La BIBLIA - Historia de su origen y formación.
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La BIBLIA - Historia de su origen y formación.
Hay muchos que diariamente consultan la Biblia, hay muchos que toman la Biblia y sustentan con interpretacones privadas sus creencias; hay muchos que las escudriñan buscando la Salvación; pero ¿cuanto conocemos el origen de la biblia?; ¿cuantos conocen realmente que es la Biblia?, ¿Cuantos pueden identificar su formación?.
Bueno, abro este tema para invitar a discutir sobre la historia del origen y formacon de la Biblia.
Saludos,
Bueno, abro este tema para invitar a discutir sobre la historia del origen y formacon de la Biblia.
Saludos,
Damián- Cantidad de envíos : 700
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Fecha de inscripción : 30/04/2012
ORIGEN DEL NOMBRE “BIBLIA”
La palabra Biblia se origina, a través del latín, en la expresión griega τα βιβλία τα ἅγια (ta biblía ta haguia; los libros sagrados), nombre utilizado por vez primera en I Macabeos 12:9, siendo βιβλία plural de βιβλίον (biblíon, 'papiro' o 'rollo', usado también para 'libro'). Se cree que este nombre nació como diminutivo del nombre de la ciudad de Biblos (Βύβλος), importante mercado de papiros de la antigüedad.
Esta frase fue empleada por los hebreos helenizados (aquellos que habitaban en ciudades de habla griega) mucho tiempo antes del nacimiento de Jesús de Nazaret para referirse al Tanaj o Antiguo Testamento. Muchos años después empezó a ser utilizada por los cristianos para referirse al conjunto de libros que forman el Antiguo Testamento así como los Evangelios y las cartas apostólicas, es decir, el Nuevo Testamento. Para ese entonces ya era común utilizar las dos primeras palabras de la frase, τα βιβλία, a manera de título.
Ya como título, y habiendo perdido el artículo τα, se empezó a utilizar en latín como biblia sacra (los libros sagrados) y de ahí fue transmitido a las demás lenguas.
La Biblia se encuentra divida en dos partes: el ANTIGUO TESTMAENTO y el NUEVO TESTAMENTO. y en posteriores posteos iremos desarrollando la historia de cada parte.
Saludos,
Esta frase fue empleada por los hebreos helenizados (aquellos que habitaban en ciudades de habla griega) mucho tiempo antes del nacimiento de Jesús de Nazaret para referirse al Tanaj o Antiguo Testamento. Muchos años después empezó a ser utilizada por los cristianos para referirse al conjunto de libros que forman el Antiguo Testamento así como los Evangelios y las cartas apostólicas, es decir, el Nuevo Testamento. Para ese entonces ya era común utilizar las dos primeras palabras de la frase, τα βιβλία, a manera de título.
Ya como título, y habiendo perdido el artículo τα, se empezó a utilizar en latín como biblia sacra (los libros sagrados) y de ahí fue transmitido a las demás lenguas.
La Biblia se encuentra divida en dos partes: el ANTIGUO TESTMAENTO y el NUEVO TESTAMENTO. y en posteriores posteos iremos desarrollando la historia de cada parte.
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Damián- Cantidad de envíos : 700
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ORIGEN DEL ANTIGUO TESTAMENTO: LOS LIBROS DEL TANAJ.
Los antiguos escritos en las sinagogas Israelitas, fueron transmitidos por la Tradición Judía e Israelita, escritos primero en hebreo, arameo y griego durante un dilatado periodo de tiempo, fue escrita a lo largo de aproximadamente 1000 años (900 a. C. - 100 d. C.). Los textos más antiguos se encuentran en el Libro de los Jueces ("Canto de Débora") y en las denominadas fuentes "E" y "J" de la Torá o Pentateuco, que son datadas en la época de los dos reinos (siglos X a VIII a. C.). El libro completo más antiguo, el de Oseas es también de la misma época.
Actualmente, el Judaísmo identifica el Antiguo Testamento de la Biblia con el Tanaj (no consintiéndose bajo ningún concepto el término Antiguo Testamento) y no acepta la validez del llamado Nuevo Testamento, reconociéndose como texto sagrado únicamente al Tanaj.. La lista (o canon) de libros bíblicos hebreos inspirados quedó establecida definitivamente para el judaísmo en el siglo II de la era cristiana, por el consenso de un grupo de sabios rabinos que habían conseguido escapar del asedio de Jerusalén en el año 70 y que habían fundado una escuela en Yamnia. A estos libros se les conoce como protocanónicos, y forman el Canon Palestinense (Tanaj).
El acrónimo Tanaj son las tres letras iniciales hebreas de cada una de las tres partes que lo componen, a saber:
1. La Torá (תּוֹרָה), «instrucción»
2. Los Nevi'im (נְבִיאִים) o «Profetas»
3. Los Ketuvim (כְּתוּבִים) o «Escritos»
La letra inicial kaf de כְּתוּבִים (Ketuvim) (se escribe de derecha a izquierda) es letra final en el acrónimo תַּנַ"ךְ (Tanaj), y por ser última letra toma la forma de kaf final ( ךְ ) y se pronuncia suave, como J, no como K, por eso es Tanaj y no Tanak..
Actualmente, el Judaísmo identifica el Antiguo Testamento de la Biblia con el Tanaj (no consintiéndose bajo ningún concepto el término Antiguo Testamento) y no acepta la validez del llamado Nuevo Testamento, reconociéndose como texto sagrado únicamente al Tanaj.. La lista (o canon) de libros bíblicos hebreos inspirados quedó establecida definitivamente para el judaísmo en el siglo II de la era cristiana, por el consenso de un grupo de sabios rabinos que habían conseguido escapar del asedio de Jerusalén en el año 70 y que habían fundado una escuela en Yamnia. A estos libros se les conoce como protocanónicos, y forman el Canon Palestinense (Tanaj).
El acrónimo Tanaj son las tres letras iniciales hebreas de cada una de las tres partes que lo componen, a saber:
1. La Torá (תּוֹרָה), «instrucción»
2. Los Nevi'im (נְבִיאִים) o «Profetas»
3. Los Ketuvim (כְּתוּבִים) o «Escritos»
La letra inicial kaf de כְּתוּבִים (Ketuvim) (se escribe de derecha a izquierda) es letra final en el acrónimo תַּנַ"ךְ (Tanaj), y por ser última letra toma la forma de kaf final ( ךְ ) y se pronuncia suave, como J, no como K, por eso es Tanaj y no Tanak..
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LISTA DE LOS LIBROS DEL TANAJ.
A continuación se enumeran los libros que pertenecen a cada apartado:
Torá (תּוֹרָה) instrucción
La Torá se conoce también como el Pentateuco, del griego πέντε, pente, «cinco» , y τεῦχος, teûjos, «funda para libros»; proveniente del hebreo חֲמִשָּׁה חֻמְשֵׁי תּוֹרָה, Jamishá Jumshei Torá, «los cinco quintos de la Torá» o simplemente חֻמָּשׁ, Jumash , «cinco», una conjugacion de חמש (Jamesh).
1. Génesis (בֵרֵאשִׁית) [bereshit-en el comienzo]
2. Éxodo (שְמוֹת) [shmot-nombres de]
3. Levítico (וָיִקְרָא) [vayikra-(y) leerá]
4. Números (בַמִדְבָר) [bamidbar- en el desierto]
5. Deuteronomio (דְבָרִים) [dvarim- palabras]
Nevi'im (נְבִיאִים) o los Profetas
1. Yehoshua o Josué (יֵהוֹשע) o (יֵהוֹשוּע) [yehoshua- Yah es salvación, salvador]
2. Shoftim o Jueces (שוֹפְטִים) [shoftim- jueces]
3. Samuel o Shemuel (I Samuel o Shemuel y II Samuel o Shemuel) (שְמוּאֶל) [shmuel- Dios escucha]
4. Reyes (I Reyes y II Reyes) (מֶלַכִים) [melajim- reyes]
5. Isaías (יֶשַעָיה) [yeshaya- salvará Dios] o (יֶשַעָיהוּ) [yeshayahu]
6. Jeremías (יִרְמִיה) [irmiya- levanta Dios] o (יִרְמִיהוּ) [irmiyahu]
7. Ezequiel (יֶחֵזְקֵאל) [yejezquel- fortalecerá Dios]
8. El libro de los 12 profetas menores: (תְרֶי עַשַר) [treyə asar- en arameo doce: (1) Oseas o Oshea (הוֹשֶע) [osheha- salvó]; (2) Joel (יוֹאֶל) [Yah es Dios]; (3) Amós (עַמוֹס) [amos- ocupado, el que lleva la carga]; (4) o Abdías (עוֹבַדְיה) [ovdyəa- trabajó Dios]; (5) Jonás (יוֹנַה) [yona- paloma]; (6) Miqueas (מִיכַה) [mija- hay personas que piensan que es: ¿quién como Dios?]; (7) Najum (נַחוּם) [najum- confortado]; (8 ) Habacuc (חָבַקוּק) [javacuc- una planta en acadio o abrazado]; (9) Sofonías (צְפַנְיה) [tzfania- norte de Dios, ocultado de Dios, agua de Dios]; (10) Ageo (חָגַי) [jagayə- vacación en lenguas semíticas, mis vacaciones en hebreo]; (11) Zacarías o Zaharia (זכַרְיה) [zejaría- se acuerda Dios]; y, (12) Malaquías (מַלְאַכָי) [malají- ángel, mis ángeles].
Ketuvim (כְּתוּבִים) o los Escritos
1. Salmos Tehilim
2. Proverbios Mishlei
3. Job Iyov
4. El Cantar de los Cantares Shir HaShirim
5. Rut Rut
6. Lamentaciones Eija
7. Eclesiastés Kohelet
8. Ester Ester
9. Daniel Daniel
10. Esdras y Nehemías Ezra Nejemyahu
11. Crónicas (I Crónicas y II Crónicas) Divrei HaYamim Alef, Bet
Todos estos libros fueron originalmente escritos en Hebreo o Arameo.
Torá (תּוֹרָה) instrucción
La Torá se conoce también como el Pentateuco, del griego πέντε, pente, «cinco» , y τεῦχος, teûjos, «funda para libros»; proveniente del hebreo חֲמִשָּׁה חֻמְשֵׁי תּוֹרָה, Jamishá Jumshei Torá, «los cinco quintos de la Torá» o simplemente חֻמָּשׁ, Jumash , «cinco», una conjugacion de חמש (Jamesh).
1. Génesis (בֵרֵאשִׁית) [bereshit-en el comienzo]
2. Éxodo (שְמוֹת) [shmot-nombres de]
3. Levítico (וָיִקְרָא) [vayikra-(y) leerá]
4. Números (בַמִדְבָר) [bamidbar- en el desierto]
5. Deuteronomio (דְבָרִים) [dvarim- palabras]
Nevi'im (נְבִיאִים) o los Profetas
1. Yehoshua o Josué (יֵהוֹשע) o (יֵהוֹשוּע) [yehoshua- Yah es salvación, salvador]
2. Shoftim o Jueces (שוֹפְטִים) [shoftim- jueces]
3. Samuel o Shemuel (I Samuel o Shemuel y II Samuel o Shemuel) (שְמוּאֶל) [shmuel- Dios escucha]
4. Reyes (I Reyes y II Reyes) (מֶלַכִים) [melajim- reyes]
5. Isaías (יֶשַעָיה) [yeshaya- salvará Dios] o (יֶשַעָיהוּ) [yeshayahu]
6. Jeremías (יִרְמִיה) [irmiya- levanta Dios] o (יִרְמִיהוּ) [irmiyahu]
7. Ezequiel (יֶחֵזְקֵאל) [yejezquel- fortalecerá Dios]
8. El libro de los 12 profetas menores: (תְרֶי עַשַר) [treyə asar- en arameo doce: (1) Oseas o Oshea (הוֹשֶע) [osheha- salvó]; (2) Joel (יוֹאֶל) [Yah es Dios]; (3) Amós (עַמוֹס) [amos- ocupado, el que lleva la carga]; (4) o Abdías (עוֹבַדְיה) [ovdyəa- trabajó Dios]; (5) Jonás (יוֹנַה) [yona- paloma]; (6) Miqueas (מִיכַה) [mija- hay personas que piensan que es: ¿quién como Dios?]; (7) Najum (נַחוּם) [najum- confortado]; (8 ) Habacuc (חָבַקוּק) [javacuc- una planta en acadio o abrazado]; (9) Sofonías (צְפַנְיה) [tzfania- norte de Dios, ocultado de Dios, agua de Dios]; (10) Ageo (חָגַי) [jagayə- vacación en lenguas semíticas, mis vacaciones en hebreo]; (11) Zacarías o Zaharia (זכַרְיה) [zejaría- se acuerda Dios]; y, (12) Malaquías (מַלְאַכָי) [malají- ángel, mis ángeles].
Ketuvim (כְּתוּבִים) o los Escritos
1. Salmos Tehilim
2. Proverbios Mishlei
3. Job Iyov
4. El Cantar de los Cantares Shir HaShirim
5. Rut Rut
6. Lamentaciones Eija
7. Eclesiastés Kohelet
8. Ester Ester
9. Daniel Daniel
10. Esdras y Nehemías Ezra Nejemyahu
11. Crónicas (I Crónicas y II Crónicas) Divrei HaYamim Alef, Bet
Todos estos libros fueron originalmente escritos en Hebreo o Arameo.
Última edición por Damián el Miér Jun 20, 2012 12:17 pm, editado 1 vez
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ORIGEN DEL ANTIGUO TESTAMENTO: LOS LIBROS DEUTEROCANÓNICOS
La voz castellana deuterocanónicos es la traducción de la expresión latina deuterocanónica, transliteración de la expresión helénica δευτεροκανονικά, voz que se compone de las raíces griegas “δεύτερος” (segundo) y “κανόνας” (norma). A partir de este breve antecedente etimológico, puede definirse como: adj.s.m.pl. Término genérico aplicado al conjunto de textos y escritos propios de la “segunda norma” o prescripción de textos sagrados de la Biblia, es decir, del llamado Canon Alejandrino de la Biblia.
La voz fue acuñada por Jerónimo de Estridón (340-420), hacia el año 380 d.C. La razón de ello es: distintos subgrupos de tribus israelitas poseían distintas colecciones de textos tenidos por sagrados, estas colecciones de textos y escritos tuvieron su origen en ciertos sucesos sumamente antiguos; como la temprana pérdida de la antigua unidad nacional de diferentes grupos de tribus israelitas; que fue provocada por la escisión del Reino de Israel, bajo Jeroboam y Roboam, dos líderes tribales israelitas (1 Reyes 12), y fue sancionándose, de forma sucesiva, bajo la intervención y el auge expansionista de imperios como Asiria, Babilonia, Medo-Persia, Grecia-Macedonia, Siria y Roma.
Al paso de los siglos, desde la perspectiva de la comunidad propiamente judía, es decir, de Judea, el resquebrajamiento de toda comunión e identidad común con las comunidades israelitas dispersas más allá de Judea, ya estaba consumado de forma irreversible. Pues ya desde la vuelta del exilio —como puede apreciarse en el texto de los libros 1 Crónicas, 2 Crónicas, Esdras y Nehemías—, y en siglos sucesivos, las tribus de Judea no verían ya más como parte del “pueblo elegido” a los restos dispersos de las antiguas tribus perdidas israelitas que habían de subsistir hasta el Siglo I de la Era Cristiana por toda Perea, Samaria y Galilea.
Llegados a tal punto de la historia, los judíos de Judea dejaron de esperar la salvación, o la restauración, del resto de las tribus israelitas. Desde su peculiar, y muy particular punto de vista, era más que evidente que el nombre de israelitas no era ya el más preciso para hacer referencia del “Pueblo de la Alianza”. Así que decidieron desprenderse, definitivamente, del nombre de israelitas; y con él renunciaron a toda razón de parentesco que, a través de los siglos, pudiera vincularlos de forma compartida con las comunidades y grupos israelitas fuera de Judea: «Judío es el nombre por el que ellos son llamados desde el día en que ellos llegaron de Babilonia.» —Flavio Josefo, en “Sobre la antigüedad de los judíos”.
Ese es el momento preciso en que el pueblo judío, es decir, de Judea, traicionó el ideal nacional de Israel como “pueblo”, y se apropió la historia e identidad conjunta que a través de los siglos había compartido con el resto de tribus israelitas, suplantando a éstas al desconocerlas como parte integrante del “pueblo elegido”, el “pueblo de la Alianza”, el “pueblo de la Biblia”. Es a raíz de esto, que la restauración integral de la antigua unidad nacional israelita, se llega a convertir en el sueño y clamor en común, cada vez más ansiado, urgente y apremiante, de todos los distintos grupos israelitas más allá de Judea.
Al margen de ello, desde el Siglo III a.C. hasta bien entrada la Era Cristiana, el griego era la única lengua hablada en común por todos los distintos grupos comunitarios israelitas de todo el Mundo Antiguo, así como también, una segunda lengua natural para todos los pueblos asentados en torno a las riberas orientales del Mar Mediterráneo.
En razón de esto, en el año 280 a.C., grupos de israelitas de todo el Mundo Antiguo, habían dado inicio a la labor conjunta de reunir en griego la amplia e incluyente colección de textos religiosos sagrados israelitas que, al paso de los siglos, ha sido llamada “Biblia Septuaginta”, o “de los LXX”, compendio de series de textos sagrados de múltiples grupos de tribus y escuelas de los israelitas, y no sólo de orígenes judíos y rabínicos.
La voz fue acuñada por Jerónimo de Estridón (340-420), hacia el año 380 d.C. La razón de ello es: distintos subgrupos de tribus israelitas poseían distintas colecciones de textos tenidos por sagrados, estas colecciones de textos y escritos tuvieron su origen en ciertos sucesos sumamente antiguos; como la temprana pérdida de la antigua unidad nacional de diferentes grupos de tribus israelitas; que fue provocada por la escisión del Reino de Israel, bajo Jeroboam y Roboam, dos líderes tribales israelitas (1 Reyes 12), y fue sancionándose, de forma sucesiva, bajo la intervención y el auge expansionista de imperios como Asiria, Babilonia, Medo-Persia, Grecia-Macedonia, Siria y Roma.
Al paso de los siglos, desde la perspectiva de la comunidad propiamente judía, es decir, de Judea, el resquebrajamiento de toda comunión e identidad común con las comunidades israelitas dispersas más allá de Judea, ya estaba consumado de forma irreversible. Pues ya desde la vuelta del exilio —como puede apreciarse en el texto de los libros 1 Crónicas, 2 Crónicas, Esdras y Nehemías—, y en siglos sucesivos, las tribus de Judea no verían ya más como parte del “pueblo elegido” a los restos dispersos de las antiguas tribus perdidas israelitas que habían de subsistir hasta el Siglo I de la Era Cristiana por toda Perea, Samaria y Galilea.
Llegados a tal punto de la historia, los judíos de Judea dejaron de esperar la salvación, o la restauración, del resto de las tribus israelitas. Desde su peculiar, y muy particular punto de vista, era más que evidente que el nombre de israelitas no era ya el más preciso para hacer referencia del “Pueblo de la Alianza”. Así que decidieron desprenderse, definitivamente, del nombre de israelitas; y con él renunciaron a toda razón de parentesco que, a través de los siglos, pudiera vincularlos de forma compartida con las comunidades y grupos israelitas fuera de Judea: «Judío es el nombre por el que ellos son llamados desde el día en que ellos llegaron de Babilonia.» —Flavio Josefo, en “Sobre la antigüedad de los judíos”.
Ese es el momento preciso en que el pueblo judío, es decir, de Judea, traicionó el ideal nacional de Israel como “pueblo”, y se apropió la historia e identidad conjunta que a través de los siglos había compartido con el resto de tribus israelitas, suplantando a éstas al desconocerlas como parte integrante del “pueblo elegido”, el “pueblo de la Alianza”, el “pueblo de la Biblia”. Es a raíz de esto, que la restauración integral de la antigua unidad nacional israelita, se llega a convertir en el sueño y clamor en común, cada vez más ansiado, urgente y apremiante, de todos los distintos grupos israelitas más allá de Judea.
Al margen de ello, desde el Siglo III a.C. hasta bien entrada la Era Cristiana, el griego era la única lengua hablada en común por todos los distintos grupos comunitarios israelitas de todo el Mundo Antiguo, así como también, una segunda lengua natural para todos los pueblos asentados en torno a las riberas orientales del Mar Mediterráneo.
En razón de esto, en el año 280 a.C., grupos de israelitas de todo el Mundo Antiguo, habían dado inicio a la labor conjunta de reunir en griego la amplia e incluyente colección de textos religiosos sagrados israelitas que, al paso de los siglos, ha sido llamada “Biblia Septuaginta”, o “de los LXX”, compendio de series de textos sagrados de múltiples grupos de tribus y escuelas de los israelitas, y no sólo de orígenes judíos y rabínicos.
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LISTA DE LOS LIBROS DEUTEROCANÓNICOS
Los libros denominado Deuterocanónicos son los siguientes:
1. El Libro de Tobit —en algunas versiones llamado “Libro de Tobías”—
2. El Libro de Judit
3. El Libro de la Sabiduría de Salomón
4. El Libro de la Sabiduría de Jesús de Sirac —en algunas versiones llamado “Libro de Sirácides”, y también “del Sirácida”, o “del Eclesiástico”—, junto a su respectivo “Prólogo del traductor griego” (Capítulo 1a)
5. El Libro de Baruc propiamente dicho (Baruc 1:1—5:9)
6. La Epístola de Jeremias —nomenclaturada, en la Biblia Latina, “Capítulo 6” del Libro de Baruc—, junto a su respectivo Epígrafe (Verso 1a, ó 1bis)
7. La Historia de Susana —nomenclaturada, en la Biblia Latina, “Capítulo 13” del Libro de Daniel—, junto a su respectivo Epílogo (Verso 63 OG, o bien 64 Teodoción, según el numeral de Alfred Rahlfs)
8. La Historia de Bel y el Dragón —nomenclaturada, en la Biblia Latina, “Capítulo 14” del Libro de Daniel—, junto a su respectivo Epígrafe (Verso 1 OG, o 1 Teodoción, según el numeral de Alfred Rahlfs)
9. El Libro I de los Macabeos
10. El Libro II de los Macabeos
11. Múltiples variantes aditivas, substractivas y substitutivas mayores al Libro de Ester (de manera especial los pasajes que forman parte del llamado “Resto de Ester”, entre ciertos otros pasajes menores)
12. Múltiples variantes aditivas, substractivas y substitutivas mayores al Libro de Daniel (de manera especial el pasaje Daniel 3:24-90, entre ciertos otros pasajes menores)
Las iglesias cristianas ortodoxas y orientales incluyen en sus Biblias, asimismo, algunos otros libros y pasajes; asimismo tomados a partir de la Biblia Septuaginta griega:
1. El Libro III de Esdras
2. El Libro III de los Macabeos
3. La Oración de Manasés, junto a su respectivo Epígrafe (Verso 1a)
4. Numerosas variantes aditivas, substractivas y ordinales a varios de los libros protocanónicos del Viejo Testamento, más o menos mayores en el caso del texto de los Libros de Samuel, los Reyes, Job, los Salmos de David, los Proverbios, Isaías, Jeremías, y las Lamentaciones
Entre estas variantes, se destaca, de manera especial:
1. El Resto del Epílogo del Libro de Job (Job 42:17a-17e, o bien, 42:18-22)
2. Varios de los Epígrafes propios de los Capítulos del Libro de los Salmos de David10
3. El Capítulo 151 del Libro de los Salmos de David —común y familiarmente llamado “Salmo 151”—, junto a su respectivo Epígrafe (Salmos 151:1a)
4. El Introito del Libro de las Lamentaciones (Lamentaciones 1:1a)
También, por otra parte, algunos ciertos códices, versiones y ediciones de la Biblia, incluyen, asimismo, si bien con divergentes criterios de valor canónico o sagrado:
1. El Libro IV de Esdras
2. El Libro IV de los Macabeos
3. El Libro de Enoc
4. El Libro de los Jubileos
5. Las Apocalipsis de Baruc
6. Los Paralipómenos de Baruc
7. El Libro de las Odas; que incluye la Oración de Manasés y el Himno Matutino, y otros 13 textos retomados de otros libros bíblicos canónicos, junto con sus epígrafes
8. El Libro de los Salmos de Salomón, junto con sus Epígrafes
9. Los Capítulos 152-155 del texto siríaco del Libro de los Salmos de David
10. El Salmo de Alabanza del texto hebreo del Libro de Sirácides 51:12a-12p
11. Las Doxologías finales del Libro de Sirácides
12. Las Subscripciones finales del Libro de Sirácides
Todos estos textos fueron redactados por primera vez en al menos alguna de las lenguas bíblicas —las cuales incluyen el griego, el hebreo y el arameo, con todas sus variantes dialectales, como el caldeo y el siríaco—. Ciertos otros textos, en cambio, carecen totalmente del sustento de alguna redacción original en un idioma bíblico inmediato. A esta categoría pertenecen ciertas peculiares formas prolongadas al texto de libros como Enoc, Jubileos, los Paralipómenos de Baruc, y 1, 2 y 3 Macabeos —versiones extensas solamente halladas en el texto en ge'ez de la Biblia, seguido por la iglesia de Etiopía—.
1. El Libro de Tobit —en algunas versiones llamado “Libro de Tobías”—
2. El Libro de Judit
3. El Libro de la Sabiduría de Salomón
4. El Libro de la Sabiduría de Jesús de Sirac —en algunas versiones llamado “Libro de Sirácides”, y también “del Sirácida”, o “del Eclesiástico”—, junto a su respectivo “Prólogo del traductor griego” (Capítulo 1a)
5. El Libro de Baruc propiamente dicho (Baruc 1:1—5:9)
6. La Epístola de Jeremias —nomenclaturada, en la Biblia Latina, “Capítulo 6” del Libro de Baruc—, junto a su respectivo Epígrafe (Verso 1a, ó 1bis)
7. La Historia de Susana —nomenclaturada, en la Biblia Latina, “Capítulo 13” del Libro de Daniel—, junto a su respectivo Epílogo (Verso 63 OG, o bien 64 Teodoción, según el numeral de Alfred Rahlfs)
8. La Historia de Bel y el Dragón —nomenclaturada, en la Biblia Latina, “Capítulo 14” del Libro de Daniel—, junto a su respectivo Epígrafe (Verso 1 OG, o 1 Teodoción, según el numeral de Alfred Rahlfs)
9. El Libro I de los Macabeos
10. El Libro II de los Macabeos
11. Múltiples variantes aditivas, substractivas y substitutivas mayores al Libro de Ester (de manera especial los pasajes que forman parte del llamado “Resto de Ester”, entre ciertos otros pasajes menores)
12. Múltiples variantes aditivas, substractivas y substitutivas mayores al Libro de Daniel (de manera especial el pasaje Daniel 3:24-90, entre ciertos otros pasajes menores)
Las iglesias cristianas ortodoxas y orientales incluyen en sus Biblias, asimismo, algunos otros libros y pasajes; asimismo tomados a partir de la Biblia Septuaginta griega:
1. El Libro III de Esdras
2. El Libro III de los Macabeos
3. La Oración de Manasés, junto a su respectivo Epígrafe (Verso 1a)
4. Numerosas variantes aditivas, substractivas y ordinales a varios de los libros protocanónicos del Viejo Testamento, más o menos mayores en el caso del texto de los Libros de Samuel, los Reyes, Job, los Salmos de David, los Proverbios, Isaías, Jeremías, y las Lamentaciones
Entre estas variantes, se destaca, de manera especial:
1. El Resto del Epílogo del Libro de Job (Job 42:17a-17e, o bien, 42:18-22)
2. Varios de los Epígrafes propios de los Capítulos del Libro de los Salmos de David10
3. El Capítulo 151 del Libro de los Salmos de David —común y familiarmente llamado “Salmo 151”—, junto a su respectivo Epígrafe (Salmos 151:1a)
4. El Introito del Libro de las Lamentaciones (Lamentaciones 1:1a)
También, por otra parte, algunos ciertos códices, versiones y ediciones de la Biblia, incluyen, asimismo, si bien con divergentes criterios de valor canónico o sagrado:
1. El Libro IV de Esdras
2. El Libro IV de los Macabeos
3. El Libro de Enoc
4. El Libro de los Jubileos
5. Las Apocalipsis de Baruc
6. Los Paralipómenos de Baruc
7. El Libro de las Odas; que incluye la Oración de Manasés y el Himno Matutino, y otros 13 textos retomados de otros libros bíblicos canónicos, junto con sus epígrafes
8. El Libro de los Salmos de Salomón, junto con sus Epígrafes
9. Los Capítulos 152-155 del texto siríaco del Libro de los Salmos de David
10. El Salmo de Alabanza del texto hebreo del Libro de Sirácides 51:12a-12p
11. Las Doxologías finales del Libro de Sirácides
12. Las Subscripciones finales del Libro de Sirácides
Todos estos textos fueron redactados por primera vez en al menos alguna de las lenguas bíblicas —las cuales incluyen el griego, el hebreo y el arameo, con todas sus variantes dialectales, como el caldeo y el siríaco—. Ciertos otros textos, en cambio, carecen totalmente del sustento de alguna redacción original en un idioma bíblico inmediato. A esta categoría pertenecen ciertas peculiares formas prolongadas al texto de libros como Enoc, Jubileos, los Paralipómenos de Baruc, y 1, 2 y 3 Macabeos —versiones extensas solamente halladas en el texto en ge'ez de la Biblia, seguido por la iglesia de Etiopía—.
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ORIGEN DEL NUEVO TESTAMENTO
El Nuevo Testamento es la parte de la Biblia compuesta por un conjunto autorizado de libros escritos después del nacimiento de Jesús de Nazaret. Se le designa así desde Tertuliano en la Iglesia cristiana.
El uso del término "testamento", proviene del hebreo berit ("alianza" o "disposiciones entre dos contratantes") a través del griego diathéké y del latín testamentum. Por tanto, en su significado original es el de Nueva Alianza.
Las versiones más antiguas de textos del Nuevo Testamento que se conservan están escritas en el griego denominado koiné, la lingua franca en el Mediterráneo Oriental en época romana. La mayoría de los especialistas cree que éste fue el idioma en que originalmente se redactaron, aunque algunos libros puedan haberse escrito primero en idioma hebreo o arameo, la lengua semita hablada por Jesús y su entorno. Sin embargo, no existen manuscritos antiguos del Nuevo Testamento escritos en hebreo ni tampoco en arameo.
Los manuscritos del Nuevo Testamento: existe una serie de evidencia tanto en papiros como en pergaminos, de los cuales se describen los más importantes a continuación:
Papiros: Existen cerca de cien papiros con fragmentos del Nuevo Testamento.
Papiro Rylands: el papiro Rylands (P52) es el más antiguo de los manuscritos que se han encontrado de los cuatro evangelios canónicos. Se descubrió en el desierto de Egipto. Se publicó en 1935. Contiene algunos versículos del capítulo 18 del evangelio de Juan (Jn 18,31-33.37-38). Según el estudio grafológico es anterior al año 150 (suele datarse hacia 125-130).
Papiro Magdalena Gr 17: Fue encontrado en una Tienda de Antigüedades en Luxor, Egipto a finales del siglo XIX. Fue adquirido por un sacerdote llamado Charles Bousfield Huleatt quien tras su muerte donó el Papiro al Colegio Magdalena de Oxford donde pasó a denominarse Gr 17.
Papiro Bodmer II: Del conjunto de cinco papiros Bodmer (P66, P72, P73, P74 y P75) que se conservan en la Biblioteca de Cologny, en Ginebra, destaca el P66. Encontrado en Egipto y datado hacia el año 200, contine catorce capítulos del evangelio de Juan. Por su parte, el papiro P75, datado en el siglo III, contine los evangelios de Lucas y de Juan.
Papiros Chester Beatty: Son tres papiros (P45, P46 y P47) escritos antes del año 250. Contienen fragmentos de las epístolas de Pablo, del Apocalipsis y de los evangelios:
• P45: Contiene fragmentos de los cuatro evangelios canónicos y de los Hechos de los apóstoles
• P46: Contiene epístolas de Pablo: Rom 1 2; Cor; Ef; Gál; Fil; Col; 1 2 Tes
• P47: Contiene un fragmento del libro de Apocalipsis (9,10—17,2)
Pergaminos
Códice Vaticano: Data de mediados del siglo IV.
Códice Sinaítico: De mediados del siglo IV.
Códice Alejandrino: Del siglo V
Códice de Efrén: Del siglo V.
