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ANÁLISIS DE LOS TEXTOS QUE USAN LOS TRINITARIOS

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Mensaje  Mabefitoju Jue Jun 21, 2012 9:26 am



¿Qué hay de los textos que se usan en prueba de la Trinidad?
SE DICE que en algunos textos bíblicos se encuentra prueba en apoyo de la Trinidad. No obstante, al leer esos textos debemos tener presente que la evidencia bíblica e histórica no apoya la Trinidad.
Cualquier remisión a la Biblia como prueba tiene que entenderse teniendo como contexto lo que toda la Biblia enseña consecuentemente. Con mucha frecuencia los versículos circundantes, que dan el contexto, aclaran el verdadero significado del texto bíblico en cuestión.




Tres en uno
EN LA New Catholic Encyclopedia se presentan tres de esos textos bíblicos, “textos de prueba”, para apoyar la Trinidad, pero también se admite lo siguiente: “La doctrina de la Santísima Trinidad no se enseña en el A[ntiguo] T[estamento]. En el N[uevo] T[estamento] la prueba más antigua está en las epístolas paulinas, especialmente en 2 Cor 13:13 [versículo 14 en algunas Biblias] y en 1 Cor 12:4-6. En los Evangelios, la prueba de la Trinidad se encuentra explícitamente solo en la fórmula bautismal de Mat 28:19”.
En esos versículos las tres “personas” se enumeran como sigue en la Biblia de Jerusalén. Segunda a los Corintios 13:13 (14) reúne a las tres de este modo: “La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros”. Primera a los Corintios 12:4-6 dice: “Hay diversidad de carismas, pero el Espíritu es el mismo; diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo; diversidad de operaciones, pero es el mismo el Dios que obra todo en todos”. Y Mateo 28:19 dice: “Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”.
¿Dicen esos versículos que Dios, Cristo y el espíritu santo constituyan una Deidad trinitaria, que los tres sean iguales en sustancia, poder y eternidad? No; no dicen eso, tal como el enumerar a tres personas, como Pepe, Pancho y Antonio, no significa que sean tres en uno.
La Cyclopedia of Biblical, Theological, and Ecclesiastical Literature, de McClintock y Strong, admite que esa clase de referencia “solo prueba que se menciona a tres entidades, [...] pero no prueba, por sí misma, que las tres pertenezcan necesariamente a la naturaleza divina ni que posean igual honra divina”.
Aunque esa fuente es trinitaria, dice de 2 Corintios 13:13 (14): “No podríamos deducir con razón que tuvieran igual autoridad ni la misma naturaleza”. Y de Mateo 28:18-20 dice: “Sin embargo, este texto, tomado por sí mismo, no probaría decisivamente ni la personalidad de las tres entidades mencionadas ni su igualdad ni divinidad”.
También se mencionó a Dios, Jesús y el espíritu santo en el mismo contexto en la ocasión del bautismo de Jesús. Este “vio descender como paloma el espíritu de Dios que venía sobre él”. (Mateo 3:16.) Con todo, ahí no dice que los tres sean uno. Muchas veces se menciona juntos a Abrahán, Isaac y Jacob, pero eso no los hace uno. Aparecen juntos los nombres de Pedro, Santiago y Juan, pero eso no los hace uno tampoco. Además, puesto que el espíritu de Dios descendió sobre Jesús en su bautismo, eso muestra que Jesús no tuvo el espíritu sino hasta ese momento. Puesto que así fue, ¿cómo pudiera haber sido Jesús parte de una Trinidad en la cual él siempre hubiera sido uno con el espíritu santo?
Otra referencia que menciona a los tres juntos está en algunas traducciones antiguas de la Biblia en 1 Juan 5:7. No obstante, los eruditos reconocen que esas palabras no estaban originalmente en la Biblia, sino que fueron añadidas mucho tiempo después. Correctamente, la mayoría de las traducciones modernas omiten ese versículo espurio.
Otros textos bíblicos que se dan como prueba tratan solo de la relación entre dos: el Padre y Jesús. Consideremos algunos de estos.




“Yo y el Padre somos uno”
ESE texto, en Juan 10:30, suele citarse como apoyo para la Trinidad, aunque en él no se menciona a una tercera persona. Pero Jesús mismo mostró lo que quería decir con que él y el Padre fueran “uno”. Según Juan 17:21, 22, oró a Dios para que sus discípulos “todos ellos sean uno, así como tú, Padre, estás en unión conmigo y yo estoy en unión contigo, que ellos también estén en unión con nosotros, [...] que ellos sean uno así como nosotros somos uno”. ¿Estaba Jesús orando para que todos sus discípulos llegaran a ser una sola entidad? No; obviamente Jesús oraba para que estuvieran unidos en pensamiento y propósito, como lo estaban él y Dios. (Véase también 1 Corintios 1:10.)
En 1 Corintios 3:6, 8 Pablo dice: “Yo planté, Apolos regó [...] El que planta y el que riega uno son”. Pablo no quiso decir que él y Apolos fueran dos personas en un solo ser; quiso decir que estaban unidos en propósito. La palabra griega que Pablo usó ahí para “uno” (hen) es neutra, y literalmente se puede traducir “una (cosa)”, lo que indica unidad en cooperación. Es la misma palabra que usó Jesús en Juan 10:30 para describir su relación con el Padre. También es la misma palabra que Jesús empleó en Juan 17:21, 22. Por eso, cuando usó la palabra “uno” (hen) en estos casos, hablaba sobre unidad de pensamiento y propósito.
Respecto a Juan 10:30, Juan Calvino (quien era trinitario) dijo en su Comentario sobre el Evangelio según Juan: “Los antiguos dieron mal uso a este pasaje cuando quisieron probar con él que Cristo es [...] de la misma esencia que el Padre. Pues Cristo no arguye sobre la unidad de la sustancia, sino sobre la conformidad de él con el Padre”.
En el mismo contexto de los versículos que siguen a Juan 10:30 Jesús afirmó vigorosamente que con sus palabras no alegaba ser Dios. Preguntó lo siguiente a los judíos que equivocadamente habían llegado a aquella conclusión y querían apedrearlo: “¿Por qué me acusan de blasfemia a mí, a quien el Padre consagró y envió al mundo, si digo que soy Hijo de Dios?”. (Juan 10:31-36, NBE.) No; Jesús no afirmó que fuera Dios Hijo, sino el Hijo de Dios.




“Haciéndose igual a Dios”
OTRO texto bíblico que se da como apoyo para la Trinidad es Juan 5:18. Este dice que los judíos (como en Juan 10:31-36) querían matar a Jesús porque “también llamaba a Dios su propio Padre, haciéndose igual a Dios”.
Pero ¿quién dijo que Jesús estaba haciéndose igual a Dios? No fue Jesús. Él se defendió de aquella acusación falsa en el mismísimo versículo siguiente (19): “Jesús, pues, tomando la palabra, les decía: ‘[...] el Hijo no puede hacer nada por su cuenta, sino lo que ve hacer al Padre’” (BJ).
Al decir eso, Jesús mostró a los judíos que no era igual a Dios y, por lo tanto, no podía obrar por su propia iniciativa. ¿Podemos imaginarnos que alguien que fuera igual al Dios Todopoderoso dijera que ‘no podía hacer nada por su cuenta’? (Compárese con Daniel 4:34, 35.) Es interesante que el contexto de Juan 5:18 y 10:30 muestra que Jesús se defendió de acusaciones falsas de judíos que, como los trinitarios, ¡habían llegado a conclusiones equivocadas!




¿“Igual a Dios”?
EN FILIPENSES 2:6 la versión católica Scío de San Miguel [Scío] dice de Jesús: “Que siendo en forma de Dios, no tuvo por usurpación el ser él igual a Dios”. La Versión Reina-Valera de 1904 dice: “El cual siendo en forma de Dios, no tuvo por rapiña ser igual a Dios”. Algunos todavía usan versiones que presentan lecturas semejantes para apoyar la idea de que Jesús era igual a Dios. Pero note cómo vierten otras traducciones ese versículo:



1869: “quien, estando en la forma de Dios, no consideró como para procurarse ávidamente el estar en igualdad con Dios” (The New Testament, por G. R. Noyes).
1965: “Él —¡en verdad de naturaleza divina!— nunca desplegó confianza en sí mismo haciéndose igual a Dios” (Das Neue Testament, edición revisada, por Friedrich Pfäfflin).
1968: “quien, aunque estaba en la forma de Dios, no consideró que debería hacer suyo ávidamente el ser igual a Dios” (La Bibbia Concordata).
1972: “quien, a pesar de tener la forma de Dios, no reputó como botín (codiciable) ser igual a Dios” (Versión Nácar-Colunga).
1976: “Él siempre tuvo la naturaleza de Dios, pero no pensó que por fuerza debería tratar de llegar a ser igual a Dios” (Today’s English Version).
1985: “Quien, estando en la forma de Dios, no consideró la igualdad con Dios algo que debería asir ávidamente” (The New Jerusalem Bible).
1987: “quien, aunque existía en la forma de Dios, no dio consideración a una usurpación, a saber, que debiera ser igual a Dios” (Traducción del Nuevo Mundo de las Santas Escrituras).



