no es menos severo cuando censura a las asambleas cristianas en las que se concede un lugar de privilegio a los ricos y se relega a los pobres. A fin de combatir estas discriminaciones, él se hace eco de la enseñanza de Jesús. "¿Acaso Dios no ha elegido a los pobres de este mundo para enriquecerlos en la fe y hacerlos herederos del Reino?" (2. 5).
Santiago insiste, sobre todo, en la necesidad de probar la autenticidad de la fe por medio de las "obras", haciendo fructificar "la Palabra sembrada" en el corazón de los creyentes (1. 21). A primera vista, parece contradecir las enseñanzas de Pablo sobre la justificación por la fe. Pero la diferencia entre ambos es más aparente que real. En efecto, siempre que Pablo habla de la fe, se refiere a "la fe que obra por medio del amor" (Gál. 5. 6), como una respuesta a la Palabra de Dios que compromete y transforma la vida del creyente. En este sentido, coincide perfectamente con Santiago. En último término, para ambos, la fe que justifica no es la fe "estéril" (2. 20), sino la que "va acompañada de las obras" (2. 17) y se manifiesta en ellas: "De la misma manera que un cuerpo sin alma está muerto, así está muerta la fe sin las obras" (2. 26). Por otra parte, cuando Pablo habla de las "obras" se refiere a las observancias de la Ley de Moisés, que los "judaizantes" consideraban necesarias para salvarse (Hech. 15. 1), mientras que Santiago piensa en los cristianos que hacen una profesión meramente verbal y exterior de su fe (1. 22).
Y para el autor de esta Carta, como para Pablo (Rom. 13. 8-10; Gál. 5. 14), "la Ley por excelencia" consiste en el amor al prójimo (2. 8 ). Por eso, con una vehemencia que recuerda a los grandes profetas de Israel, Santiago denuncia abiertamente las desigualdades y las injusticias sociales (5. 1-6). Su juicio no es menos severo cuando censura a las asambleas cristianas en las que se concede un lugar de privilegio a los ricos y se relega a los pobres. A fin de combatir estas discriminaciones, él se hace eco de la enseñanza de Jesús. "¿Acaso Dios no ha elegido a los pobres de este mundo para enriquecerlos en la fe y hacerlos herederos del Reino?" (2. 5).
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