Códice Bezae: Del siglo V. Sólo contiene los Evangelios y los Hechos de los Apóstoles. El texto de los Hechos difiere algo de otras versiones.
códice Freer: Del siglo V. Sólo contiene los Evangelios.
Siglos V a XV:
• La Vulgata de san Jerónimo aparece en el año 382.
• Recensión de Bizancio, a principios del siglo V: Da lugar a la versión Koiné.
• La Peshitta siríaca se escribe en el siglo V.
• La versión armenia, del siglo V.
• Las copias de los monasterios.
Siglos XV-XIX
• La Políglota de Alcalá, del cardenal Cisneros, se forma entre los años 1502 y 1522.
• La versión de Erasmo de Rotterdam se escribe en 1516 revisando sólo seis manuscritos.
Estas dos versiones son fusionadas por Robert Estienne. La cuarta edición de esta publicación es la utilizada, a partir de Teodoro de Beza hasta finales del siglo XIX
Desde el siglo XIX
Se descubre el códice sinaítico (K. Tischendorf, 1859). Los códices Sinaiticus y Vaticanus dan lugar a los textos actuales.
El uso del término "testamento", proviene del hebreo berit ("alianza" o "disposiciones entre dos contratantes") a través del griego diathéké y del latín testamentum. Por tanto, en su significado original es el de Nueva Alianza.
Las versiones más antiguas de textos del Nuevo Testamento que se conservan están escritas en el griego denominado koiné, la lingua franca en el Mediterráneo Oriental en época romana. La mayoría de los especialistas cree que éste fue el idioma en que originalmente se redactaron, aunque algunos libros puedan haberse escrito primero en idioma hebreo o arameo, la lengua semita hablada por Jesús y su entorno. Sin embargo, no existen manuscritos antiguos del Nuevo Testamento escritos en hebreo ni tampoco en arameo.
Los manuscritos del Nuevo Testamento: existe una serie de evidencia tanto en papiros como en pergaminos, de los cuales se describen los más importantes a continuación:
Papiros: Existen cerca de cien papiros con fragmentos del Nuevo Testamento.
Papiro Rylands: el papiro Rylands (P52) es el más antiguo de los manuscritos que se han encontrado de los cuatro evangelios canónicos. Se descubrió en el desierto de Egipto. Se publicó en 1935. Contiene algunos versículos del capítulo 18 del evangelio de Juan (Jn 18,31-33.37-38). Según el estudio grafológico es anterior al año 150 (suele datarse hacia 125-130).
Papiro Magdalena Gr 17: Fue encontrado en una Tienda de Antigüedades en Luxor, Egipto a finales del siglo XIX. Fue adquirido por un sacerdote llamado Charles Bousfield Huleatt quien tras su muerte donó el Papiro al Colegio Magdalena de Oxford donde pasó a denominarse Gr 17.
Papiro Bodmer II: Del conjunto de cinco papiros Bodmer (P66, P72, P73, P74 y P75) que se conservan en la Biblioteca de Cologny, en Ginebra, destaca el P66. Encontrado en Egipto y datado hacia el año 200, contine catorce capítulos del evangelio de Juan. Por su parte, el papiro P75, datado en el siglo III, contine los evangelios de Lucas y de Juan.
Papiros Chester Beatty: Son tres papiros (P45, P46 y P47) escritos antes del año 250. Contienen fragmentos de las epístolas de Pablo, del Apocalipsis y de los evangelios:
• P45: Contiene fragmentos de los cuatro evangelios canónicos y de los Hechos de los apóstoles
• P46: Contiene epístolas de Pablo: Rom 1 2; Cor; Ef; Gál; Fil; Col; 1 2 Tes
• P47: Contiene un fragmento del libro de Apocalipsis (9,10—17,2)
Pergaminos
Códice Vaticano: Data de mediados del siglo IV.
Códice Sinaítico: De mediados del siglo IV.
Códice Alejandrino: Del siglo V
Códice de Efrén: Del siglo V.
Códice Bezae: Del siglo V. Sólo contiene los Evangelios y los Hechos de los Apóstoles. El texto de los Hechos difiere algo de otras versiones.
códice Freer: Del siglo V. Sólo contiene los Evangelios.
Siglos V a XV:
• La Vulgata de san Jerónimo aparece en el año 382.
• Recensión de Bizancio, a principios del siglo V: Da lugar a la versión Koiné.
• La Peshitta siríaca se escribe en el siglo V.
• La versión armenia, del siglo V.
• Las copias de los monasterios.
Siglos XV-XIX
• La Políglota de Alcalá, del cardenal Cisneros, se forma entre los años 1502 y 1522.
• La versión de Erasmo de Rotterdam se escribe en 1516 revisando sólo seis manuscritos.
Estas dos versiones son fusionadas por Robert Estienne. La cuarta edición de esta publicación es la utilizada, a partir de Teodoro de Beza hasta finales del siglo XIX
Desde el siglo XIX
Se descubre el códice sinaítico (K. Tischendorf, 1859). Los códices Sinaiticus y Vaticanus dan lugar a los textos actuales.
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LIBROS QUE COMPONEN EL NUEVO TESTAMENTO
La composición del Nuevo Testamento canónico se fijó poco a poco en los primeros siglos de la nueva religión. La lista más antigua se supone redactada hacia el año 170. La lista actual fue publicada originalmente por Atanasio de Alejandría en 370 y consagrada como canónica en el Tercer Concilio de Cartago de 397.
Sin embargo, han existido algunos cuestionamientos sobre el listado canónico de los Libros; por ejemplo, Martín Lutero cuestionó la pertinencia de incluir la Epístola de Santiago, la Epístola de Judas, la Epístola a los Hebreos y el Apocalipsis de Juan o Libro de la Revelación; sin embargo, no han sido nunca rechazados.
El Nuevo Testamento comprende los cuatro Evangelios canónicos, los Hechos de los apóstoles, las epístolas de Pablo de Tarso, siete epístolas de diversa atribución y el Apocalipsis. El Nuevo Testamento comprende en total 27 libros:
1 Evangelio de Mateo
2 Evangelio de Marcos
3 Evangelio de Lucas
4 Evangelio de Juan
5 Hechos de los apóstoles
6 Epístola a los romanos
7 Primera epístola a los corintios
8 Segunda epístola a los corintios
9 Epístola a los gálatas
10 Epístola a los efesios
11 Epístola a los filipenses
12 Epístola a los colosenses
13 Primera epístola a los tesalonicenses
14 Segunda epístola a los tesalonicenses
15 Primera epístola a Timoteo
16 Segunda epístola a Timoteo
17 Epístola a Tito
18 Epístola a Filemón
19 Epístola a los hebreos
20 Epístola de Santiago
21 Primera epístola de San Pedro
22 Segunda epístola de San Pedro
23 Primera epístola de San Juan
24 Segunda epístola de San Juan
25 Tercera epístola de San Juan
26 Epístola de San Judas
27 Apocalipsis de San Juan
Sin embargo, han existido algunos cuestionamientos sobre el listado canónico de los Libros; por ejemplo, Martín Lutero cuestionó la pertinencia de incluir la Epístola de Santiago, la Epístola de Judas, la Epístola a los Hebreos y el Apocalipsis de Juan o Libro de la Revelación; sin embargo, no han sido nunca rechazados.
El Nuevo Testamento comprende los cuatro Evangelios canónicos, los Hechos de los apóstoles, las epístolas de Pablo de Tarso, siete epístolas de diversa atribución y el Apocalipsis. El Nuevo Testamento comprende en total 27 libros:
1 Evangelio de Mateo
2 Evangelio de Marcos
3 Evangelio de Lucas
4 Evangelio de Juan
5 Hechos de los apóstoles
6 Epístola a los romanos
7 Primera epístola a los corintios
8 Segunda epístola a los corintios
9 Epístola a los gálatas
10 Epístola a los efesios
11 Epístola a los filipenses
12 Epístola a los colosenses
13 Primera epístola a los tesalonicenses
14 Segunda epístola a los tesalonicenses
15 Primera epístola a Timoteo
16 Segunda epístola a Timoteo
17 Epístola a Tito
18 Epístola a Filemón
19 Epístola a los hebreos
20 Epístola de Santiago
21 Primera epístola de San Pedro
22 Segunda epístola de San Pedro
23 Primera epístola de San Juan
24 Segunda epístola de San Juan
25 Tercera epístola de San Juan
26 Epístola de San Judas
27 Apocalipsis de San Juan
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LIBROS APÓCRIFOS
El término apócrifo (griego: απόκρυφος; latín: apócryphus; castellano: oculto) ha sido utilizado a través de los tiempos para hacer referencia a algunas colecciones de textos y de escritos religiosos sagrados surgidos y emanados en contextos judíos o cristianos, que no han sido incluidos en el canon del Tanaj judío hebreo-arameo, de la Biblia israelita Septuaginta griega, así como tampoco de ninguna de las distintas Biblias usadas por distintos grupos de cristianos.
Diferencia entre "Apócrifos" y "Deuterocanónicos"
Con este antecedente, es justo enfatizar que existen controversias muy antiguas entre los diferentes grupos confesionales al seno de la Tradición Judeocristiana; dado que cada uno entre los principales grupos confesionales (cristianos ortodoxos, cristianos orientales —cópticos eutiquianos, siríacos nestorianos, etc.—, católicos romanos, protestantes y otras tendencias) a través de los siglos, ha venido planteando algunas importantes diferencias con respecto del canon de los grupos restantes, y ha ido reservando el término de "apócrifos" para distintos grupos de textos y de escritos no inclusos en su propia versión del Canon bíblico, aunque estén en la de otro u otros.
Los representantes del protestantismo han llamado Apócrifos a los documentos deuterocanónicos que son reivindicados como parte integrante del canon por distintas iglesias cristianas ortodoxas, cristianas orientales, y católica romana. Y usan el término Pseudoepígrafos, "escritos falsamente atribuidos", para hacer referencia al resto de los libros surgidos y emanados en contextos judíos o cristianos; y que, sin embargo, no han sido aceptados por ninguno de los grupos ya antes mencionados.
El primero en usar el término en este sentido fue Jerónimo de Estridón, en los escritos en que comenta la tarea que representó la traducción al latín del texto bíblico, a fin de designar a algunos de los libros que hoy son conocidos como deuterocanónicos, que habían sido incluidos en la Biblia judía griega (Canon Alejandrino), llamada Biblia Septuaginta, o de los LXX, aun cuando no aparecen en el Tanaj judío hebreo-arameo (Canon Palestinense), que fue redefinido por judíos fariseos históricos y neotestamentarios, durante los trabajos del Sínodo de Jamnia, en fecha tan tardía como el 95 d. C., y luego utilizada por las comunidades judías de los Siglos posteriores.
Que son y cuales son los Libros Apócrifos:
El término apócrifos es una expresión sumamente especial, que, de hecho, reviste un carácter mucho más elevado: se trata de los textos cuyo acceso fue oculto, vedado, denegado, ante las grandes masas de cristianos católico-ortodoxos, escritos revestidos en una gran auréola de magia y misticismo: Se trata de las otras palabras y enseñanzas de Jesucristo, que supuestamente fueron difundidas por siete de los doce discípulos de Cristo que fueron investidos con el grado de Apóstoles, de acuerdo con los textos del Nuevo Testamento. (En éste sólo han sido compilados documentos escritos por cinco de esos doce. Y ellos son, a saber: Mateo, Juan, Santiago, Pedro y Judas el Tadeo. Confróntese este dato en cualquier Biblia moderna.).
Se trata de escritos que alegan ser las enseñanzas ocultas de los restantes apóstoles y que no respaldan muchas de las ideas mesiánicas comúnmente aceptadas por grupos de cristianos, y que fueron, de hecho, documentos tenidos en gran estimación, e incluso revestidos de carácter sagrado por los cristianos gnósticos de los primeros Siglos de la Era Cristiana. Se trata de enseñanzas referentes a una forma distinta de lograr acceder a la vida del mundo perdurable; no como un don gratuito, por bienaventuranza; sino como un estado conquistado de una transcendencia metafísica basada en la renuncia cotidiana al mundo y los placeres de la carne. Se trata de un concepto sumamente distinto de todo cristianismo difundido de formas exotéricas.
Los apócrifos del Nuevo Testamento incluyen varios evangelios y vidas de los apóstoles. Algunos de ellos fueron escritos evidentemente por autores gnósticos o miembros de otros grupos posteriormente definidos como herejes. Muchos de estos textos fueron descubiertos durante los Siglos XIX y XX, generando una intensa oleada de especulaciones en torno a su importancia en los inicios del cristianismo entre los eruditos religiosos.
Si bien todos los cristianos están de acuerdo acerca de qué libros deben ser incluidos en el canon del Nuevo Testamento, la Iglesia ortodoxa etíope solía incluir las epístolas I y II de Clemente y al Pastor de Hermas. A su vez otras iglesias como la Copta, tenían en sus pasajes escritos que describían la niñez de Jesus.
Un libro apócrifo del Nuevo Testamento bien conocido es el Evangelio de Tomás, el único texto completo que fue encontrado en la ciudad egipcia de Nag Hammadi en 1945. Otro evangelio propio de las corrientes gnósticas dentro del cristianismo de los primeros siglos, atribuido a Judas de Carioth, el Evangelio de Judas, generó expectación entre los seguidores de estudios y cuestiones del judeocristianismo cuando fue rescatado, reconstruido y presentado en el año 2006, en esfuerzo conjunto de Maecenas Foundation y National Geographic Society.
En el siglo XIX comenzaron a hacerse unos estudios a fondo sobre estos textos. Se encontraron escritos "apócrifos" desde el año 300 a. C. hasta el Nuevo Testamento, que proporcionaron a los investigadores una gran riqueza como fuentes históricas, así como, también, posturas divergentes sobre temas como inmortalidad, resurrección, etc., y la creencia en ellos a través de los siglos, desde un punto de vista siempre escatológico.
Diferencia entre "Apócrifos" y "Deuterocanónicos"
Con este antecedente, es justo enfatizar que existen controversias muy antiguas entre los diferentes grupos confesionales al seno de la Tradición Judeocristiana; dado que cada uno entre los principales grupos confesionales (cristianos ortodoxos, cristianos orientales —cópticos eutiquianos, siríacos nestorianos, etc.—, católicos romanos, protestantes y otras tendencias) a través de los siglos, ha venido planteando algunas importantes diferencias con respecto del canon de los grupos restantes, y ha ido reservando el término de "apócrifos" para distintos grupos de textos y de escritos no inclusos en su propia versión del Canon bíblico, aunque estén en la de otro u otros.
Los representantes del protestantismo han llamado Apócrifos a los documentos deuterocanónicos que son reivindicados como parte integrante del canon por distintas iglesias cristianas ortodoxas, cristianas orientales, y católica romana. Y usan el término Pseudoepígrafos, "escritos falsamente atribuidos", para hacer referencia al resto de los libros surgidos y emanados en contextos judíos o cristianos; y que, sin embargo, no han sido aceptados por ninguno de los grupos ya antes mencionados.
El primero en usar el término en este sentido fue Jerónimo de Estridón, en los escritos en que comenta la tarea que representó la traducción al latín del texto bíblico, a fin de designar a algunos de los libros que hoy son conocidos como deuterocanónicos, que habían sido incluidos en la Biblia judía griega (Canon Alejandrino), llamada Biblia Septuaginta, o de los LXX, aun cuando no aparecen en el Tanaj judío hebreo-arameo (Canon Palestinense), que fue redefinido por judíos fariseos históricos y neotestamentarios, durante los trabajos del Sínodo de Jamnia, en fecha tan tardía como el 95 d. C., y luego utilizada por las comunidades judías de los Siglos posteriores.
Que son y cuales son los Libros Apócrifos:
El término apócrifos es una expresión sumamente especial, que, de hecho, reviste un carácter mucho más elevado: se trata de los textos cuyo acceso fue oculto, vedado, denegado, ante las grandes masas de cristianos católico-ortodoxos, escritos revestidos en una gran auréola de magia y misticismo: Se trata de las otras palabras y enseñanzas de Jesucristo, que supuestamente fueron difundidas por siete de los doce discípulos de Cristo que fueron investidos con el grado de Apóstoles, de acuerdo con los textos del Nuevo Testamento. (En éste sólo han sido compilados documentos escritos por cinco de esos doce. Y ellos son, a saber: Mateo, Juan, Santiago, Pedro y Judas el Tadeo. Confróntese este dato en cualquier Biblia moderna.).
Se trata de escritos que alegan ser las enseñanzas ocultas de los restantes apóstoles y que no respaldan muchas de las ideas mesiánicas comúnmente aceptadas por grupos de cristianos, y que fueron, de hecho, documentos tenidos en gran estimación, e incluso revestidos de carácter sagrado por los cristianos gnósticos de los primeros Siglos de la Era Cristiana. Se trata de enseñanzas referentes a una forma distinta de lograr acceder a la vida del mundo perdurable; no como un don gratuito, por bienaventuranza; sino como un estado conquistado de una transcendencia metafísica basada en la renuncia cotidiana al mundo y los placeres de la carne. Se trata de un concepto sumamente distinto de todo cristianismo difundido de formas exotéricas.
Los apócrifos del Nuevo Testamento incluyen varios evangelios y vidas de los apóstoles. Algunos de ellos fueron escritos evidentemente por autores gnósticos o miembros de otros grupos posteriormente definidos como herejes. Muchos de estos textos fueron descubiertos durante los Siglos XIX y XX, generando una intensa oleada de especulaciones en torno a su importancia en los inicios del cristianismo entre los eruditos religiosos.
Si bien todos los cristianos están de acuerdo acerca de qué libros deben ser incluidos en el canon del Nuevo Testamento, la Iglesia ortodoxa etíope solía incluir las epístolas I y II de Clemente y al Pastor de Hermas. A su vez otras iglesias como la Copta, tenían en sus pasajes escritos que describían la niñez de Jesus.
Un libro apócrifo del Nuevo Testamento bien conocido es el Evangelio de Tomás, el único texto completo que fue encontrado en la ciudad egipcia de Nag Hammadi en 1945. Otro evangelio propio de las corrientes gnósticas dentro del cristianismo de los primeros siglos, atribuido a Judas de Carioth, el Evangelio de Judas, generó expectación entre los seguidores de estudios y cuestiones del judeocristianismo cuando fue rescatado, reconstruido y presentado en el año 2006, en esfuerzo conjunto de Maecenas Foundation y National Geographic Society.
En el siglo XIX comenzaron a hacerse unos estudios a fondo sobre estos textos. Se encontraron escritos "apócrifos" desde el año 300 a. C. hasta el Nuevo Testamento, que proporcionaron a los investigadores una gran riqueza como fuentes históricas, así como, también, posturas divergentes sobre temas como inmortalidad, resurrección, etc., y la creencia en ellos a través de los siglos, desde un punto de vista siempre escatológico.
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¿Cómo se escribieron los libros de la Biblia?
Con tu permiso, Damián, quisiera ir complementando algunos datos. espero no alterar significativamente elorden de tus posteos.
¿Cómo se escribieron los libros de la Biblia?
Antiguo Testamento ver: Jos 10.13; 2 Sam 1.18; 1 Cro 29,29; introducción a Sirac; 2 Mac 2 20-32)
Hechos del Pueblo de Dios ---> Memoria ---> Escritos
Es la historia de la literatura judía antes de Cristo. Primero solo existían las tradiciones orales hasta el s. X a.c. desde entonces, a partir de Salomón comienzan a escribirse los libros de la Ley. (Algunas partes de Génesis, Éxodo, Números y Josué)
Cuando el pueblo se divide el año 931 ó 926 a.c. entre Judá e Israel comienzan a escribirse los libros proféticos y algunos Salmos. (Se complementan los libros del Pentateuco, Jueces, Reyes, Jeremías y partes de Isaías, las partes más antiguas de los Provervios, Lamentaciones)
Desde el año 586 al 538 a.c. queda solo Judá. Exiliados en Babilonia (Ezequiel, se complementan los Salmos, se completa Isaías).
Los siglos VI al l a.c. los judíos vivieron esclavos y libres una y otra vez, continuamente, por los persas, macedonios, tolomeos, seleúcidas y romanos, se reúnen los libros antiguos, se completa la Ley y se escriben nuevos libros, en todas las regiones donde fue esparcido el pueblo judío, se escribe su historia (Macabeos, se terminan de redactar los libros proféticos con los profetas menores, Baruc), y aparecen los libros apocalípticos (Daniel, Enoc, Partes de Ester, Oráculos Sibilinos, 3 Macabeos, etc.), o sea, redactados en clave que solo podían comprender los iniciados en este arte.
Como contraposición a la sabiduría griega los judíos escriben sus propios libros sapienciales (Se completan los Salmos, Odas de Salomón, se completan los Proverbios, Rut, Cantares, Job, Sabiduría, Qoelet, Sirac, etc.)
¿Cómo se escribieron los libros de la Biblia?
Antiguo Testamento ver: Jos 10.13; 2 Sam 1.18; 1 Cro 29,29; introducción a Sirac; 2 Mac 2 20-32)
Hechos del Pueblo de Dios ---> Memoria ---> Escritos
Es la historia de la literatura judía antes de Cristo. Primero solo existían las tradiciones orales hasta el s. X a.c. desde entonces, a partir de Salomón comienzan a escribirse los libros de la Ley. (Algunas partes de Génesis, Éxodo, Números y Josué)
Cuando el pueblo se divide el año 931 ó 926 a.c. entre Judá e Israel comienzan a escribirse los libros proféticos y algunos Salmos. (Se complementan los libros del Pentateuco, Jueces, Reyes, Jeremías y partes de Isaías, las partes más antiguas de los Provervios, Lamentaciones)
Desde el año 586 al 538 a.c. queda solo Judá. Exiliados en Babilonia (Ezequiel, se complementan los Salmos, se completa Isaías).
Los siglos VI al l a.c. los judíos vivieron esclavos y libres una y otra vez, continuamente, por los persas, macedonios, tolomeos, seleúcidas y romanos, se reúnen los libros antiguos, se completa la Ley y se escriben nuevos libros, en todas las regiones donde fue esparcido el pueblo judío, se escribe su historia (Macabeos, se terminan de redactar los libros proféticos con los profetas menores, Baruc), y aparecen los libros apocalípticos (Daniel, Enoc, Partes de Ester, Oráculos Sibilinos, 3 Macabeos, etc.), o sea, redactados en clave que solo podían comprender los iniciados en este arte.
Como contraposición a la sabiduría griega los judíos escriben sus propios libros sapienciales (Se completan los Salmos, Odas de Salomón, se completan los Proverbios, Rut, Cantares, Job, Sabiduría, Qoelet, Sirac, etc.)
Oscar Antezana- Cantidad de envíos : 429
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Localización : Oruro - Bolivia
Fecha de inscripción : 16/03/2011
¿Cómo se escribieron los libros de la biblia?
El Nuevo Testamento ver: Col 4,16; 2 Pe 3,15-16; Ap 22,18; 1 Jn 12
Hechos de Jesús ---> Memoria ---> Escritos
La historia de la literatura de la iglesia primitiva es la siguiente: Cuando nació la iglesia, se predicaba la enseñanza oral de los apóstoles y seguidores de Jesús, se utilizaban los Escritos Judíos para demostrar con las profecías que Jesús era el Mesías esperado.
Se intercambiaban entre las comunidades las cartas y libros que componen el Nuevo Testamento y algunos más comenzando por las cartas de Pablo, algunas de ellas son las más antiguas.
Luego de varias redacciones, los evangelios sinópticos y los Hechos de los Apóstoles.
El evangelio de Juan, 1 carta de Juan Apocalipsis de Juan, 2 y 3 de Juan. Por último, Las cartas de Santiago, Judas y el Apocalipsis.
En todo este periodo se escribieron además muchos otros libros que finalmente no forman parte de la Biblia pero que forman parte de la verdadera historia del pueblo judío y de la Iglesia.
Hechos de Jesús ---> Memoria ---> Escritos
La historia de la literatura de la iglesia primitiva es la siguiente: Cuando nació la iglesia, se predicaba la enseñanza oral de los apóstoles y seguidores de Jesús, se utilizaban los Escritos Judíos para demostrar con las profecías que Jesús era el Mesías esperado.
Se intercambiaban entre las comunidades las cartas y libros que componen el Nuevo Testamento y algunos más comenzando por las cartas de Pablo, algunas de ellas son las más antiguas.
Luego de varias redacciones, los evangelios sinópticos y los Hechos de los Apóstoles.
El evangelio de Juan, 1 carta de Juan Apocalipsis de Juan, 2 y 3 de Juan. Por último, Las cartas de Santiago, Judas y el Apocalipsis.
En todo este periodo se escribieron además muchos otros libros que finalmente no forman parte de la Biblia pero que forman parte de la verdadera historia del pueblo judío y de la Iglesia.
Oscar Antezana- Cantidad de envíos : 429
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¿Cómo se recopilaron los libros de la Biblia?
Los libros del Antiguo Testamento formaban parte de la cultura del pueblo judío y fueron recopilados a lo largo de su historia. Hacia el año 250 a.c. en Alejandría se tradujeron estos libros a la lengua internacional de ese entonces: el griego (como el inglés en nuestros días). Esta versión se llama Septuaginta (o de los Setenta) y llegaba a los judíos dispersos en todo el mundo, en ese lapso llegó el Antiguo Testamento a Jesús y sus discípulos; este el canon largo o Alejandrino que usa la iglesia.
Cuando los romanos destruyeron Palestina el año 70, los judíos fundamentalistas sobrevivientes en su concilio de Jammia el año 95 decidieron dejar en su Biblia los libros protocanónicos solamente bajo cuatro criterios: Que fueran escritos antes de Esdras (año 400 a.c.), que fueran escritos en lengua Hebrea, Que estén conformes a la Ley de Moisés y que fueran redactados en Palestina.
Es que los Judíos ortodoxos ya no confiaban en ningún otro pueblo y pensaban que para mantenerse puros debían renunciar a aquellas cosas novedosas que aceptaba la gente para ellos impura; como la “secta de los cristianos” (Hch 28,22) así se conformó el canon corto o de Jamnia que usan los Judíos y algunas iglesias protestantes.
Los cristianos siguieron usando todos los libros del A.T. y sus propios libros, pero también tuvieron que someterlos sus propios juicios para garantizar su uso.
Los criterios que usaban eran:
Que los autores fueran personas cercanas a Jesús o a sus apóstoles, que fueran escritos por las primeras generaciones de cristianos, que el mensaje estuviera de acuerdo con la enseñanza de Jesús, y tuvieran el aval de los apóstoles.
Cuando los romanos destruyeron Palestina el año 70, los judíos fundamentalistas sobrevivientes en su concilio de Jammia el año 95 decidieron dejar en su Biblia los libros protocanónicos solamente bajo cuatro criterios: Que fueran escritos antes de Esdras (año 400 a.c.), que fueran escritos en lengua Hebrea, Que estén conformes a la Ley de Moisés y que fueran redactados en Palestina.
Es que los Judíos ortodoxos ya no confiaban en ningún otro pueblo y pensaban que para mantenerse puros debían renunciar a aquellas cosas novedosas que aceptaba la gente para ellos impura; como la “secta de los cristianos” (Hch 28,22) así se conformó el canon corto o de Jamnia que usan los Judíos y algunas iglesias protestantes.
Los cristianos siguieron usando todos los libros del A.T. y sus propios libros, pero también tuvieron que someterlos sus propios juicios para garantizar su uso.
Los criterios que usaban eran:
Que los autores fueran personas cercanas a Jesús o a sus apóstoles, que fueran escritos por las primeras generaciones de cristianos, que el mensaje estuviera de acuerdo con la enseñanza de Jesús, y tuvieran el aval de los apóstoles.
Oscar Antezana- Cantidad de envíos : 429
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LOS DOCUMENTOS ORIGINALES
MUCHISIMAS GRACIAS OSCAR, ES UN EXCELENTE COMPLETEMENTO EN EL LUGAR PRECISO.
Porque considero que hay que conocer como y de donde procede la BIBLIA, sobretodo para aquellos que la leen y consultan diariamente, que saben que HA SIDO INSPIRADA POR DIOS, pero no saben como fue que surgio esa INSPIRACIÓN, porque no es un libro escrito por un solo hombre como el Corn de Mahoma.
Y después de tan acertada intervención, prosigo con LOS DOCUMENTOS ORIGINALES
Al hablar de “Versiones de la Biblia”, es necesario establecer las distintas Traducciones que los documentos Originales han tenido a través de la historia. La Biblia es el Libro más traducido que existe, la totalidad de sus libros o al menos una porción de elles, se encuentra traducida a 2.303 idiomas.
Antes de la reunión de todos los Libros que componen la Biblia Judía y el Antiguo Testamento Cristiano, estaban identificados como “Las Escrituras”, redactadas en Hebreo y Arameo.
Los libros que componen en Nuevo Testamento fueron todos escritos en Griego, aunque no se descarta la posibilidad que hayan sido escritos en arameo y hebreo y posteriormente traducidos (un ejemplo el Evangelio de San Mateo).
PRIMERA TRADUCCIÓN CONOCIDA LA SEPTUAGINTA
Ahora bien, el Pueblo escogido por Dios se había dividido en dos partes: la comunidad propiamente judía, es decir, de Judea, y las comunidades israelitas dispersas más allá de Judea; por lo que, por estas últimas comunidades, los escritos sagrados se vieron traducidos a una lengua distinta al de sus originales hebreos y arameos: el griego. Esat traducción se llevó acabo en Alejandría y su redacción se realizó en el Siglo III a.C. (280 a.C - 145 a.C.). El filósofo judío Aristóbulo, quien vivió en Alejandría durante el reinado de Ptolomeo VI Filometor (181-145 a.C.), confirma este dato al referirse a ella en una carta al rey en los siguientes términos: “[...] la completa traducción de todos los Libros de la Ley (el Pentateuco), en los tiempos del rey Filadelfo, ancestro vuestro [...]”
A esta traducción se le conoce como la Biblia israelita griega, comúnmente llamada Biblia Septuaginta, o de los LXX, es la más incluyente, plural y representativa entre las colecciones de textos religiosos sagrados judíos e israelitas. Traducida a partir de textos hebreos y arameos más antiguos que las posteriores ediciones que siglos más tarde fueron asentadas en la forma actual del texto hebreo-arameo del Tanaj, representa una síntesis en que se subraya el monoteísmo judío e israelita, así como el carácter universalista de su ética. La Biblia Septuaginta, junto al Tanaj, constituye la base y la fuente del Antiguo Testamento de al menos una parte ciertamente importante de las Biblias cristianas (Católica y Ortodoxas).
VERSIONES O TRADUCCIONES DE LA BIBLIA - BIBLIA HEBREA
Biblia hebrea o Biblia hebraica es un término genérico para referirse a los libros de la Biblia escritos originalmente en hebreo y arameo antiguos. Se ajusta muy estrechamente al concepto judío Tanaj y al cristiano Antiguo Testamento (particularmente en su versión protestante, que no incluye las partes deuterocanónicas del Antiguo Testamento católico y el Anagignoskomena ortodoxo).
El término Biblia hebrea no implica ningún género de denominación, numeración u ordenación de libros, que es muy variable.
En el estudio erudito de hoy, es común referirse a la tres ediciones de la obra denominada Bibla Hebrea editada por Rudolf Kittel. En este contexto es frecuente la abreviatura BH, o BHK (K por Kittel), o (donde se refieren a las distintas ediciones), BH1, BH2 y BH3.
Las primeras dos ediciones aparecieron en 1906 y 1913 respectivamente; la diferencia entre ellas es leve, salvo por una lista de errores en la segunda. La segunda edición fue reimpresa varias veces. Reprodujo el texto hebreo encontrado en la tercera edición ha sido reemplazada por la Biblia Hebraica Stuttgartensia.
Saludos,
Porque considero que hay que conocer como y de donde procede la BIBLIA, sobretodo para aquellos que la leen y consultan diariamente, que saben que HA SIDO INSPIRADA POR DIOS, pero no saben como fue que surgio esa INSPIRACIÓN, porque no es un libro escrito por un solo hombre como el Corn de Mahoma.
Y después de tan acertada intervención, prosigo con LOS DOCUMENTOS ORIGINALES
Al hablar de “Versiones de la Biblia”, es necesario establecer las distintas Traducciones que los documentos Originales han tenido a través de la historia. La Biblia es el Libro más traducido que existe, la totalidad de sus libros o al menos una porción de elles, se encuentra traducida a 2.303 idiomas.
Antes de la reunión de todos los Libros que componen la Biblia Judía y el Antiguo Testamento Cristiano, estaban identificados como “Las Escrituras”, redactadas en Hebreo y Arameo.