Sin embargo, algunos alegan que aun estas versiones más exactas dan a entender que 1) Jesús ya tenía igualdad, pero no quería retenerla, o que 2) no tenía que asirse ávidamente de la igualdad porque ya la tenía.
A este respecto, Ralph Martin, en The Epistle of Paul to the Philippians (La epístola de Pablo a los Filipenses), dice sobre el griego original: “Sin embargo, es cuestionable el que el sentido del verbo pueda deslizarse de su verdadero significado de ‘apoderarse de’, ‘arrebatar violentamente’ al de ‘tener firmemente asido’”. The Expositor’s Greek Testament (El Testamento Griego del expositor) dice también: “No podemos hallar ningún pasaje en que ἁρπάζω [har·pá·zo] o alguna derivación suya tenga el sentido de ‘tener en posesión’ o ‘retener’. Parece que significa invariablemente ‘apoderarse de’, ‘arrebatar violentamente’. Por eso, no es permisible deslizarse del verdadero sentido de ‘asir ávidamente’ a uno que es totalmente diferente: ‘tener firmemente asido’”.
Por lo anterior es patente que los traductores de versiones como la Scío y la Valera doblan las reglas para apoyar fines trinitarios. Lejos de decir que Jesús pensó que era apropiado ser igual a Dios, lo que dice en griego en Filipenses 2:6, cuando se lee objetivamente, muestra precisamente lo contrario, que Jesús no pensó que fuera apropiado.
El contexto de los versículos circundantes (3-5, 7, 8, Scío) aclara cómo debe entenderse el versículo 6. A los Filipenses se les aconsejó: “Humildad, teniendo cada uno por superiores á los otros”. Entonces Pablo emplea a Cristo como el ejemplo sobresaliente de esta actitud: “Y el mismo sentimiento haya en vosotros, que hubo también en Jesucristo”. ¿Qué “sentimiento”? ¿El de ‘no tener por usurpación ser igual a Dios’? No, ¡eso sería precisamente lo contrario del punto que se comunica! Más bien, Jesús, quien ‘tuvo a Dios como su superior’, nunca ‘asiría ávidamente la igualdad con Dios’; en vez de eso, “se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte”.
Sin duda, eso no puede estar refiriéndose a ninguna parte del Dios Todopoderoso. Se refería a Jesucristo, quien sirvió perfectamente para ilustrar el punto de Pablo aquí, a saber, la importancia de la humildad y de desplegar obediencia al Superior y Creador de uno, Jehová Dios.





“Yo soy”
EN JUAN 8:58 algunas traducciones (por ejemplo, la Biblia de Jerusalén) presentan a Jesús diciendo: “Antes que naciese Abraham, Yo Soy”. En aquella ocasión, ¿estaba Jesús enseñando, como sostienen los trinitarios, que a él se le conocía por el título “Yo Soy”? Y, según alegan ellos, ¿significa eso que él era el Jehová de las Escrituras Hebreas, puesto que en Éxodo 3:14 la Biblia de Jerusalén dice: “Dijo Dios a Moisés: ‘Yo soy el que soy’”?
En Éxodo 3:14 (BJ) la frase “Yo soy” se da como título a Dios para indicar que él en realidad existía y haría lo que prometía. The Pentateuch and Haftorahs, publicado por el doctor J. H. Hertz, dice acerca de esa frase: “Para los israelitas en cautiverio, el significado sería: ‘Aunque Él no ha desplegado todavía Su poder para con ustedes, lo hará; Él es eterno y ciertamente los redimirá’. La mayoría de los modernos siguen a Rashi [comentarista francés de la Biblia y el Talmud] al verter [Éxodo 3:14] ‘Seré lo que seré’”.
La expresión de Juan 8:58 es muy diferente de la que se usa en Éxodo 3:14. Jesús no la usó como nombre ni título, sino como medio de explicar la existencia que tuvo antes de ser humano. Por consiguiente, note cómo vierten Juan 8:58 otras versiones de la Biblia:



1925: “antes que Abraham fuera criado, yo existo” (Sagrada Biblia, Félix Torres Amat).
1972: “Antes de que Abraham naciese, era yo” (Sagrada Biblia, E. Nácar Fuster y A. Colunga).
1978: “antes que Abraham naciese, ya existía yo” (Nuevo Testamento, Felipe de Fuenterrabía).
1979: “yo existo desde antes que existiera Abraham” (Dios habla hoy, Versión Popular).
1980: “Antes que Abraham existiera, yo existo” (Sagrada Biblia, Pedro Franquesa y José M. Solé).
1987: “Antes que Abrahán llegara a existir, yo he sido” (Traducción del Nuevo Mundo de las Santas Escrituras).
Así pues, la verdadera idea de la expresión griega usada en este pasaje es que el “primogénito” (Jesús) creado por Dios había existido mucho antes de que naciera Abrahán. (Colosenses 1:15; Proverbios 8:22, 23, 30; Revelación 3:14.)



De nuevo, el contexto muestra que este es el modo correcto de entender lo que se dijo. Esta vez los judíos quisieron apedrear a Jesús por afirmar que ‘había visto a Abrahán’ aunque, como dijeron, él todavía no tenía 50 años de edad. (Versículo 57.) La respuesta natural de Jesús fue decir la verdad sobre su edad. Así que naturalmente les dijo que ‘existía desde antes que existiera Abraham’ (Versión Popular).




“La Palabra era Dios”
EN JUAN 1:1 la Biblia de Jerusalén dice: “En el principio la Palabra existía y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios”. Los trinitarios alegan que eso significa que “la Palabra” (griego: ho ló·gos), quien vino a la Tierra como Jesucristo, era el Dios Todopoderoso mismo.
Sin embargo, note que una vez más el contexto nos da la base para entender con exactitud el pensamiento. Observe que se dice: “La Palabra estaba con Dios” (cursiva nuestra). El que está “con” otro no puede ser ese otro. En conformidad con eso, Journal of Biblical Literature (Revista de literatura bíblica), una publicación del jesuita Joseph A. Fitzmyer, señala que si se interpretara la parte posterior de Juan 1:1 como “el” Dios, esto “entonces contradiría la cláusula precedente”, la cual dice que la Palabra estaba con Dios.
Note, también, cómo vierten otras traducciones, en varios idiomas, esta parte del versículo:


1808: “y la palabra era un dios” (The New Testament in an Improved Version, Upon the Basis of Archbishop Newcome’s New Translation: With a Corrected Text).
1864: “y un dios era la Palabra” (The Emphatic Diaglott, lectura interlineal, por Benjamin Wilson).
1928: “y la Palabra era un ser divino” (La Bible du Centenaire, L’Evangile selon Jean, por Maurice Goguel).
1935: “y la Palabra era divino” (The Bible—An American Translation, por J. M. P. Smith y E. J. Goodspeed).
1946: “y de género divino era la Palabra” (Das Neue Testament, por Ludwig Thimme).
1958: “y la Palabra era un Dios” (The New Testament, por James L. Tomanek).
1963: “y la Palabra era un dios” (Traducción del Nuevo Mundo de las Escrituras Griegas Cristianas).
1975: “y un dios (o: de género divino) era la Palabra” (Das Evangelium nach Johannes, por Siegfried Schulz).
1978: “y de género parecido a Dios era el Logos” (Das Evangelium nach Johannes, por Johannes Schneider).



En Juan 1:1 aparece dos veces el sustantivo griego the·ós (dios). La primera vez que aparece se refiere al Dios Todopoderoso, con quien estaba la Palabra (“y la Palabra [ló·gos] estaba con Dios [una forma de the·ós]”). Este primer the·ós está precedido por la palabra ton (el), una forma del artículo definido griego que señala a alguien claramente identificado, en este caso el Dios Todopoderoso (“y la Palabra estaba con [el] Dios”).
Por otra parte, no hay artículo delante del segundo the·ós en Juan 1:1. Eso haría que una traducción literal dijera: “y dios era la Palabra”. Sin embargo, hemos visto que varias traducciones vierten “divino”, “parecido a Dios” o “un dios” este segundo the·ós (un complemento predicativo). ¿Qué autoridad tienen para eso?
El lenguaje griego koiné tenía artículo definido (como en español tenemos “el”, “la”, y sus plurales), pero no tenía artículo indefinido (como “un”, “una” y sus plurales). Por eso, cuando un complemento predicativo no está precedido por el artículo definido, puede ser indefinido, dependiendo del contexto.
Journal of Biblical Literature dice que las expresiones “en las cuales un predicado sin artículo precede al verbo son principalmente de significado cualitativo”. Como señala esa publicación, esto indica que el ló·gos puede ser asemejado a un dios. También dice de Juan 1:1: “La fuerza cualitativa del predicado es tan prominente que no puede considerarse definido el sustantivo [the·ós]”.
Esto quiere decir que Juan 1:1 destaca la cualidad de la Palabra, que era “divino”, “parecido a Dios”, “un dios”, pero no el Dios Todopoderoso. Esto está en armonía con el resto de la Biblia, que muestra que Jesús, llamado en este pasaje “la Palabra” por su papel de Vocero de Dios, era un subordinado obediente que fue enviado a la Tierra por su Superior, el Dios Todopoderoso.
Hay muchos otros versículos bíblicos donde traductores al español insertan el artículo indefinido “un” cuando traducen oraciones griegas con esa misma estructura, aunque en español no siempre es necesario, pues en muchos casos se transmite el mismo sentido con simplemente omitir el artículo definido. Por ejemplo, en Marcos 6:49, cuando los discípulos vieron que Jesús andaba sobre el agua, la Biblia de Jerusalén dice: “Creyeron que era un fantasma”. En el griego koiné no hay ningún “un” delante de “fantasma”. Pero casi todas las traducciones añaden el artículo indefinido “un”. De la misma manera, Juan 1:1 muestra que la Palabra no era “Dios”, sino “un dios” o “divino”.
Joseph Henry Thayer, teólogo y erudito que trabajó en la producción de la versión en inglés American Standard Version, declaró sencillamente: “El Logos era divino, no el Ser divino mismo”. Y el jesuita John L. McKenzie escribió en su Dictionary of the Bible: “Rigurosamente, Jn 1:1 debe traducirse [...] ‘la palabra era un ser divino’”.

