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Ensaeñanzas de Maria.

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Ensaeñanzas de Maria. Empty Ensaeñanzas de Maria.

Mensaje  Antonio Javier Miér Nov 23, 2011 3:58 am

¿Qué otras verdades enseña la Iglesia

sobre la Santísima Virgen?


Cuatro son las principales: su asociación con el Redentor, su maternidad espiritual, su mediación y su relación múltiple con la Iglesia.

1. María, Socia del Redentor.

La Iglesia enseña el puesto de María en la Historia de la Salvación. En ella la Virgen está unida a la persona del Redentor como madre suya: dándole carne humana le hizo posible el redimir al mundo según el plan de Dios. Pero además fue asociada a la obra redentora colaborando activamente con su Hijo a la redención del género humano. Como Eva junto a Adán contribuyó a la ruina ya la muerte de los hombres, así María, nueva Eva, junto a Cristo, el segundo Adán, contribuyó a su resurrección ya su vida (LG 56).

Esta colaboración no debe pensarse como algo necesario, sin lo que la actuación del Redentor hubiera sido incompleta e insuficiente; fue una colaboración que no añadió nada a lo que por si mismo era ya suficientísimo y perfecto. María cooperó con sus actos libres y meritorios a la obra redentora de Jesús; pero fue el Redentor mismo quien dio a los actos de su Madre un valor corredentivo en orden a la salvación del mundo; por eso todo se refunde en Jesucristo, único Mediador según la doctrina de San Pablo (LG 56).

2. La Madre de los hombres.

Por esta colaboración en la obra redentora María es la Madre de los hombres con toda propiedad. Madre es la mujer que da la vida a otro ser, su hijo. María nos ha dado a todos la vida de la gracia cooperando activamente en la obra del Salvador que fue restaurar la vida sobrenatural de las almas (LG 61).

Esta maternidad de María se llama maternidad espiritual en contraposición con su maternidad física, por la que es madre de Jesús. La maternidad espiritual comenzó en el momento mismo de la encarnación del Verbo en el seno virginal de

María: desde que empezó a ser la Madre de Jesús, era la Madre del Redentor y de todos los redimidos, que para serIo tenían que estar unidos a El como los sarmientos con la cepa y los miembros del cuerpo con su Cabeza. Esa misma maternidad es la que proclamó después Jesús desde la Cruz, cuando señalando a María dijo a San Juan, que representaba a la humanidad redimida: «Ahí tienes a tu Madre» (LG 58).

El pueblo cristiano, dice el Vaticano II, ha experimentado siempre esta verdad y ha sentido el consuelo de tener por madre suya a la misma Madre de Dios. Esta misión maternal de María no se acabó con su vida terrena, sino que sigue en el cielo intercediendo por sus hijos de la tierra; a través de esa mediación maternal se difunden las gracias en el mundo. Por eso la Iglesia llama a María medianera de todas las gracias; mediación que no oscurece ni disminuye la mediación de Cristo, sino al contrario, sirve para que aparezca más su eficacia porque se apoya en ésta, de ella depende y en ella tiene toda su fuerza (LG 62).

La intercesión de la Virgen no agota la actuación de su misión maternal para con los hombres; actúa también con su ejemplaridad atrayendo de modo irresistible a la imitación del divino modelo, Jesucristo, de quien ella ha sido siempre la imagen más perfecta (LG 65).

3. Nuestra Medianera ante Dios.

Animados de la mejor intención ecumenista, había en el Concilio quienes admitiendo y todo la mediación mariana, propugnaban que no se hablase de ella. Pero esa verdad tenía tan hondas raíces en la Tradición y el Magisterio, que fue imposible soslayarla. Para que todos los católicos sientan de verdad con la Iglesia, reproducimos la variedad de frases con que se propone el hecho de la mediación mariana en el texto conciliar:

Por María y cooperando Ella, se inauguró la nueva economía (LG 54) .

Por María nos vino la vida, como por Eva incurrimos en la muerte (LG 56).

María secundó fielmente la voluntad salvífica de Dios, consagrándose a la persona y a la obra de su Hijo (LG 56).

El influjo de María fomenta la unión de los fieles con Cristo (LG 60).

María cooperó a restaurar la vida sobrenatural de las almas (LG 61).

Su influjo maternal en el orden de la gracia perdura sin cesar (LG 62).

Cooperó y coopera siempre en la regeneración y educación de los hijos de Dios (LG 63).

La Santísima Virgen nos alcanza los dones de la gracia; y la Iglesia la invoca como a Medianera, Abogada, Auxiliadora, porque ella misma, la Iglesia, experimenta de continuo esa mediación y la recomienda a la piedad de los fieles (LG 62).

Esa es la doctrina de la Iglesia. Dios lo ha querido así yeso explica que el pueblo cristiano, como por natural instinto, se vuelva a María amándola e invocándola como a Madre.

4. La Reina de cielos y tierra.

El Papa Pío XII proclamó en 1954 la realeza de María y estableció su fiesta en la Iglesia. Así consagraba un título con el que, sobre todo desde la Edad Media, saludaba a la Señora el pueblo cristiano siguiendo el ejemplo de la liturgia. Esta realeza no es un puro título honorífico, sino un título que expresa una realidad: María es verdaderamente Reina.