Los libros que componen en Nuevo Testamento fueron todos escritos en Griego, aunque no se descarta la posibilidad que hayan sido escritos en arameo y hebreo y posteriormente traducidos (un ejemplo el Evangelio de San Mateo).
PRIMERA TRADUCCIÓN CONOCIDA LA SEPTUAGINTA
Ahora bien, el Pueblo escogido por Dios se había dividido en dos partes: la comunidad propiamente judía, es decir, de Judea, y las comunidades israelitas dispersas más allá de Judea; por lo que, por estas últimas comunidades, los escritos sagrados se vieron traducidos a una lengua distinta al de sus originales hebreos y arameos: el griego. Esat traducción se llevó acabo en Alejandría y su redacción se realizó en el Siglo III a.C. (280 a.C - 145 a.C.). El filósofo judío Aristóbulo, quien vivió en Alejandría durante el reinado de Ptolomeo VI Filometor (181-145 a.C.), confirma este dato al referirse a ella en una carta al rey en los siguientes términos: “[...] la completa traducción de todos los Libros de la Ley (el Pentateuco), en los tiempos del rey Filadelfo, ancestro vuestro [...]”
A esta traducción se le conoce como la Biblia israelita griega, comúnmente llamada Biblia Septuaginta, o de los LXX, es la más incluyente, plural y representativa entre las colecciones de textos religiosos sagrados judíos e israelitas. Traducida a partir de textos hebreos y arameos más antiguos que las posteriores ediciones que siglos más tarde fueron asentadas en la forma actual del texto hebreo-arameo del Tanaj, representa una síntesis en que se subraya el monoteísmo judío e israelita, así como el carácter universalista de su ética. La Biblia Septuaginta, junto al Tanaj, constituye la base y la fuente del Antiguo Testamento de al menos una parte ciertamente importante de las Biblias cristianas (Católica y Ortodoxas).
VERSIONES O TRADUCCIONES DE LA BIBLIA - BIBLIA HEBREA
Biblia hebrea o Biblia hebraica es un término genérico para referirse a los libros de la Biblia escritos originalmente en hebreo y arameo antiguos. Se ajusta muy estrechamente al concepto judío Tanaj y al cristiano Antiguo Testamento (particularmente en su versión protestante, que no incluye las partes deuterocanónicas del Antiguo Testamento católico y el Anagignoskomena ortodoxo).
El término Biblia hebrea no implica ningún género de denominación, numeración u ordenación de libros, que es muy variable.
En el estudio erudito de hoy, es común referirse a la tres ediciones de la obra denominada Bibla Hebrea editada por Rudolf Kittel. En este contexto es frecuente la abreviatura BH, o BHK (K por Kittel), o (donde se refieren a las distintas ediciones), BH1, BH2 y BH3.
Las primeras dos ediciones aparecieron en 1906 y 1913 respectivamente; la diferencia entre ellas es leve, salvo por una lista de errores en la segunda. La segunda edición fue reimpresa varias veces. Reprodujo el texto hebreo encontrado en la tercera edición ha sido reemplazada por la Biblia Hebraica Stuttgartensia.
Saludos,
Damián- Cantidad de envíos : 700
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VERSIONES O TRADUCCIONES DE LA BIBLIA
Como Biblia griega se entiende:
• Traducciones de la Biblia al griego, entre ellas: (1) Las ediciones de la Biblia comúnmente usadas en la actualidad por la Iglesia Ortodoxa Griega y controladas por ésta (y sus traducciones); y, (2) La Septuaginta , traducción al griego de la Biblia hebrea o Antiguo Testamento realizada en la Antigüedad.
• Los libros del Nuevo Testamento originalmente escritos en griego.
• La parte griega de las ediciones políglotas de la Biblia, antiguas o modernas, como (1) la Biblia Políglota Complutense, (2) el Novum Testamentum Graece de Erasmo, y (3) el Textus Receptus.
BIBLIA LATINA:
VETUS LATINA:
No existe una única Biblia "Vetus Latina", pues hay una gran colección de textos bíblicos en forma manuscritos que contienen testimonios de traducciones al latín de pasajes bíblicos anteriores a Jerónimo. Tras comparar el evangelio de Lucas en Lucas 24:4-5 en manuscritos de la Vetus Latina, Bruce M. Metzger contó "no menos de 27 lecturas distintas".
Ante este testimonio de traducciones previas, muchos estudiosos agregan frecuentemente citas a pasajes bíblicos que aparecen en los trabajos de los Padres Latinos, algunos de los cuales son idénticos a ciertos grupos de manuscritos. Por tanto, muchas de las "versiones" Vetus Latina no fueron generalmente promulgadas como traducciones de la Biblia para ser usadas en la Iglesia entera, sino preparados ad hoc para el uso local de comunidades cristianas, o para ilustrar otros discursos cristianos o sermones.
Hay algunos textos que parece ser fueron llevados a un más alto valor, como algunos manuscritos de los evangelios en latín que contienen los cuatro evangelios canónicos, aunque difieren sustancialmente unos de otros en la traducción. Otros pasajes bíblicos, sin embargo, difieren sólo en ciertos fragmentos.
El lenguaje de las traducciones Vetus latina tiene muy mala calidad, como Agustín de Hipona lamentaba en De Doctrina Christiana (2,16). Abundan los solecismos gramaticales y algunos reproducen el griego o el hebreo literalmente, tal cual aparecen en la Septuaginta. Igualmente, varias traducciones Vetus latina reflejan algunas de las versiones circulantes de la Septuaginta, como por ejemplo los manuscritos africanos (como el Codex Bobiensis) que preservan fragmentos del estilo de texto occidental, mientras que algunos manuscritos europeos están cercanos al estilo de texto bizantino. Hay muchas características gramaticales que vienen del uso de formas gramaticales del Latín vulgar en el texto.
VULGATA (latín – de san Jerónimo)
La Vulgata es una traducción de la Biblia al latín, realizada a principios del siglo V por san Jerónimo de Estridón, por encargo del papa Dámaso I en 382. La versión toma su nombre de la frase vulgata editio (edición para el pueblo) y se escribió en un latín corriente en contraposición con el latín clásico de Cicerón, que san Jerónimo dominaba. El objetivo de la Vulgata era ser más fácil de entender y más exacta que sus predecesoras.
Un número de manuscritos tempranos que atestiguan la Vulgata sobreviven hoy. Fechando en el siglo VIII, el códice Amiatinus es el manuscrito completo más antiguo. El códice Fuldensis, que data aproximadamente del 545, es anterior aunque los evangelios son una versión corregida del Diatessaron.
En la Edad Media la Vulgata sucumbió a los cambios inevitables forjados por el error humano, en el copiado incontable del texto en los monasterios a través de Europa. Desde sus días más tempranos, las lecturas del Vetus Latina fueron introducidas. Las notas marginales fueron interpoladas erróneamente en el texto. Ninguna copia era igual a la otra. Cerca del año 550, Casiodoro hizo la primera tentativa de restauración de la Vulgata a su pureza original. Alcuino de York supervisó esfuerzos para copiar una Vulgata restaurada, que él presentó a Carlomagno en 801. Tentativas similares fueron repetidas por Teodulfo Obispo de Orleans (787? - 821); Lanfranc, Arzobispo de Canterbury (1070-1089); Esteban Harding, el abad de Cîteaux (1109-1134); y del diácono Nicolás Maniacoria (sobre el principio del siglo XIII).
Aunque el advenimiento de la imprenta redujo mucho el potencial del error humano y aumentó la consistencia y la uniformidad del texto, las ediciones más tempranas de la Vulgata reprodujeron simplemente los manuscritos que estaban disponibles fácilmente para los editores. De los centenares de ediciones, la más notable es la de Mazarin, publicada por Johann Gutenberg en 1455, famosa por su belleza y antigüedad. En 1504 la primera Vulgata con variantes de lectura fue publicada en París. Uno de los textos de la Biblia Políglota Complutense fue una edición de la Vulgata, hecha con los manuscritos antiguos y corregida para convenir con el griego. Erasmo publicó una edición corregida y cotejada con el griego y el hebreo en 1516. En 1528, Robertus Stephanus. La edición crítica de Juan Hentenius de Lovaina siguió en 1547. Una mención final se debe hacer a la edición de la Vulgata publicada por la Sociedad Bíblica Alemana (Deutsche Bibelgesellschaft), en Stuttgart. Intenta reconstruir el texto original que publicó Jerónimo hace 1.600 años mediante la comparación crítica de los manuscritos importantes. Una característica importante en la edición de Stuttgart para los estudiosos de la Vulgata es la inclusión de todos los prólogos de Jerónimo a diferentes libros. Contiene en el apéndice de apócrifos, el salmo 151, la epístola a los Laodicenses, además de los libros 3 y 4 de Esdras y la Oración de Manasés. Además, sus prefacios contemporáneos son una fuente de la información valiosa sobre la historia de la Vulgata.
TRADUCCIONES DE LA BIBLIA AL ESPAÑOL (DESDE LA PRIMER TRADUCCIÓN AL ESPAÑOL 1280, HASTA EL AÑO 1900)
Estas son distintas traducciones de la Biblia al idioma español (la Reina Valera no fue la primera traducción al Español):
1280 - Biblia Alfonsina: Traducción de la Vulgata latina al castellano.
1430 -Biblia de Alba: Moshé Arragel, patrocinada por Luis González de Guzmán, Maestre de la Orden de Calatrava.
1420 - Antiguo Testamento del rabino Salomón
1420 - Antiguo Testamento de traductor anónimo
1543 - Nuevo Testamento de Francisco de Enzinas, Amberes.
1553 - Traducción del Antiguo Testamento al castellano, Ferrara, Italia
1556 - Nuevo Testamento de Juan Pérez de Pineda, "Venecia" (Ginebra).
1569 - La Biblia, conocida como la Biblia del Oso, por aparecer un dibujo de este animal en su portada, Casiodoro de Reina Basilea, Suiza. (Primera traducción completa de la Biblia al español. Al no aceptar la censura previa de su traducción, por parte de Juan Calvino (contenía todos los libros incluidos en la Biblia Vulgata Latina Católica), esta versión no fue bien vista por la teocracia ginebrina. Tiene, como detalle curioso en su portada, aparte del dibujo, una cita bíblica escrita en idioma hebreo.)
1602 - Biblia, conocida como la Biblia del Cántaro, Casiodoro de Reina & Cipriano de Valera Ámsterdam, Países Bajos. (Revisión de la "Biblia del Oso", de Casiodoro de Reina, para adaptarla a la ortodoxia de la teocracia ginebrina, por Cipriano de Valera. -En realidad, diferente ordenación de los libros: todos los libros deuterocanónicos fueron puestos aparte del resto de los textos del Viejo Testamento, y algunas de sus notas originales fueron reemplazadas por notas tomadas de la biblia calvinista francesa.- Se ha hecho numerosas revisiones posteriores en 1862, 1909, 1960, 1975, 1995 y 2000. La publican actualmente las Sociedades Bíblicas Unidas).
1793 - Biblia del padre Felipe Scío de San Miguel Felipe Scío de San Miguel, Traducción al castellano de la Vulgata latina.
1893 - Versión Moderna, Enrique B. Pratt, misionero presbiteriano en Colombia y México. Publicada por la Sociedad Bíblica Americana. Inició este trabajo en Colombia, en el año 1876.
1825 - Biblia de José Petisco y Félix Torres Amat, José Petisco y Félix Torres Amat Astorga, León, España. Traducción al castellano de la Vulgata latina.
TRADUCCIONES DE LA BIBLIA AL ESPAÑOL (DESDE EL AÑO 1900, HASTA EL AÑO 1999)
Estas son distintas traducciones de la Biblia al idioma español:
1916 - Nuevo Testamento, versión hispanoamericana
1928 - La Sagrada Biblia. Guillermo Jünemann Concepción, Chile (Traducción directa literal del texto integral griego al castellano. Nuevo Testamento publicado desde ese mismo año. Antiguo Testamento según la Septuaginta, inédito hasta 1992.)
1944 - Biblia Nácar-Colunga, Eloíno Nácar Fúster & Alberto Colunga Cueto (Traducción crítica del hebreo, arameo y griego. Reeditada por la Biblioteca de Autores Cristianos –BAC-).
1947 - Biblia Bover-Cantera, José María Bover & Francisco Cantera Burgos (Traducción crítica del hebreo, arameo y griego. Reeditada por la Biblioteca de Autores Cristianos –BAC-).
1948-1951 - Biblia Comentada, Dr. Juan Straubinger La Plata, Argentina (Traducción literal del hebreo, arameo, griego y latín. Reeditada por numerosas editoriales diocesanas de América Latina.)
1963 - Nuevo Testamento, Traducción del Nuevo Mundo, Traducción del inglés por Watch Tower Bible and Tract Society . Brooklyn, Nueva York, EE.UU. (traducción de los TJ, no identificados los traductores que intervinieron).
1966 – (traducida al castellano en 1967) Biblia de Jerusalén, Equipo de estudiosos de la Escuela Bíblica de Jerusalén, París-Bilbao-Madrid (Traducción al castellano basada en numerosas fuentes primigenias, y siguiendo los criterios interpretativos de la versión francesa de la Biblia editada por la Escuela Bíblica de Jerusalén. Revisiones en 1975 y 1998.)
1968 - Biblia de Editorial Labor, Traducción del italiano publicada por Editorial Labor.
1972 - Biblia Latinoamericana, edición pastoral para Latinoamérica (Traducida por un equipo dirigido por monseñor Ramón Ricciardi y Bernardo Hurault Hay una edición corregida en el año 2004 y la edición 'formadores' con notas ampliadas.)
1979 - Sagrada Biblia, Elaborada por los eruditos católicos más destacados de su tiempo a cargo de F. Cantera y M. Iglesias. (Versión crítica sobre textos escritos en lenguajes hebreo, arameo y griego, publicada por la Biblioteca de Autores Cristianos en 1975 - 3ª edición en el año 2000, 2ª impresión en el 2003).
1975 - La Biblia de editorial Herder, Publicada bajo la dirección de Serafín de Ausejo para la citada editorial.
1976 Nueva Biblia Española, Equipo bajo la dirección de Luis Alonso Schöckel y Juan Mateos. Traducción directa de los textos originales
1978-2008 - Biblia Interconfesional (Nuevo Testamento), Trabajo conjunto de las Sociedades Bíblicas Unidas, la Biblioteca de Autores Cristianos, y la Casa de la Biblia. España (Se hizo una revisión completa y se publicó toda la Biblia en el 2008 con el nombre de Biblia Traducción Interconfesional –BTI- bajo los auspicios de la Biblioteca de Autores Cristianos, Editorial Verbo Divino, Sociedad Bíblica de España y las Sociedades Bíblicas Unidas.)
1979 (existe una revisión del año 1994) Dios Habla Hoy (DHH) o Versión Popular. Traducción realizada por las Sociedades Bíblicas Unidas con la colaboración de eruditos católicos. (Es una traducción dinámica -idea por idea- con lenguaje accesible. Hay una edición de estudio con notas históricas y lingüísticas no confesionales elaboradas por eruditos católicos y protestantes -2000-).
1979 - La Biblia al Día, Una paráfrasis publicada por la Sociedad Bíblica Internacional. Se publicó una revisión en el año 2008 con el nombre de Nueva Biblia al Día (NBD).
1980 - Biblia el libro del pueblo de Dios, Publicada bajo la dirección de Armando Levoratti y A.B. Trusso. Argentina (Libro del Pueblo de Dios, versión digitalizada)
1983 - Nuevo Testamento de la Universidad de Navarra, Texto bilingüe latín-castellano.
1986 - Biblia de las Américas (BLA), Publicada por la Fundación Lockman. (Existe una versión en español latinoamericano llamada Nueva Biblia de los Hispanos, publicada en el 2005.)
1987 - Traducción del Nuevo Mundo de las Santas Escrituras (TNM), Watchtower Bible And Tract Society of New York, Inc. (Una traducción revisada basada en la versión de 1984 en inglés, pero consultando los antiguos textos hebreo y griego). (Se desconoce quienes fueron los que intervinieron)
1988 - La Santa Biblia, Equipo de traductores dirigido por Evaristo Martín Nieto Colombia-Venezuela (Traducción literal del hebreo, arameo y griego. Editada por Ediciones Paulinas.)
1992 - Biblia Casa de la Biblia, Revisión hecha por un equipo dirigido por Santiago Guijarro y Miguel Salvador. (Hay dos ediciones, una para España y otra para Latinoamérica.)
1993 - Biblia del Peregrino, Versión realizada por un equipo de traductores dirigido por Alonso Schökel.
1994 - Nuevo Testamento versión Recobro, Versión de Living Stream Ministry. La versión recobro sigue, por lo general, el texto griego de Nestle-Aland según consta en Novum Testamentum Graece (26a edición).
1999 - Nueva Versión Internacional (NVI), Equipo compuesto de biblistas de más de 10 países hispanohablantes. Editor: Luciano Jaramillo, biblista colombiano; Miami, EE.UU. (Traducción dinámica de los originales, publicado por la Sociedad Bíblica Internacional.)
TRADUCCIONES DE LA BIBLIA AL ESPAÑOL (TRADUCCIONES DEL SIGLO XXI)
Estas son distintas traducciones de la Biblia al idioma español:
2000 - Nuevo Testamento traducción de Pedro Ortiz, P. Pedro Ortiz, sacerdote católico colombiano, Publicada por Ediciones San Pablo. Bogotá, Colombia
2000 - Nuevo Testamento, La Palabra de Dios para Todos (PDT), Traducción realizada por el Centro Mundial de Traducción de la Biblia. Versión en español latinoamericano usada por organizaciones que trabajan en prisiones, hospitales, ministerios infantiles y juveniles, nuevos conversos y recién alfabetizados. La Biblia completa se publicó en el 2005.
2001 - La Biblia de América, Adaptada por un equipo de expertos mexicanos, colombianos y argentinos dirigido por Santiago García por encargo de la Casa de la Biblia. Redactada en los giros idiomáticos del español propio de América Latina.
2001 (Sólo el Nuevo Testamento) - Biblia Textual de la Sociedad Bíblica Iberoamericana. Corrección de la versión Reina-Valera, valiéndose de la Base Textual de la que hoy se dispone, para lograr acercarse a la restauración del texto original.
2003 - Biblia traducción en lenguaje actual (TLA). Sociedades Bíblicas Unidas.
2005 - La Biblia en la versión La Palabra de Dios para Todos (PDT), Centro Mundial de Traducción de la Biblia. El editor de esta versión es el lingüista Rafael Serrano. (Versión en español latinoamericano. El Nuevo Testamento se publicó en el año 2000 y la Biblia completa en el 2005. Se publicó una revisión completa en el 2008.)
2004 - Sagrada Biblia. Facultad de Teología de la Universidad de Navarra (EUNSA) Navarra, España
2007 - Santa Biblia Valera 1602 Purificada, Publicada por Sembrador de la Semilla Incorruptible. Shelbyville, TN, EE.UU.
2008 - Evangelio de Juan en la versión Nueva Traducción Viviente (NTV), Tyndale House Publishers. EE.UU.
2009 - Evangelio de Juan en la versión Reina Valera Contemporánea (RVC), Sociedades Bíblicas Unidas. EE.UU. (Es una revisión de la Reina Valera en español latinoamericano).
2009 (Sólo el Nuevo Testamento) - Biblia para nuevos creyentes en la versión Nueva Traducción Viviente (NTV), Tyndale House Publishers. El editor de esta versión es el lingüista Rafael Serrano. EE.UU (Traducción al español latinoamericano basada en las lenguas originales, y siguiendo los criterios y filosofía de la New Living Translation –NLT-)..
2009 - Santa Biblia: Reina-Valera 2009, Fue preparada y revisada por un equipo de traductores, Autoridades Generales, Setentas de Área, eruditos de la Biblia y miembros de la Iglesia SUD. EE.UU. (Esta labor se llevó a cabo bajo la dirección de la Primera Presidencia y del Quórum de los Doce Apóstoles de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días y se basa en la edición Reina-Valera de 1909).
• Traducciones de la Biblia al griego, entre ellas: (1) Las ediciones de la Biblia comúnmente usadas en la actualidad por la Iglesia Ortodoxa Griega y controladas por ésta (y sus traducciones); y, (2) La Septuaginta , traducción al griego de la Biblia hebrea o Antiguo Testamento realizada en la Antigüedad.
• Los libros del Nuevo Testamento originalmente escritos en griego.
• La parte griega de las ediciones políglotas de la Biblia, antiguas o modernas, como (1) la Biblia Políglota Complutense, (2) el Novum Testamentum Graece de Erasmo, y (3) el Textus Receptus.
BIBLIA LATINA:
VETUS LATINA:
No existe una única Biblia "Vetus Latina", pues hay una gran colección de textos bíblicos en forma manuscritos que contienen testimonios de traducciones al latín de pasajes bíblicos anteriores a Jerónimo. Tras comparar el evangelio de Lucas en Lucas 24:4-5 en manuscritos de la Vetus Latina, Bruce M. Metzger contó "no menos de 27 lecturas distintas".
Ante este testimonio de traducciones previas, muchos estudiosos agregan frecuentemente citas a pasajes bíblicos que aparecen en los trabajos de los Padres Latinos, algunos de los cuales son idénticos a ciertos grupos de manuscritos. Por tanto, muchas de las "versiones" Vetus Latina no fueron generalmente promulgadas como traducciones de la Biblia para ser usadas en la Iglesia entera, sino preparados ad hoc para el uso local de comunidades cristianas, o para ilustrar otros discursos cristianos o sermones.
Hay algunos textos que parece ser fueron llevados a un más alto valor, como algunos manuscritos de los evangelios en latín que contienen los cuatro evangelios canónicos, aunque difieren sustancialmente unos de otros en la traducción. Otros pasajes bíblicos, sin embargo, difieren sólo en ciertos fragmentos.
El lenguaje de las traducciones Vetus latina tiene muy mala calidad, como Agustín de Hipona lamentaba en De Doctrina Christiana (2,16). Abundan los solecismos gramaticales y algunos reproducen el griego o el hebreo literalmente, tal cual aparecen en la Septuaginta. Igualmente, varias traducciones Vetus latina reflejan algunas de las versiones circulantes de la Septuaginta, como por ejemplo los manuscritos africanos (como el Codex Bobiensis) que preservan fragmentos del estilo de texto occidental, mientras que algunos manuscritos europeos están cercanos al estilo de texto bizantino. Hay muchas características gramaticales que vienen del uso de formas gramaticales del Latín vulgar en el texto.
VULGATA (latín – de san Jerónimo)
La Vulgata es una traducción de la Biblia al latín, realizada a principios del siglo V por san Jerónimo de Estridón, por encargo del papa Dámaso I en 382. La versión toma su nombre de la frase vulgata editio (edición para el pueblo) y se escribió en un latín corriente en contraposición con el latín clásico de Cicerón, que san Jerónimo dominaba. El objetivo de la Vulgata era ser más fácil de entender y más exacta que sus predecesoras.
Un número de manuscritos tempranos que atestiguan la Vulgata sobreviven hoy. Fechando en el siglo VIII, el códice Amiatinus es el manuscrito completo más antiguo. El códice Fuldensis, que data aproximadamente del 545, es anterior aunque los evangelios son una versión corregida del Diatessaron.
En la Edad Media la Vulgata sucumbió a los cambios inevitables forjados por el error humano, en el copiado incontable del texto en los monasterios a través de Europa. Desde sus días más tempranos, las lecturas del Vetus Latina fueron introducidas. Las notas marginales fueron interpoladas erróneamente en el texto. Ninguna copia era igual a la otra. Cerca del año 550, Casiodoro hizo la primera tentativa de restauración de la Vulgata a su pureza original. Alcuino de York supervisó esfuerzos para copiar una Vulgata restaurada, que él presentó a Carlomagno en 801. Tentativas similares fueron repetidas por Teodulfo Obispo de Orleans (787? - 821); Lanfranc, Arzobispo de Canterbury (1070-1089); Esteban Harding, el abad de Cîteaux (1109-1134); y del diácono Nicolás Maniacoria (sobre el principio del siglo XIII).
Aunque el advenimiento de la imprenta redujo mucho el potencial del error humano y aumentó la consistencia y la uniformidad del texto, las ediciones más tempranas de la Vulgata reprodujeron simplemente los manuscritos que estaban disponibles fácilmente para los editores. De los centenares de ediciones, la más notable es la de Mazarin, publicada por Johann Gutenberg en 1455, famosa por su belleza y antigüedad. En 1504 la primera Vulgata con variantes de lectura fue publicada en París. Uno de los textos de la Biblia Políglota Complutense fue una edición de la Vulgata, hecha con los manuscritos antiguos y corregida para convenir con el griego. Erasmo publicó una edición corregida y cotejada con el griego y el hebreo en 1516. En 1528, Robertus Stephanus. La edición crítica de Juan Hentenius de Lovaina siguió en 1547. Una mención final se debe hacer a la edición de la Vulgata publicada por la Sociedad Bíblica Alemana (Deutsche Bibelgesellschaft), en Stuttgart. Intenta reconstruir el texto original que publicó Jerónimo hace 1.600 años mediante la comparación crítica de los manuscritos importantes. Una característica importante en la edición de Stuttgart para los estudiosos de la Vulgata es la inclusión de todos los prólogos de Jerónimo a diferentes libros. Contiene en el apéndice de apócrifos, el salmo 151, la epístola a los Laodicenses, además de los libros 3 y 4 de Esdras y la Oración de Manasés. Además, sus prefacios contemporáneos son una fuente de la información valiosa sobre la historia de la Vulgata.
TRADUCCIONES DE LA BIBLIA AL ESPAÑOL (DESDE LA PRIMER TRADUCCIÓN AL ESPAÑOL 1280, HASTA EL AÑO 1900)
Estas son distintas traducciones de la Biblia al idioma español (la Reina Valera no fue la primera traducción al Español):
1280 - Biblia Alfonsina: Traducción de la Vulgata latina al castellano.
1430 -Biblia de Alba: Moshé Arragel, patrocinada por Luis González de Guzmán, Maestre de la Orden de Calatrava.
1420 - Antiguo Testamento del rabino Salomón
1420 - Antiguo Testamento de traductor anónimo
1543 - Nuevo Testamento de Francisco de Enzinas, Amberes.
1553 - Traducción del Antiguo Testamento al castellano, Ferrara, Italia
1556 - Nuevo Testamento de Juan Pérez de Pineda, "Venecia" (Ginebra).
1569 - La Biblia, conocida como la Biblia del Oso, por aparecer un dibujo de este animal en su portada, Casiodoro de Reina Basilea, Suiza. (Primera traducción completa de la Biblia al español. Al no aceptar la censura previa de su traducción, por parte de Juan Calvino (contenía todos los libros incluidos en la Biblia Vulgata Latina Católica), esta versión no fue bien vista por la teocracia ginebrina. Tiene, como detalle curioso en su portada, aparte del dibujo, una cita bíblica escrita en idioma hebreo.)
1602 - Biblia, conocida como la Biblia del Cántaro, Casiodoro de Reina & Cipriano de Valera Ámsterdam, Países Bajos. (Revisión de la "Biblia del Oso", de Casiodoro de Reina, para adaptarla a la ortodoxia de la teocracia ginebrina, por Cipriano de Valera. -En realidad, diferente ordenación de los libros: todos los libros deuterocanónicos fueron puestos aparte del resto de los textos del Viejo Testamento, y algunas de sus notas originales fueron reemplazadas por notas tomadas de la biblia calvinista francesa.- Se ha hecho numerosas revisiones posteriores en 1862, 1909, 1960, 1975, 1995 y 2000. La publican actualmente las Sociedades Bíblicas Unidas).
1793 - Biblia del padre Felipe Scío de San Miguel Felipe Scío de San Miguel, Traducción al castellano de la Vulgata latina.
1893 - Versión Moderna, Enrique B. Pratt, misionero presbiteriano en Colombia y México. Publicada por la Sociedad Bíblica Americana. Inició este trabajo en Colombia, en el año 1876.
1825 - Biblia de José Petisco y Félix Torres Amat, José Petisco y Félix Torres Amat Astorga, León, España. Traducción al castellano de la Vulgata latina.
TRADUCCIONES DE LA BIBLIA AL ESPAÑOL (DESDE EL AÑO 1900, HASTA EL AÑO 1999)
Estas son distintas traducciones de la Biblia al idioma español:
1916 - Nuevo Testamento, versión hispanoamericana
1928 - La Sagrada Biblia. Guillermo Jünemann Concepción, Chile (Traducción directa literal del texto integral griego al castellano. Nuevo Testamento publicado desde ese mismo año. Antiguo Testamento según la Septuaginta, inédito hasta 1992.)
1944 - Biblia Nácar-Colunga, Eloíno Nácar Fúster & Alberto Colunga Cueto (Traducción crítica del hebreo, arameo y griego. Reeditada por la Biblioteca de Autores Cristianos –BAC-).
1947 - Biblia Bover-Cantera, José María Bover & Francisco Cantera Burgos (Traducción crítica del hebreo, arameo y griego. Reeditada por la Biblioteca de Autores Cristianos –BAC-).
1948-1951 - Biblia Comentada, Dr. Juan Straubinger La Plata, Argentina (Traducción literal del hebreo, arameo, griego y latín. Reeditada por numerosas editoriales diocesanas de América Latina.)
1963 - Nuevo Testamento, Traducción del Nuevo Mundo, Traducción del inglés por Watch Tower Bible and Tract Society . Brooklyn, Nueva York, EE.UU. (traducción de los TJ, no identificados los traductores que intervinieron).
1966 – (traducida al castellano en 1967) Biblia de Jerusalén, Equipo de estudiosos de la Escuela Bíblica de Jerusalén, París-Bilbao-Madrid (Traducción al castellano basada en numerosas fuentes primigenias, y siguiendo los criterios interpretativos de la versión francesa de la Biblia editada por la Escuela Bíblica de Jerusalén. Revisiones en 1975 y 1998.)
1968 - Biblia de Editorial Labor, Traducción del italiano publicada por Editorial Labor.
1972 - Biblia Latinoamericana, edición pastoral para Latinoamérica (Traducida por un equipo dirigido por monseñor Ramón Ricciardi y Bernardo Hurault Hay una edición corregida en el año 2004 y la edición 'formadores' con notas ampliadas.)
1979 - Sagrada Biblia, Elaborada por los eruditos católicos más destacados de su tiempo a cargo de F. Cantera y M. Iglesias. (Versión crítica sobre textos escritos en lenguajes hebreo, arameo y griego, publicada por la Biblioteca de Autores Cristianos en 1975 - 3ª edición en el año 2000, 2ª impresión en el 2003).
1975 - La Biblia de editorial Herder, Publicada bajo la dirección de Serafín de Ausejo para la citada editorial.
1976 Nueva Biblia Española, Equipo bajo la dirección de Luis Alonso Schöckel y Juan Mateos. Traducción directa de los textos originales
1978-2008 - Biblia Interconfesional (Nuevo Testamento), Trabajo conjunto de las Sociedades Bíblicas Unidas, la Biblioteca de Autores Cristianos, y la Casa de la Biblia. España (Se hizo una revisión completa y se publicó toda la Biblia en el 2008 con el nombre de Biblia Traducción Interconfesional –BTI- bajo los auspicios de la Biblioteca de Autores Cristianos, Editorial Verbo Divino, Sociedad Bíblica de España y las Sociedades Bíblicas Unidas.)
1979 (existe una revisión del año 1994) Dios Habla Hoy (DHH) o Versión Popular. Traducción realizada por las Sociedades Bíblicas Unidas con la colaboración de eruditos católicos. (Es una traducción dinámica -idea por idea- con lenguaje accesible. Hay una edición de estudio con notas históricas y lingüísticas no confesionales elaboradas por eruditos católicos y protestantes -2000-).
1979 - La Biblia al Día, Una paráfrasis publicada por la Sociedad Bíblica Internacional. Se publicó una revisión en el año 2008 con el nombre de Nueva Biblia al Día (NBD).
1980 - Biblia el libro del pueblo de Dios, Publicada bajo la dirección de Armando Levoratti y A.B. Trusso. Argentina (Libro del Pueblo de Dios, versión digitalizada)
1983 - Nuevo Testamento de la Universidad de Navarra, Texto bilingüe latín-castellano.
1986 - Biblia de las Américas (BLA), Publicada por la Fundación Lockman. (Existe una versión en español latinoamericano llamada Nueva Biblia de los Hispanos, publicada en el 2005.)