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Mensaje  Mabefitoju Jue Jun 21, 2012 9:27 am



¿Se viola una regla?
NO OBSTANTE, algunos afirman que esas traducciones violan una regla gramatical del griego koiné publicada por el helenista E. C. Colwell allá en 1933. Él sostuvo que en griego un complemento predicativo “tiene el artículo [definido] cuando sigue al verbo; no tiene el artículo [definido] cuando precede al verbo”. Con eso quería decir que un complemento predicativo que precede al verbo debe entenderse como si en verdad tuviera delante el artículo definido (“el” o “la” y sus plurales). En Juan 1:1, el segundo sustantivo (the·ós), el complemento predicativo, precede al verbo: “y [the·ós] era la Palabra”. Por eso, alegó Colwell, Juan 1:1 debe significar “y [el] Dios era la Palabra”.
Pero considere solo dos ejemplos que se hallan en Juan 8:44. En ese pasaje leemos en algunas versiones en español que Jesús dijo que el Diablo era “un homicida” y “un mentiroso”. Tal como en Juan 1:1, aquí en el texto griego los complementos predicativos (“homicida” y “mentiroso”) preceden a los verbos. No hay ningún artículo indefinido precediendo a ninguno de estos complementos predicativos porque en el griego koiné no hay artículo indefinido. Pero algunas traducciones al español insertan la palabra “un” por lo que ven que piden la gramática griega y el contexto. (Véanse también Marcos 11:32; Juan 4:19; 6:70; 9:17; 10:1; 12:6 en diversas versiones.)
Colwell tuvo que reconocer esto con relación al complemento predicativo, pues dijo: “Es indefinido [pudiera ser acompañado por “un” o “una” y sus plurales] en esta posición solo cuando el contexto lo exige”. Así que hasta él admite que cuando el contexto lo exige los traductores pueden insertar un artículo indefinido delante del complemento predicativo en este tipo de estructura oracional.
¿Exige el contexto un artículo indefinido en Juan 1:1? Sí, porque lo que toda la Biblia atestigua es que Jesús no es el Dios Todopoderoso. Por lo tanto, lo que debe guiar al traductor en casos de esta índole no es la controvertible regla de gramática de Colwell, sino el contexto. Y es patente, por las muchas traducciones en diversos idiomas que insertan el artículo indefinido “un” en Juan 1:1 y en otros lugares, que muchos eruditos no concuerdan con una regla tan artificial; y tampoco lo hace la Palabra de Dios.



No hay ningún conflicto
¿ESTÁ en conflicto con la enseñanza bíblica de que hay un solo Dios el decir que Jesucristo es “un dios”? No, porque a veces la Biblia emplea el término “dios” para referirse a criaturas poderosas. Salmo 8:5 dice: “También procediste a hacerlo [al hombre] un poco menor que los que tienen parecido a Dios [hebreo: ’elo·hím]”, es decir, los ángeles. En la defensa de Jesús contra la acusación de los judíos de que él afirmaba ser Dios, él señaló que “[la Ley] llama dioses a aquellos a quienes se dirigió la Palabra de Dios”, es decir, a jueces humanos. (Juan 10:34, 35, BJ; Salmo 82:1-6.) Hasta a Satanás se le llama “el dios de este sistema de cosas” en 2 Corintios 4:4.
Jesús ocupa una posición mucho más elevada que la de los ángeles, los hombres imperfectos o Satanás. Puesto que se alude a estos como “dioses”, poderosos, de seguro Jesús puede ser y era “un dios”. Por su posición singular con relación a Jehová, Jesús es un “Dios Poderoso”. (Juan 1:1; Isaías 9:6.)
Pero ¿no indica la expresión “Dios Poderoso”, con letras mayúsculas, que Jesús de alguna manera es igual a Jehová Dios? De ningún modo. Isaías simplemente profetizó que ese sería uno de cuatro nombres que se darían a Jesús, y en español estos nombres suelen escribirse con mayúscula. Con todo, aunque a Jesús se le llamó “Poderoso”, solo puede haber uno que sea “Todopoderoso”. Carecería de importancia llamar “Todopoderoso” a Jehová Dios si no existieran otros a quienes también se llamara dioses, pero que ocuparan una posición subalterna o inferior.
El Bulletin of the John Rylands Library, de Inglaterra, indica que, según el teólogo católico Karl Rahner, aunque the·ós se usa en textos bíblicos como Juan 1:1 con referencia a Cristo, “en ninguno de esos casos se usa ‘theos’ de tal manera que identifique a Jesús con aquel que en otros lugares del Nuevo Testamento aparece como ‘ho Theos’, es decir, el Dios Supremo”. Y el Bulletin añade: “Si los escritores del Nuevo Testamento creían vital que los fieles confesaran a Jesús como ‘Dios’, ¿se puede explicar el que en el Nuevo Testamento haya una ausencia casi completa de precisamente esa forma de confesión?”.
Pero ¿qué se puede decir de que el apóstol Tomás dijera a Jesús: “¡Mi Señor y mi Dios!”, en Juan 20:28? Para Tomás, Jesús era como “un dios”, especialmente en las circunstancias milagrosas que impulsaron a Tomás a expresarse como lo hizo. Algunos eruditos sugieren que es posible que Tomás sencillamente saliera con una exclamación emocional de asombro, hablada a Jesús, pero dirigida a Dios. Fuera una cosa o la otra, Tomás no pensaba que Jesús fuera el Dios Todopoderoso, porque él y los demás apóstoles sabían que Jesús nunca había afirmado ser Dios, sino que enseñó que solo Jehová es “el único Dios verdadero”. (Juan 17:3.)
De nuevo, el contexto nos ayuda a entender esto. Pocos días antes, Jesús ya resucitado había dicho a María Magdalena que dijera a los discípulos: “Asciendo a mi Padre y Padre de ustedes y a mi Dios y Dios de ustedes”. (Juan 20:17.) Aunque Jesús ya había sido resucitado en la condición de espíritu poderoso, Jehová todavía era su Dios. Y Jesús siguió refiriéndose a Él como tal hasta en el último libro de la Biblia, después de su glorificación. (Revelación 1:5, 6; 3:2, 12.)
Solo tres versículos después de la exclamación de Tomás, en Juan 20:31, la Biblia aclara más este asunto al declarar: “Estas han sido escritas para que ustedes crean que Jesús es el Cristo el Hijo de Dios”, no que fuera el Dios Todopoderoso. Y en este texto se quiso decir “Hijo” en sentido literal, como cuando se habla de un padre natural y su hijo, no como si Jesús fuera alguna parte misteriosa de una Deidad trinitaria.



Tienen que concordar con la Biblia
SE ALEGA que varios otros textos bíblicos apoyan la Trinidad. Pero estos son similares a los que ya hemos considerado, porque, cuando se examinan cuidadosamente, no ofrecen verdadero apoyo a tal enseñanza. Esos textos solo ilustran que cuando uno considera algún supuesto apoyo para la Trinidad tiene que preguntarse: ¿Armoniza la interpretación que se presenta con lo que toda la Biblia enseña consecuentemente: que solo Jehová Dios es Supremo? Si no es así, entonces esa interpretación tiene que ser errónea.
También tenemos que tener presente que no hay siquiera un “texto de prueba” que diga que Dios, Jesús y el espíritu santo son uno en alguna misteriosa Deidad. Ningún texto bíblico de ninguna parte de la Biblia dice que los tres sean lo mismo en sustancia, poder y eternidad. La Biblia revela consecuentemente al Dios Todopoderoso, Jehová, como el único que es Supremo, a Jesús como su Hijo creado, y al espíritu santo como la fuerza activa de Dios.


Mabefitoju

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ANÁLISIS DE LOS TEXTOS QUE USAN LOS TRINITARIOS Empty ¿Enseña la Biblia que Cristo es Dios?

Mensaje  Damián Jue Jun 21, 2012 1:30 pm

Anteriormente utilice estos mismos argumentos, y le pedí a Mabefitoju que los rebatiera con la Biblia, sin embargo, debido a su educación jehovista del atalaya, ha preferido abrir otro debate y dejar el anterior por un lado, ¿Es borrón y cuenta nueva para ver si los convenzo?, pero en fin, que se puede esperar de alguien que va tras falsos profetas.

Primer capítulo del libro “Las Sectas frente a la Biblia”

Análisis de textos bíblicos

(Lo que el autor en su libro ha escrito en forma de nota al pie de página, en esta edición digital se encuentra entre corchetes [ ])

NOTA DEL AUTOR SOBRE LAS VERSIONES DEL TEXTO SAGRADO: A lo largo de la obra he utilizado con preferencia mi propia traducción directa del griego para el Nuevo Testamento, y del hebreo y arameo para el Antiguo. En el primer caso me he valido del Greek-English New Testament, de Nestlé y Aland, Editio XXVI, Stuttgart 1981, y en el segundo de la Biblia Hebraica Stuttgartensia, Editio Minor, Stuttgart 1984. Cito también de las versiones prestigiosas de la Biblia comunes en el mundo de habla hispana y de las propias ediciones de las sectas. Las siglas siguientes son las utilizadas en relación con las diversas traducciones de la Biblia: VNM: Versión del Nuevo Mundo o Biblia de los Testigos de Jehová; EP: La Santa Biblia, de Ediciones Paulinas; BJ: Biblia de Jerusalén; NC: Nácar Colunga;VP: Versión Popular; VM: Versión Moderna; NBE: Nueva Biblia Española; RV: Reina-Valera. Cuando no se indica referencia, la traducción es mía.

La cuestión de la divinidad de Cristo ha sido el continuo caballo de batalla en la historia del cristianismo. En las Escrituras aparecen ya los primeros intentos de negarla durante el período neotestamentario, y raro ha sido el siglo desde entonces en que no haya surgido un movimiento que, de una u otra manera, no haya cuestionado la plena divinidad de Cristo. Desde los ebionitas a los Testigos de Jehová pasando por los arrianos o los socinianos, los grupúsculos sostenedores de esta tesis se cuentan por docenas.