Es Reina por ser la Madre de Jesucristo, Rey de los siglos: es Reina Madre. Ya el ángel de la Anunciación le dijo que su Hijo reinaría como Mesías sobre el trono de David y que su reino no tendría nunca fin. Pero María es también Reina porque fue la compañera del Divino Rey, asociada por El a su propia obra: es Reina de una manera análoga a las reinas esposas de los reyes, pero de modo inmensamente más verdadero.

Por ambos títulos tiene María una dignidad regia que la coloca sobre todas las criaturas y le concede, después de Cristo, el grado supremo de perfección en el orden sobrenatural; goza de una verdadera primacía en el cielo de Cristo. Tiene además dominio sobre todas las riquezas espirituales de ese reino, que son suyas no sólo por ser del Rey, su Hijo, sino también por haber contribuido con El a su conquista con sus propios méritos personales, con sus dolores y con su compasión. Ejercicio de este dominio regio es la difusión entre los ciudadanos del

Reino de Dios de esas riquezas y dones de la gracia por medio de su intercesión y de su ejemplo.

5. María y la Iglesia.

Entre María y la Iglesia existen relaciones múltiples establecidas por Dios al trazar las líneas fundamentales de su plan de salvación.

María es miembro de la Iglesia, porque ésta es el único organismo al que se le comunica la vida divina, que poseyó Ella como nadie. Pero es miembro singular y excelentísimo de la Iglesia porque, la vida divina se le comunicó a Ella de forma única, por preservación de toda mancha de pecado y por plenitud de gracia.

María es arquetipo de la Iglesia: Dios hizo a la Iglesia organismo santo y santificador, a imagen y semejanza de María. Ella es la Madre Virgen del Hijo de Dios; la Iglesia es Madre, en integridad de fe, de los hijos de Dios, que son todos los regenerados por la gracia (LG 63-64).

María es esperanza de la Iglesia; ésta tiene que hacerse cada día más santa en sus miembros copiando las virtudes y la santidad de María; de ese modo reproducirá el modelo supremo de santidad, que es Jesucristo. María es esperanza de la Iglesia; glorificada en cuerpo y alma, María goza ya de los frutos completos la redención. Esa redención perfecta, que es glorificación no sólo del alma, sino también del cuerpo, la Iglesia no la tiene todavía en posesión, sino sólo en esperanza: la ve realizada en su miembro más excelente, en María (LG 68).

María es Madre de la Iglesia, es decir: de los fieles todos y de los pastores. Así lo proclamó el Papa Pablo VI el 21 de noviembre de 1964 y ordenó que el pueblo cristiano la honre e invoque con este gratísimo título. Esta maternidad es una forma especial de la maternidad espiritual de Nuestra Señora, que nos pone ante los ojos su solicitud maternal con la Iglesia que peregrina hacia el Padre.

6. La riqueza de un título.

El Papa, al proclamar a María Madre de la Iglesia, exhortó al pueblo cristiano a que se dirija con este regalado título a la Virgen, y él mismo se complacía en desvelar su riqueza y profundidad.

«Virgen María, Te encomendamos toda la Iglesia». Si toda la Iglesia se le consagra (por boca de Pablo VI, como antes lo hizo por la de Pío XII) es porque María está sobre la Iglesia, la trasciende en su misión, en sus excelencias, en sus funciones.

«Tú que fuiste presentada como Madre por tu mismo Hijo... acuérdate del pueblo cristiano que en Ti confía. La Iglesia se siente hija y vuelve los ojos a María como a su Madre, en Ella confía y en Ella se abandona. Es un modo de reconocer la prioridad de la Virgen que contribuyó a la formación o al ser mismo de la Iglesia.

«Acuérdate de tus hijos: avala sus preces ante Dios. Y cualquiera ve que “avalar” las preces es llenar el oficio de medianera y abogada.

En una palabra, que el título de Madre de la Iglesia es como cifra y compendio de las grandezas y oficios de la Virgen, y será fundamento firme de la devoción que el pueblo cristiano le profesará siempre. Porque quien penetre el significado de ese título, quien tenga conciencia de lo que debemos a la Virgen -porque Dios así lo quiso-, será también devoto consciente, y la devoción consciente reunirá las condiciones que el Concilio señala en otra parte.

El Papa Juan Pablo n ha saludado en muchas ocasiones a María, Madre de la Iglesia. Recogiendo la enseñanza bíblica y la doctrina del Vaticano II,ha desentrañado bella y fervorosamente el rico contenido de este título en muchas de sus alocuciones.

En la homilía de la solemnidad de Pentecostés (7 de junio, 1981) recordó los principales aspectos y la dimensión misteriosa de esa maternidad de gracia, encomendando a María, como a Madre, los cuidados de la Iglesia:

«Tú, que has estado con la Iglesia en los comienzos de su misión, intercede por ella... Tú, que estás tan profunda y maternalmente unida a la Iglesia... abraza a todos los hombres que están en camino y peregrinan... hacia los destinos eternos... Tú, que sirves como Madre a toda la familia de los hijos de Dios, obtén que la Iglesia... prosiga con constancia hacia el futuro por el camino de la renovación... Demos gracias por la maternidad de María, que se comunicó y continúa comunicándose a la Iglesia. ¡Demos gracias, porque podamos llamarla también Madre de la Iglesia!.

A esta Madre de la Iglesia ha consagrado el Papa el mundo y la Iglesia de todos los confines de la tierra.

Antonio Javier

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Mensaje  Quicumque Vie Dic 23, 2011 3:35 pm

Excelente artículo Antonio Javier, un abrazo en Xto.

Quicumque

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