1987 - Traducción del Nuevo Mundo de las Santas Escrituras (TNM), Watchtower Bible And Tract Society of New York, Inc. (Una traducción revisada basada en la versión de 1984 en inglés, pero consultando los antiguos textos hebreo y griego). (Se desconoce quienes fueron los que intervinieron)
1988 - La Santa Biblia, Equipo de traductores dirigido por Evaristo Martín Nieto Colombia-Venezuela (Traducción literal del hebreo, arameo y griego. Editada por Ediciones Paulinas.)
1992 - Biblia Casa de la Biblia, Revisión hecha por un equipo dirigido por Santiago Guijarro y Miguel Salvador. (Hay dos ediciones, una para España y otra para Latinoamérica.)
1993 - Biblia del Peregrino, Versión realizada por un equipo de traductores dirigido por Alonso Schökel.
1994 - Nuevo Testamento versión Recobro, Versión de Living Stream Ministry. La versión recobro sigue, por lo general, el texto griego de Nestle-Aland según consta en Novum Testamentum Graece (26a edición).
1999 - Nueva Versión Internacional (NVI), Equipo compuesto de biblistas de más de 10 países hispanohablantes. Editor: Luciano Jaramillo, biblista colombiano; Miami, EE.UU. (Traducción dinámica de los originales, publicado por la Sociedad Bíblica Internacional.)
TRADUCCIONES DE LA BIBLIA AL ESPAÑOL (TRADUCCIONES DEL SIGLO XXI)
Estas son distintas traducciones de la Biblia al idioma español:
2000 - Nuevo Testamento traducción de Pedro Ortiz, P. Pedro Ortiz, sacerdote católico colombiano, Publicada por Ediciones San Pablo. Bogotá, Colombia
2000 - Nuevo Testamento, La Palabra de Dios para Todos (PDT), Traducción realizada por el Centro Mundial de Traducción de la Biblia. Versión en español latinoamericano usada por organizaciones que trabajan en prisiones, hospitales, ministerios infantiles y juveniles, nuevos conversos y recién alfabetizados. La Biblia completa se publicó en el 2005.
2001 - La Biblia de América, Adaptada por un equipo de expertos mexicanos, colombianos y argentinos dirigido por Santiago García por encargo de la Casa de la Biblia. Redactada en los giros idiomáticos del español propio de América Latina.
2001 (Sólo el Nuevo Testamento) - Biblia Textual de la Sociedad Bíblica Iberoamericana. Corrección de la versión Reina-Valera, valiéndose de la Base Textual de la que hoy se dispone, para lograr acercarse a la restauración del texto original.
2003 - Biblia traducción en lenguaje actual (TLA). Sociedades Bíblicas Unidas.
2005 - La Biblia en la versión La Palabra de Dios para Todos (PDT), Centro Mundial de Traducción de la Biblia. El editor de esta versión es el lingüista Rafael Serrano. (Versión en español latinoamericano. El Nuevo Testamento se publicó en el año 2000 y la Biblia completa en el 2005. Se publicó una revisión completa en el 2008.)
2004 - Sagrada Biblia. Facultad de Teología de la Universidad de Navarra (EUNSA) Navarra, España
2007 - Santa Biblia Valera 1602 Purificada, Publicada por Sembrador de la Semilla Incorruptible. Shelbyville, TN, EE.UU.
2008 - Evangelio de Juan en la versión Nueva Traducción Viviente (NTV), Tyndale House Publishers. EE.UU.
2009 - Evangelio de Juan en la versión Reina Valera Contemporánea (RVC), Sociedades Bíblicas Unidas. EE.UU. (Es una revisión de la Reina Valera en español latinoamericano).
2009 (Sólo el Nuevo Testamento) - Biblia para nuevos creyentes en la versión Nueva Traducción Viviente (NTV), Tyndale House Publishers. El editor de esta versión es el lingüista Rafael Serrano. EE.UU (Traducción al español latinoamericano basada en las lenguas originales, y siguiendo los criterios y filosofía de la New Living Translation –NLT-)..
2009 - Santa Biblia: Reina-Valera 2009, Fue preparada y revisada por un equipo de traductores, Autoridades Generales, Setentas de Área, eruditos de la Biblia y miembros de la Iglesia SUD. EE.UU. (Esta labor se llevó a cabo bajo la dirección de la Primera Presidencia y del Quórum de los Doce Apóstoles de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días y se basa en la edición Reina-Valera de 1909).
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Pentateuco
Bueno, habiendo dado un vistazo rápido a la Historia de la Biblia, procedamos a profundizar en cada uno de sus diferentes Libros.
empezando por el Tanaj, la primera parte es denominada la Torá que forma el Pentateuco.
El conjunto de los cinco primeros libros se conoce como Pentateuco (del griego πεντα, penta, ‘cinco’, y τευχος, teujós, ‘funda para libros’, haciendo referencia a las fundas en las que se conservaban los rollos de pergamino) o, en hebreo, Jamisháh Jumshéy Toráh [חֲמִשָּׁה חֻמְשֵׁי תּוֹרָה], ‘los cinco quintos de la Torá’ o simplemente Jumash [חֻמָּשׁ], ‘quinto’ como abreviatura.
Incursos de lleno en la categoría de los libros históricos de la Biblia, los libros del Pentateuco narran en forma más o menos ordenada la historia y las vicisitudes del pueblo de Israel. Posiblemente la historia más ambiciosa de la literatura humana, los cinco textos abarcan desde la mismísima creación del universo hasta la muerte del patriarca y legislador Moisés.
El Pentateuco pretende probar (como la mayor parte de los libros históricos) la providencial elección del pueblo judío por Dios como Su pueblo elegido, especial entre todas las sociedades humanas. De esta forma, cuenta el establecimiento de una teocracia, el otorgamiento de la Tierra Prometida a sus seguidores, la entronización de una rígida Ley ética, civil y religiosa, y el largo periplo de los hebreos para salir de su esclavitud en Egipto y llegar a la bendecida tierra de Canaán.
Aunque comienza de un modo extremadamente amplio —la creación del mundo—, a medida que la Humanidad crece, se esparce, se multiplica y diferencia, el Pentateuco comienza a restringir cada vez más la línea histórica que seguirá, concentrándose muy pronto única y exclusivamente en la fracción de la que saldrá el Pueblo Elegido.
A poco de encontrarla, se restringe aún más, narrando solamente las penurias y éxitos de los judíos desde su salida de Egipto y su llegada a Canaán. La mayoría de estas historias sirven de marco y excusa a una prolija y minuciosa exposición de las normas legislativas que Yahvéh otorga a los hebreos, lo que ha valido a los cinco libros el apelativo de "La Ley" (la Torá).
Tradicionalmente se ha atribuido a Moisés la composición de los Cinco Libros. Así lo admitieron desde tiempos remotos los judíos, y de la misma forma lo admitieron los primeros cristianos. De ser cierto esto situaría su escritura hacia el siglo XV a. C. aproximadamente.
Este hecho comenzó, sin embargo, a ser puesta en duda a partir del siglo XVII d. C., con la Ilustración, y ya para el XVIII había un muy fuerte movimiento "antimosaico" que cuestionaba la autoría de Moisés. Algunos de los argumentos que se presentaron entonces tienen lógica incluso hoy en día (2010).
A lo largo de la colección completa, pero particularmente dentro de secciones específicas de cada libro, se evidencian diferencias léxicas, estilísticas, narraciones contadas más de una vez, etc. El ejemplo clásico lo constituye el hecho de que en ciertas partes del texto se llama a Dios con un nombre distinto al que se usa en otras (la célebre dicotomía entre las tradiciones yahvista y eloísta). Si se usa uno de ellos, el otro no se menciona jamás. Los dos nombres de Dios no se mezclan nunca, a lo largo de ninguno de los cinco libros. Esto hace pensar que los autores fueron más de uno, que conocían a la deidad por apelativos distintos. Según esta hipótesis su antigüedad variaría según las fuentes entre los años 950 y 400 a. C.
Julius Wellhausen (1844-1918) formuló la llamada hipótesis documentaria, de acuerdo con la cual se reconocen en el texto cuatro fuentes distintas, que habrían sido objeto de la síntesis que conocemos por redactores tardíos, de la época del cautiverio de Babilonia. A lo largo del siglo XX se han elaborado interpretaciones derivadas y alternativas otras a la de Wellhausen, con grados diversos de rigor, consistencia y poder explicativo. Todas coinciden en una autoría múltiple de los textos del Pentateuco.
Quizá el argumento más fuerte sea el propio Deuteronomio, el cual en su capítulo 34[1] habla acerca de la muerte de Moisés, su sepultura, lo que ocurrió con su cuerpo, la tristeza de su pueblo y varias otras cosas que ocurrieron en forma posterior al deceso. Nunca Moisés pudo haber escrito esos textos.
empezando por el Tanaj, la primera parte es denominada la Torá que forma el Pentateuco.
El conjunto de los cinco primeros libros se conoce como Pentateuco (del griego πεντα, penta, ‘cinco’, y τευχος, teujós, ‘funda para libros’, haciendo referencia a las fundas en las que se conservaban los rollos de pergamino) o, en hebreo, Jamisháh Jumshéy Toráh [חֲמִשָּׁה חֻמְשֵׁי תּוֹרָה], ‘los cinco quintos de la Torá’ o simplemente Jumash [חֻמָּשׁ], ‘quinto’ como abreviatura.
Incursos de lleno en la categoría de los libros históricos de la Biblia, los libros del Pentateuco narran en forma más o menos ordenada la historia y las vicisitudes del pueblo de Israel. Posiblemente la historia más ambiciosa de la literatura humana, los cinco textos abarcan desde la mismísima creación del universo hasta la muerte del patriarca y legislador Moisés.
El Pentateuco pretende probar (como la mayor parte de los libros históricos) la providencial elección del pueblo judío por Dios como Su pueblo elegido, especial entre todas las sociedades humanas. De esta forma, cuenta el establecimiento de una teocracia, el otorgamiento de la Tierra Prometida a sus seguidores, la entronización de una rígida Ley ética, civil y religiosa, y el largo periplo de los hebreos para salir de su esclavitud en Egipto y llegar a la bendecida tierra de Canaán.
Aunque comienza de un modo extremadamente amplio —la creación del mundo—, a medida que la Humanidad crece, se esparce, se multiplica y diferencia, el Pentateuco comienza a restringir cada vez más la línea histórica que seguirá, concentrándose muy pronto única y exclusivamente en la fracción de la que saldrá el Pueblo Elegido.
A poco de encontrarla, se restringe aún más, narrando solamente las penurias y éxitos de los judíos desde su salida de Egipto y su llegada a Canaán. La mayoría de estas historias sirven de marco y excusa a una prolija y minuciosa exposición de las normas legislativas que Yahvéh otorga a los hebreos, lo que ha valido a los cinco libros el apelativo de "La Ley" (la Torá).
Tradicionalmente se ha atribuido a Moisés la composición de los Cinco Libros. Así lo admitieron desde tiempos remotos los judíos, y de la misma forma lo admitieron los primeros cristianos. De ser cierto esto situaría su escritura hacia el siglo XV a. C. aproximadamente.
Este hecho comenzó, sin embargo, a ser puesta en duda a partir del siglo XVII d. C., con la Ilustración, y ya para el XVIII había un muy fuerte movimiento "antimosaico" que cuestionaba la autoría de Moisés. Algunos de los argumentos que se presentaron entonces tienen lógica incluso hoy en día (2010).
A lo largo de la colección completa, pero particularmente dentro de secciones específicas de cada libro, se evidencian diferencias léxicas, estilísticas, narraciones contadas más de una vez, etc. El ejemplo clásico lo constituye el hecho de que en ciertas partes del texto se llama a Dios con un nombre distinto al que se usa en otras (la célebre dicotomía entre las tradiciones yahvista y eloísta). Si se usa uno de ellos, el otro no se menciona jamás. Los dos nombres de Dios no se mezclan nunca, a lo largo de ninguno de los cinco libros. Esto hace pensar que los autores fueron más de uno, que conocían a la deidad por apelativos distintos. Según esta hipótesis su antigüedad variaría según las fuentes entre los años 950 y 400 a. C.
Julius Wellhausen (1844-1918) formuló la llamada hipótesis documentaria, de acuerdo con la cual se reconocen en el texto cuatro fuentes distintas, que habrían sido objeto de la síntesis que conocemos por redactores tardíos, de la época del cautiverio de Babilonia. A lo largo del siglo XX se han elaborado interpretaciones derivadas y alternativas otras a la de Wellhausen, con grados diversos de rigor, consistencia y poder explicativo. Todas coinciden en una autoría múltiple de los textos del Pentateuco.
Quizá el argumento más fuerte sea el propio Deuteronomio, el cual en su capítulo 34[1] habla acerca de la muerte de Moisés, su sepultura, lo que ocurrió con su cuerpo, la tristeza de su pueblo y varias otras cosas que ocurrieron en forma posterior al deceso. Nunca Moisés pudo haber escrito esos textos.
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Libros del Pentateuco
Génesis: El libro del Génesis relata la historia de la creación del mundo, el relato de Adán y Eva en el jardin del Edén, el castigo de estos por comer del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal ; La historia de sus dos primeros hijos: Caín y Abel. La aparición de tribus y razas y el desarrollo de los pueblos; la historia de la Torre de Babel; la narración del diluvio.
Éxodo: Los principales hechos del libro giran alrededor de la partida de los esclavos Hebreos de Egipto, bajo el liderazgo de Moisés (La opresión de los israelitas).
Levítico: Este libro trata los temas de las leyes referidas a los sacrificios, la consagración de los sacerdotes y las leyes referidas a la pureza y santidad.
Números: Este libro trata los temas del Sinaí, el desierto de Qades-Barnea y los llanos de Moab.
Deuteronomio: Este libro relata lo que sucedió desde la entrega de las Tablas de la Ley hasta la llegada a los llanos del Moab.
Éxodo: Los principales hechos del libro giran alrededor de la partida de los esclavos Hebreos de Egipto, bajo el liderazgo de Moisés (La opresión de los israelitas).
Levítico: Este libro trata los temas de las leyes referidas a los sacrificios, la consagración de los sacerdotes y las leyes referidas a la pureza y santidad.
Números: Este libro trata los temas del Sinaí, el desierto de Qades-Barnea y los llanos de Moab.
Deuteronomio: Este libro relata lo que sucedió desde la entrega de las Tablas de la Ley hasta la llegada a los llanos del Moab.
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Pentateuco - GÉNESIS
GÉNESIS es una palabra griega, que significa "origen". El primer libro de la Biblia lleva ese nombre, porque trata de los orígenes del universo, del hombre y del Pueblo de Dios.
El libro del Génesis se divide en dos grandes partes. La primera es denominada habitualmente "Historia primitiva", porque presenta un amplio panorama de la historia humana, desde la creación del mundo hasta Abraham (caps. 1-11). La segunda narra los orígenes más remotos del pueblo de Israel: es la historia de Abraham, Isaac y Jacob, los grandes antepasados de las tribus hebreas. Al final de esta segunda parte, adquiere particular relieve la figura de José, uno de los hijos de Jacob, ya que gracias a él su padre y sus hermanos pudieron establecerse en Egipto. La historia de los Patriarcas se cierra con el anuncio del retorno de los israelitas a la Tierra prometida, cuyo cumplimiento comienza a relatarse en el libro del Éxodo.
Los Orígenes del Universo y de la Humanidad
La fe de Israel en el Dios creador encontró su máxima expresión literaria en el gran poema de la creación, que ahora figura al comienzo de la Biblia. Una verdad se perfila a lo largo de todo este relato: el universo, con todas las maravillas y misterios que encierra, ha sido creado por el único Dios y es la manifestación de su sabiduría, de su amor y su poder. Por eso, cada una de las cosas creadas es "buena" y el conjunto de ellas es "muy bueno". En ese universo, al hombre le corresponde un lugar de privilegio, ya que Dios lo creó "a su imagen" y lo llamó a completar la obra de la creación.
Pero el relato del origen del universo sirve de prólogo a lo que constituye el principal centro de interés de los once primeros capítulos del Génesis, a saber, el drama de la condición humana en el mundo. Los diversos personajes que se van sucediendo –Adán y Eva, Caín y sus descendientes, los pueblos que intentan edificar la torre de Babel– representan arquetípicamente a la humanidad entera que pretende ocupar el puesto de Dios, constituyéndose así en norma última de su propia conducta. Esta pretensión, en lugar de convertir al hombre en dueño de su destino, hizo entrar en el mundo el sufrimiento y la muerte, rompió los lazos fraternales entre los hombres y provocó la dispersión de los pueblos. En el marco de esta historia, Dios va a realizar su designio de salvación.
Para describir este drama, los autores inspirados no recurrieron a formulaciones abstractas. Lo hicieron por medio de una serie de relatos convenientemente ordenados, de hondo contenido simbólico, que llevan la impronta del tiempo y de la cultura en que fueron escritos. Por eso, al leer estos textos, es imprescindible distinguir entre la verdad revelada por Dios, que mantiene su valor y actualidad permanentes, y su expresión literaria concreta, que refleja el fondo cultural común a todos los pueblos del Antiguo Oriente.
Los origínese del universo y de la humanidad, abarcan la creación del mundo y la caída del hombre, las historia desde adán hasta el diluvio y la historia desde Noé hasta Abraham.
Los Orígenes del Pueblo de Dios: la Época Patriarcal
En las narraciones sobre los Patriarcas se encuentran reunidos los recuerdos que conservó Israel acerca de sus antepasados más remotos. Estos relatos provienen en buena parte de la tradición oral, una tradición donde la historia se reviste de rasgos legendarios, y que antes de ser fijada por escrito se mantuvo viva en la memoria del pueblo a lo largo de los siglos. De allí la frescura y vivacidad de esas narraciones casi siempre breves y anecdóticas, más interesadas en el detalle pintoresco que en la exactitud histórica, geográfica o cronológica.
Los principales protagonistas de esta historia son Abraham, Isaac y Jacob. La tradición los presenta como jefes de clanes, que se desplazan constantemente en busca de pastos y agua para sus rebaños. Todavía no forman un pueblo ni poseen una tierra. El país de Canaán no es para ellos una posesión estable, sino el lugar donde residen como extranjeros. Pero Dios les promete una descendencia numerosa y les asegura que sus descendientes recibirán esa tierra en herencia. Sobre esta promesa divina gira toda la historia patriarcal. En virtud de esta promesa, Dios se abre un nuevo camino en ese mundo que los primeros capítulos del Génesis nos presentan ensombrecido por el pecado. Así comienza la "Historia de la salvación".
La época de los Patriarcas se inicia con la vocación de Abraham y culmina con la llegada de un pequeño grupo de israelitas a Egipto. Esto indica que la gesta patriarcal, como la promesa de que ellos son depositarios, está totalmente orientada hacia el futuro, hacia el Éxodo de Egipto. En ese momento decisivo, el Señor intervendrá para formarse un Pueblo consagrado a él, dando así cumplimiento a las promesas hechas a Abraham, Isaac y Jacob.
Abraham
Abraham es el peregrino que vive pendiente de la promesa de Dios. La Palabra del Señor irrumpió en su vida de una manera misteriosa e imprevisible, y lo puso en camino hacia un futuro totalmente nuevo. Obedeciendo a esa palabra divina, y sin otra garantía que su confianza en la fidelidad de Dios, Abraham rompió sus ataduras terrenas, sus vínculos nacionales y familiares, y partió hacia un país desconocido (Heb. 11. 8-10). Por ese acto de fe, que más de una vez se vio sometido a duras pruebas –sobre todo cuando Dios le ordenó sacrificar a su hijo Isaac– él llegó a ser el padre y el modelo de todos los creyentes (Rom. 4; Gál. 3. 7).
El Dios que se reveló a Abraham es aquel "que da vida a los muertos y llama a la existencia a las cosas que no existen" (Rom. 4. 17). El relato bíblico lo pone bien de relieve, al indicar que el Patriarca, cuando recibió la promesa divina, era ya muy anciano y su mujer estéril. Así, el acontecimiento esperado –el nacimiento del hijo que daría continuidad a la promesa– no debe nada a la intervención de los hombres, sino que se realiza en virtud de la libre elección y del poder creador de Dios.
A partir de Abraham, el ámbito de la narración bíblica se estrecha cada vez más, hasta concentrarse exclusivamente en la historia de Israel. Pero esta limitación no implica falta de interés por las demás naciones, ya que, a través de Abraham, la bendición divina alcanzará finalmente a todas las familias de la tierra (12. 3).
Isaac Y Jacob
En las tradiciones sobre la vida de los Patriarcas, Isaac no tiene rasgos tan bien perfilados como Abraham y Jacob. Él aparece casi siempre en un segundo plano, al lado de su padre o de su hijo. Todo su destino parece estar resumido en el feliz matrimonio con Rebeca, la esposa que el Señor le había preparado para asegurar el cumplimiento de las promesas hechas a Abraham.
Jacob, el tercero de los Patriarcas, es el prototipo del luchador astuto, ambicioso y tenaz. La tradición lo presenta primero en la casa paterna, con su hermano Esaú, después en Mesopotamia, junto a su suegro Labán y a sus esposas Raquel y Lía, y luego otra vez con Esaú, en la Transjordania. En su casa paterna, suplanta a su hermano robándole el derecho a la primogenitura y la bendición paterna; en Mesopotamia, acumula una enorme fortuna a expensas de su suegro. Cuando regresa a Canaán para salvar su vida y sus bienes, lucha con Dios cuerpo a cuerpo y lo obliga a bendecirlo. Esta bendición está asociada a un cambio de nombre, que implica un cambio de misión en la vida. En adelante, él no se llamará más Jacob, sino Israel, conviertiéndose así en padre del Pueblo elegido. Más tarde, colmado de hijos y riquezas, se radica en el centro mismo de la Tierra prometida, entre Siquém y Betel.
En la azarosa vida de Jacob, se pone en evidencia la libertad con que Dios elige los instrumentos para la realización de sus designios. El misterio de la elección divina escapa a todos los cálculos y criterios humanos, como lo recuerda san Pablo en su Carta a los Romanos (Rom. 9. 10-13).
La Historia De José
La historia de José se distingue considerablemente de los relatos anteriores. La narración tiene ahora una trama mucho más compleja y elaborada. Ya no está compuesta de escenas breves, más o menos independientes unas de otras, sino que presenta una sucesión dramática. Cada nuevo episodio presupone todas las etapas anteriores y prepara el desenlace final. Además, hay una mayor variedad de personajes y situaciones, que manifiestan una notable maestría en el arte de narrar.
El relato tiene como protagonista a José, el primer hijo de Raquel (30. 22-24) y el preferido de su padre Jacob (37.3). Víctima de la envidia de sus hermanos, es llevado de Canaán a Egipto. Pero Dios está con él cuando es vendido como esclavo y acusado injustamente, y lo eleva a la más alta dignidad, para que pueda salvar un día a toda su familia asediada por el hambre. De esta manera, el Señor va preparando secretamente el nacimiento de su Pueblo elegido. Con la llegada de Jacob y sus hijos a Egipto, se cierra la etapa de la historia patriarcal, que sirve de preludio a la epopeya del Éxodo.
José es presentado como el ideal del hombre sabio y prudente, y toda su vida encierra una lección de sabiduría. Aquí no hay intervenciones espectaculares del Señor: José no habla familiarmente con Dios como lo habían hecho Abraham, Isaac y Jacob; tampoco recibe una nueva revelación o una confirmación de la Promesa divina. Pero Dios está presente en cada acontecimiento, y sabe valerse de los pecados de los hombres para el bien de sus elegidos, como lo expresa claramente el mismo José, al final del relato (50.20).
El libro del Génesis se divide en dos grandes partes. La primera es denominada habitualmente "Historia primitiva", porque presenta un amplio panorama de la historia humana, desde la creación del mundo hasta Abraham (caps. 1-11). La segunda narra los orígenes más remotos del pueblo de Israel: es la historia de Abraham, Isaac y Jacob, los grandes antepasados de las tribus hebreas. Al final de esta segunda parte, adquiere particular relieve la figura de José, uno de los hijos de Jacob, ya que gracias a él su padre y sus hermanos pudieron establecerse en Egipto. La historia de los Patriarcas se cierra con el anuncio del retorno de los israelitas a la Tierra prometida, cuyo cumplimiento comienza a relatarse en el libro del Éxodo.
Los Orígenes del Universo y de la Humanidad
La fe de Israel en el Dios creador encontró su máxima expresión literaria en el gran poema de la creación, que ahora figura al comienzo de la Biblia. Una verdad se perfila a lo largo de todo este relato: el universo, con todas las maravillas y misterios que encierra, ha sido creado por el único Dios y es la manifestación de su sabiduría, de su amor y su poder. Por eso, cada una de las cosas creadas es "buena" y el conjunto de ellas es "muy bueno". En ese universo, al hombre le corresponde un lugar de privilegio, ya que Dios lo creó "a su imagen" y lo llamó a completar la obra de la creación.
Pero el relato del origen del universo sirve de prólogo a lo que constituye el principal centro de interés de los once primeros capítulos del Génesis, a saber, el drama de la condición humana en el mundo. Los diversos personajes que se van sucediendo –Adán y Eva, Caín y sus descendientes, los pueblos que intentan edificar la torre de Babel– representan arquetípicamente a la humanidad entera que pretende ocupar el puesto de Dios, constituyéndose así en norma última de su propia conducta. Esta pretensión, en lugar de convertir al hombre en dueño de su destino, hizo entrar en el mundo el sufrimiento y la muerte, rompió los lazos fraternales entre los hombres y provocó la dispersión de los pueblos. En el marco de esta historia, Dios va a realizar su designio de salvación.
Para describir este drama, los autores inspirados no recurrieron a formulaciones abstractas. Lo hicieron por medio de una serie de relatos convenientemente ordenados, de hondo contenido simbólico, que llevan la impronta del tiempo y de la cultura en que fueron escritos. Por eso, al leer estos textos, es imprescindible distinguir entre la verdad revelada por Dios, que mantiene su valor y actualidad permanentes, y su expresión literaria concreta, que refleja el fondo cultural común a todos los pueblos del Antiguo Oriente.
Los origínese del universo y de la humanidad, abarcan la creación del mundo y la caída del hombre, las historia desde adán hasta el diluvio y la historia desde Noé hasta Abraham.
Los Orígenes del Pueblo de Dios: la Época Patriarcal
En las narraciones sobre los Patriarcas se encuentran reunidos los recuerdos que conservó Israel acerca de sus antepasados más remotos. Estos relatos provienen en buena parte de la tradición oral, una tradición donde la historia se reviste de rasgos legendarios, y que antes de ser fijada por escrito se mantuvo viva en la memoria del pueblo a lo largo de los siglos. De allí la frescura y vivacidad de esas narraciones casi siempre breves y anecdóticas, más interesadas en el detalle pintoresco que en la exactitud histórica, geográfica o cronológica.
Los principales protagonistas de esta historia son Abraham, Isaac y Jacob. La tradición los presenta como jefes de clanes, que se desplazan constantemente en busca de pastos y agua para sus rebaños. Todavía no forman un pueblo ni poseen una tierra. El país de Canaán no es para ellos una posesión estable, sino el lugar donde residen como extranjeros. Pero Dios les promete una descendencia numerosa y les asegura que sus descendientes recibirán esa tierra en herencia. Sobre esta promesa divina gira toda la historia patriarcal. En virtud de esta promesa, Dios se abre un nuevo camino en ese mundo que los primeros capítulos del Génesis nos presentan ensombrecido por el pecado. Así comienza la "Historia de la salvación".
La época de los Patriarcas se inicia con la vocación de Abraham y culmina con la llegada de un pequeño grupo de israelitas a Egipto. Esto indica que la gesta patriarcal, como la promesa de que ellos son depositarios, está totalmente orientada hacia el futuro, hacia el Éxodo de Egipto. En ese momento decisivo, el Señor intervendrá para formarse un Pueblo consagrado a él, dando así cumplimiento a las promesas hechas a Abraham, Isaac y Jacob.
Abraham
Abraham es el peregrino que vive pendiente de la promesa de Dios. La Palabra del Señor irrumpió en su vida de una manera misteriosa e imprevisible, y lo puso en camino hacia un futuro totalmente nuevo. Obedeciendo a esa palabra divina, y sin otra garantía que su confianza en la fidelidad de Dios, Abraham rompió sus ataduras terrenas, sus vínculos nacionales y familiares, y partió hacia un país desconocido (Heb. 11. 8-10). Por ese acto de fe, que más de una vez se vio sometido a duras pruebas –sobre todo cuando Dios le ordenó sacrificar a su hijo Isaac– él llegó a ser el padre y el modelo de todos los creyentes (Rom. 4; Gál. 3. 7).
El Dios que se reveló a Abraham es aquel "que da vida a los muertos y llama a la existencia a las cosas que no existen" (Rom. 4. 17). El relato bíblico lo pone bien de relieve, al indicar que el Patriarca, cuando recibió la promesa divina, era ya muy anciano y su mujer estéril. Así, el acontecimiento esperado –el nacimiento del hijo que daría continuidad a la promesa– no debe nada a la intervención de los hombres, sino que se realiza en virtud de la libre elección y del poder creador de Dios.
A partir de Abraham, el ámbito de la narración bíblica se estrecha cada vez más, hasta concentrarse exclusivamente en la historia de Israel. Pero esta limitación no implica falta de interés por las demás naciones, ya que, a través de Abraham, la bendición divina alcanzará finalmente a todas las familias de la tierra (12. 3).
Isaac Y Jacob
En las tradiciones sobre la vida de los Patriarcas, Isaac no tiene rasgos tan bien perfilados como Abraham y Jacob. Él aparece casi siempre en un segundo plano, al lado de su padre o de su hijo. Todo su destino parece estar resumido en el feliz matrimonio con Rebeca, la esposa que el Señor le había preparado para asegurar el cumplimiento de las promesas hechas a Abraham.
Jacob, el tercero de los Patriarcas, es el prototipo del luchador astuto, ambicioso y tenaz. La tradición lo presenta primero en la casa paterna, con su hermano Esaú, después en Mesopotamia, junto a su suegro Labán y a sus esposas Raquel y Lía, y luego otra vez con Esaú, en la Transjordania. En su casa paterna, suplanta a su hermano robándole el derecho a la primogenitura y la bendición paterna; en Mesopotamia, acumula una enorme fortuna a expensas de su suegro. Cuando regresa a Canaán para salvar su vida y sus bienes, lucha con Dios cuerpo a cuerpo y lo obliga a bendecirlo. Esta bendición está asociada a un cambio de nombre, que implica un cambio de misión en la vida. En adelante, él no se llamará más Jacob, sino Israel, conviertiéndose así en padre del Pueblo elegido. Más tarde, colmado de hijos y riquezas, se radica en el centro mismo de la Tierra prometida, entre Siquém y Betel.
En la azarosa vida de Jacob, se pone en evidencia la libertad con que Dios elige los instrumentos para la realización de sus designios. El misterio de la elección divina escapa a todos los cálculos y criterios humanos, como lo recuerda san Pablo en su Carta a los Romanos (Rom. 9. 10-13).
La Historia De José
La historia de José se distingue considerablemente de los relatos anteriores. La narración tiene ahora una trama mucho más compleja y elaborada. Ya no está compuesta de escenas breves, más o menos independientes unas de otras, sino que presenta una sucesión dramática. Cada nuevo episodio presupone todas las etapas anteriores y prepara el desenlace final. Además, hay una mayor variedad de personajes y situaciones, que manifiestan una notable maestría en el arte de narrar.
El relato tiene como protagonista a José, el primer hijo de Raquel (30. 22-24) y el preferido de su padre Jacob (37.3). Víctima de la envidia de sus hermanos, es llevado de Canaán a Egipto. Pero Dios está con él cuando es vendido como esclavo y acusado injustamente, y lo eleva a la más alta dignidad, para que pueda salvar un día a toda su familia asediada por el hambre. De esta manera, el Señor va preparando secretamente el nacimiento de su Pueblo elegido. Con la llegada de Jacob y sus hijos a Egipto, se cierra la etapa de la historia patriarcal, que sirve de preludio a la epopeya del Éxodo.
José es presentado como el ideal del hombre sabio y prudente, y toda su vida encierra una lección de sabiduría. Aquí no hay intervenciones espectaculares del Señor: José no habla familiarmente con Dios como lo habían hecho Abraham, Isaac y Jacob; tampoco recibe una nueva revelación o una confirmación de la Promesa divina. Pero Dios está presente en cada acontecimiento, y sabe valerse de los pecados de los hombres para el bien de sus elegidos, como lo expresa claramente el mismo José, al final del relato (50.20).