Aunque algunas sectas, como los mormones o los adventistas, se adhieren formalmente a la doctrina de la divinidad de Cristo [Que esta adhesión es sólo formal queda de manifiesto cuando descubrimos que los adventistas afirman que Cristo era el arcángel Miguel (Questions of doctrine, pp.71-83), y que los mormones sostienen que los hombres salvados se convierten en dioses (Doctrinas y convenios, 132:37), y que Jesús fue el hijo de Adán, el único Dios con el que tenemos que tratar los habitantes de este planeta (Diary of Hosea Stout, 9 de abril de 1852, vol. 2, p. 435)], lo cierto es que la mayoría de ellas la niega de una manera u otra. Tal es el caso de los mooníes, los Testigos de Jehová o los Niños de Dios. En este capítulo trataremos de examinar las objeciones tomadas de la Biblia que presentan contra esta doctrina, la enseñanza bíblica al respecto, algunos ejemplos del pensamiento rabínico sobre la divinidad del mesías y la opinión de los primeros cristianos.

1. Las objeciones contra la divinidad de Cristo

Históricamente la pobreza de los argumentos aducidos contra la divinidad de Cristo es tan considerable, que podemos decir que los consignados a continuación constituyen la práctica totalidad. Como tendremos ocasión de ver, ninguna de las citas manejadas por las sectas vulnera en absoluto la enseñanza bíblica de la Trinidad y, en su mayor parte, arrancan de una falta de conocimiento preciso acerca del contenido de ese dogma. Pasemos ahora a los textos:

a) Marcos 13,32, o Mateo 24,36. La interpretación de los antitrinitarios pretende que en este pasaje se demuestra tajantemente que Cristo no era Dios, puesto que no era omnisciente. Se incurre con esto en un error que veremos repetido en varias ocasiones: la incapacidad de distinguir entre la naturaleza humana y la naturaleza divina de Jesús. Es obvio que la primera era, como humana, limitada: Jesús se cansaba, tenía sed, padecía el dolor, su conocimiento era limitado, etc. Ahora bien, como Dios, era omnisciente. Veamos algunos ejemplos de la Escritura: "Ahora sabemos que sabes todas las cosas y no necesitas que nadie te interrogue. En esto creemos que salimos de Dios" (Jn 16,30) (VNM). "De modo que le dijo: Señor, tú sabes todas las cosas" (Jn 21,17) (VNM). "... Cristo. Cuidadosamente ocultados en él están todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento" (Col 2,3). Ni para Juan ni para el autor de la carta a los Colosenses, Jesús era un personaje privado de omnisciencia. Todo lo contrario: sabía todo y en él estaban, sin excepción, todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento.

b) Juan 14, 28. La interpretación sectaria de este pasaje adolece también de un desconocimiento de fondo del dogma trinitaria. Insistimos una vez más en que la persona del Hijo, la segunda de la Trinidad, tiene una naturaleza humana y otra divina. La humana, lógicamente, es inferior a la divina del Padre; pero ambas personas divinas, la del Padre y la del Hijo, son iguales. Es precisamente por eso por lo que el evangelio de Juan recoge la información de que los judíos del tiempo de Jesús deseaban matarle, porque se hacía igual a Dios: "A causa de esto realmente los judíos procuraban con más empeño matarlo, porque no sólo quebrantaba el sábado, sino que también llamaba a Dios su propio Padre, haciéndose igual a Dios" (Jn 5,18-19) (VNM).

c) Apocalipsis 3,14. La interpretación antitrinitaria de este pasaje (uno de los más utilizados por los arrianos en su día) pretende que aquí Cristo es presentado como el "primer ser creado". Lo cierto es que tal afirmación sólo demuestra una ignorancia absoluta del sentido del término arjé (traducido aquí como "principio"). En calidad de título, como aparece aquí, la palabra arjé tiene en multitud de ocasiones el significado de "príncipe" o "principado". En tal sentido aparece, por ejemplo, en Rom 8,38; Ef 1,21; 3,10; 6,12; Col 1,16; 2,10; Tit 3,1, etc). Ahora bien, en el libro de Apocalipsis, arjé es un título que se aplica única y exclusivamente a Dios; v.gr., Ap 21,6, en su calidad de fuente (principio) de todo. Por tanto, el pasaje no dice que Cristo fue el primer ser creado, sino que fue la fuente, el origen, el principio de que emanó la creación divina; es decir, que es el mismo creador, como tendremos ocasión de ver en el apartado que sobre ese tema hay en este capítulo.

d) Colosenses 1,15. De nuevo nos hallamos ante una interpretación errónea de un texto en base a la ignorancia terminológica de las sectas. Éstas interpretan la palabra "primogénito" en el sentido de "primer creado"; Cristo, pues, sería una simple criatura. Ahora bien este análisis del pasaje es erróneo por las siguientes razones:

1a. Primogénito (protótokos en griego) no es lo mismo que primer creado (protiktos en griego). Si realmente Pablo hubiera deseado expresar que Cristo era un ser creado, hubiera empleado el verbo "crear" lo que no hizo.

2a. El término "primogénito" no equivale en lengua hebrea tanto al primero en nacer como al que posee ciertos derechos de gobierno, herencia o realeza. Así la Biblia contiene diversos ejemplos de "primogénitos" que no fueron los primeros. Así, en Sal 89,27 (VNM) se anuncia que David sería nombrado "primogénito". David no lo era familiarmente (de hecho sabemos que era el menor de su familia), ni tampoco fue el primer rey de Israel (que fue Saúl), pero sí iba a contar con una supremacía, con una "primogenitura". Otro ejemplo de la palabra "primogénito" utilizada en ese sentido se halla en Jer 31,9, donde se denomina a Efraín como "primogénito". Ahora bien, si leemos el relato de Gén 48,13-14, vemos que realmente Efraín era el menor y Manasés era el primogénito. Un ejemplo más de este empleo de la palabra "primogénito" lo hallamos en Éx 4,22, donde se aplica tal título a Israel. Lógicamente, no se pretende señalar aquí que Israel fue la primera nación creada (lo que no sería verdad), sino que Israel gozaba de una primacía a los ojos de Dios. Por lo tanto, Pablo no está aquí diciendo que Cristo es un ser creado, sino que tiene la total supremacía sobre la creación; en otras palabras, que es el mismo creador.

3a. El contexto indica que Pablo considera a Cristo no un ser creado, sino el mismo creador: De hecho esto es tan claro, que la VNM ha falseado el original griego, incluyendo palabras entre corchetes para ocultar esta revelación. Dice así, por citar un ejemplo, La Santa Biblia, de Ediciones Paulinas: "Porque por él mismo (Cristo) fueron creadas todas las cosas, las de los cielos y las de la tierra, lo invisible y lo visible, tanto los tronos como las dominaciones, los principados como las potestades; absolutamente todo fue creado por él y para él; y él mismo existe antes que todas las cosas y todas subsisten en él" (Col 1,16-17). Este fragmento del himno cristológico del capítulo primero de Colosenses no puede estar más claro: Cristo es no un ser creado, como pretenden las sectas, sino el creador de todo. Por eso existe antes de todo lo creado, ya que si él hubiera sido una creación no hubiera podido tener vida antes de toda la creación, sino sólo de la parte posterior a él mismo. Como era de esperar, la VNM falsifica este texto para amoldarlo a su torcida teología y traduce (?) así: "Porque por medio de él todas las (otras) cosas fueron creadas... Todas las (otras) cosas han sido creadas mediante él y para él. También él es antes de todas las (otras) cosas y por medio de él se hizo que todas las (otras) cosas existieran". No puede ser mayor la diferencia entre el texto griego original y la VNM: Cristo ya no es el creador ("por él mismo"), sino un instrumento de la creación ("por medio de él"). Tampoco es ya el creador anterior a todo lo creado, sino un ser creado anterior a "todas las otras cosas creadas". El hecho de añadir palabras en el texto para cambiar radicalmente el significado que quiso darle el autor de la carta a los Colosenses es algo que no parece haber pesado en la conciencia de la Wachtower y que la mayoría de sus adeptos ignoran. Pero ¿qué amor puede tener la Wachtower a la Biblia cuando no sólo no busca honestamente su enseñanza, sino que además tergiversa una traducción para dar base a sus doctrinas?

e) Proverbios 8,22. Dice así la VNM: "Jehová mismo me produjo como el principio de su camino, el más temprano de sus logros de mucho tiempo atrás". Según la especialísima exégesis de la Wachtower, que, quizá sin saberlo, es sólo un eco de la de Arrio, el texto de Proverbios estaría hablando aquí de Cristo, simbolizado bajo la imagen de la sabiduría, y enseñaría que fue creado ("producido"). No obstante, tal exégesis es por muchas razones descabellada:

1a. El pasaje no dice en ningún momento que esté hablando del mesías; se trata de un hermoso poema en el que se utiliza la prosopopeya, es decir, la personificación de una cualidad para crear un efecto literario. En este caso se personifica a la sabiduría, pero no se menciona en ningún pasaje que ésta sea el mesías.

2a. El contexto niega que se pueda referir a Jesús: las profecías mesiánicas (como Is 52,l3ss.) contienen siempre referencias que podemos reconocer en la vida de Jesús. Ahora bien, aquí se nos dice que la sabiduría edificó una casa (Prov 9, 1a), que ha labrado siete columnas (Prov 9, 1b), que dispuso la mesa mezclando el vino y degollando carne (Prov 9,2), etc. Está claro que nada de esto tiene relación con la persona de Jesús; pero sí tiene sentido si se interpreta como una personificación poética de la sabiduría.

3a. La traducción "me produjo" no es correcta; pero, por si fuera poco, el pasaje, como es habitual cada vez que la Wachtower se ocupa de traducir, está penosamente traducido. La palabra hebrea que se vierte por "produjo" es qnh, que significa "poseyó" o "poseía", como han traducido la versión Reina Valera (RV) o la Nácar Colunga (NC). En algún caso este verbo puede tener un significado secundario de "engendrar", y así han vertido el pasaje la Versión Popular (VP) y la Versión Moderna (VM), pero no parece que en este contexto sea la traducción más adecuada.