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Pentateuco - ÉXODO
Los relatos del ÉXODO se mueven entre dos puntos geográficos precisos: Egipto y el Sinaí. Allí se desarrollaron los acontecimientos que hicieron de Israel el Pueblo de Dios: la salida de Egipto, el paso del Mar Rojo y la Alianza del Sinaí. El recuerdo de estos acontecimientos se grabó para siempre en la memoria de Israel, y se convirtió en el fundamento mismo de su fe. Por eso, el libro del Éxodo ocupa un lugar prominente entre todos los libros de la Biblia, y ha sido llamado con razón el "Evangelio" del Antiguo Testamento.
La Misión de Moisés
Se calcula que después de la muerte de José, los hebreos permanecieron en Egipto unos trescientos años. Su rápido crecimiento provocó la reacción del Faraón y su propósito de exterminarlos. Por eso los persiguió y los maltrató. En medio de la opresión, los descendientes de Abraham clamaron al Señor, y el Señor se acordó de su Promesa y suscitó un Libertador. Es Moisés, que va a ocupar un lugar preponderante en el resto del Pentateuco.
Moisés asume y cumple su misión, no sin grandes dificultades. "Él prefirió compartir los sufrimientos del Pueblo de Dios, antes que gozar los placeres efímeros del pecado, y se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible" (Heb. 11. 25, 27). De ahí que se enfrentó con el Faraón para exigirle la liberación de su Pueblo. En esa lucha, el Faraón personifica los intereses mezquinos que se oponen a la libertad de los hijos de Dios. Moisés, por su parte, es el arquetipo de los que luchan por conseguir esa libertad. El dramatismo con que está presentada semejante lucha, sobre todo en el relato de las plagas, pone bien en evidencia el triunfo final de Dios.
La Pascua y la Salida de Egipto
Israel conoció la servidumbre de Egipto, pero también experimentó la acción salvadora de su Dios que lo liberó de la esclavitud. La experiencia de esta liberación dejó una impronta tan indeleble en su memoria que se convirtió en el primer artículo de su "Credo": "Nosotros fuimos esclavos del Faraón en Egipto, pero el Señor nos hizo salir de allí con mano poderosa" (Deut. 6. 21).
En esta sencilla confesión de fe, se afirma implícitamente la inquebrantable oposición del Dios de Israel a toda forma de injusticia y su fuerza para hacer valer el derecho de los débiles. El Pueblo elegido conmemoraba la liberación recibida de Dios en una de sus grandes Fiestas, la de la Pascua, cuyo rito está detallado en esta parte del Éxodo.
El término "Pascua" –cuya significación etimológica es incierta– ha sido asociado a un verbo hebreo que significa "pasar por encima", "saltar" y también "librar". Esta Fiesta estaba ligada originariamente al sacrificio que los pastores nómadas o seminómadas ofrecían en primavera para proteger sus ganados. Pero en la liturgia de Israel la Pascua adquirió una significación totalmente nueva: era el "memorial" del Éxodo, del acto salvífico de Dios que puso fin a la esclavitud de Israel y lo condujo a la libertad. Esta salvación alcanzó su pleno cumplimiento en Cristo, "nuestra Pascua" (1 Cor. 5. 7).
La Marcha a través del desierto
A la alegría exultante de la liberación sigue la travesía dolorosa del desierto. ¡Qué penoso se hace caminar hacia una Tierra, prometida pero lejana y desconocida! Decir desierto es decir desolación y penuria. Surgen entonces las tentaciones y las rebeliones del Pueblo, que el libro de los Números nos relata más detalladamente. Es muy fácil clamar por la libertad, pero resulta difícil asumir los riesgos y responsabilidades que ella acarrea.
No es de extrañar, por lo tanto, que Israel haya llegado a añorar las aparentes "ventajas" de la esclavitud.
A pesar de todo, Dios camina siempre junto a su Pueblo y no le deja faltar lo necesario. Para saciar su hambre "hizo llover sobre ellos el maná" (Sal. 78. 24) y para calmar su sed "partió las rocas en el desierto" (Sal. 78. 15). Por eso, y más allá de todas las infidelidades, la marcha por el desierto será para Israel el tiempo ideal de sus relaciones con Dios, el tiempo de su "primer amor", como lo reconocerán Oseas, Jeremías y Ezequiel. Es en el desierto donde el Pueblo elegido, bajo la guía de Moisés, fue tomando conciencia comunitaria y adquiriendo su identidad religiosa frente a los otros pueblos.
La Alianza del Sinaí
A través de la Pascua y de las maravillas del Éxodo, el Pueblo liberado de la esclavitud llega al Sinaí. Allí el Señor le sale de nuevo al encuentro, para establecer su Alianza con él. En virtud de esta Alianza, el Señor se une a Israel con un vínculo particular y lo convierte en "su" Pueblo, el Pueblo consagrado a su servicio entre todas las naciones de la tierra. Así el designio del Señor comienza a desarrollarse como un "diálogo" entre Dios y el hombre. La Alianza del Señor con Israel no es un pacto entre iguales: la iniciativa pertenece al Señor, que manifiesta su bondad obrando maravillas. Pero al hombre le toca responder y comprometerse, asumiendo con gratitud y fidelidad el extraordinario privilegio de que ha sido objeto
.
La promulgación de la Ley en el Sinaí es la coronación de la obra salvadora iniciada por el Señor en el Éxodo. El Dios que escuchó el clamor de su Pueblo oprimido y lo liberó de la injusticia, ahora lo llama a instaurar en la tierra el reinado de la justicia. La suma y el compendio de esta exigencia es el Decálogo, que contiene dos clases de preceptos: los que definen la actitud justa ante Dios y los que inculcan el respeto hacia los derechos de cada hombre, como condición indispensable para la convivencia social. El resto de la legislación no hace más que desarrollar estos preceptos fundamentales, asumiendo y dando un nuevo sentido a muchas costumbres y normas morales comunes a los pueblos del Antiguo Oriente.
La Organización del Culto
La legislación contenida en los capítulos siguientes codifica la vida litúrgica de Israel, el Pueblo sacerdotal, consagrado al culto del verdadero Dios. Estas prescripciones rituales son presentadas como provenientes directamente del Señor. Pero ese modo de hablar no se debe tomar al pie de la letra. Se trata, más bien, de un procedimiento literario para indicar que dichas normas expresan la voluntad de Dios y llevan el sello de la autoridad divina.
Estas leyes presuponen la tradición cultual del Templo de Jerusalén, gestada a lo largo de siglos, y fijada definitivamente por escrito después del exilio babilónico. Si su promulgación se pone en boca de Moisés, es porque las instituciones cultuales, lo mismo que el resto de la legislación, derivan del impulso dado por él a Israel en los albores de su historia.
La solemne majestad del culto israelita contrasta con las formas simples y espontáneas que parecerían caracterizar a un culto "en espíritu y en verdad" (Jn. 4. 23). Pero sería falso pensar que detrás de esta minuciosa codificación –semejante en muchos puntos a la de Ez. 40-48- no hay nada más que un formalismo ritualista. Una lectura que tenga en cuenta no sólo la "letra", sino el "espíritu" de estos viejos textos, podrá auscultar en ellos el latido de una auténtica religiosidad, dominada por el sentimiento de la infinita santidad de Dios.
Ruptura y Renovación de la Alianza
Los israelitas se han quedado solos y sin guía en el desierto. Ya no sienten la presencia del Señor y Moisés tarda en bajar de la montaña. Esta ausencia momentánea les resulta insoportable, y se fabrican una imagen que les dé la sensación de tener a dios en medio de ellos, que lo haga visible y tangible, y del que puedan disponer a su agrado. La imagen elegida es la del "ternero", porque el toro joven representa, en la simbología del Antiguo Oriente, la fuerza rebosante, la vitalidad y la fecundidad.
En este momento crucial interviene Moisés. Lo hace como un profeta, denunciando y condenando severamente esa desviación del pueblo, que lo exponía a caer en la idolatría. Pero él es también el intercesor que se solidariza con sus hermanos, y así obtiene del Señor el perdón y la renovación de la Alianza.
El relato tiene en vista principalmente los terneros de oro que Jeroboám I erigió en los santuarios de Betel y Dan (1 Rey. 12. 26-33). Pero también denuncia las idolatrías de todos los tiempos: el ansia desmedida de poder, de riqueza, de bienestar material, y de todo aquello que acapara el corazón del hombre, apartándolo del verdadero Dios.
Ejecución de das Prescripciones Culturales
En su parte final, el libro del Éxodo describe la construcción del Santuario, siguiendo las indicaciones dadas anteriormente. Luego el Pueblo de Dios reanuda su marcha por el desierto, bajo la guía y la protección del Señor. La presencia de Dios en medio de su Pueblo está simbolizada por la "nube" y el "fuego", que van señalando las etapas del camino hacia la Tierra prometida (40. 36-38).
La Misión de Moisés
Se calcula que después de la muerte de José, los hebreos permanecieron en Egipto unos trescientos años. Su rápido crecimiento provocó la reacción del Faraón y su propósito de exterminarlos. Por eso los persiguió y los maltrató. En medio de la opresión, los descendientes de Abraham clamaron al Señor, y el Señor se acordó de su Promesa y suscitó un Libertador. Es Moisés, que va a ocupar un lugar preponderante en el resto del Pentateuco.
Moisés asume y cumple su misión, no sin grandes dificultades. "Él prefirió compartir los sufrimientos del Pueblo de Dios, antes que gozar los placeres efímeros del pecado, y se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible" (Heb. 11. 25, 27). De ahí que se enfrentó con el Faraón para exigirle la liberación de su Pueblo. En esa lucha, el Faraón personifica los intereses mezquinos que se oponen a la libertad de los hijos de Dios. Moisés, por su parte, es el arquetipo de los que luchan por conseguir esa libertad. El dramatismo con que está presentada semejante lucha, sobre todo en el relato de las plagas, pone bien en evidencia el triunfo final de Dios.
La Pascua y la Salida de Egipto
Israel conoció la servidumbre de Egipto, pero también experimentó la acción salvadora de su Dios que lo liberó de la esclavitud. La experiencia de esta liberación dejó una impronta tan indeleble en su memoria que se convirtió en el primer artículo de su "Credo": "Nosotros fuimos esclavos del Faraón en Egipto, pero el Señor nos hizo salir de allí con mano poderosa" (Deut. 6. 21).
En esta sencilla confesión de fe, se afirma implícitamente la inquebrantable oposición del Dios de Israel a toda forma de injusticia y su fuerza para hacer valer el derecho de los débiles. El Pueblo elegido conmemoraba la liberación recibida de Dios en una de sus grandes Fiestas, la de la Pascua, cuyo rito está detallado en esta parte del Éxodo.
El término "Pascua" –cuya significación etimológica es incierta– ha sido asociado a un verbo hebreo que significa "pasar por encima", "saltar" y también "librar". Esta Fiesta estaba ligada originariamente al sacrificio que los pastores nómadas o seminómadas ofrecían en primavera para proteger sus ganados. Pero en la liturgia de Israel la Pascua adquirió una significación totalmente nueva: era el "memorial" del Éxodo, del acto salvífico de Dios que puso fin a la esclavitud de Israel y lo condujo a la libertad. Esta salvación alcanzó su pleno cumplimiento en Cristo, "nuestra Pascua" (1 Cor. 5. 7).
La Marcha a través del desierto
A la alegría exultante de la liberación sigue la travesía dolorosa del desierto. ¡Qué penoso se hace caminar hacia una Tierra, prometida pero lejana y desconocida! Decir desierto es decir desolación y penuria. Surgen entonces las tentaciones y las rebeliones del Pueblo, que el libro de los Números nos relata más detalladamente. Es muy fácil clamar por la libertad, pero resulta difícil asumir los riesgos y responsabilidades que ella acarrea.
No es de extrañar, por lo tanto, que Israel haya llegado a añorar las aparentes "ventajas" de la esclavitud.
A pesar de todo, Dios camina siempre junto a su Pueblo y no le deja faltar lo necesario. Para saciar su hambre "hizo llover sobre ellos el maná" (Sal. 78. 24) y para calmar su sed "partió las rocas en el desierto" (Sal. 78. 15). Por eso, y más allá de todas las infidelidades, la marcha por el desierto será para Israel el tiempo ideal de sus relaciones con Dios, el tiempo de su "primer amor", como lo reconocerán Oseas, Jeremías y Ezequiel. Es en el desierto donde el Pueblo elegido, bajo la guía de Moisés, fue tomando conciencia comunitaria y adquiriendo su identidad religiosa frente a los otros pueblos.
La Alianza del Sinaí
A través de la Pascua y de las maravillas del Éxodo, el Pueblo liberado de la esclavitud llega al Sinaí. Allí el Señor le sale de nuevo al encuentro, para establecer su Alianza con él. En virtud de esta Alianza, el Señor se une a Israel con un vínculo particular y lo convierte en "su" Pueblo, el Pueblo consagrado a su servicio entre todas las naciones de la tierra. Así el designio del Señor comienza a desarrollarse como un "diálogo" entre Dios y el hombre. La Alianza del Señor con Israel no es un pacto entre iguales: la iniciativa pertenece al Señor, que manifiesta su bondad obrando maravillas. Pero al hombre le toca responder y comprometerse, asumiendo con gratitud y fidelidad el extraordinario privilegio de que ha sido objeto
.
La promulgación de la Ley en el Sinaí es la coronación de la obra salvadora iniciada por el Señor en el Éxodo. El Dios que escuchó el clamor de su Pueblo oprimido y lo liberó de la injusticia, ahora lo llama a instaurar en la tierra el reinado de la justicia. La suma y el compendio de esta exigencia es el Decálogo, que contiene dos clases de preceptos: los que definen la actitud justa ante Dios y los que inculcan el respeto hacia los derechos de cada hombre, como condición indispensable para la convivencia social. El resto de la legislación no hace más que desarrollar estos preceptos fundamentales, asumiendo y dando un nuevo sentido a muchas costumbres y normas morales comunes a los pueblos del Antiguo Oriente.
La Organización del Culto
La legislación contenida en los capítulos siguientes codifica la vida litúrgica de Israel, el Pueblo sacerdotal, consagrado al culto del verdadero Dios. Estas prescripciones rituales son presentadas como provenientes directamente del Señor. Pero ese modo de hablar no se debe tomar al pie de la letra. Se trata, más bien, de un procedimiento literario para indicar que dichas normas expresan la voluntad de Dios y llevan el sello de la autoridad divina.
Estas leyes presuponen la tradición cultual del Templo de Jerusalén, gestada a lo largo de siglos, y fijada definitivamente por escrito después del exilio babilónico. Si su promulgación se pone en boca de Moisés, es porque las instituciones cultuales, lo mismo que el resto de la legislación, derivan del impulso dado por él a Israel en los albores de su historia.
La solemne majestad del culto israelita contrasta con las formas simples y espontáneas que parecerían caracterizar a un culto "en espíritu y en verdad" (Jn. 4. 23). Pero sería falso pensar que detrás de esta minuciosa codificación –semejante en muchos puntos a la de Ez. 40-48- no hay nada más que un formalismo ritualista. Una lectura que tenga en cuenta no sólo la "letra", sino el "espíritu" de estos viejos textos, podrá auscultar en ellos el latido de una auténtica religiosidad, dominada por el sentimiento de la infinita santidad de Dios.
Ruptura y Renovación de la Alianza
Los israelitas se han quedado solos y sin guía en el desierto. Ya no sienten la presencia del Señor y Moisés tarda en bajar de la montaña. Esta ausencia momentánea les resulta insoportable, y se fabrican una imagen que les dé la sensación de tener a dios en medio de ellos, que lo haga visible y tangible, y del que puedan disponer a su agrado. La imagen elegida es la del "ternero", porque el toro joven representa, en la simbología del Antiguo Oriente, la fuerza rebosante, la vitalidad y la fecundidad.
En este momento crucial interviene Moisés. Lo hace como un profeta, denunciando y condenando severamente esa desviación del pueblo, que lo exponía a caer en la idolatría. Pero él es también el intercesor que se solidariza con sus hermanos, y así obtiene del Señor el perdón y la renovación de la Alianza.
El relato tiene en vista principalmente los terneros de oro que Jeroboám I erigió en los santuarios de Betel y Dan (1 Rey. 12. 26-33). Pero también denuncia las idolatrías de todos los tiempos: el ansia desmedida de poder, de riqueza, de bienestar material, y de todo aquello que acapara el corazón del hombre, apartándolo del verdadero Dios.
Ejecución de das Prescripciones Culturales
En su parte final, el libro del Éxodo describe la construcción del Santuario, siguiendo las indicaciones dadas anteriormente. Luego el Pueblo de Dios reanuda su marcha por el desierto, bajo la guía y la protección del Señor. La presencia de Dios en medio de su Pueblo está simbolizada por la "nube" y el "fuego", que van señalando las etapas del camino hacia la Tierra prometida (40. 36-38).
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Pentateuco - LEVÍTICO
Los judíos de habla griega llamaron LEVÍTICO al tercer libro del Pentateuco. Este nombre da una idea bastante adecuada de su contenido, porque el mismo consta casi exclusivamente de las prescripciones rituales que debían poner en práctica los sacerdotes de la tribu de Leví.
El Ritual de los Sacrificios
Para Israel –como para toda religión– el acto de culto por excelencia, la expresión más natural y espontánea del reconocimiento debido a la absoluta soberanía de Dios, es el "sacrificio". Al ofrecer un sacrificio, el hombre se despoja de algo valioso, de un alimento necesario para su vida, y lo consagra al Señor sobre el fuego del altar. El humo que sube de la ofrenda es como un lazo de unión entre el cielo y la tierra.
El sacrificio puede ofrecerse en acción de gracias, o para implorar del Señor algún beneficio. También hay sacrificios de expiación por el pecado, donde la sangre cumple una función purificadora. Otras veces, sólo una parte de la víctima se quema sobre el altar; la otra porción es compartida en un banquete sagrado, estableciéndose así un vínculo de comunión con la divinidad, de quien proceden la fuerza y la vida.
El ritual israelita despoja a los sacrificios de todo elemento mágico y hace resaltar el aspecto personal. Pero estos ritos, como toda acción litúrgica, están expuestos a convertirse en prácticas puramente exteriores, desprovistos de espíritu. Israel incurrió muchas veces en este pecado, y los profetas tuvieron que alzar su voz para recordar que Dios detesta el humo de los sacrificios, cuando faltan la justicia y la fidelidad a sus mandamientos (Is. 1. 10-20; Os. 6.6; Am. 5. 21-25; Sal. 50. 7-15). Por eso, el Sacrificio por excelencia es el de Cristo, que aceptó "por obediencia la muerte y muerte de cruz" (Flp. 2. 8 ).
La Investidura de los Sacerdotes
El sacerdocio de la Antigua Alianza tiene una historia larga y compleja. Los capítulos siguientes describen, en forma de relato, el ritual para la investidura de los sacerdotes, tal como se practicaba en el Templo de Jerusalén, después del exilio. Aarón, el hermano de Moisés, personifica al Sumo Sacerdote. La "unción" que este recibe (8. 12) recuerda la que antiguamente se confería al rey, asignándole el título de "ungido del Señor". Por debajo del Sumo Sacerdote había un "clero" rigurosamente jerarquizado, que sólo podía comenzar a ejercer las funciones sacerdotales después de pasar por un rito de consagración. Esta consagración separaba a los sacerdotes del mundo profano, y los habilitaba para entrar en contacto con las cosas santas y ofrecer los sacrificios rituales, "no solamente por los pecados del pueblo, sino también por sus propios pecados" (Heb. 5. 3 ).
Cristo, en cambio, "es el Sumo Sacerdote que necesitábamos: santo, inocente, sin mancha, separado de los pecadores y elevado por encima del cielo. Él no tiene necesidad, como los otros sumos sacerdotes, de ofrecer sacrificios cada día, primero por sus pecados, y después por los del pueblo. Esto lo hizo de una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo" (Heb. 7. 26-27). Ahora él es nuestro intercesor (Heb. 7. 25 ) y el único Mediador de la Nueva Alianza sellada con su Sangre (Heb. 8. 6-7; 9. 15 ).
Legislación sobre lo Puro y lo Impuro
En esta serie de prescripciones, lo "puro" y lo "impuro" -como lo santo y lo profano- no son cualidades morales, sino "estados" que afectan casi físicamente al hombre y le permiten o le impiden acercarse a Dios para rendirle culto. Lo "impuro" es una fuerza misteriosa y temible, que se transmite por simple contacto, incluso involuntario. Basta tocar un cadáver para quedar impuro. En algunos casos, el estado de impureza es inevitable, como en los enfermos de lepra.
Para salir de este estado y reintegrarse a la comunidad cultual, es preciso someterse a ciertos ritos de purificación. A las purificaciones establecidas para cada caso particular, se añade el ritual del gran Día de la Expiación, que consistía en enviar cada año al desierto el "chivo emisario", portador tanto de las impurezas como de los pecados del pueblo.
Estas prácticas ancestrales, que encierran a veces principios elementales de higiene, sirvieron para mantener vivo en Israel el sentido de la santidad, es decir, de la absoluta trascendencia de Dios (Is. 6. 3). Pero el punto débil de la legislación estaba en no distinguir suficientemente el mal físico del mal moral y en identificar algunas enfermedades con el estado de impureza. Por eso Jesús la declaró abolida, al afirmar que nada de lo que está fuera del hombre puede mancharlo, sino sólo el mal y la impureza que brotan de su corazón (Mc. 7. 14-23 ).
La Ley de Santidad
El Señor es el "Santo de Israel" (Is. 1. 4) y hace de su Pueblo una comunidad santa. La santidad de Israel es, ante todo, una gracia inmerecida, una cualidad que no proviene de él mismo, sino del Dios que lo eligió y lo separó de las demás naciones para consagrarlo a su servicio. Pero esa santidad es también una meta y un ideal que es preciso realizar. El Pueblo de Dios está llamado a ser en la tierra la imagen viviente de la santidad divina.
Para que este ideal fuera una realidad, los sacerdotes del Templo de Jerusalén, en los últimos tiempos de la monarquía, recopilaron y codificaron un conjunto de leyes y costumbres, vinculadas principalmente con el Santuario y el culto. Esta recopilación, que luego fue sometida a diversas revisiones y adaptaciones, constituye ahora la parte más importante del Levítico. Se la suele denominar "Ley de Santidad", porque su tema dominante y el espíritu que la anima pueden expresarse con esta sola frase: "Ustedes serán santos, porque yo, el Señor su Dios, soy Santo" (19. 2).
En la legislación predominan las prescripciones de carácter cultual. Pero la santidad que exige el Señor no se limita a la pureza ritual y a las celebraciones litúrgicas. También hay preceptos que revelan una honda sensibilidad moral. Es precisamente aquí donde se encuentra el célebre pasaje que propone el amor a sí mismo como medida del amor al prójimo: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo" (19. 18 ). En el Antiguo Testamento, el "prójimo" es el compatriota, el israelita, y también el extranjero que reside en la misma tierra (19. 33-34). El Nuevo Testamento, en cambio, dará al amor un alcance universal y hará de este mandamiento el resumen de toda la Ley (Rom. 13. 9; Gál. 5.14; Sant. 2. 8 ).
Apéndice
Este suplemento fija el equivalente en dinero de las personas o cosas que los israelitas podían consagrar al Señor. Así, mediante el pago de la suma correspondiente, el que había hecho esa clase de votos quedaba liberado de su obligación. En su aparente frialdad, las reglamentaciones aquí propuestas trataban de evitar las posibles especulaciones con las personas y objetos consagrados a Dios.
El Ritual de los Sacrificios
Para Israel –como para toda religión– el acto de culto por excelencia, la expresión más natural y espontánea del reconocimiento debido a la absoluta soberanía de Dios, es el "sacrificio". Al ofrecer un sacrificio, el hombre se despoja de algo valioso, de un alimento necesario para su vida, y lo consagra al Señor sobre el fuego del altar. El humo que sube de la ofrenda es como un lazo de unión entre el cielo y la tierra.
El sacrificio puede ofrecerse en acción de gracias, o para implorar del Señor algún beneficio. También hay sacrificios de expiación por el pecado, donde la sangre cumple una función purificadora. Otras veces, sólo una parte de la víctima se quema sobre el altar; la otra porción es compartida en un banquete sagrado, estableciéndose así un vínculo de comunión con la divinidad, de quien proceden la fuerza y la vida.
El ritual israelita despoja a los sacrificios de todo elemento mágico y hace resaltar el aspecto personal. Pero estos ritos, como toda acción litúrgica, están expuestos a convertirse en prácticas puramente exteriores, desprovistos de espíritu. Israel incurrió muchas veces en este pecado, y los profetas tuvieron que alzar su voz para recordar que Dios detesta el humo de los sacrificios, cuando faltan la justicia y la fidelidad a sus mandamientos (Is. 1. 10-20; Os. 6.6; Am. 5. 21-25; Sal. 50. 7-15). Por eso, el Sacrificio por excelencia es el de Cristo, que aceptó "por obediencia la muerte y muerte de cruz" (Flp. 2. 8 ).
La Investidura de los Sacerdotes
El sacerdocio de la Antigua Alianza tiene una historia larga y compleja. Los capítulos siguientes describen, en forma de relato, el ritual para la investidura de los sacerdotes, tal como se practicaba en el Templo de Jerusalén, después del exilio. Aarón, el hermano de Moisés, personifica al Sumo Sacerdote. La "unción" que este recibe (8. 12) recuerda la que antiguamente se confería al rey, asignándole el título de "ungido del Señor". Por debajo del Sumo Sacerdote había un "clero" rigurosamente jerarquizado, que sólo podía comenzar a ejercer las funciones sacerdotales después de pasar por un rito de consagración. Esta consagración separaba a los sacerdotes del mundo profano, y los habilitaba para entrar en contacto con las cosas santas y ofrecer los sacrificios rituales, "no solamente por los pecados del pueblo, sino también por sus propios pecados" (Heb. 5. 3 ).
Cristo, en cambio, "es el Sumo Sacerdote que necesitábamos: santo, inocente, sin mancha, separado de los pecadores y elevado por encima del cielo. Él no tiene necesidad, como los otros sumos sacerdotes, de ofrecer sacrificios cada día, primero por sus pecados, y después por los del pueblo. Esto lo hizo de una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo" (Heb. 7. 26-27). Ahora él es nuestro intercesor (Heb. 7. 25 ) y el único Mediador de la Nueva Alianza sellada con su Sangre (Heb. 8. 6-7; 9. 15 ).
Legislación sobre lo Puro y lo Impuro
En esta serie de prescripciones, lo "puro" y lo "impuro" -como lo santo y lo profano- no son cualidades morales, sino "estados" que afectan casi físicamente al hombre y le permiten o le impiden acercarse a Dios para rendirle culto. Lo "impuro" es una fuerza misteriosa y temible, que se transmite por simple contacto, incluso involuntario. Basta tocar un cadáver para quedar impuro. En algunos casos, el estado de impureza es inevitable, como en los enfermos de lepra.
Para salir de este estado y reintegrarse a la comunidad cultual, es preciso someterse a ciertos ritos de purificación. A las purificaciones establecidas para cada caso particular, se añade el ritual del gran Día de la Expiación, que consistía en enviar cada año al desierto el "chivo emisario", portador tanto de las impurezas como de los pecados del pueblo.
Estas prácticas ancestrales, que encierran a veces principios elementales de higiene, sirvieron para mantener vivo en Israel el sentido de la santidad, es decir, de la absoluta trascendencia de Dios (Is. 6. 3). Pero el punto débil de la legislación estaba en no distinguir suficientemente el mal físico del mal moral y en identificar algunas enfermedades con el estado de impureza. Por eso Jesús la declaró abolida, al afirmar que nada de lo que está fuera del hombre puede mancharlo, sino sólo el mal y la impureza que brotan de su corazón (Mc. 7. 14-23 ).
La Ley de Santidad
El Señor es el "Santo de Israel" (Is. 1. 4) y hace de su Pueblo una comunidad santa. La santidad de Israel es, ante todo, una gracia inmerecida, una cualidad que no proviene de él mismo, sino del Dios que lo eligió y lo separó de las demás naciones para consagrarlo a su servicio. Pero esa santidad es también una meta y un ideal que es preciso realizar. El Pueblo de Dios está llamado a ser en la tierra la imagen viviente de la santidad divina.
Para que este ideal fuera una realidad, los sacerdotes del Templo de Jerusalén, en los últimos tiempos de la monarquía, recopilaron y codificaron un conjunto de leyes y costumbres, vinculadas principalmente con el Santuario y el culto. Esta recopilación, que luego fue sometida a diversas revisiones y adaptaciones, constituye ahora la parte más importante del Levítico. Se la suele denominar "Ley de Santidad", porque su tema dominante y el espíritu que la anima pueden expresarse con esta sola frase: "Ustedes serán santos, porque yo, el Señor su Dios, soy Santo" (19. 2).
En la legislación predominan las prescripciones de carácter cultual. Pero la santidad que exige el Señor no se limita a la pureza ritual y a las celebraciones litúrgicas. También hay preceptos que revelan una honda sensibilidad moral. Es precisamente aquí donde se encuentra el célebre pasaje que propone el amor a sí mismo como medida del amor al prójimo: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo" (19. 18 ). En el Antiguo Testamento, el "prójimo" es el compatriota, el israelita, y también el extranjero que reside en la misma tierra (19. 33-34). El Nuevo Testamento, en cambio, dará al amor un alcance universal y hará de este mandamiento el resumen de toda la Ley (Rom. 13. 9; Gál. 5.14; Sant. 2. 8 ).
Apéndice
Este suplemento fija el equivalente en dinero de las personas o cosas que los israelitas podían consagrar al Señor. Así, mediante el pago de la suma correspondiente, el que había hecho esa clase de votos quedaba liberado de su obligación. En su aparente frialdad, las reglamentaciones aquí propuestas trataban de evitar las posibles especulaciones con las personas y objetos consagrados a Dios.
Última edición por Damián el Miér Jun 13, 2012 3:42 pm, editado 2 veces
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Pentateuco - NÚMEROS
El título NÚMEROS refleja bastante imperfectamente el contenido del cuarto libro del Pentateuco, pero destaca, al menos, una de sus características: la preocupación por las precisiones numéricas. Esta preocupación se manifiesta, entre otras cosas, en los dos censos registrados en el Libro (caps. 1-4; 26), en la reglamentación sobre los sacrificios (caps. 28-29), y en las instrucciones para el reparto del botín (cap. 31) y para la división del territorio alrededor de las ciudades levíticas (35. 1-.
Organización de los Israelitas en el Sinaí antes de su Partida
Israel ya se dispone a abandonar el Sinaí, la Montaña santa de su encuentro con Dios. Pero antes de ponerse en camino, se realiza el censo de las tribus, y Moisés complementa la legislación con algunas disposiciones relativas al Santuario, al culto y a los levitas. Así el libro de los Números retoma la trama narrativa que había quedado en suspenso al final del libro del Éxodo.
El Pueblo de Dios aparece aquí como un ejército bien organizado, reunido alrededor de sus jefes y sus estandartes. Pero, sobre todo, es la Asamblea del Señor, una comunidad litúrgica agrupada en círculos concéntricos alrededor del Santuario. El Señor está presente en medio de ella y manifiesta su presencia a través de la "nube". La marcha de Israel por el desierto tiene todas las características de una solemne procesión: la "nube" da la orden de partida y el Arca de la Alianza, el trono visible del Señor, avanza al frente de la caravana.
Esta presentación nos da una visión muy idealizada del número y la organización de los israelitas en el tiempo del desierto. En realidad, el grupo que salió de Egipto bajo la guía de Moisés, estaba lejos de formar una corporación tan numerosa y compacta como a veces se piensa. Pero esta presentación idealizada, que la tradición sacerdotal propone como norma y modelo a Israel, encierra un profundo sentido: el Pueblo de Dios es y debe ser siempre una comunidad en marcha, sin morada permanente; su organización y el camino que debe recorrer no los fija él mismo, sino el Dios que lo liberó de la servidumbre y lo consagró a su servicio. Esto vale igualmente para la Iglesia, el Pueblo de la Nueva Alianza.
Marcha de los Israelitas desde el Sinaí hasta las estepas de Moab
Antes de llegar a la Tierra prometida, Israel tiene que pasar por el desierto. Pero el suelo inhóspito y los peligros de la marcha constituyen una dura prueba, que lo hunde en el desaliento y provoca su rebeldía y su protesta. Aunque Dios lo ha liberado de la esclavitud, esa libertad no parece significar nada para él. Añora los alimentos que comía en Egipto y quiere volver a su antigua servidumbre. Moisés lucha sin cesar contra el pueblo, para llevarlo hacia Dios. Y lucha también "contra" Dios, para evitar que descargue su ira contra los rebeldes.