Intentar, pues, desprender del pasaje de Prov 8,22 que Cristo fue creado no deja de ser un dislate exegético.

f) Juan 1,18. La tesis de la Wachtower es que, puesto que a Dios no lo ha visto nadie y a Cristo lo vieron, este último no puede ser Dios. Ahora bien, este pasaje no está hablando de una visión física de Dios, sino espiritual. De hecho, el Antiguo Testamento registra varios casos de visión física de Dios, como el recogido en Is 6,lss. o el de Am 9,1, que pueden comprobarse en la misma VNM. Lo que aquí se nos dice es que a Dios nadie lo ha visto como para poder explicarlo de manera cabal, pero Cristo sí lo ha explicado.

Por otro lado, aunque el pasaje implicara una visión física de Dios, tampoco estaría indicando que Cristo no era Dios, ya que lo que vieron sus discípulos fue su envoltura humana, y no su naturaleza divina. En ese sentido podría decirse que a Dios, con toda la grandeza de su gloria, no lo ha visto nadie, porque cuando se encarnó en Cristo la humanidad servía de velo a aquélla.

g) Jesús es Miguel, el arcángel. Esta doctrina de los Testigos no pertenece originalmente a ellos. Se origina en una doctrina idéntica sostenida por los Adventistas del Séptimo Día (Questions of Doctrine, pp 71-83). La razón es que inicialmente buena parte de los autores adventistas sostenían una visión de Cristo de corte arrianizante. Cuando, con el paso del tiempo, este enfoque varió, optando por un reconocimiento formal de la Trinidad, quedaron resquicios de arrianismo en la teología de las secta capitaneada por Ellen White, de donde los ha tomado la Wachtower.

En realidad, esta objeción carece de la más mínima base. Sencillamente: no hay un solo pasaje en la Biblia donde se diga que el arcángel san Miguel es Cristo.

h) Jesús habla con el Padre. La tesis de la Wachtower pretende que Cristo no puede ser Dios, puesto que se ve claramente cómo se dirige a Dios. Tal afirmación sólo revela un desconocimiento profundo de la doctrina de la Trinidad. Ésta no enseña que el Hijo, el Padre y el Espíritu Santo son la misma persona, sino que son tres personas distintas y un solo Dios verdadero. El diálogo entre el Padre y el Hijo, por lo tanto, no contradice la doctrina de la Trinidad, sino que la confirma.

i) Jesús es el Hijo de Dios, y no Dios. A este respecto recomendamos repasar lo señalado arriba en relación con el texto de Jn 5,18.

j) Salmo 2,7. Según la teología de la Wachtower, este pasaje indicaría que hubo una época en que el Hijo no existió y posteriormente sí; luego se trata de un ser creado. Además, el término "engendrar" debe entenderse como "crear". Lo cierto es que la fórmula que se recoge en este salmo parece ser que se utilizaba en la coronación de los reyes de Israel. Con ella se pretendía indicar que el monarca pasaba a ser "hijo de Yavé" de una manera muy especial.

Ahora bien, en el caso de este salmo, el Nuevo Testamento nos ha conservado la interpretación que del mismo hacía la Iglesia primitiva. Veamos: "Pero Dios lo levantó de entre los muertos, y por muchos días se hizo visible a los que habían subido con él de Galilea a Jerusalén, los cuales son ahora testigos de él al pueblo. De modo que nosotros estamos declarándoles las buenas nuevas acerca de la promesa hecha a los antepasados, que Dios la ha cumplido enteramente para con nosotros los hijos de ellos al haber resucitado a Jesús, así como está escrito en el Salmo segundo: Tú eres mi hijo, este día he llegado a ser tu Padre" (He 13,30-33).

Para Pablo, el salmo 2 no enseñaba que Cristo fuera un ser creado, sino que contenía la afirmación de que resucitaría un día. Naturalmente somos muy libres de preferir la interpretación de la Wachtower a la del apóstol de los gentiles.

Digamos, finalmente, que el término "engendrar" ni significa "crear" ni es contrario a la enseñanza de la Trinidad. De hecho, el credo trinitario de Nicea afirma que la persona del Hijo fue "engendrada y no creada, de la misma naturaleza que el Padre". Los que creemos en la Trinidad creemos asimismo que Cristo fue engendrado desde la eternidad de la misma naturaleza que el Padre, pero que no fue creado. Este texto apoyaría precisamente esa tesis, puesto que en él no se dice que el Hijo fuera creado, sino engendrado.

Hasta aquí hemos podido ver el nulo fundamento que tiene afirmar que la Biblia niega la divinidad de Cristo. Ahora bien, el que no haya argumentos en contra no significa necesariamente que los haya a favor. ¿Existen pruebas en el Nuevo Testamento de que los primeros cristianos creyeran que Cristo era Dios? A examinar esa cuestión dedicaremos las próximas páginas.

2. Según la Biblia, Cristo es Díos, y no un dios

Contra lo que piensan la mayoría de las personas (y es error muy repetido en diversas publicaciones), los Testigos de Jehová no niegan la divinidad de Cristo, sino su plena divinidad. Es decir, para ellos Cristo es un dios (o el arcángel san Miguel), pero no es Dios. Nosotros intentaremos mostrar en las siguientes páginas cómo la Biblia indica específicamente lo contrario: Cristo es Dios, y no un dios. Las razones, entre otras muchas, son las siguientes:

2.1. Cristo tiene títulos en el NT que sólo son aplicables a Dios

Dios.

La teología de los Testigos, en realidad, es politeísta. Parte de la base de que existe un gran Dios increado (Jehová), seguido por un dios inferior y creado (Cristo) y por multitud de dioses de una categoría aún más ínfima, como el diablo y los ángeles. La enseñanza de la Biblia, por otra parte, es naturalmente monoteísta: sólo hay un Dios, no ha habido ninguno antes ni lo habrá después.

"Ustedes son mis testigos -es la expresión de Jehová- aun mi siervo, a quien he escogido, para que sepan y tengan fe en mí, y para que entiendan que yo soy el mismo. Antes de mí no fue formado Dios alguno y después de mí continuó sin que lo hubiera" (Is 43,10) (VNM).

Este pasaje, conocido de memoria por todos los adeptos de la Wachtower, ya que de él derivan su nombre, contiene en su segunda parte una afirmación que contradice tajantemente las enseñanzas de aquélla. No enseña que hay un gran Dios (Jehová), otro inferior y creado (el mesías) y una pléyade de dioses a continuación, sino que sólo hay uno y ninguno más.

"Esto es lo que ha dicho Jehová, el Rey de Israel y el Recomprador de él, Jehová de los ejércitos: Yo soy el primero y yo soy el último, y fuera de mí no hay Dios" (Is 44,6) (VNM). La afirmación es clara y contundente; pero choca frontalmente con la teología de la Wachtower, que enseña la existencia de varios dioses.

"Yo soy Jehová, y no hay ningún otro. Con la excepción de mí no hay Dios..., no hay ningún otro; no hay otro Dios" (Is 45,5,14) (VNM).

Naturalmente, los primeros cristianos creían lo mismo que enseñó Isaías, y no la teología de la Wachtower, que establece que hay varios dioses. Y no sólo es que creían en un monoteísmo estricto (un solo Dios y ningún otro más), sino que además afirmaron que Cristo era ese Dios. Como esto resulta tan claro y equivale a reconocer que la teología jehovista es una farsa, los dirigentes de la Wachtower no han tenido el más mínimo inconveniente en alterar la traducción de la mayoría de los pasajes donde se dice que Cristo es Dios. A analizar algunos de éstos vamos a dedicarnos ahora.

a) Romanos 9,5. Dice la versión del texto griego: "El Cristo según la carne, el cual es Dios bendito". Pablo afirma tan claramente que Cristo es Dios bendito, que la VNM no ha tenido el menor reparo en introducir una palabra entre corchetes en el texto para desvirtuar tal afirmación. Dice así: el Cristo según la carne: Dios, que está sobre todos, (sea) bendito para siempre. Basta quitar de la VNM el sea entre corchetes para tener una afirmación clarísima de la divinidad de Cristo.

b) Filipenses 2,5ss. "... Cristo Jesús, el cual existiendo en forma de Dios no se aferró a ser igual a Dios".

Pablo lo expresa con claridad: Cristo era igual (no inferior) a Dios, pero no se aferró a ello, sino que se vació (ése es el significado literal del término griego kenosis) para hacerse hombre y redimirnos en la cruz. Pues bien, veamos cómo esta afirmación clarísima ha sido desvirtuada en la versión del Nuevo Mundo añadiendo de nuevo palabras que no están en el original: "... Cristo Jesús, quien aunque existía en la forma de Dios, no dio consideración a una usurpación, a saber: que debiera ser igual a Dios".

Basta comparar la VNM con otras traducciones para comprobar lo viciado y lleno de prejuicios que ha sido su método de trabajo, método que sólo buscaba defender a la secta, y no a la enseñanza de la Biblia.

c) Colosenses 2,9. "Porque en él habita la plenitud de la divinidad corporalmente".

Contra lo que enseña la Wachtower, Pablo afirma aquí que Cristo no es un dios o un mini-dios, sino que en él habita corporalmente la plenitud de la divinidad. Veamos cómo la VNM ha intentado velar esta gloriosa verdad: "Porque en él mora corporalmente toda la plenitud de la cualidad divina".

Ahora bien, esta subversión del texto, a fin de cuentas, sólo a medias consigue su objetivo, porque sólo Dios puede tener cualidad divina; y hemos visto en Isaías que sólo hay un Dios. Si en Cristo mora toda la plenitud de la cualidad divina, es que es Dios, y no un dios, como pretende la Wachtower.

d) Tito 2,13. "Esperando la feliz esperanza y manifestación de la gloria del gran Dios y salvador nuestro Jesucristo".