Estos relatos nos dan una imagen muy vívida de Moisés. Destacan su inquebrantable fidelidad a la misión que el Señor le ha encomendado, sin atenuar sus debilidades y desfallecimientos. Él se siente agobiado por una tarea compleja e ingrata, y confiesa amargamente su impotencia frente a los caprichos y rebeldías del pueblo. Cansado de su cometido, llega incluso a desear la muerte. Toda una generación tendrá que morir en el desierto, a causa de su obstinación. Pero el Señor llevará a cabo su designio con la generación siguiente: sólo la comunidad completamente renovada alcanzará el destino que él señala.
Esta marcha de Israel a través del desierto simboliza el itinerario espiritual del Pueblo de Dios, a lo largo de toda su historia. También él avanza y se detiene; camina bajo la guía del Señor, pero a veces mira hacia atrás, por cansancio, por temor o porque pierde de vista una meta que le parece demasiado lejana. Pero siempre la fuerza de Dios triunfa sobre la debilidad de los hombres.
Israel en las estepas de Moab
La parte final de este Libro presenta a Israel ante las fronteras de la Tierra prometida, al término de su larga y penosa marcha por el desierto. Las armas no han podido detener el avance del Pueblo de Dios, y Balac, el rey de Moab, trata de conjurar el peligro mediante el recurso a las artes mágicas. Con este fin, hace venir apresuradamente a un famoso mago y adivino, llamado Balaam. Pero todos los poderes mágicos fracasan ante el poder de Dios. El espíritu del Señor transforma al adivino en profeta y el que debía maldecir se ve obligado a bendecir.
La historia de Balaam es narrada, sobre todo, para que sirva de marco a sus oráculos de bendición. Estos bellos poemas describen a Israel como una nación numerosa, separada de las otras naciones, que avanza victoriosa bajo la guía de su Dios. En el cuarto de esos oráculos el horizonte se amplía, y el profeta ve alzarse de ese Pueblo una "estrella" y un "cetro" (24. 17), que simboliza la realeza. Tales símbolos se refieren en primer lugar a David y a su glorioso reinado, pero detrás de ellos se vislumbra la gloria del futuro Mesías, nacido del linaje davídico.
A pesar de estas promesas y bendiciones, Israel reincide en la idolatría. El Señor lo castiga severamente, pero no lo abandona. Moisés continúa su obra gigantesca de jefe y legislador, y prepara al Pueblo para la conquista de Canaán. Él sabe que no entrará en la Tierra prometida, pero sabe también que su tarea no quedará inconclusa. Josué, su fiel servidor, será el encargado de llevarla adelante.
Organización de los Israelitas en el Sinaí antes de su Partida
Israel ya se dispone a abandonar el Sinaí, la Montaña santa de su encuentro con Dios. Pero antes de ponerse en camino, se realiza el censo de las tribus, y Moisés complementa la legislación con algunas disposiciones relativas al Santuario, al culto y a los levitas. Así el libro de los Números retoma la trama narrativa que había quedado en suspenso al final del libro del Éxodo.
El Pueblo de Dios aparece aquí como un ejército bien organizado, reunido alrededor de sus jefes y sus estandartes. Pero, sobre todo, es la Asamblea del Señor, una comunidad litúrgica agrupada en círculos concéntricos alrededor del Santuario. El Señor está presente en medio de ella y manifiesta su presencia a través de la "nube". La marcha de Israel por el desierto tiene todas las características de una solemne procesión: la "nube" da la orden de partida y el Arca de la Alianza, el trono visible del Señor, avanza al frente de la caravana.
Esta presentación nos da una visión muy idealizada del número y la organización de los israelitas en el tiempo del desierto. En realidad, el grupo que salió de Egipto bajo la guía de Moisés, estaba lejos de formar una corporación tan numerosa y compacta como a veces se piensa. Pero esta presentación idealizada, que la tradición sacerdotal propone como norma y modelo a Israel, encierra un profundo sentido: el Pueblo de Dios es y debe ser siempre una comunidad en marcha, sin morada permanente; su organización y el camino que debe recorrer no los fija él mismo, sino el Dios que lo liberó de la servidumbre y lo consagró a su servicio. Esto vale igualmente para la Iglesia, el Pueblo de la Nueva Alianza.
Marcha de los Israelitas desde el Sinaí hasta las estepas de Moab
Antes de llegar a la Tierra prometida, Israel tiene que pasar por el desierto. Pero el suelo inhóspito y los peligros de la marcha constituyen una dura prueba, que lo hunde en el desaliento y provoca su rebeldía y su protesta. Aunque Dios lo ha liberado de la esclavitud, esa libertad no parece significar nada para él. Añora los alimentos que comía en Egipto y quiere volver a su antigua servidumbre. Moisés lucha sin cesar contra el pueblo, para llevarlo hacia Dios. Y lucha también "contra" Dios, para evitar que descargue su ira contra los rebeldes.
Estos relatos nos dan una imagen muy vívida de Moisés. Destacan su inquebrantable fidelidad a la misión que el Señor le ha encomendado, sin atenuar sus debilidades y desfallecimientos. Él se siente agobiado por una tarea compleja e ingrata, y confiesa amargamente su impotencia frente a los caprichos y rebeldías del pueblo. Cansado de su cometido, llega incluso a desear la muerte. Toda una generación tendrá que morir en el desierto, a causa de su obstinación. Pero el Señor llevará a cabo su designio con la generación siguiente: sólo la comunidad completamente renovada alcanzará el destino que él señala.
Esta marcha de Israel a través del desierto simboliza el itinerario espiritual del Pueblo de Dios, a lo largo de toda su historia. También él avanza y se detiene; camina bajo la guía del Señor, pero a veces mira hacia atrás, por cansancio, por temor o porque pierde de vista una meta que le parece demasiado lejana. Pero siempre la fuerza de Dios triunfa sobre la debilidad de los hombres.
Israel en las estepas de Moab
La parte final de este Libro presenta a Israel ante las fronteras de la Tierra prometida, al término de su larga y penosa marcha por el desierto. Las armas no han podido detener el avance del Pueblo de Dios, y Balac, el rey de Moab, trata de conjurar el peligro mediante el recurso a las artes mágicas. Con este fin, hace venir apresuradamente a un famoso mago y adivino, llamado Balaam. Pero todos los poderes mágicos fracasan ante el poder de Dios. El espíritu del Señor transforma al adivino en profeta y el que debía maldecir se ve obligado a bendecir.
La historia de Balaam es narrada, sobre todo, para que sirva de marco a sus oráculos de bendición. Estos bellos poemas describen a Israel como una nación numerosa, separada de las otras naciones, que avanza victoriosa bajo la guía de su Dios. En el cuarto de esos oráculos el horizonte se amplía, y el profeta ve alzarse de ese Pueblo una "estrella" y un "cetro" (24. 17), que simboliza la realeza. Tales símbolos se refieren en primer lugar a David y a su glorioso reinado, pero detrás de ellos se vislumbra la gloria del futuro Mesías, nacido del linaje davídico.
A pesar de estas promesas y bendiciones, Israel reincide en la idolatría. El Señor lo castiga severamente, pero no lo abandona. Moisés continúa su obra gigantesca de jefe y legislador, y prepara al Pueblo para la conquista de Canaán. Él sabe que no entrará en la Tierra prometida, pero sabe también que su tarea no quedará inconclusa. Josué, su fiel servidor, será el encargado de llevarla adelante.
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Pentateuco - DEUTERONOMIO
DEUTERONOMIO es una palabra de origen griego, que significa "segunda ley". Tal designación expresa sólo en parte el contenido del quinto libro del Pentateuco, ya que este, más que un código de leyes en sentido estricto, es una larga y vibrante exhortación destinada a "recordar" a Israel el sentido y las exigencias de la Alianza. De allí que las prescripciones concretas estén siempre acompañadas de advertencias y reproches, de promesas y amenazas.
Primer Discurso de Moisés
El Deuteronomio se presenta como el testamento espiritual de Moisés. Poco antes de su muerte, él reúne por última vez al pueblo y pronuncia sus palabras de despedida. En su primer discurso, Moisés evoca la experiencia común vivida en el desierto. Esta experiencia está llena de enseñanzas. En los acontecimientos de su propia historia, Israel debe ver el signo más elocuente del amor del Señor, que lo eligió gratuitamente. Y también debe reconocer el poder de su Dios, que lo liberó de todos los peligros. Así, antes de proclamar la voluntad divina expresada en la Ley, el legislador expone los hechos que fundamentan la autoridad del Señor y su derecho a reclamar una absoluta fidelidad.
En esta evocación histórica, se destaca la suerte corrida por la primera generación de israelitas en el desierto. Por su pecado de incredulidad, ellos fueron condenados a morir sin entrar en la Tierra prometida. También este hecho debe servir de advertencia. El amor del Señor es exigente. La fidelidad a él abre el camino de la felicidad; la infidelidad separa al Pueblo de su Dios, única fuente de vida, y lo lleva necesariamente a la ruina.
Segundo Discurso de Moisés
Este segundo discurso introduce más directamente la promulgación de la legislación deuteronómica. Una vez más, la atención se orienta hacia los hechos del pasado: la promesa del Señor a los Patriarcas, la salida de Egipto, el don de la Ley en el Sinaí y la travesía del desierto. En la meditación de su propia historia, Israel debe encontrar los motivos para mantenerse fiel a la Alianza. Él es el Pueblo de Dios, pero no puede gloriarse de su condición privilegiada: la elección de que ha sido objeto es una gracia, un testimonio del amor paternal de Dios. Y ese amor exige una entrega filial, que excluye todo compromiso con los pueblos paganos y sus dioses.
El Deuteronomio enseña un amor expresado en obras, que abarca todos los sectores de la vida humana. Aunque la Ley del Señor contiene muchos preceptos, hay uno que es el primero y principal, el que fundamenta y da sentido a todos los demás: "Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas" (6. 5). De este mandamiento, que sólo se practica auténticamente cuando va acompañado del amor al prójimo (Lev. 19. 18), Jesús hará depender "toda la Ley y los Profetas" (Mt. 22. 40).
La Legislación Deuteronómica
Los discursos anteriores han aclarado el sentido y el valor de la Alianza. Ahora el Deuteronomio determina cómo se debe vivir esa Alianza en las circunstancias concretas de la existencia individual y social. Pero esta legislación dista mucho de ser un tratado rígidamente jurídico. Las diversas prescripciones están expuestas en un tono pausado, cálido y sugestivo. Sobre todo, se trata de inculcar el amor a la Ley. No es cuestión de imponerla desde afuera, sino de arraigarla en lo más profundo del corazón. Su finalidad esencial es hacer de Israel una comunidad de "hermanos". La idea de la unidad domina todo el Deuteronomio: un Dios, un Pueblo, un Templo, una Tierra y una Ley.
Otro rasgo característico de esta legislación es el espíritu humanitario que la anima. La honda preocupación por defender a los más débiles -personificados en el huérfano, la viuda y el extranjero, debido a la incapacidad de estos para hacer valer sus derechos- pone bien de manifiesto ese sentimiento de humanidad, que se extiende incluso a los animales y a las plantas (20. 19-20; 22. 6-7; 25. 4). Esto es lo que da una vigencia siembre actual al Deuteronomio, más allá de las diferencias culturales y sociales que separan su época de la nuestra.
Celebración y Sanción de la Alianza
Aquí se interrumpe bruscamente el discurso de Moisés y se introducen varios fragmentos narrativos, referentes a los ritos establecidos para la renovación de la Alianza. Esta liturgia, celebrada periódicamente en Siquém, entre los montes Ebal y Garizím, incluía la proclamación de la Ley y la recitación por dos coros alternados de las fórmulas de bendición y maldición. Dichas promesas y amenazas debían alertar a Israel sobre la gravedad del compromiso asumido ante su Dios.
Último Discurso de Moisés
Este último discurso vuelve sobre el tema central del Deuteronomio –la Alianza del Señor con su Pueblo– y resume los aspectos del mismo. Dios no puede pactar en términos de igualdad con el hombre, porque la Alianza es siempre una iniciativa de su gracia. Pero él no impone su Alianza, sino que la ofrece como un don y una responsabilidad. Así quedan abiertos dos caminos: el de la fidelidad y la vida, o el de la rebeldía y la muerte. A cada uno le toca decidir libremente, comprometiendo en esa decisión todo su futuro.
Últimas Disposiciones y Muerte de Moisés
El final del Deuteronomio es también la conclusión de todo el Pentateuco. Ante la inminencia de su muerte, Moisés da sus últimas instrucciones. Israel ha vivido una dura experiencia en el desierto, pero ahora se abre ante él un futuro lleno de esperanza. Josué será el nuevo jefe, y tanto él como el Pueblo deben saber que el Señor está con ellos, para no caer en el temor, el desaliento o la cobardía.
Aquí se incluyen, además, dos textos poéticos. El primero es un hermoso poema lírico-didáctico, que recapitula la historia de Israel, contraponiendo la bondadosa condescendencia del Señor a la infidelidad de su Pueblo. El otro es un antiguo poema, que contienen una serie de bendiciones, introducidas por un canto guerrero. La bendición a las tribus israelitas sirve de ocasión para trazar un breve retrato de cada una de ellas. Las alusiones históricas indican que el poema proviene de los tiempos heroicos de la conquista de Canaán.
Primer Discurso de Moisés
El Deuteronomio se presenta como el testamento espiritual de Moisés. Poco antes de su muerte, él reúne por última vez al pueblo y pronuncia sus palabras de despedida. En su primer discurso, Moisés evoca la experiencia común vivida en el desierto. Esta experiencia está llena de enseñanzas. En los acontecimientos de su propia historia, Israel debe ver el signo más elocuente del amor del Señor, que lo eligió gratuitamente. Y también debe reconocer el poder de su Dios, que lo liberó de todos los peligros. Así, antes de proclamar la voluntad divina expresada en la Ley, el legislador expone los hechos que fundamentan la autoridad del Señor y su derecho a reclamar una absoluta fidelidad.
En esta evocación histórica, se destaca la suerte corrida por la primera generación de israelitas en el desierto. Por su pecado de incredulidad, ellos fueron condenados a morir sin entrar en la Tierra prometida. También este hecho debe servir de advertencia. El amor del Señor es exigente. La fidelidad a él abre el camino de la felicidad; la infidelidad separa al Pueblo de su Dios, única fuente de vida, y lo lleva necesariamente a la ruina.
Segundo Discurso de Moisés
Este segundo discurso introduce más directamente la promulgación de la legislación deuteronómica. Una vez más, la atención se orienta hacia los hechos del pasado: la promesa del Señor a los Patriarcas, la salida de Egipto, el don de la Ley en el Sinaí y la travesía del desierto. En la meditación de su propia historia, Israel debe encontrar los motivos para mantenerse fiel a la Alianza. Él es el Pueblo de Dios, pero no puede gloriarse de su condición privilegiada: la elección de que ha sido objeto es una gracia, un testimonio del amor paternal de Dios. Y ese amor exige una entrega filial, que excluye todo compromiso con los pueblos paganos y sus dioses.
El Deuteronomio enseña un amor expresado en obras, que abarca todos los sectores de la vida humana. Aunque la Ley del Señor contiene muchos preceptos, hay uno que es el primero y principal, el que fundamenta y da sentido a todos los demás: "Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas" (6. 5). De este mandamiento, que sólo se practica auténticamente cuando va acompañado del amor al prójimo (Lev. 19. 18), Jesús hará depender "toda la Ley y los Profetas" (Mt. 22. 40).
La Legislación Deuteronómica
Los discursos anteriores han aclarado el sentido y el valor de la Alianza. Ahora el Deuteronomio determina cómo se debe vivir esa Alianza en las circunstancias concretas de la existencia individual y social. Pero esta legislación dista mucho de ser un tratado rígidamente jurídico. Las diversas prescripciones están expuestas en un tono pausado, cálido y sugestivo. Sobre todo, se trata de inculcar el amor a la Ley. No es cuestión de imponerla desde afuera, sino de arraigarla en lo más profundo del corazón. Su finalidad esencial es hacer de Israel una comunidad de "hermanos". La idea de la unidad domina todo el Deuteronomio: un Dios, un Pueblo, un Templo, una Tierra y una Ley.
Otro rasgo característico de esta legislación es el espíritu humanitario que la anima. La honda preocupación por defender a los más débiles -personificados en el huérfano, la viuda y el extranjero, debido a la incapacidad de estos para hacer valer sus derechos- pone bien de manifiesto ese sentimiento de humanidad, que se extiende incluso a los animales y a las plantas (20. 19-20; 22. 6-7; 25. 4). Esto es lo que da una vigencia siembre actual al Deuteronomio, más allá de las diferencias culturales y sociales que separan su época de la nuestra.
Celebración y Sanción de la Alianza
Aquí se interrumpe bruscamente el discurso de Moisés y se introducen varios fragmentos narrativos, referentes a los ritos establecidos para la renovación de la Alianza. Esta liturgia, celebrada periódicamente en Siquém, entre los montes Ebal y Garizím, incluía la proclamación de la Ley y la recitación por dos coros alternados de las fórmulas de bendición y maldición. Dichas promesas y amenazas debían alertar a Israel sobre la gravedad del compromiso asumido ante su Dios.
Último Discurso de Moisés
Este último discurso vuelve sobre el tema central del Deuteronomio –la Alianza del Señor con su Pueblo– y resume los aspectos del mismo. Dios no puede pactar en términos de igualdad con el hombre, porque la Alianza es siempre una iniciativa de su gracia. Pero él no impone su Alianza, sino que la ofrece como un don y una responsabilidad. Así quedan abiertos dos caminos: el de la fidelidad y la vida, o el de la rebeldía y la muerte. A cada uno le toca decidir libremente, comprometiendo en esa decisión todo su futuro.
Últimas Disposiciones y Muerte de Moisés
El final del Deuteronomio es también la conclusión de todo el Pentateuco. Ante la inminencia de su muerte, Moisés da sus últimas instrucciones. Israel ha vivido una dura experiencia en el desierto, pero ahora se abre ante él un futuro lleno de esperanza. Josué será el nuevo jefe, y tanto él como el Pueblo deben saber que el Señor está con ellos, para no caer en el temor, el desaliento o la cobardía.
Aquí se incluyen, además, dos textos poéticos. El primero es un hermoso poema lírico-didáctico, que recapitula la historia de Israel, contraponiendo la bondadosa condescendencia del Señor a la infidelidad de su Pueblo. El otro es un antiguo poema, que contienen una serie de bendiciones, introducidas por un canto guerrero. La bendición a las tribus israelitas sirve de ocasión para trazar un breve retrato de cada una de ellas. Las alusiones históricas indican que el poema proviene de los tiempos heroicos de la conquista de Canaán.
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LIBROS HISTÓRICOS.
Para su estudio los Libros históricos pueden ser divididos en tres grupos:
Libros Históricos – Primer Grupo
A los libros de Josué, Jueces, Samuel y Reyes se les llama en la Biblia hebrea los Profetas anteriores, en contraposición a los Profetas posteriores: Isaías, Jeremías, Ezequiel y los Doce Profetas Menores. Este apelativo se explica por una tradición que atribuía la composición de estos libros a profetas: a Josué, la del libro que lleva su nombre; a Samuel, la de Jueces y Samuel; a Jeremías, la de Reyes. Y se justifica por el carácter religioso que les es común: estos libros, que nosotros llamamos históricos, tienen como tema principal las relaciones de Israel con Yahvé, su fidelidad o su infidelidad, sobre todo su infidelidad, a la palabra de Dios, cuyos portavoces son los profetas. En realidad, los profetas intervienen con frecuencia: Samuel, Gad, Natán, Elías, Eliseo, Isaías, (...) sin contar las figuras de menor relieve. Los libros de los Reyes ofrecen el marco en que se ejerció el ministerio de los profetas escritores antes del Destierro.
Estos libros, así eslabonados con lo que inmediatamente les sigue en la Biblia hebrea, lo están también con lo que les precede. Por su contenido, vienen a ser una prolongación del Pentateuco: al final del Deuteronomio, Josué es designado sucesor de Moisés, y el libro de Josué comienza a raíz de la muerte de Moisés. Se ha supuesto que incluso existía unidad literaria entre los dos conjuntos y se ha buscado la continuación de los documentos o de las fuentes del Pentateuco, en el libro de Josué; de este modo se ha llegado a delimitar un Hexateuco; e incluso se ha ido más lejos, llegándose a abarcar los libros de los Reyes. Pero los esfuerzos realizados para descubrir los documentos del Pentateuco en Jueces, Samuel y Reyes no han dado ningún resultado satisfactorio. La situación es más favorable en cuanto a Josué, donde se distinguen corrientes que están más o menos relacionadas con la yahvista y la elohista, si es que no son continuación de éstas. Sin embargo, la influencia del Deuteronomio y de su doctrina resulta más clara aún y los partidarios de un Hexateuco deben admitir por su parte una redacción deuteronomista de Josué. Estas conexiones con el Deuteronomio prosiguen en los libros siguientes, si bien de manera variable: son extensas en los Jueces, más limitadas en Samuel, predominantes en los Reyes, pero siempre distinguibles. De ahí que se haya elaborado la hipótesis de que el Deuteronomio era el comienzo de una gran historia religiosa que se prolongaba hasta el final de los libros de los Reyes.
Justificada históricamente en el Deuteronomio la doctrina de la elección de Israel, y definida la constitución teocrática que de ahí se sigue, el libro de Josué narra el establecimiento del pueblo elegido en la tierra a él prometida; el de los Jueces esboza la sucesión de sus apostasías y de sus conversiones a la gracia; los de Samuel, después de la crisis que condujo a la institución de la realeza y puso en peligro el ideal teocrático, exponen cómo se realizó este ideal con David; los de los Reyes describen la decadencia que se inició desde el reinado de Salomón y que, por una serie de infidelidades, y a pesar de algunos reyes piadosos, condujo a la condenación del pueblo por su Dios. El Deuteronomio habría sido desprendido de este conjunto cuando se quiso reunir todo lo que se refería a la persona y la obra de Moisés (cf. la Introducción al Pentateuco).
Esta hipótesis parece justificada, pero ha de completarse, o corregirse, con dos corolarios. Por una parte, la redacción deuteronomista ha operado sobre tradiciones orales o documentos escritos, distintos por su antigüedad y carácter que, generalmente, estaban ya agrupados; y ha retocado de forma desigual los materiales que utilizaba. Esto explica que los libros, o grandes secciones en cada libro, conserven su individualidad. Por otra parte, no se llegó de un golpe a esta misma redacción deuteronomista, y cada libro muestra indicios de varias ediciones. A juzgar por el libro de los Reyes, cuyo testimonio es el más claro, hubo al menos dos redacciones, una a raíz de la reforma de Josías, otra durante el Destierro. A propósito de cada libro se irán dando precisiones sobre estos diversos puntos.
Son, pues, estos libros, en su forma definitiva, obra de una escuela de hombres piadosos, imbuidos en las ideas del Deuteronomio, que meditan sobre el pasado de su pueblo y deducen de él una lección religiosa. Pero también nos han conservado tradiciones o textos que se remontan hasta la época heroica de la conquista, con la narración de los hechos salientes de la historia de Israel. El hecho de que ésta sea presentada como historia sagrada no disminuye su interés para el historiador y realza su valor para el creyente: este último, no sólo aprenderá en ella a encontrar la mano de Dios en todos los acontecimientos del mundo, sino que, en la exigente solicitud de Yahvé para con su pueblo elegido, reconocerá la lenta preparación del nuevo Israel, la comunidad de los creyentes.
Libros Históricos – Segundo Grupo
El AT comprende un segundo grupo de libros históricos que en gran parte reiteran y luego prosiguen la historia deuteronomista que abarca de Josué al fin de los Reyes. Se trata de los dos libros de las Crónicas, y además del libro de Esdras y, según la opinión común, del libro de Nehemías. Los dos libros de las Crónicas formaban primitivamente uno solo, y los libros de Esdras y Nehemías integraban el mismo conjunto, obra de un solo autor. No sólo encontramos en ellos el mismo estilo y las mismas ideas fundamentales, sino que la repetición, al comienzo de Esd 1, de los versículos con que concluye 2 Cro 36, certifica la unidad de composición.
Son, pues, los libros de las Crónicas (según el título hebreo; la Biblia griega y la Vulgata los llaman «Paralipómenos», es decir, los libros que refieren las «cosas omitidas», que añaden un complemento) obra del Judaísmo postexílico, de una época en que el pueblo, privado de su independencia política, gozaba con todo de una especie de autonomía reconocida por los dueños del Oriente: vivía bajo la dirección de sus sacerdotes, según las reglas de su ley religiosa. El Templo y sus ceremonias eran el centro de la vida nacional.Pero este marco legalista y ritual recibe vida de una corriente de piedad personal, de las doctrinas sapienciales, del recuerdo de las glorias o de las debilidades del pasado y de la confianza en las promesas de los profetas.
El autor de las Crónicas, un levita de Jerusalén, es profundamente adicto a este medio.
Escribe después de Esdras y Nehemías, bastante tiempo después, puesto que puede combinar a su gusto las fuentes que a aquéllos se refieren. La fecha más probable parece ser el comienzo de la época griega, antes del año 300 a.C. El libro recibió después adiciones procedentes de una o de varias manos. En especial fueron ampliados los cuadros genealógicos de 1 Cro 2-9 y se añadieron listas de nombres, probablemente las de los partidarios de David, 1 Cro 12, las de sacerdotes y levitas, 1 Cro 15, y la larga adición de 23 3 - 27 34, que es un recuento del personal cultual y administrativo de David.
Estos complementos, que posiblemente utilizaron excelentes documentos, siguen la línea de pensamiento del Cronista.
Muestra gran interés por el Templo. El clero desempeña en su obra un papel preeminente: no sólo los sacerdotes y los levitas, según el espíritu del Deuteronomio y de los textos sacerdotales del Pentateuco, sino también las clases inferiores del clero, los porteros y los cantores, equiparados en adelante a los levitas. La santificación del clero se extiende a los seglares mediante la participación de éstos en los sacrificios de comunión, que ante el Cronista recuperan su antigua importancia. Esta comunidad santa no se restringe exclusivamente a los de Judá: por encima de la apostasía del reino de Israel, del que habla lo menos posible, se imagina a las Doce Tribus unidas bajo el cetro de David y, por encima de las circunstancias del momento, espera la reunión de todos los hijos de Israel. Ni aun los mismos paganos quedan excluidos de la oración del Templo. «Israel» es para él todo el pueblo fiel, con el que Dios había concertado en otro tiempo una alianza y con el que ha renovado aquella alianza en la persona de David. Bajo David se realizaron mejor que nunca las condiciones de la teocracia del reino de Dios sobre la tierra; y en el espíritu de David debe vivir la comunidad, con un afán constante de reforma que es una vuelta a las tradiciones, para que Dios le conserve su favor y cumpla sus promesas.
El centro de interés permanente de esta larga historia es el Templo de Jerusalén y su culto, desde los preparativos bajo David hasta la restauración llevada a cabo por la comunidad vuelta del Destierro.
Estos grandes pensamientos del Cronista explican la composición de su obra. Los primeros caps., 1 Cro 1-9, ofrecen listas genealógicas que se detienen más en la tribu de Judá y la descendencia de David, en los levitas y en los habitantes de Jerusalén. Esto sirve de introducción a la historia de David, que ocupa todo el final del primer libro, 10-29. Se omiten las desavenencias con Saúl, así como el pecado con Betsabé, los dramas de familia y las rebeliones, pero se da relieve a la profecía de Natán, 17, y se concede una importancia considerable a las instituciones religiosas: traslado del arca y organización del culto en Jerusalén, 13, 15-16, preparativos para la construcción del Templo, 21-29. David ha levantado el plano, reunido los materiales, ha organizado las funciones del clero hasta en los detalles, y ha dejado la realización a su hijo Salomón. En la historia de éste, 2 Cro 1-9, la construcción del Templo, la oración del rey en la dedicación y las promesas con que Dios corresponde, ocupan la mayor parte. A partir del cisma, el Cronista sólo se preocupa del reino de Judá y de la dinastía davídica. A los reyes se les juzga conforme a su fidelidad o infidelidad a los principios de la alianza, según se aproximen o se aparten del modelo dado por David, 2 Cro 10-36. A los desórdenes siguen las reformas, y las más profundas de éstas son las de Ezequías y Josías; este último rey tiene sucesores impíos que precipitan el desastre, pero las Crónicas concluyen con la autorización dada por Ciro para reconstruir el Templo. Continuación de estas Crónicas, como hemos dicho, son los libros de Esdras y Nehemías.
Para escribir esta historia, el autor se ha valido, en primer lugar, de los libros canónicos: Génesis y Números para las listas del comienzo, y sobre todo Samuel y Reyes. Los utiliza con libertad, elige lo que cuadra a su propósito, añade y corta. Con todo, jamás cita estas fuentes esenciales que nosotros podemos verificar. En cambio, se refiere a cierto número de otras obras, «libros» de los reyes de Israel o de los reyes de Israel y de Judá, un «midrás» del libro de los Reyes, «palabras» o «visiones» de tal o cual profeta, etc. Estos escritos son desconocidos para nosotros y se discute respecto a su contenido y sus mutuas relaciones. Probablemente describían los diversos reinos a la luz de las intervenciones proféticas. Es dudoso que el Cronista se haya valido también de tradiciones orales.
Puesto que el Cronista ha dispuesto de fuentes que nosotros ignoramos y que podían ser dignas de fe, no hay razón para desconfiar, en principio, de todo lo que añade a los libros canónicos que nosotros conocemos. Se ha de examinar cada caso en sí, e investigaciones recientes han vindicado en diversos puntos al Cronista del descrédito en que le tenían muchos exegetas. Pero también se da el caso de que presente noticias incompatibles con el cuadro que trazan Samuel o los Reyes, o bien que modifique a sabiendas lo que dicen estos últimos libros. Este procedimiento -que no tendría excusa en ningún historiador moderno, cuya misión es narrar y explicar la sucesión de los hechos- se justifica por la intención del autor; él no es un historiador, es un teólogo que, a la luz de las experiencias antiguas y, sobre todo, de la experiencia davídica, «medita» sobre las condiciones del reino ideal; hace que el pasado, el presente y el futuro confluyan en una síntesis: proyecta sobre la época de David toda la organización cultual que tiene ante sus ojos, omite todo lo que pudiera empequeñecer a su héroe. Fuera de los datos nuevos que contiene y cuyo valor se puede verificar, su obra no vale tanto para reconstruir el pasado como para ofrecernos un cuadro del estado y de las preocupaciones de su época.
Porque el Cronista escribe para sus contemporáneos. Les recuerda que la vida de la nación depende de su fidelidad a Dios y que esta fidelidad se expresa mediante la obediencia a la ley y a la regularidad de un culto animado por la verdadera piedad.Quiere hacer de su pueblo una comunidad santa, en cuyo favor se realizarán las promesas hechas a David. Los hombres religiosos del Judaísmo contemporáneo de Cristo vivirán en este espíritu, a veces con desviaciones que él no había previsto. Su enseñanza sobre la primacía de lo espiritual y sobre el gobierno divino de todos los acontecimientos del mundo tiene un valor permanente; deberíamos meditarlo en una época como la nuestra, en que la invasión de lo profano parece retrasar indefinidamente el establecimiento del reino de Dios.
Los libros de Esdras y Nehemías formaban un solo «libro de Esdras» en la Biblia hebrea y en los Setenta. Como ésta retenía el libro apócrifo griego de Esdras y lo ponía en el primer puesto (Esdras I), denomina Esdras II al libro de Esdras-Nehemías. En la época cristiana fue dividido en dos, costumbre que siguió la Vulgata, en la cual Esdras I equivalía a Esdras, y Esdras II a Nehemías; la misma Vulgata llama Esdras III al apócrifo griego de Esdras. La designación de los dos libros por sus dos personajes principales, Esdras y Nehemías, es todavía más reciente y se ha introducido en las ediciones impresas de la Biblia masorética.