El texto es diáfano como el cristal. Pablo habla de la maravillosa esperanza del creyente cristiano que aguarda la venida de nuestro gran Dios y salvador Jesucristo. De nuevo la VNM ha introducido palabras en el texto para privar a Cristo de su plena divinidad: "Mientras aguardamos la feliz esperanza y la gloriosa manifestación del gran Dios y del salvador nuestro, Cristo Jesús".

Con un descaro inexcusable, la Wachtower ha introducido una palabra que no está en el texto griego, para dejar a un lado a Dios y a otro al salvador Jesucristo, cuando lo cierto es que el original prodiga los dos atributos (Dios y salvador) a Cristo.

e) Hebreos 1,8. "Con respecto al Hijo: El trono tuyo, oh Dios, por el tiempo del tiempo".

Este texto reviste una especial relevancia porque en él es el propio Padre el que se dirige a la persona del Hijo; y no lo hace para denominarlo Miguel (como los testigos o los adventistas) ni un dios, sino Dios de manera plena. Como imaginará el lector, también en esta ocasión la VNM altera el texto añadiendo palabras: "Pero respecto al Hijo: Dios es tu trono para siempre jamás".

En el fondo, sin embargo, esta burda falsificación dice lo contrario de lo que pretende; porque, ¿quién es mayor, el trono o el que se sienta en él? Pues bien, si Dios es el trono del Hijo, éste debe ser, al menos, tan grande como Dios.

f) 2Pedro 1,1. "... En justicia del Dios nuestro y salvador Jesucristo".

Como en Tit 2,13, de nuevo nos hallamos ante una afirmación de que Cristo es Dios. Veamos cómo vierte el pasaje la VNM: "Por la justicia de nuestro Dios y del salvador Jesucristo".

Una vez más, añadiendo una palabra que no está en el original, se altera todo el sentido de la frase, privando a Cristo de la atribución que Pedro le hace de su divinidad plena. Sin embargo, es curioso que en el versículo 11 de este mismo capítulo de la primera epístola de Pedro aparezca la misma construcción gramatical; pero esta vez la Wachtower la ha traducido bien ("de nuestro Señor y salvador Jesucristo"), porque no une a Cristo con el título de Dios. Resulta vergonzoso el contemplar cómo puede haber personas con tan pocos escrúpulos morales como para alterar el texto sagrado a fin de defender con más facilidad sus doctrinas.

g) Juan 1,1. Sin duda, es ésta la falsificación más conocida de todas las que pueblan las páginas de la VNM. Dice así: "En (el) principio la Palabra era, y la Palabra estaba con Dios y la Palabra era un dios".

Basta ir al texto griego original para comprender que se trata de una burda artimaña, consistente en intercalar una palabra que no está en el evangelio de Juan a fin de negar la divinidad de Cristo.

"En principio existía la Palabra, y la Palabra estaba con el Dios y Dios era la Palabra".

Naturalmente, el pasaje en griego es tan claro que la Wachtower se ha visto obligada a recurrir al poco airoso método de inventarse una regla gramatical para justificar la barbaridad lingüística y teológica que implica su traducción. Según la Wachtower, en griego no existe palabra para indicar la idea de "uno", y, por lo tanto, cuando una palabra no lleva el artículo determinado (jo, je, to, en griego; el, la, lo, en castellano) debe colocarse delante la palabra "un, una". Esta regla es falsa; pero lo peor es que ni siquiera la Wachtower (pese a ser su inventora) la sigue:

a') En griego sí hay palabras para expresar la idea de "uno, una" sin que tenga que suplirlas el traductor. Una de ellas es eis, mia, en (uno, una, uno), que Juan utiliza repetidas veces; v.gr.: Jn 1,40; 6,8.22; 70,71; 7,21.50; 9,25; 10,16.30; 11,49-50.52; 12,2.4; 13,21.23; 17,11.21.22.23; 18,14. 22.26.39; 19,34, etcétera; la otra es tis, ti (uno-a-o ó alguno-a-o), que también es utilizada repetidas veces en el Nuevo Testamento. Si Juan hubiera deseado decir que la Palabra (Cristo) era un dios, hubiera recurrido con toda seguridad al empleo de eis o de tis.

b') La ausencia de artículo determinado ni siquiera es suplida por "un" en la misma Wachtower. Fijémonos a título de ejemplo en el mismo capítulo 1 del evangelio de Juan. En el versículo 6 se nos dice que un hombre (Juan el Bautista) fue enviado por Dios, y esta palabra va sin artículo determinado; no obstante la Wachtower no ha traducido "representante de un dios", sino "representante de Dios". En el versículo 12 se nos habla de cómo llegar a ser hijos de Dios. Ahora bien, la palabra Dios va sin artículo determinado; pero la Wachtower no ha traducido "hijos de un dios", sino "hijos de Dios". En el versículo 13, una vez más, la palabra "Dios" va desprovista de artículo determinado; pero la Wachtower no traduce "voluntad de un dios", sino "de Dios". Podríamos aducir más ejemplos; pero sinceramente éstos nos parecen suficientes para mostrar que la "regla" citada por la Wachtower no sólo no existe, sino que incluso no es aplicada por ella misma para no caer en el ridículo más absoluto.

c') La construcción poética de Jn 1,1 no permite traducir "un dios". Los dieciocho primeros versículos del evangelio de Juan formaron en su conjunto un canto (muy posiblemente antifonal) que se utilizaba en las reuniones de la Iglesia primitiva. Tenía por ello una estructura (muy clara en los tres primeros versículos) de especial belleza, puesto que cada frase terminaba con la misma palabra con que empezaba la siguiente: "En principio era la Palabra, y la Palabra era con el Dios, y Dios era la Palabra".

Esta construcción además hacía girar su encanto (y su impresionante vigor) en torno al hecho de que la palabra con que concluía una frase y comenzaba la siguiente tenía el mismo valor, contenido y significado. Por esto el "Dios" del final del versículo 1 nunca podía ser "un dios", sino la palabra "Dios", con su mismo contenido y fuerza con que concluía la frase anterior.

Examinado el texto de Jn 1,1, en la VNM se descubre, por lo tanto, no sólo una falta de conocimiento mínimo de la lengua en que se redactó el Nuevo Testamento, sino también una carencia de honestidad por la que no ha tenido reparo, una vez más, en alterar la Escritura para hacerla encajar en sus posiciones doctrinales preconcebidas.

Vamos a concluir con lo referente a este texto. Antes, no obstante, desearía hacer una breve referencia al origen de esta traducción penosa del glorioso pasaje de Jn 1,1. Cuando los testigos intentan mostrar que no son los únicos en haber traducido el pasaje de Jn 1,1 de esta manera sólo pueden (y es normal) citar un Nuevo Testamento no editado por ellos que contenga una versión similar. Me estoy refiriendo al Nuevo Testamento de Greber.[Este Nuevo Testamento de Johannes Greber aparece citado por la Wachtower para apoyar su traducción, por citar algún ejemplo, en el libro Asegúrense de todas las cosas, Brooklyn 1965, 489, y en el folleto La Palabra ¿quién es él? Brooklyn 1962, 5.]

¿Quién era Johannes Greber? La Wachtower lo ha presentado a sus adeptos como un sacerdote católico, pero esto es sólo una verdad a medias. Greber fue efectivamente un sacerdote católico; pero abandonó la Iglesia Católica para entrar en círculos espiritistas. Su propio Nuevo Testamento está cortado sobre la base de la teología espiritista y, según dice la introducción del mismo, fueron los espíritus los que le dijeron cómo traducir. Cito de la misma: "Muchas contradicciones entre lo que aparece en los rollos antiguos y el Nuevo Testamento surgieron y fueron tema de sus (de Greber) oraciones constantes pidiendo guía, oraciones que fueron contestadas y las discrepancias clarificadas por el Espíritu mundial de Dios... Su esposa (la de Greber), una médium del Espíritu mundial de Dios, fue a menudo el instrumento para dar las respuestas correctas de los Mensajeros de Dios al pastor Greber". [De hecho, yo sostengo la tesis de que la VNM no es sino una copia descarada de la traducción espiritista de Greber, como puede verse con facilidad comparando ambas versiones. La de Greber puede obtenerse solicitándola a la Johannes Greber Memorial Foundation, 139 Hillside Avenue, Teaneck, NJ, 07666. USA]

No deja de ser curioso que el único autor que tradujo Jn 1,1 como la Wachtower fuera un ex-sacerdote que colgó la sotana para casarse con una médium y que dejó una versión del Nuevo Testamento que no se basaba precisamente en el estudio de los textos, sino en las instrucciones que recibía en sesiones de espiritismo.

¿Sabe esto la Wachtower? La respuesta es afirmativa. En la Atalaya del 15 de febrero de 1956, páginas 110-111, se afirma en el párrafo 11: "Está muy claro que los espíritus en los que el ex-sacerdote Greber cree lo ayudaron en su traducción". Una afirmación similar se contiene asimismo en la Atalaya del 1 de abril de 1983, página 31. [Existe un argumento de tipo histórico-teológico adicional en favor de que Juan quería señalar la plena divinidad de Cristo al escribir el primer versículo de su evangelio. Me estoy refiriendo a la utilización del término "Palabra" para definir al Cristo preexistente. Este mismo término era utilizado en los targumim (comentarios interpretativos del Antiguo Testamento) en arameo para referirse a Yavé. De manera que para decir que Yavé creó los cielos y la tierra se indica que Memra (la Palabra) creó los cielos y la tierra, etc. Ese mismo Yavé, según Juan, era el que se había hecho carne para salvarnos.]