Los libros de Esdras y Nehemías son, como se ha dicho, continuación de la obra del Cronista. Después de los cincuenta años de destierro, del que no habla, vuelve aquél a tomar el hilo de la historia en el momento en que el edicto de Ciro, 538 a.C., autoriza a los judíos a volver a Jerusalén para reconstruir el Templo. El regreso escalonado comienza inmediatamente, pero los trabajos del Templo se interrumpen por la oposición de los samaritanos y no se reanudan hasta Darío I; el Templo se acaba el 515. En el medio siglo inmediato, los esfuerzos para levantar las murallas de Jerusalén son obstaculizados por los mismos samaritanos, Esd 1-6.Bajo Artajerjes, Esdras, un escriba encargado de los asuntos judíos en la corte de Persia, llega a Jerusalén con una nueva caravana. Viene provisto de un decreto que le concede facultades para imponer a la comunidad la ley de Moisés, reconocida como ley real. Se ve precisado a tomar severas medidas contra los judíos que habían contraído matrimonio con mujeres extranjeras, Esd/47-10. Luego, Nehemías, copero de Artajerjes, logra que el rey le otorgue la misión de ir a Jerusalén para levantar las murallas. Rápidamente se concluye este trabajo, a pesar de la oposición de los enemigos, y se repuebla la ciudad Ne 1 1 - 7 72a. Entre tanto, Nehemías ha sido nombrado gobernador. Esdras hace una lectura solemne de la Ley, se celebra la fiesta de las Tiendas, el pueblo confiesa sus pecados y se compromete a observar la Ley, Ne 7 72b - 10 40. Siguen algunas listas y medidas complementarias y la dedicación de la muralla, 11 1 - 13 3.Nehemías, después de haber vuelto de Persia, regresa para una nueva misión, durante la cual se ve obligado a reprimir algunos desórdenes que ya se han introducido en la comunidad, Ne 13 4-31.
Se ve, por este resumen, que estos libros tienen mucha importancia para la historia de la Restauración judía después del Destierro. Los primeros caps. de Esdras completan las informaciones que se pueden sacar de los profetas Ageo, Zacarías y Malaquías. Los dos libros son la única fuente de que disponemos sobre la actividad de Esdras y Nehemías. La fecha de su composición es anterior a la de las Crónicas; pero, sobre todo, utilizan y citan textualmente documentos contemporáneos de los hechos: listas de repatriados o de la repoblación de Jerusalén, actas de los reyes de Persia, correspondencia con la corte y, sobre todo, el informe en que Esdras dio cuenta de su misión y la memoria justificativa de Nehemías.
A pesar de esta abundancia de fuentes, la exégesis de Esdras y Nehemías está erizada de dificultades, porque los documentos se presentan en ellos en un orden desconcertante. La lista de los inmigrantes se da dos veces, Esd 2 y Ne 7; en la sección de Esd 4 6 - 6 18, escrita en arameo, los sucesos del tiempo de Darío son referidos después de los sucesos de los reinados de Jerjes y Artajerjes, que, sin embargo, se sitúan en los cincuenta años siguientes. Los escritos procedentes de Esdras y Nehemías han sido fraccionados para luego reunirlos combinándolos. Utilizando las fechas concretas que se dan en ellos, el informe de Esdras puede restituirse en el orden siguiente: Esd 7 1 - 8/436; Ne 7 72 - 8 18; Esd 9 1 - 10 44; Ne 9 1-37.
Pero este documento ha sido rehecho por el Cronista, quien puso algunas partes en tercera persona, y ha recibido adiciones: la lista de los culpables de Esd 10 18.20-44 y las plegarias de Esd 9 6-15 y Ne/49 6-37. La memoria de Nehemías comprende los trozos siguientes: 1-2; 3 33 - 7 5; 12 27 - 13 31. El Cronista ha introducido un documento sobre la reconstrucción de las murallas, 3 1-32. La lista de los primeros sionistas, 7 6-72a, se repite en Esd 2. El cap. 10 es otro documento más de archivo que pone el sello al compromiso aceptado por la comunidad durante la segunda misión de Nehemías, 13. El marco del cap.11 es una composición del Cronista, a la que se han añadido listas de la población de Jerusalén y de Judá y, en el cap. 12, listas de sacerdotes y levitas.
Libros Históricos – Tercer Grupo
Los tres libros de Tobías, Judit y Ester se ponen en la Vulgata a continuación de los libros históricos. Algunos manuscritos importantes de la versión griega siguen este mismo orden, pero otros los colocan después de los Escritos sapienciales. Forman un pequeño grupo que se distingue por varias características particulares:
1. No tienen un texto del todo seguro. El libro de Tobías depende de un original semítico que se ha perdido. San Jerónimo se había servido para la Vulgata de un texto «caldeo» (arameo) que ya no poseemos. Pero, en una cueva de Qumrán, se han descubierto los restos de cuatro manuscritos arameos y de un manuscrito hebreo de Tobías. Las versiones griega, siríaca y latina representan cuatro recensiones del texto. Las dos más importantes son: la de los dos manuscritos Vaticano (B) y Alejandrino (A), por una parte, y la del Códice Sinaítico (S) y la de la antigua versión latina, por otra. Esta última recensión, apoyada ahora por los fragmentos de Qumrán, parece la más antigua y es la que sigue la presente traducción, sin dejar de acudir a los demás testigos.
También se ha perdido el original hebreo del libro de Judit. Es dudoso que esté representado por ninguno de los textos hebreos que circularon en la Edad Media.Los textos griegos se nos ofrecen en tres formas notablemente divergentes. La Vulgata, a su vez, presenta un texto muy distinto: parece como si San Jerónimo se hubiera limitado a revisar alguna traducción latina anterior con la ayuda de una paráfrasis aramea.
El libro de Ester presenta una forma breve, la hebrea, y otra larga, la griega. Del texto griego existen dos recensiones: el tipo común de la Biblia griega y el divergente de Luciano de Antioquía. La versión griega añade al hebreo los siguientes complementos: sueño de Mardoqueo, 1 1a-r, y su explicación, 10 3a-k, dos edictos de Asuero, 3 13a-g y 8 12a-v, oraciones de Mardoqueo, 4 17a-i y de Ester, 4 17k-z, otro relato de la gestión de Ester ante Asuero, 5 1a-f y 5 2a-b, un apéndice que explica el origen de la versión griega, 10 31. San Jerónimo tradujo estas adiciones a continuación del texto hebreo (Vulg. 10 4 - 16 24); en la presente traducción las hemos dejado en el lugar que les corresponde en el texto griego, en cursiva y con numeración especial.
2. Entraron en el canon de las Escrituras. La Biblia hebrea no admitió los libros de Tobías y Judit ni tampoco los aceptan los protestantes. Se trata de libros deuterocanónicos que la Iglesia católica ha reconocido tras algunas vacilaciones en la época patrística. Muy pronto fueron leídos y utilizados y figuran en las listas oficiales del Canon: en Occidente, a partir del sínodo romano del 382; en Oriente, a partir del concilio de Constantinopla llamado «in Trullo», el 692.
Las secciones griegas de Ester son asimismo deuterocanónicas y tienen el mismo historial que Tobías y Judit. El libro hebreo era aún discutido por los Rabinos en el siglo I de nuestra era, pero luego tuvo gran aceptación entre los judíos.
3. Tienen en común un determinado género literario. Estas narraciones tratan con mucha libertad la historia y la geografía. Según Tobías, el anciano Tobit en su juventud presenció la división del reino a la muerte de Salomón (el 931), Tb 1 4; fue deportado con la tribu de Neftalí (el 734), Tb 1 5 y 10; y su hijo Tobías no murió hasta después de la destrucción de Nínive (el 612), Tb 14 15. El libro supone a Senaquerib sucesor de Salmanasar, Tb 1 15, omitiendo el reinado de Sargón. Entre Ragués, situado en la montaña, y Ecbátana, en medio de la llanura, no habría más que dos días de camino, Tb 5 6, cuando en realidad Ecbátana se hallaba mucho más alta que Ragués (a 2.000 metros de altura) y los kilómetros que separaban a ambas ciudades eran 300. El libro de Ester ofrece un marco histórico más seguro: se describe correctamente la ciudad de Susa, así como algunas costumbres persas. Asuero, transcripción hebrea de Jerjes, es un personaje conocido, y el retrato moral del rey está en armonía con lo que nos dice Herodoto. Con todo, no concuerda bien con la política tolerante de los Aqueménidas el decreto de exterminio de los judíos que Asuero se aviene a firmar; y aún es menos probable que haya autorizado la matanza de sus propios súbditos y que 75.000 persas se hayan dejado matar sin resistencia.En la épocas del relato, la reina de los persas, esposa de Jerjes, se llamaba Amestris y la historia general no deja espacio para Vasti ni para Ester. Si Mardoqueo hubiera sido deportado en tiempo de Nabucodonosor, Est 2 6, habría tenido ciento cincuenta años en el reinado de Jerjes.
El libro de Judit manifiesta sobre todo una gran despreocupación por la historia y la geografía. La narración se sitúa bajo «Nabucodonosor, que reinó sobre los asirios en la gran ciudad de Nínive», Jdt 1 1, cuando en realidad Nabucodonosor fue rey de Babilonia, y Nínive había sido destruida por su padre Nabopolasar. A su vez, la vuelta del Destierro bajo Ciro se presenta como algo que ya ha tenido lugar, Jdt 4 3; 5 19. Holofernes y Bagoas tienen nombres persas, pero hay también alusiones claras a ciertas costumbres griegas, 3 7-8; 15 13. El itinerario bélico de Holofernes, 2 21-28, es un reto a la geografía. Al llegar a Samaría, cree uno hallarse en terreno más firme y se multiplican los nombres de lugares. Pero muchos nombres son desconocidos y suenan extrañamente; la misma ciudad de Betulia, que es el centro de la acción, no puede localizarse en un mapa, pese a las aparentes precisiones topográficas de la narración.
Estas sorprendentes libertades sólo se explican suponiendo que los autores han querido escribir algo que no es una obra de historia. Es probable que se basen en hechos reales, pero es imposible determinar de qué hechos se trata, ahogados por el relato al que habrían servido de pretexto; relato que es la obra propia de los autores y contiene su mensaje. Lo que importa, pues, es determinar la intención de cada libro y deducir de él la enseñanza que contiene.
El libro de Tobías es una historia de familia. Tobit, un deportado de la tribu de Neftalí, piadoso, observante, caritativo, queda ciego en Nínive. Su pariente Ragüel, en Ecbátana, tiene una hija, Sarra, que ha visto morir sucesivamente a siete prometidos, muertos la noche de las bodas por el demonio Asmodeo. Tobit y Sarra, cada cual por su parte, piden a Dios que les libre de esta vida. Dios hará que los dos infortunios y las dos plegarias engendren una gran alegría: envía a su ángel Rafael, que guía a Tobías, hijo de Tobit, a casa de Ragüel, hace que se despose con Sarra y le proporciona el remedio que curará al ciego. Es una narración edificante, en la que cobran notable relieve los deberes para con los muertos y el consejo de dar limosna. El sentimiento familiar se expresa con emociones y encanto. Desarrolla unas ideas ya muy adelantadas acerca del matrimonio, que preludian el concepto cristiano. El ángel Rafael manifiesta y encubre a un mismo tiempo la acción de Dios, cuyo instrumento él mismo es. Así, el libro invita a reconocer esta Providencia cotidiana, esta vecindad de un Dios bueno.
El libro se inspira en modelos bíblicos, especialmente en las narraciones patriarcales del Génesis; literariamente se sitúa entre Job y Ester, entre Zacarías y Daniel.Tiene puntos de contacto con la Sabiduría de Ajicar (ver Tb 1 22; 2 10; 11 18; 14 10), obra apócrifa cuyo argumento se remonta por lo menos al siglo V a.C. El libro de Tobías parece haberse escrito hacia el año 200 a.C., acaso en Palestina y probablemente en arameo.
El libro de Judit es la historia de una victoria del pueblo elegido contra sus enemigos, merced a la intervención de una mujer. La pequeña nación judía se enfrenta con el imponente ejército de Holofernes, que quiere someter el mundo al rey Nabucodonosor y destruir todo culto que no sea el de Nabucodonosor endiosado. Los judíos son sitiados en Betulia. Privados de agua, están a punto de rendirse. Aparece entonces Judit, viuda joven, hermosa, prudente, piadosa y decidida que triunfará sobre la apatía de sus compatriotas y luego sobre el ejército asirio. Echa en cara a los jefes de la ciudad su falta de confianza en Dios. Después ora, se acicala, sale de Betulia y se hace presentar a Holofernes.Echa mano contra él de la seducción y de la astucia y, una vez a solas con aquel militarote ebrio, le corta la cabeza. Los asirios huyen presa del pánico y su campamento es entregado al saqueo. El pueblo ensalza a Judit y se dirige a Jerusalén para una solemne acción de gracias.
Parece como si el autor hubiese multiplicado adrede los dislates de la historia para distraer la atención de cualquier contexto histórico concreto y llevarla por entero al drama religioso y a su desenlace.Es una narración hábilmente compuesta, que guarda estrecho parentesco con los apocalipsis. Holofernes, servidor de Nabucodonosor, es una síntesis de las potencias del mal; Judit, cuyo nombre significa «la Judía», representa la causa de Dios, identificada con la de la nación. Esta causa parece condenada al exterminio, pero Dios cuida de su triunfo por medio de las débiles manos de una mujer, y el pueblo santo sube a Jerusalén. El libro tiene contactos ciertos con Daniel, Ezequiel y Joel: la escena tiene lugar en la llanura de Esdrelón, cerca de la llanura de Harmaguedón, donde San Juan situará la batalla escatológica de Ap 16 16; la victoria de Judit es el premio de su oración, de su observancia escrupulosa de las normas de pureza legal, y, sin embargo, la perspectiva del libro es universalista: la salvación de Jerusalén queda asegurada en Betulia, en aquella Samaría odiosa para los «ortodoxos» del Judaísmo rígido; Ajior es quien da con el sentido religioso del conflicto, y Ajior es un amonita, Jdt 5 5-21, que se convierte al Dios verdadero, Jdt 14 5-10.
El libro fue escrito en Palestina, hacia mediados del siglo II antes de nuestra era, en una atmósfera de fervor nacional y religioso que la sublevación de los Macabeos había creado.
El libro de Ester, como el de Judit, refiere una liberación de la nación por medio de una mujer. Los judíos establecidos en Persia se ven amenazados de exterminio por el odio de un visir omnipotente, Amán, y se salvan gracias a la intervención de Ester, joven compatriota que ha llegado a reina, dirigida a su vez por su tío Mardoqueo. La situación se vuelve del revés: Amán es ahorcado, Mardoqueo ocupa su lugar, los judíos exterminan a sus enemigos. Se instituye la fiesta de los Purim para conmemorar esta victoria y se recomienda a los judíos que la celebren todos los años.
La narración hace ver claramente la hostilidad de que eran objeto los judíos en el mundo antiguo, a causa de la singularidad de su vida, que les ponía en conflicto con las leyes del príncipe (compárese la persecución de Antíoco Epífanes); su nacionalismo exacerbado es una reacción de defensa. Su violencia choca desagradablemente, pero no debemos perder de vista que el libro es anterior a la revelación cristiana. También se ha de tener en cuenta el elemento literario: las intrigas de harén y las degollinas sólo sirven para la presentación dramática de una tesis que es una tesis religiosa. La exaltación de Mardoqueo y de Ester y la liberación consiguiente recuerdan la historia de Daniel y, sobre todo, la de José, oprimido y luego exaltado para la salvación de su pueblo. En la narración del Génesis a propósito de José, Dios no manifiesta externamente su poder y, sin embargo, dirige los acontecimientos. Del mismo modo, la Providencia gobierna todas las peripecias del drama en el libro hebreo de Ester, que evita nombrar a Dios. Lo saben los actores y ponen toda su confianza en Dios, que llevará a cabo su plan de salvación, incluso aunque fallen los instrumentos humanos que ha escogido, ver Est 4 3-17 que da la clave del libro. Las adiciones griegas tienen un tono más religioso (son las que han proporcionado todos los pasajes de Ester utilizados por la liturgia), pero se limitan a hacer explícito lo que el autor hebreo dejaba adivinar.
La versión griega existía el 114 (ó 78) a.C., en que fue enviada a Egipto para autenticar la fiesta de los Purim, Est 10 31.El texto hebreo es anterior; según 2 M 15 36, los judíos de Palestina celebraban, el 160 a.C., un «día de Mardoqueo», que supone conocida la historia de Ester, y probablemente, el mismo libro. Éste pudo haber sido compuesto en el segundo cuarto del siglo II a.C. Su relación original con la fiesta de los Purim no es segura: el pasaje de Est 9 20-32 es de estilo diferente y parece ser añadidura. Los orígenes de la fiesta son oscuros y es posible que el libro haya sido posteriormente relacionado con ella (2 M 15 36 no da el nombre de «Purim» al «día de Mardoqueo») y haya servido para justificarla históricamente.
Libros Históricos – Primer Grupo
A los libros de Josué, Jueces, Samuel y Reyes se les llama en la Biblia hebrea los Profetas anteriores, en contraposición a los Profetas posteriores: Isaías, Jeremías, Ezequiel y los Doce Profetas Menores. Este apelativo se explica por una tradición que atribuía la composición de estos libros a profetas: a Josué, la del libro que lleva su nombre; a Samuel, la de Jueces y Samuel; a Jeremías, la de Reyes. Y se justifica por el carácter religioso que les es común: estos libros, que nosotros llamamos históricos, tienen como tema principal las relaciones de Israel con Yahvé, su fidelidad o su infidelidad, sobre todo su infidelidad, a la palabra de Dios, cuyos portavoces son los profetas. En realidad, los profetas intervienen con frecuencia: Samuel, Gad, Natán, Elías, Eliseo, Isaías, (...) sin contar las figuras de menor relieve. Los libros de los Reyes ofrecen el marco en que se ejerció el ministerio de los profetas escritores antes del Destierro.
Estos libros, así eslabonados con lo que inmediatamente les sigue en la Biblia hebrea, lo están también con lo que les precede. Por su contenido, vienen a ser una prolongación del Pentateuco: al final del Deuteronomio, Josué es designado sucesor de Moisés, y el libro de Josué comienza a raíz de la muerte de Moisés. Se ha supuesto que incluso existía unidad literaria entre los dos conjuntos y se ha buscado la continuación de los documentos o de las fuentes del Pentateuco, en el libro de Josué; de este modo se ha llegado a delimitar un Hexateuco; e incluso se ha ido más lejos, llegándose a abarcar los libros de los Reyes. Pero los esfuerzos realizados para descubrir los documentos del Pentateuco en Jueces, Samuel y Reyes no han dado ningún resultado satisfactorio. La situación es más favorable en cuanto a Josué, donde se distinguen corrientes que están más o menos relacionadas con la yahvista y la elohista, si es que no son continuación de éstas. Sin embargo, la influencia del Deuteronomio y de su doctrina resulta más clara aún y los partidarios de un Hexateuco deben admitir por su parte una redacción deuteronomista de Josué. Estas conexiones con el Deuteronomio prosiguen en los libros siguientes, si bien de manera variable: son extensas en los Jueces, más limitadas en Samuel, predominantes en los Reyes, pero siempre distinguibles. De ahí que se haya elaborado la hipótesis de que el Deuteronomio era el comienzo de una gran historia religiosa que se prolongaba hasta el final de los libros de los Reyes.
Justificada históricamente en el Deuteronomio la doctrina de la elección de Israel, y definida la constitución teocrática que de ahí se sigue, el libro de Josué narra el establecimiento del pueblo elegido en la tierra a él prometida; el de los Jueces esboza la sucesión de sus apostasías y de sus conversiones a la gracia; los de Samuel, después de la crisis que condujo a la institución de la realeza y puso en peligro el ideal teocrático, exponen cómo se realizó este ideal con David; los de los Reyes describen la decadencia que se inició desde el reinado de Salomón y que, por una serie de infidelidades, y a pesar de algunos reyes piadosos, condujo a la condenación del pueblo por su Dios. El Deuteronomio habría sido desprendido de este conjunto cuando se quiso reunir todo lo que se refería a la persona y la obra de Moisés (cf. la Introducción al Pentateuco).
Esta hipótesis parece justificada, pero ha de completarse, o corregirse, con dos corolarios. Por una parte, la redacción deuteronomista ha operado sobre tradiciones orales o documentos escritos, distintos por su antigüedad y carácter que, generalmente, estaban ya agrupados; y ha retocado de forma desigual los materiales que utilizaba. Esto explica que los libros, o grandes secciones en cada libro, conserven su individualidad. Por otra parte, no se llegó de un golpe a esta misma redacción deuteronomista, y cada libro muestra indicios de varias ediciones. A juzgar por el libro de los Reyes, cuyo testimonio es el más claro, hubo al menos dos redacciones, una a raíz de la reforma de Josías, otra durante el Destierro. A propósito de cada libro se irán dando precisiones sobre estos diversos puntos.
Son, pues, estos libros, en su forma definitiva, obra de una escuela de hombres piadosos, imbuidos en las ideas del Deuteronomio, que meditan sobre el pasado de su pueblo y deducen de él una lección religiosa. Pero también nos han conservado tradiciones o textos que se remontan hasta la época heroica de la conquista, con la narración de los hechos salientes de la historia de Israel. El hecho de que ésta sea presentada como historia sagrada no disminuye su interés para el historiador y realza su valor para el creyente: este último, no sólo aprenderá en ella a encontrar la mano de Dios en todos los acontecimientos del mundo, sino que, en la exigente solicitud de Yahvé para con su pueblo elegido, reconocerá la lenta preparación del nuevo Israel, la comunidad de los creyentes.
Libros Históricos – Segundo Grupo
El AT comprende un segundo grupo de libros históricos que en gran parte reiteran y luego prosiguen la historia deuteronomista que abarca de Josué al fin de los Reyes. Se trata de los dos libros de las Crónicas, y además del libro de Esdras y, según la opinión común, del libro de Nehemías. Los dos libros de las Crónicas formaban primitivamente uno solo, y los libros de Esdras y Nehemías integraban el mismo conjunto, obra de un solo autor. No sólo encontramos en ellos el mismo estilo y las mismas ideas fundamentales, sino que la repetición, al comienzo de Esd 1, de los versículos con que concluye 2 Cro 36, certifica la unidad de composición.
Son, pues, los libros de las Crónicas (según el título hebreo; la Biblia griega y la Vulgata los llaman «Paralipómenos», es decir, los libros que refieren las «cosas omitidas», que añaden un complemento) obra del Judaísmo postexílico, de una época en que el pueblo, privado de su independencia política, gozaba con todo de una especie de autonomía reconocida por los dueños del Oriente: vivía bajo la dirección de sus sacerdotes, según las reglas de su ley religiosa. El Templo y sus ceremonias eran el centro de la vida nacional.Pero este marco legalista y ritual recibe vida de una corriente de piedad personal, de las doctrinas sapienciales, del recuerdo de las glorias o de las debilidades del pasado y de la confianza en las promesas de los profetas.
El autor de las Crónicas, un levita de Jerusalén, es profundamente adicto a este medio.
Escribe después de Esdras y Nehemías, bastante tiempo después, puesto que puede combinar a su gusto las fuentes que a aquéllos se refieren. La fecha más probable parece ser el comienzo de la época griega, antes del año 300 a.C. El libro recibió después adiciones procedentes de una o de varias manos. En especial fueron ampliados los cuadros genealógicos de 1 Cro 2-9 y se añadieron listas de nombres, probablemente las de los partidarios de David, 1 Cro 12, las de sacerdotes y levitas, 1 Cro 15, y la larga adición de 23 3 - 27 34, que es un recuento del personal cultual y administrativo de David.
Estos complementos, que posiblemente utilizaron excelentes documentos, siguen la línea de pensamiento del Cronista.
Muestra gran interés por el Templo. El clero desempeña en su obra un papel preeminente: no sólo los sacerdotes y los levitas, según el espíritu del Deuteronomio y de los textos sacerdotales del Pentateuco, sino también las clases inferiores del clero, los porteros y los cantores, equiparados en adelante a los levitas. La santificación del clero se extiende a los seglares mediante la participación de éstos en los sacrificios de comunión, que ante el Cronista recuperan su antigua importancia. Esta comunidad santa no se restringe exclusivamente a los de Judá: por encima de la apostasía del reino de Israel, del que habla lo menos posible, se imagina a las Doce Tribus unidas bajo el cetro de David y, por encima de las circunstancias del momento, espera la reunión de todos los hijos de Israel. Ni aun los mismos paganos quedan excluidos de la oración del Templo. «Israel» es para él todo el pueblo fiel, con el que Dios había concertado en otro tiempo una alianza y con el que ha renovado aquella alianza en la persona de David. Bajo David se realizaron mejor que nunca las condiciones de la teocracia del reino de Dios sobre la tierra; y en el espíritu de David debe vivir la comunidad, con un afán constante de reforma que es una vuelta a las tradiciones, para que Dios le conserve su favor y cumpla sus promesas.
El centro de interés permanente de esta larga historia es el Templo de Jerusalén y su culto, desde los preparativos bajo David hasta la restauración llevada a cabo por la comunidad vuelta del Destierro.
Estos grandes pensamientos del Cronista explican la composición de su obra. Los primeros caps., 1 Cro 1-9, ofrecen listas genealógicas que se detienen más en la tribu de Judá y la descendencia de David, en los levitas y en los habitantes de Jerusalén. Esto sirve de introducción a la historia de David, que ocupa todo el final del primer libro, 10-29. Se omiten las desavenencias con Saúl, así como el pecado con Betsabé, los dramas de familia y las rebeliones, pero se da relieve a la profecía de Natán, 17, y se concede una importancia considerable a las instituciones religiosas: traslado del arca y organización del culto en Jerusalén, 13, 15-16, preparativos para la construcción del Templo, 21-29. David ha levantado el plano, reunido los materiales, ha organizado las funciones del clero hasta en los detalles, y ha dejado la realización a su hijo Salomón. En la historia de éste, 2 Cro 1-9, la construcción del Templo, la oración del rey en la dedicación y las promesas con que Dios corresponde, ocupan la mayor parte. A partir del cisma, el Cronista sólo se preocupa del reino de Judá y de la dinastía davídica. A los reyes se les juzga conforme a su fidelidad o infidelidad a los principios de la alianza, según se aproximen o se aparten del modelo dado por David, 2 Cro 10-36. A los desórdenes siguen las reformas, y las más profundas de éstas son las de Ezequías y Josías; este último rey tiene sucesores impíos que precipitan el desastre, pero las Crónicas concluyen con la autorización dada por Ciro para reconstruir el Templo. Continuación de estas Crónicas, como hemos dicho, son los libros de Esdras y Nehemías.
Para escribir esta historia, el autor se ha valido, en primer lugar, de los libros canónicos: Génesis y Números para las listas del comienzo, y sobre todo Samuel y Reyes. Los utiliza con libertad, elige lo que cuadra a su propósito, añade y corta. Con todo, jamás cita estas fuentes esenciales que nosotros podemos verificar. En cambio, se refiere a cierto número de otras obras, «libros» de los reyes de Israel o de los reyes de Israel y de Judá, un «midrás» del libro de los Reyes, «palabras» o «visiones» de tal o cual profeta, etc. Estos escritos son desconocidos para nosotros y se discute respecto a su contenido y sus mutuas relaciones. Probablemente describían los diversos reinos a la luz de las intervenciones proféticas. Es dudoso que el Cronista se haya valido también de tradiciones orales.
Puesto que el Cronista ha dispuesto de fuentes que nosotros ignoramos y que podían ser dignas de fe, no hay razón para desconfiar, en principio, de todo lo que añade a los libros canónicos que nosotros conocemos. Se ha de examinar cada caso en sí, e investigaciones recientes han vindicado en diversos puntos al Cronista del descrédito en que le tenían muchos exegetas. Pero también se da el caso de que presente noticias incompatibles con el cuadro que trazan Samuel o los Reyes, o bien que modifique a sabiendas lo que dicen estos últimos libros. Este procedimiento -que no tendría excusa en ningún historiador moderno, cuya misión es narrar y explicar la sucesión de los hechos- se justifica por la intención del autor; él no es un historiador, es un teólogo que, a la luz de las experiencias antiguas y, sobre todo, de la experiencia davídica, «medita» sobre las condiciones del reino ideal; hace que el pasado, el presente y el futuro confluyan en una síntesis: proyecta sobre la época de David toda la organización cultual que tiene ante sus ojos, omite todo lo que pudiera empequeñecer a su héroe. Fuera de los datos nuevos que contiene y cuyo valor se puede verificar, su obra no vale tanto para reconstruir el pasado como para ofrecernos un cuadro del estado y de las preocupaciones de su época.
Porque el Cronista escribe para sus contemporáneos. Les recuerda que la vida de la nación depende de su fidelidad a Dios y que esta fidelidad se expresa mediante la obediencia a la ley y a la regularidad de un culto animado por la verdadera piedad.Quiere hacer de su pueblo una comunidad santa, en cuyo favor se realizarán las promesas hechas a David. Los hombres religiosos del Judaísmo contemporáneo de Cristo vivirán en este espíritu, a veces con desviaciones que él no había previsto. Su enseñanza sobre la primacía de lo espiritual y sobre el gobierno divino de todos los acontecimientos del mundo tiene un valor permanente; deberíamos meditarlo en una época como la nuestra, en que la invasión de lo profano parece retrasar indefinidamente el establecimiento del reino de Dios.
Los libros de Esdras y Nehemías formaban un solo «libro de Esdras» en la Biblia hebrea y en los Setenta. Como ésta retenía el libro apócrifo griego de Esdras y lo ponía en el primer puesto (Esdras I), denomina Esdras II al libro de Esdras-Nehemías. En la época cristiana fue dividido en dos, costumbre que siguió la Vulgata, en la cual Esdras I equivalía a Esdras, y Esdras II a Nehemías; la misma Vulgata llama Esdras III al apócrifo griego de Esdras. La designación de los dos libros por sus dos personajes principales, Esdras y Nehemías, es todavía más reciente y se ha introducido en las ediciones impresas de la Biblia masorética.
Los libros de Esdras y Nehemías son, como se ha dicho, continuación de la obra del Cronista. Después de los cincuenta años de destierro, del que no habla, vuelve aquél a tomar el hilo de la historia en el momento en que el edicto de Ciro, 538 a.C., autoriza a los judíos a volver a Jerusalén para reconstruir el Templo. El regreso escalonado comienza inmediatamente, pero los trabajos del Templo se interrumpen por la oposición de los samaritanos y no se reanudan hasta Darío I; el Templo se acaba el 515. En el medio siglo inmediato, los esfuerzos para levantar las murallas de Jerusalén son obstaculizados por los mismos samaritanos, Esd 1-6.Bajo Artajerjes, Esdras, un escriba encargado de los asuntos judíos en la corte de Persia, llega a Jerusalén con una nueva caravana. Viene provisto de un decreto que le concede facultades para imponer a la comunidad la ley de Moisés, reconocida como ley real. Se ve precisado a tomar severas medidas contra los judíos que habían contraído matrimonio con mujeres extranjeras, Esd/47-10. Luego, Nehemías, copero de Artajerjes, logra que el rey le otorgue la misión de ir a Jerusalén para levantar las murallas. Rápidamente se concluye este trabajo, a pesar de la oposición de los enemigos, y se repuebla la ciudad Ne 1 1 - 7 72a. Entre tanto, Nehemías ha sido nombrado gobernador. Esdras hace una lectura solemne de la Ley, se celebra la fiesta de las Tiendas, el pueblo confiesa sus pecados y se compromete a observar la Ley, Ne 7 72b - 10 40. Siguen algunas listas y medidas complementarias y la dedicación de la muralla, 11 1 - 13 3.Nehemías, después de haber vuelto de Persia, regresa para una nueva misión, durante la cual se ve obligado a reprimir algunos desórdenes que ya se han introducido en la comunidad, Ne 13 4-31.
Se ve, por este resumen, que estos libros tienen mucha importancia para la historia de la Restauración judía después del Destierro. Los primeros caps. de Esdras completan las informaciones que se pueden sacar de los profetas Ageo, Zacarías y Malaquías. Los dos libros son la única fuente de que disponemos sobre la actividad de Esdras y Nehemías. La fecha de su composición es anterior a la de las Crónicas; pero, sobre todo, utilizan y citan textualmente documentos contemporáneos de los hechos: listas de repatriados o de la repoblación de Jerusalén, actas de los reyes de Persia, correspondencia con la corte y, sobre todo, el informe en que Esdras dio cuenta de su misión y la memoria justificativa de Nehemías.