Cabría preguntarse qué clase de dirigentes tiene la secta de Brooklyn. No sólo porque están dispuestos a tergiversar el texto sagrado añadiéndole palabras que no aparecen en el mismo, sino porque también se atreven a inventar reglas gramaticales que no existen y que ellos mismos no respetan, buscando como único apoyo una versión del Nuevo Testamento carente de base científica y que, según confiesan en sus publicaciones, es obra de espíritus. Todo esto, no lo olvidemos, para negar la grandiosa verdad de la encarnación de Dios en la persona de Cristo a fin de redimirnos. ¿Realmente se puede confiar en una organización así?

Podríamos presentar ahora más textos falseados; pero vamos a citar sólo dos más en los que la Wachtower, sin darse cuenta, ha permitido que en la VNM los apóstoles llamaran Dios a Jesús. Nos referimos a Jn 20,28 y 1Jn 5,20. "Dijo entonces a Tomás: Pon tu dedo aquí y ve mis manos, y toma tu mano y métela en mi costado, y deja de ser incrédulo y hazte creyente. En contestación Tomás le dijo: Mi Señor y mi Dios" (Jn 20,27-28) (VNM). "... Jesucristo. Este es el Dios verdadero y vida eterna" (1Jn 5,20) (VNM).

La experiencia de la resurrección corporal de Jesús (que también niegan los testigos) significó un auténtico impulso espiritual para sus desolados discípulos. Tomás, el que había dudado, supo desde ese momento que el galileo con el que había compartido los años anteriores era Dios y Señor. Lo mismo afirmaba el apóstol Juan años después.

Ahora bien, todos los apóstoles eran judíos. Conocían las Escrituras y las palabras de Isaías en el sentido de que sólo había un Dios. 0 bien se equivocaban al afirmar que Jesús era Dios y le denominaban así cuando sólo era un dios (y en ese caso la Wachtower tendría razón doctrinalmente hablando) o bien tenían razón al identificar a Cristo con el Dios del que habló Isaías: el único Dios, antes del cual no hubo ninguno y después del cual tampoco habría otro. Si los apóstoles tenían razón, lo cierto es que la Wachtower está equivocada trágicamente. El autor de estas líneas no se avergüenza en decir que cree en los apóstoles, aunque eso signifique considerar a la Wachtower y sus doctrinas una farsa total.

Jehová.

Precisamente como los primeros cristianos vieron en Jesús al Dios del Antiguo Testamento encarnado, no dudaron en referir al mismo multitud de textos cuyo protagonista en el Antiguo Testamento era Jehová. [Como seguramente sabrá el lector, la vocalización "Jehová" es totalmente incorrecta. El tetragramaton (o cuatro letras: YHVH) de uno de los nombres de Dios en el Antiguo Testamento (no el único, como pretenden los testigos); posiblemente se debiera vocalizar con "a" y "e", dando como resultado la forma "Yahveh". Lo que sí es seguro es que no se pronunciaba Jehová. Aquí hemos respetado esta errónea vocalización para conservar la fuerza de los argumentos en relación con los adeptos de la secta de la Wachtower.] Como en otros casos del libro, un análisis en profundidad del tema requeriría una extensa monografía; pero vamos a intentar al menos mencionar alguno de los pasajes a título de ejemplo.

a) Cristo es Jehová vendido por treinta monedas de plata: "Entonces les dije: Si es bueno a sus ojos, den(me) mi salario; pero si no, absténganse. Y procedieron a pagar mi salario, treinta piezas de plata. Ante aquello, Jehová me dijo: Tíralo al tesoro... el valor majestuoso con el cual he sido evaluado" (Zac 11,12-13).

Sabido es que el Nuevo Testamento aplica este pasaje a Cristo como una profecía cumplida en él. ¿Se equivocaban los primeros cristianos al decir que Cristo era el Jehová de Zacarías evaluado en treinta monedas de plata, o yerran los testigos de hoy al negarlo?

b) Cristo es Jehová precedido por Juan el Bautista: "Escuchen. Alguien está clamando en el desierto: Despejen el camino de Jehová. Hagan recta la calzada para nuestro Dios a través de la llanura desértica" (Is 40,3) (VNM).

La profecía de Isaías era clara: una voz aparecería en el desierto para ser precursora de la venida de Jehová Dios. Los evangelistas vieron en el texto del profeta judío una profecía que se cumplió cuando Juan el Bautista precedió a Jesús. Si Juan fue la voz en el desierto, Jesús debía ser Jehová Dios. ¿Se equivocó Isaías al profetizar la venida de Jehová, cuando en realidad vino solamente un dios? ¿Se equivocaron los apóstoles al considerar que la profecía se había cumplido, cuando en realidad no era así, porque en vez de Jehová vino un dios, o se equivoca la Wachtower porque no se equivocó Isaías ni los primeros cristianos, y, efectivamente, quien vino fue Jehová Dios precedido por Juan el Bautista?

c) Cristo es Jehová traspasado: Zac 12,10 constituye uno de los pasajes más enigmáticos de todo el Antiguo Testamento. Yavé (o Jehová) se está dirigiendo al profeta y de pronto le anuncia algo que suena realmente extraño: le traspasarían y en tal situación le contemplarían los hijos de Israel; Jehová traspasado: "Y mirarán a mí, a quien traspasaron".

Es sabido que los primeros cristianos vieron en este pasaje una referencia a Cristo alanceado en la cruz. Ahora bien, ¿se equivocaban al considerar que el Jehová traspasado era Cristo o lo hace la Wachtower al negarlo? Mucho nos tememos que si alguien se ha equivocado no fueron los apóstoles; y es que en la mente de ellos seguramente sonaba la profecía gloriosa de Is 35,4: "Dios mismo vendrá y os salvará".

Lástima que verdad tan gloriosa haya sido sustituida en la teología de la Wachtower por el espectáculo de un arcángel que se hace hombre para salvar a la humanidad.

Salvador

Y es que de aceptar que Cristo no es Dios nos encontraríamos con el problema de que tenemos dos salvadores: Jehová y Cristo. Nada más lejano al pensamiento bíblico. Precisamente la Escritura nos dice: "Yo... yo soy Jehová, y fuera de mí no hay salvador" (Is 43,11).

Pues bien, los autores del Nuevo Testamento dicen que nuestro salvador es Cristo (2Tim 1,10). Para los que creemos que Cristo es Dios no hay contradicción; pero para la Wachtower es cuestión de explicar si Isaías se equivocó o si lo hicieron los primeros cristianos..., a menos que reconozcan que son ellos los errados.

El primero y el último

Otro título de Jehová que los autores del Nuevo Testamento no tuvieron ningún problema en aplicar a Jesús fue el de "el primero y el último", que en el Antiguo se dirigía a Jehová (Is 44,6). Así se nos dice: "Yo soy el Alfa y la Omega, el primero y el último, el principio y el fin. Felices son los que lavan sus ropas largas, para que sea suya la autoridad (de ir) a los árboles de la vida, y para que consigan entrada en la ciudad por sus puertas. Afuera están los perros y los que practican espiritismo y los fornicadores y los asesinos y los idólatras y todo aquel a quien le gusta la mentira y se ocupa de ella. Yo, Jesús, envié a mi ángel para darles a ustedes testimonio de estas cosas para las congregaciones" (Ap 22,13-16).

¿Mentía y se equivocaba (y además blasfemaba) el autor de Apocalipsis al atribuirle a Jesús un título de Jehová, puesto que Cristo es solo un dios, o es la teología de la Wachtower la equivocada al respecto?

El creador

Desde luego, si los primeros cristianos se equivocaban en su evaluación de quién fue Jesús, su error llegó a alcanzar cotas de delirio, porque lo identificaron con el único creador del universo; y eso cuando el Antiguo Testamento señala que Dios, sin ningún tipo de colaboración, creó todo. Veamos:

"Esto es lo que ha dicho Jehová, tu Recomprador y el Formador de ti desde el vientre: Yo, Jehová, estoy haciendo todo, extendiendo los cielos, yo solo, tendiendo la tierra. ¿Quién estuvo conmigo?" (Is 44,24) (VNM).

"Yo mismo he hecho la tierra y he creado aun al hombre sobre ella. Yo..., mis propias manos han extendido los cielos" (Is 45,12).

Los apóstoles eran judíos, conocían estos pasajes, sabían que Dios no había utilizado ayudantes, instrumentos o intermediarios en su obra de creación. Si Cristo no era Dios, ¿por qué afirmaron que había creado todo?

"En el principio existía aquel que es la Palabra, y aquel que es la Palabra estaba con Dios y era Dios. El estaba en el principio con Dios. Todo fue hecho por él, y sin él nada se hizo... Y aquel que es la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros" (Jn 1,1-3.14a) (EP).

"Porque por él mismo fueron creadas todas las cosas, las de los cielos y las de la tierra, lo invisible y lo visible, tanto los tronos como las dominaciones, los principados como las potestades; absolutamente todo fue creado por él y para él; y él mismo existe antes que todas las cosas y todas subsisten en él" (Col 1,16-17) (EP).

¿Disparataban Pablo y Juan al afirmar que Cristo era el único creador del universo, el Jehová creador, del que escribió Isaías, o más bien disparata la Wachtower al negarlo?

El "Yo Soy"

De hecho, esta conciencia que tenían los primeros cristianos de que Cristo era el Dios revelado en el Antiguo Testamento al pueblo de Israel no arrancó de su especulación personal, sino del recuerdo de las propias enseñanzas de Jesús. Quizá una de las afirmaciones más categóricas de éste al respecto fue la de apropiarse la denominación con la que Yavé se presentó ante Moisés cuando le encomendó su misión de liberar a Israel de la esclavitud de Egipto. Examinemos el texto directamente:

"Moisés dijo a Dios: Bien, yo me presentaré a los israelitas y les diré: El Dios de nuestros padres me ha enviado a vosotros. Pero si ellos me preguntan: ¿cuál es su nombre?, ¿qué les responderé? Dios dijo a Moisés: Yo soy el que soy. Así responderás a los israelitas: Yo soy me ha enviado a vosotros" (Éx 3,13-14)(EP).