A pesar de esta abundancia de fuentes, la exégesis de Esdras y Nehemías está erizada de dificultades, porque los documentos se presentan en ellos en un orden desconcertante. La lista de los inmigrantes se da dos veces, Esd 2 y Ne 7; en la sección de Esd 4 6 - 6 18, escrita en arameo, los sucesos del tiempo de Darío son referidos después de los sucesos de los reinados de Jerjes y Artajerjes, que, sin embargo, se sitúan en los cincuenta años siguientes. Los escritos procedentes de Esdras y Nehemías han sido fraccionados para luego reunirlos combinándolos. Utilizando las fechas concretas que se dan en ellos, el informe de Esdras puede restituirse en el orden siguiente: Esd 7 1 - 8/436; Ne 7 72 - 8 18; Esd 9 1 - 10 44; Ne 9 1-37.
Pero este documento ha sido rehecho por el Cronista, quien puso algunas partes en tercera persona, y ha recibido adiciones: la lista de los culpables de Esd 10 18.20-44 y las plegarias de Esd 9 6-15 y Ne/49 6-37. La memoria de Nehemías comprende los trozos siguientes: 1-2; 3 33 - 7 5; 12 27 - 13 31. El Cronista ha introducido un documento sobre la reconstrucción de las murallas, 3 1-32. La lista de los primeros sionistas, 7 6-72a, se repite en Esd 2. El cap. 10 es otro documento más de archivo que pone el sello al compromiso aceptado por la comunidad durante la segunda misión de Nehemías, 13. El marco del cap.11 es una composición del Cronista, a la que se han añadido listas de la población de Jerusalén y de Judá y, en el cap. 12, listas de sacerdotes y levitas.
Libros Históricos – Tercer Grupo
Los tres libros de Tobías, Judit y Ester se ponen en la Vulgata a continuación de los libros históricos. Algunos manuscritos importantes de la versión griega siguen este mismo orden, pero otros los colocan después de los Escritos sapienciales. Forman un pequeño grupo que se distingue por varias características particulares:
1. No tienen un texto del todo seguro. El libro de Tobías depende de un original semítico que se ha perdido. San Jerónimo se había servido para la Vulgata de un texto «caldeo» (arameo) que ya no poseemos. Pero, en una cueva de Qumrán, se han descubierto los restos de cuatro manuscritos arameos y de un manuscrito hebreo de Tobías. Las versiones griega, siríaca y latina representan cuatro recensiones del texto. Las dos más importantes son: la de los dos manuscritos Vaticano (B) y Alejandrino (A), por una parte, y la del Códice Sinaítico (S) y la de la antigua versión latina, por otra. Esta última recensión, apoyada ahora por los fragmentos de Qumrán, parece la más antigua y es la que sigue la presente traducción, sin dejar de acudir a los demás testigos.
También se ha perdido el original hebreo del libro de Judit. Es dudoso que esté representado por ninguno de los textos hebreos que circularon en la Edad Media.Los textos griegos se nos ofrecen en tres formas notablemente divergentes. La Vulgata, a su vez, presenta un texto muy distinto: parece como si San Jerónimo se hubiera limitado a revisar alguna traducción latina anterior con la ayuda de una paráfrasis aramea.
El libro de Ester presenta una forma breve, la hebrea, y otra larga, la griega. Del texto griego existen dos recensiones: el tipo común de la Biblia griega y el divergente de Luciano de Antioquía. La versión griega añade al hebreo los siguientes complementos: sueño de Mardoqueo, 1 1a-r, y su explicación, 10 3a-k, dos edictos de Asuero, 3 13a-g y 8 12a-v, oraciones de Mardoqueo, 4 17a-i y de Ester, 4 17k-z, otro relato de la gestión de Ester ante Asuero, 5 1a-f y 5 2a-b, un apéndice que explica el origen de la versión griega, 10 31. San Jerónimo tradujo estas adiciones a continuación del texto hebreo (Vulg. 10 4 - 16 24); en la presente traducción las hemos dejado en el lugar que les corresponde en el texto griego, en cursiva y con numeración especial.
2. Entraron en el canon de las Escrituras. La Biblia hebrea no admitió los libros de Tobías y Judit ni tampoco los aceptan los protestantes. Se trata de libros deuterocanónicos que la Iglesia católica ha reconocido tras algunas vacilaciones en la época patrística. Muy pronto fueron leídos y utilizados y figuran en las listas oficiales del Canon: en Occidente, a partir del sínodo romano del 382; en Oriente, a partir del concilio de Constantinopla llamado «in Trullo», el 692.
Las secciones griegas de Ester son asimismo deuterocanónicas y tienen el mismo historial que Tobías y Judit. El libro hebreo era aún discutido por los Rabinos en el siglo I de nuestra era, pero luego tuvo gran aceptación entre los judíos.
3. Tienen en común un determinado género literario. Estas narraciones tratan con mucha libertad la historia y la geografía. Según Tobías, el anciano Tobit en su juventud presenció la división del reino a la muerte de Salomón (el 931), Tb 1 4; fue deportado con la tribu de Neftalí (el 734), Tb 1 5 y 10; y su hijo Tobías no murió hasta después de la destrucción de Nínive (el 612), Tb 14 15. El libro supone a Senaquerib sucesor de Salmanasar, Tb 1 15, omitiendo el reinado de Sargón. Entre Ragués, situado en la montaña, y Ecbátana, en medio de la llanura, no habría más que dos días de camino, Tb 5 6, cuando en realidad Ecbátana se hallaba mucho más alta que Ragués (a 2.000 metros de altura) y los kilómetros que separaban a ambas ciudades eran 300. El libro de Ester ofrece un marco histórico más seguro: se describe correctamente la ciudad de Susa, así como algunas costumbres persas. Asuero, transcripción hebrea de Jerjes, es un personaje conocido, y el retrato moral del rey está en armonía con lo que nos dice Herodoto. Con todo, no concuerda bien con la política tolerante de los Aqueménidas el decreto de exterminio de los judíos que Asuero se aviene a firmar; y aún es menos probable que haya autorizado la matanza de sus propios súbditos y que 75.000 persas se hayan dejado matar sin resistencia.En la épocas del relato, la reina de los persas, esposa de Jerjes, se llamaba Amestris y la historia general no deja espacio para Vasti ni para Ester. Si Mardoqueo hubiera sido deportado en tiempo de Nabucodonosor, Est 2 6, habría tenido ciento cincuenta años en el reinado de Jerjes.
El libro de Judit manifiesta sobre todo una gran despreocupación por la historia y la geografía. La narración se sitúa bajo «Nabucodonosor, que reinó sobre los asirios en la gran ciudad de Nínive», Jdt 1 1, cuando en realidad Nabucodonosor fue rey de Babilonia, y Nínive había sido destruida por su padre Nabopolasar. A su vez, la vuelta del Destierro bajo Ciro se presenta como algo que ya ha tenido lugar, Jdt 4 3; 5 19. Holofernes y Bagoas tienen nombres persas, pero hay también alusiones claras a ciertas costumbres griegas, 3 7-8; 15 13. El itinerario bélico de Holofernes, 2 21-28, es un reto a la geografía. Al llegar a Samaría, cree uno hallarse en terreno más firme y se multiplican los nombres de lugares. Pero muchos nombres son desconocidos y suenan extrañamente; la misma ciudad de Betulia, que es el centro de la acción, no puede localizarse en un mapa, pese a las aparentes precisiones topográficas de la narración.
Estas sorprendentes libertades sólo se explican suponiendo que los autores han querido escribir algo que no es una obra de historia. Es probable que se basen en hechos reales, pero es imposible determinar de qué hechos se trata, ahogados por el relato al que habrían servido de pretexto; relato que es la obra propia de los autores y contiene su mensaje. Lo que importa, pues, es determinar la intención de cada libro y deducir de él la enseñanza que contiene.
El libro de Tobías es una historia de familia. Tobit, un deportado de la tribu de Neftalí, piadoso, observante, caritativo, queda ciego en Nínive. Su pariente Ragüel, en Ecbátana, tiene una hija, Sarra, que ha visto morir sucesivamente a siete prometidos, muertos la noche de las bodas por el demonio Asmodeo. Tobit y Sarra, cada cual por su parte, piden a Dios que les libre de esta vida. Dios hará que los dos infortunios y las dos plegarias engendren una gran alegría: envía a su ángel Rafael, que guía a Tobías, hijo de Tobit, a casa de Ragüel, hace que se despose con Sarra y le proporciona el remedio que curará al ciego. Es una narración edificante, en la que cobran notable relieve los deberes para con los muertos y el consejo de dar limosna. El sentimiento familiar se expresa con emociones y encanto. Desarrolla unas ideas ya muy adelantadas acerca del matrimonio, que preludian el concepto cristiano. El ángel Rafael manifiesta y encubre a un mismo tiempo la acción de Dios, cuyo instrumento él mismo es. Así, el libro invita a reconocer esta Providencia cotidiana, esta vecindad de un Dios bueno.
El libro se inspira en modelos bíblicos, especialmente en las narraciones patriarcales del Génesis; literariamente se sitúa entre Job y Ester, entre Zacarías y Daniel.Tiene puntos de contacto con la Sabiduría de Ajicar (ver Tb 1 22; 2 10; 11 18; 14 10), obra apócrifa cuyo argumento se remonta por lo menos al siglo V a.C. El libro de Tobías parece haberse escrito hacia el año 200 a.C., acaso en Palestina y probablemente en arameo.
El libro de Judit es la historia de una victoria del pueblo elegido contra sus enemigos, merced a la intervención de una mujer. La pequeña nación judía se enfrenta con el imponente ejército de Holofernes, que quiere someter el mundo al rey Nabucodonosor y destruir todo culto que no sea el de Nabucodonosor endiosado. Los judíos son sitiados en Betulia. Privados de agua, están a punto de rendirse. Aparece entonces Judit, viuda joven, hermosa, prudente, piadosa y decidida que triunfará sobre la apatía de sus compatriotas y luego sobre el ejército asirio. Echa en cara a los jefes de la ciudad su falta de confianza en Dios. Después ora, se acicala, sale de Betulia y se hace presentar a Holofernes.Echa mano contra él de la seducción y de la astucia y, una vez a solas con aquel militarote ebrio, le corta la cabeza. Los asirios huyen presa del pánico y su campamento es entregado al saqueo. El pueblo ensalza a Judit y se dirige a Jerusalén para una solemne acción de gracias.
Parece como si el autor hubiese multiplicado adrede los dislates de la historia para distraer la atención de cualquier contexto histórico concreto y llevarla por entero al drama religioso y a su desenlace.Es una narración hábilmente compuesta, que guarda estrecho parentesco con los apocalipsis. Holofernes, servidor de Nabucodonosor, es una síntesis de las potencias del mal; Judit, cuyo nombre significa «la Judía», representa la causa de Dios, identificada con la de la nación. Esta causa parece condenada al exterminio, pero Dios cuida de su triunfo por medio de las débiles manos de una mujer, y el pueblo santo sube a Jerusalén. El libro tiene contactos ciertos con Daniel, Ezequiel y Joel: la escena tiene lugar en la llanura de Esdrelón, cerca de la llanura de Harmaguedón, donde San Juan situará la batalla escatológica de Ap 16 16; la victoria de Judit es el premio de su oración, de su observancia escrupulosa de las normas de pureza legal, y, sin embargo, la perspectiva del libro es universalista: la salvación de Jerusalén queda asegurada en Betulia, en aquella Samaría odiosa para los «ortodoxos» del Judaísmo rígido; Ajior es quien da con el sentido religioso del conflicto, y Ajior es un amonita, Jdt 5 5-21, que se convierte al Dios verdadero, Jdt 14 5-10.
El libro fue escrito en Palestina, hacia mediados del siglo II antes de nuestra era, en una atmósfera de fervor nacional y religioso que la sublevación de los Macabeos había creado.
El libro de Ester, como el de Judit, refiere una liberación de la nación por medio de una mujer. Los judíos establecidos en Persia se ven amenazados de exterminio por el odio de un visir omnipotente, Amán, y se salvan gracias a la intervención de Ester, joven compatriota que ha llegado a reina, dirigida a su vez por su tío Mardoqueo. La situación se vuelve del revés: Amán es ahorcado, Mardoqueo ocupa su lugar, los judíos exterminan a sus enemigos. Se instituye la fiesta de los Purim para conmemorar esta victoria y se recomienda a los judíos que la celebren todos los años.
La narración hace ver claramente la hostilidad de que eran objeto los judíos en el mundo antiguo, a causa de la singularidad de su vida, que les ponía en conflicto con las leyes del príncipe (compárese la persecución de Antíoco Epífanes); su nacionalismo exacerbado es una reacción de defensa. Su violencia choca desagradablemente, pero no debemos perder de vista que el libro es anterior a la revelación cristiana. También se ha de tener en cuenta el elemento literario: las intrigas de harén y las degollinas sólo sirven para la presentación dramática de una tesis que es una tesis religiosa. La exaltación de Mardoqueo y de Ester y la liberación consiguiente recuerdan la historia de Daniel y, sobre todo, la de José, oprimido y luego exaltado para la salvación de su pueblo. En la narración del Génesis a propósito de José, Dios no manifiesta externamente su poder y, sin embargo, dirige los acontecimientos. Del mismo modo, la Providencia gobierna todas las peripecias del drama en el libro hebreo de Ester, que evita nombrar a Dios. Lo saben los actores y ponen toda su confianza en Dios, que llevará a cabo su plan de salvación, incluso aunque fallen los instrumentos humanos que ha escogido, ver Est 4 3-17 que da la clave del libro. Las adiciones griegas tienen un tono más religioso (son las que han proporcionado todos los pasajes de Ester utilizados por la liturgia), pero se limitan a hacer explícito lo que el autor hebreo dejaba adivinar.
La versión griega existía el 114 (ó 78) a.C., en que fue enviada a Egipto para autenticar la fiesta de los Purim, Est 10 31.El texto hebreo es anterior; según 2 M 15 36, los judíos de Palestina celebraban, el 160 a.C., un «día de Mardoqueo», que supone conocida la historia de Ester, y probablemente, el mismo libro. Éste pudo haber sido compuesto en el segundo cuarto del siglo II a.C. Su relación original con la fiesta de los Purim no es segura: el pasaje de Est 9 20-32 es de estilo diferente y parece ser añadidura. Los orígenes de la fiesta son oscuros y es posible que el libro haya sido posteriormente relacionado con ella (2 M 15 36 no da el nombre de «Purim» al «día de Mardoqueo») y haya servido para justificarla históricamente.
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LIBROS HISTÓRICOS - Josué
Este libro narra la conquista de la Tierra Prometida y el reparto que Josué efectúa entre las diversas tribus. Luego trata algunos temas de la Asamblea de Siquem y de las disposiciones de Josué.
El libro de Josué se divide en tres partes: a) la conquista de la tierra prometida, 1-12; b) el reparto del territorio entre las tribus, 13-21; c) el fin de la jefatura de Josué, y especialmente su último discurso y la asamblea de Siquén, 22-24. Es cierto que este libro no fue escrito por Josué mismo, como lo ha admitido la tradición judía, y que emplea fuentes diversas. En la primera parte, en los caps. 2-9, se reconoce un grupo de tradiciones, a veces paralelas, que se vinculan al santuario benjaminita de Guilgal, y en los caps. 10-11, dos historias de batallas, la de Gabaón y la de Merom, de las que se hace depender la conquista de todo el Sur, y más adelante, la de todo el Norte del país. La historia de los gabaonitas, cap. 9, infiltrándose en 10 1-6, sirve de enlace entre estos elementos, que probablemente se hallaban reunidos desde los comienzos de la época monárquica.
El libro de JOSUÉ describe la conquista de la Tierra prometida como el resultado de la acción conjunta de todo Israel. Las campañas se suceden una tras otra, en medio de los mayores prodigios. Josué –el único jefe de todas las tribus– anima al pueblo y lo conduce a la victoria. El paso de los israelitas provoca el terror de sus enemigos, y los cananeos son consagrados al exterminio total (caps. 1-12).
Una vez conquistado el territorio, Josué procede a distribuirlo entre los israelitas. Los caps. 14-19 señalan los límites asignados a cada tribu. A modo de complemento, el cap. 20 enumera las ciudades de refugio, y el cap. 21 da una lista de las ciudades levíticas.
El final del Libro relata el regreso de las tribus de la Transjordania, presenta el testamento espiritual de Josué, y conserva una vieja tradición sobre la asamblea de Siquém y sobre la alianza sagrada concluida entre las tribus (caps. 22-24).
Una primera lectura de este Libro deja la impresión de que los israelitas, bajo la conducción de Josué, conquistaron el territorio cananeo de una manera rápida y total. Sin embargo, un análisis más cuidadoso del texto muestra que la conquista quedó incompleta (13. 1-6), que algunos grupos actuaron por cuenta propia (14. 6-13) y que hubo algunos retrocesos (19. 47). Además, la alianza con los gabaonitas (9. 3-27) indica que no todos los cananeos fueron exterminados. Estas reservas se acentúan si se tienen en cuenta otros textos bíblicos, en particular el comienzo del libro de los Jueces. De la comparación resulta que la "conquista" fue un proceso lento y difícil, en el que cada tribu luchó por su propio territorio y fue a menudo derrotada. Sólo en tiempos de David los israelitas se apoderaron definitivamente del país de Canaán.
Parece evidente, entonces, que el libro de Josué presenta un cuadro idealizado y simplificado de una realidad histórica mucho más compleja. Este hecho es explicable porque la historia quiere convertirse en soporte de una enseñanza. Su intención es mostrar a Dios actuando en la historia, para entregar a su Pueblo la Tierra que había prometido a los Patriarcas. Al mismo tiempo, los relatos expresan la interpretación que Israel daba de su propia existencia: su entrada en Canaán no había sido una obra de los hombres, sino de Dios (23. 9-10).
El libro de Josué se divide en tres partes: a) la conquista de la tierra prometida, 1-12; b) el reparto del territorio entre las tribus, 13-21; c) el fin de la jefatura de Josué, y especialmente su último discurso y la asamblea de Siquén, 22-24. Es cierto que este libro no fue escrito por Josué mismo, como lo ha admitido la tradición judía, y que emplea fuentes diversas. En la primera parte, en los caps. 2-9, se reconoce un grupo de tradiciones, a veces paralelas, que se vinculan al santuario benjaminita de Guilgal, y en los caps. 10-11, dos historias de batallas, la de Gabaón y la de Merom, de las que se hace depender la conquista de todo el Sur, y más adelante, la de todo el Norte del país. La historia de los gabaonitas, cap. 9, infiltrándose en 10 1-6, sirve de enlace entre estos elementos, que probablemente se hallaban reunidos desde los comienzos de la época monárquica.
El libro de JOSUÉ describe la conquista de la Tierra prometida como el resultado de la acción conjunta de todo Israel. Las campañas se suceden una tras otra, en medio de los mayores prodigios. Josué –el único jefe de todas las tribus– anima al pueblo y lo conduce a la victoria. El paso de los israelitas provoca el terror de sus enemigos, y los cananeos son consagrados al exterminio total (caps. 1-12).
Una vez conquistado el territorio, Josué procede a distribuirlo entre los israelitas. Los caps. 14-19 señalan los límites asignados a cada tribu. A modo de complemento, el cap. 20 enumera las ciudades de refugio, y el cap. 21 da una lista de las ciudades levíticas.
El final del Libro relata el regreso de las tribus de la Transjordania, presenta el testamento espiritual de Josué, y conserva una vieja tradición sobre la asamblea de Siquém y sobre la alianza sagrada concluida entre las tribus (caps. 22-24).
Una primera lectura de este Libro deja la impresión de que los israelitas, bajo la conducción de Josué, conquistaron el territorio cananeo de una manera rápida y total. Sin embargo, un análisis más cuidadoso del texto muestra que la conquista quedó incompleta (13. 1-6), que algunos grupos actuaron por cuenta propia (14. 6-13) y que hubo algunos retrocesos (19. 47). Además, la alianza con los gabaonitas (9. 3-27) indica que no todos los cananeos fueron exterminados. Estas reservas se acentúan si se tienen en cuenta otros textos bíblicos, en particular el comienzo del libro de los Jueces. De la comparación resulta que la "conquista" fue un proceso lento y difícil, en el que cada tribu luchó por su propio territorio y fue a menudo derrotada. Sólo en tiempos de David los israelitas se apoderaron definitivamente del país de Canaán.
Parece evidente, entonces, que el libro de Josué presenta un cuadro idealizado y simplificado de una realidad histórica mucho más compleja. Este hecho es explicable porque la historia quiere convertirse en soporte de una enseñanza. Su intención es mostrar a Dios actuando en la historia, para entregar a su Pueblo la Tierra que había prometido a los Patriarcas. Al mismo tiempo, los relatos expresan la interpretación que Israel daba de su propia existencia: su entrada en Canaán no había sido una obra de los hombres, sino de Dios (23. 9-10).
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LIBROS HISTORICOS - Jueces
El Libro de los Jueces narra el período que va desde la muerte de Josué hasta el nacimiento de Samuel, un tiempo en que los judíos han abandonado su vida nómada y acaban de instalarse como semisedentarios primero y agricultores luego, habitando en casas de material o chozas de adobe.
El libro de los Jueces comprende tres partes desiguales: a) una introducción, 1 1 - 2 5; b) el cuerpo del libro, 2 6 - 16 31; c) adiciones que narran la migración de los danitas, con la fundación del santuario de Dan, 17-18, y la guerra contra Benjamín en castigo del crimen de Guibeá, 19-21.
El libro de los JUECES nos presenta a Israel en una de las etapas más críticas de su historia. Es el tiempo que transcurre entre la penetración de las tribus hebreas en Canaán y la instauración de la monarquía, es decir, entre los años 1200 y 1020 a. C. El pueblo se encuentra amenazado por todas partes. Algunos grupos cananeos, sólidamente atrincherados en sus plazas fuertes, continúan oponiendo una tenaz resistencia. Otros invasores –especialmente los filisteos, mucho mejor organizados y armados que Israel– luchan por adueñarse de los mismos territorios. Las tribus israelitas se encuentran aisladas unas de otras, sin un gobierno central que pueda asegurar una firme cohesión interna. Y la única base de la unidad nacional –la fe en el Señor, el Dios de Israel– corre el peligro de dejarse contaminar por los seductores cultos cananeos.
En este clima de inseguridad y anarquía, se ve surgir a los héroes llamados "Jueces". Este título tiene un sentido más amplio que el habitual entre nosotros. Los Jueces de Israel son "caudillos", que se constituyen en defensores de la "justicia" para hacer valer el derecho conculcado. Bajo la presión de un grave peligro, se ponen al frente de una o varias tribus y liberan a sus hermanos de la opresión a que estos han sido sometidos. Su autoridad no es estable, sino transitoria y excepcional. Una vez concluida la acción militar, vuelven a su vida ordinaria, aunque el prestigio adquirido con sus hazañas les asegura a veces una cierta preeminencia sobre las tribus liberadas.
Por su origen, su carácter y su condición social, estos caudillos y libertadores difieren considerablemente unos de otros. Pero tienen un rasgo común: todos actúan bajo el impulso del "espíritu". El espíritu del Señor se manifiesta siempre como una fuerza divina, que irrumpe súbitamente, se posesiona de ellos y los mueve a realizar proezas que están por encima de sus capacidades naturales. De allí que a los protagonistas de estas gestas guerreras se los pueda llamar con razón líderes "carismáticos".
Los héroes del libro de los Jueces viven en una época de costumbres rudas e incluso bárbaras. La traición de Ejud, el asesinato de Sísara, la masacre de Abimélec, el sacrificio de la hija de Jefté y las aventuras amorosas de Sansón reflejan una moral que no es la del Evangelio. Pero estos viejos relatos no están exentos de grandeza. En ellos se vislumbra la pujanza de un pueblo que lucha por sobrevivir y mantener su identidad en medio de circunstancias adversas. Y se descubre, sobre todo, la acción del Señor, que guía y defiende a Israel, a pesar de sus miserias y claudicaciones.
El libro de los Jueces comprende tres partes desiguales: a) una introducción, 1 1 - 2 5; b) el cuerpo del libro, 2 6 - 16 31; c) adiciones que narran la migración de los danitas, con la fundación del santuario de Dan, 17-18, y la guerra contra Benjamín en castigo del crimen de Guibeá, 19-21.
El libro de los JUECES nos presenta a Israel en una de las etapas más críticas de su historia. Es el tiempo que transcurre entre la penetración de las tribus hebreas en Canaán y la instauración de la monarquía, es decir, entre los años 1200 y 1020 a. C. El pueblo se encuentra amenazado por todas partes. Algunos grupos cananeos, sólidamente atrincherados en sus plazas fuertes, continúan oponiendo una tenaz resistencia. Otros invasores –especialmente los filisteos, mucho mejor organizados y armados que Israel– luchan por adueñarse de los mismos territorios. Las tribus israelitas se encuentran aisladas unas de otras, sin un gobierno central que pueda asegurar una firme cohesión interna. Y la única base de la unidad nacional –la fe en el Señor, el Dios de Israel– corre el peligro de dejarse contaminar por los seductores cultos cananeos.
En este clima de inseguridad y anarquía, se ve surgir a los héroes llamados "Jueces". Este título tiene un sentido más amplio que el habitual entre nosotros. Los Jueces de Israel son "caudillos", que se constituyen en defensores de la "justicia" para hacer valer el derecho conculcado. Bajo la presión de un grave peligro, se ponen al frente de una o varias tribus y liberan a sus hermanos de la opresión a que estos han sido sometidos. Su autoridad no es estable, sino transitoria y excepcional. Una vez concluida la acción militar, vuelven a su vida ordinaria, aunque el prestigio adquirido con sus hazañas les asegura a veces una cierta preeminencia sobre las tribus liberadas.
Por su origen, su carácter y su condición social, estos caudillos y libertadores difieren considerablemente unos de otros. Pero tienen un rasgo común: todos actúan bajo el impulso del "espíritu". El espíritu del Señor se manifiesta siempre como una fuerza divina, que irrumpe súbitamente, se posesiona de ellos y los mueve a realizar proezas que están por encima de sus capacidades naturales. De allí que a los protagonistas de estas gestas guerreras se los pueda llamar con razón líderes "carismáticos".
Los héroes del libro de los Jueces viven en una época de costumbres rudas e incluso bárbaras. La traición de Ejud, el asesinato de Sísara, la masacre de Abimélec, el sacrificio de la hija de Jefté y las aventuras amorosas de Sansón reflejan una moral que no es la del Evangelio. Pero estos viejos relatos no están exentos de grandeza. En ellos se vislumbra la pujanza de un pueblo que lucha por sobrevivir y mantener su identidad en medio de circunstancias adversas. Y se descubre, sobre todo, la acción del Señor, que guía y defiende a Israel, a pesar de sus miserias y claudicaciones.
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Edad : 60
Localización : Guatemala
Fecha de inscripción : 30/04/2012
LIBROS HISTORICOS - Ruth
El libro narra la historia de Elimelec, un hombre de Belén de Judá que emigró con su familia al país de Moab. Su mujer se llamaba Noemí y sus hijos, Quelyón y Majalón. Al morir Elimelec, sus dos hijos se casaron con Orfa y Rut de Moab, respectivamente.
El librito de Rut figura a continuación de los Jueces en los Setenta, la Vulgata y las traducciones modernas. En la Biblia hebrea se encuentra colocado con los Hagiógrafos como uno de los cinco rollos, los meguil.lot, que se leían en las fiestas principales; servía Rut para la fiesta de Pentecostés. Aunque el tema del libro lo relaciona con el período de los Jueces, ver 1 1, el libro no formaba parte de la redacción deuteronomista, que se extiende desde Josué hasta el final de Reyes.
Es la historia de Rut la Moabita que, tras la muerte de su marido, un hombre de Belén emigrado a Moab, vuelve a Judá con su suegra Noemí y se desposa con Booz, pariente de su marido, en cumplimiento de la ley del levirato; de este matrimonio nace Obed, que será el abuelo de David.
Una adición, 4 18-22, da una genalogía de David paralela a la de 1 Cro 2 5-15.
Este relato encantador recoge en forma novelada una antigua tradición referente a una extranjera del tiempo de los Jueces, que llegó a ser la bisabuela de David. Nada sabemos de su autor y seguramente fue escrito después del exilio en Babilonia, entre el 520 y el 450 a. C.
RUT es una mujer moabita, viuda de un hombre judío, que por seguir incondicionalmente a su suegra (1. 16) se traslada a Israel y abraza la fe de su esposo difunto. Allí se encuentra con Booz, y este la toma por esposa en cumplimiento de la ley del "levirato" (Lev. 25. 25; Deut. 25. 5-10). De esa manera, Rut entró en la comunidad de Israel y de ella surgió el linaje de David.
Este breve relato contiene un admirable ejemplo de piedad filial, a la vez que de obediencia a la Ley y de solidaridad familiar. En él encontramos también ese espíritu de simplicidad y de confianza que es característico de los "pobres del Señor". Pero el libro de Rut, a la par que el de Jonás, es sobre todo un testimonio en favor de la corriente universalista que comenzaba a abrirse paso en aquella época. Dicha corriente trataba de contrarrestar la actitud rigorista con que Esdras y Nehemías, lo mismo que el profeta Malaquías, insistían en asegurar la fe tradicional, mediante la estricta separación de las otras naciones y la absoluta prohibición de los matrimonios mixtos (Mal. 2. 11-12; Esd. 9. 1-2; Neh. 13. 23-27).
Rut, perteneciente a un pueblo extranjero y enemigo del Pueblo elegido (Deut. 23. 4-7), se convierte en el prototipo del "prosélito" que abandona los cultos paganos para adorar al Dios de Israel y llega a ser un modelo de todas las virtudes. Por ella, la judía Noemí recibe la bendición de una descendencia. Así Rut mereció figurar en el Evangelio entre las cuatro mujeres del Antiguo Testamento mencionadas en la genealogía de Jesús (Mt. 1. 5). Y es en el Nuevo Testamento donde el universalismo
El librito de Rut figura a continuación de los Jueces en los Setenta, la Vulgata y las traducciones modernas. En la Biblia hebrea se encuentra colocado con los Hagiógrafos como uno de los cinco rollos, los meguil.lot, que se leían en las fiestas principales; servía Rut para la fiesta de Pentecostés. Aunque el tema del libro lo relaciona con el período de los Jueces, ver 1 1, el libro no formaba parte de la redacción deuteronomista, que se extiende desde Josué hasta el final de Reyes.
Es la historia de Rut la Moabita que, tras la muerte de su marido, un hombre de Belén emigrado a Moab, vuelve a Judá con su suegra Noemí y se desposa con Booz, pariente de su marido, en cumplimiento de la ley del levirato; de este matrimonio nace Obed, que será el abuelo de David.
Una adición, 4 18-22, da una genalogía de David paralela a la de 1 Cro 2 5-15.
Este relato encantador recoge en forma novelada una antigua tradición referente a una extranjera del tiempo de los Jueces, que llegó a ser la bisabuela de David. Nada sabemos de su autor y seguramente fue escrito después del exilio en Babilonia, entre el 520 y el 450 a. C.
RUT es una mujer moabita, viuda de un hombre judío, que por seguir incondicionalmente a su suegra (1. 16) se traslada a Israel y abraza la fe de su esposo difunto. Allí se encuentra con Booz, y este la toma por esposa en cumplimiento de la ley del "levirato" (Lev. 25. 25; Deut. 25. 5-10). De esa manera, Rut entró en la comunidad de Israel y de ella surgió el linaje de David.
Este breve relato contiene un admirable ejemplo de piedad filial, a la vez que de obediencia a la Ley y de solidaridad familiar. En él encontramos también ese espíritu de simplicidad y de confianza que es característico de los "pobres del Señor". Pero el libro de Rut, a la par que el de Jonás, es sobre todo un testimonio en favor de la corriente universalista que comenzaba a abrirse paso en aquella época. Dicha corriente trataba de contrarrestar la actitud rigorista con que Esdras y Nehemías, lo mismo que el profeta Malaquías, insistían en asegurar la fe tradicional, mediante la estricta separación de las otras naciones y la absoluta prohibición de los matrimonios mixtos (Mal. 2. 11-12; Esd. 9. 1-2; Neh. 13. 23-27).
Rut, perteneciente a un pueblo extranjero y enemigo del Pueblo elegido (Deut. 23. 4-7), se convierte en el prototipo del "prosélito" que abandona los cultos paganos para adorar al Dios de Israel y llega a ser un modelo de todas las virtudes. Por ella, la judía Noemí recibe la bendición de una descendencia. Así Rut mereció figurar en el Evangelio entre las cuatro mujeres del Antiguo Testamento mencionadas en la genealogía de Jesús (Mt. 1. 5). Y es en el Nuevo Testamento donde el universalismo
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