El texto aparece claro en cuanto a la descripción del episodio. Moisés interroga a Yavé sobre el nombre con que debe presentarle a los hijos de Israel, y Dios le responde que ese nombre es "Yo soy".

Pues bien, Jesús se aplicó ese mismo apelativo: "Ya os he dicho que moriréis en vuestros pecados, porque si no creéis que yo soy, moriréis en vuestros pecados" (Jn 8,24) (BJ) (Tanto la traducción de Ediciones Paulinas como la Nueva Biblia Española han vertido: "que yo soy el que soy" lo que recoge a la perfección el sentido del texto original desde mi punto de vista).
La afirmación de Jesús era impresionante: si no creían que él era el mismo Dios que se apareció a Moisés anunciándole la liberación, morirían en sus pecados. No es de extrañar que aquella pretensión dividiera a sus oyentes de manera radical, unos creyeron (Jn 8,30), otros intentaron matarlo (Jn 8,59).

Naturalmente, los pasajes mantienen entre sí una relación tan evidente que la Wachtower sólo podía alterarlos en la VNM. Así el "Yo Soy" de Éx 3,14 es vertido: "Yo resultaré ser", aunque el hebreo dice hyh, es decir, Yo soy. De la misma manera, en la VNM, Jn 8,24 es vertido como "yo soy ése", aunque el griego dice ego eimi, es decir, "Yo Soy".

¿Puede alguien dudar de que no nos encontramos ante la casualidad, sino ante una política seguida metódicamente para extirpar de la VNM todas las señales de que Cristo es Dios?

El Señor

Otro de los títulos ligados a Yavé en la tradición de Israel fue el de "el Señor". Tan estrechamente estaba en la mente de los judíos que sólo había un Señor y que era Yavé, que en la traducción del Antiguo Testamento al griego conocida como la Biblia de los Setenta o Septuaginta Yavé es sustituido siempre por la palabra griega kýrios (Señor); y lo mismo sucedía en el servicio sinagogas en hebreo, donde en vez de Yavé se denominaba a Dios Adonai (Señor). Con este trasfondo es fácil adivinar cómo entenderían los judíos contemporáneos de Jesús la afirmación de que éste era el Señor.

Tan claro también ha quedado para la Wachtower el alcance de esta afirmación por parte de los autores del Nuevo Testamento, que ha cometido el impensable despropósito de sustituir la palabra original kýrios (Señor) por la de Jehová en docenas de textos. Que con esto se ha perseguido privar a Cristo de la gloria que merece su plena divinidad quedará de manifiesto con el texto de la VNM que, a título de ejemplo, reproduzco a continuación. Dice así: "El que observa el día, lo observa para Jehová (en el original, la palabra es kýrios = Señor). También, el que come, come para Jehová (en el original kýrios = Señor), pues da gracias a Dios; y el que no come, no come para Jehová (en el original kýrios = Señor), y sin embargo da gracias a Dios. Ninguno de nosotros, de hecho, vive con respecto a sí mismo únicamente, y ninguno muere con respecto a sí mismo únicamente; pues tanto si vivimos, vivimos para Jehová (en el original kýrios = Señor), como si morimos, morimos para Jehová (en el original kýrios = Señor). Por consiguiente, tanto si vivimos como si morimos, pertenecemos a Jehová (en el original kýrios = Señor). Porque con este fin murió Cristo y volvió a vivir otra vez para ser.... (aquí esperaríamos que dijera "Jehová", cambiando la palabra kýrios del original, como ha hecho en los versículos anteriores; pero dice: ... ) Señor tanto sobre los muertos como sobre los vivos" (Rom 14, 6-9) (VNM).

No es, pues cierto, como pretende la Wachtower, que al sustituir "Señor" por "Jehová" en el Nuevo Testamento realiza un intento de restaurar la pureza del texto original. No lo es porque ni un solo manuscrito del Nuevo Testamento contiene la palabra Jehová. No lo es porque no se ha hecho siempre y de manera consecuente (en el caso citado arriba diría, por ejemplo, que Cristo es Jehová, y una afirmación así conmovería hasta sus cimientos la teología de la Wachtower). No lo es, porque lo que se persigue realmente es ocultar el efecto impresionante que tiene en el Nuevo Testamento denominar a Jesús con el título de kýrios (Señor), el mismo que en su época se daba a Yavé. Por lo tanto, la Wachtower no ha buscado que entendieran los lectores de la VNM el mensaje del Nuevo Testamento de manera clara, sino ocultarles de forma consciente y metódica la maravillosa buena nueva de que el Dios de la historia se ha encarnado en Cristo para salvarnos.

El nombre salvador

¿Qué tiene, pues, de extraño que, contra lo que pretenden los adeptos de la Wachtower, los primeros cristianos fueran conocidos no como "jehovistas" o "Testigos de Jehová", sino por el nombre del que ellos creían que era Dios encarnado: Cristo?

Tampoco resulta extraño el hecho de que consideraran que el nombre salvador era el de Cristo (y, no obstante, no mencionaran nunca el de Jehová, como pretende la Wachtower). El mismo Pedro, el primero de los apóstoles, lo dejó bien claro cuando se vio conducido ante las autoridades religiosas de Israel: "Jesucristo el Nazareno... Ésta es la piedra que fue tratada por ustedes los edificadores como de ningún valor, que ha llegado a ser cabeza de ángulo. Además, no hay salvación en ningún otro, porque no hay otro nombre debajo del cielo que se haya dado entre los hombres mediante el cual tengamos que ser salvos" (He 4,10-12) (VNM).

Quizá Pedro se equivocaba, quizá no era cierto que el nombre de Jesús es el único por medio del cual podemos salvarnos, quizá no es cierto que no hay salvación en otro salvo en Cristo, quizá ... ; pero para el autor de estas líneas la autoridad doctrinal de Pedro es incomparablemente superior a la de los dirigentes de la Wachtower.

Podríamos continuar todavía con otros títulos y atributos de Jehová que los primeros cristianos aplicaron a Cristo, pero creo que con lo ya expuesto queda suficientemente probada la tesis que deseábamos demostrar.

2.2. En la Biblia Cristo es adorado no como un dios, sino como Dios

Por todo lo que hemos visto en el apartado b), no es de extrañar que la reverencia, adoración y gloria que los primeros cristianos dirigían a Jesús fueran las de] mismo Dios, y no las de un dios. Veámoslo.

Es adorado

En el pensamiento del Antiguo Testamento la idea de adorar a un ser que no fuera Dios resultaba sencillamente abominable. El mandato divino establecía que sólo se podía adorar a Yavé (Dt 6,13; 10,20), y así se lo repitió Jesús al diablo cuando éste le pidió que le adorara (Lc 4,Cool. La palabra utilizada en este texto para indicar adoración es el verbo griego proskyneo. Como era de esperar, la Wachtower ha traducido proskyneo por adorar cuando se refiere al Padre, v.gr.: Lc 4,8; pero cuando iba referido a Cristo lo ha vertido "rendir homenaje" para ocultar el hecho de que éste fue adorado por los primeros cristianos. Así, Mt 28,17 dice: "Y viéndole le adoraron (proskýnesan)".

Y Lc 24,52 señala: "Y ellos, adorándole (proskynésantes), volvieron a Jerusalén".

Otros ejemplos de ese empleo del término "adorar" (proskyneo) en relación a Jesús los tenemos, por ejemplo, en Mt 2,2.8 y 11, o Jn 9,38. En todos los casos, la Wachtower ha vertido por "rendir homenaje", ocultando la adoración de Jesús.

Hemos tenido ocasión de ver antes cómo las propias artimañas de la Wachtower no siempre son perfectas y que se les había pasado por alto un par de textos (Jn 20,28 y 1Jn 5,20), en que se dice que Cristo es Dios. Lo mismo sucedió en el pasado con una cita en la que se habla de adorar a Jesús. Me estoy refiriendo a Heb 1,6. La VNM traducía así: "Pero cuando introduce de nuevo a su primogénito en la tierra habitada, dice: Y que todos los ángeles de Dios le adoren".

Tan claramente dejaba de manifiesto el texto que los mismos ángeles adoraban a Jesús, que en la edición de la VNM de 1987 el texto se cambió. Ahora dice: "le rindan homenaje".

Conductas como éstas dejan bien de manifiesto que no hay error de buena fe o simple ignorancia en la actuación de los dirigentes de la Wachtower. Existe un propósito firme y premeditado de negar la plena divinidad de Cristo, aunque para ello se tenga que recurrir a la mentira, al fraude de traducción o al Nuevo Testamento de un espiritista. Una conducta así, desprovista de toda ética, no puede pretender sinceramente que procede de gente sincera y cristiana que ama la Biblia y que se somete a las enseñanzas de la misma.

Es honrado como el Padre

No se puede aducir (como han pretendido algunos autores) que la honra y adoración que se prodigaba a Jesús era algo que arrancaba de mentes calenturientas que no le habían comprendido bien. El evangelista Juan señala que tal conducta partía de las mismas palabras de Jesús. Leemos en Jn 5,23: "Porque el Padre no juzga a nadie, sino que ha encargado todo el juicio al Hijo, para que todos honren al Hijo así como honran al Padre. El que no honra al Hijo no honra al Padre" (VNM).

La expresión griega que la VNM traduce por "así como" es kazós, que equivale a "de la misma manera", "exactamente igual". Pero ¿cómo sería posible esto si Cristo es sólo un dios, y el Padre es Dios? ¿Acaso no será porque precisamente no es así, porque precisamente el Padre y el Hijo son Dios? Creemos que eso es lo que se desprende no sólo del texto, sino del contexto del Nuevo Testamento.

Ante él se dobla la rodilla

Por ello no debería extrañarnos que se doble la rodilla en el Nuevo Testamento no sólo ante el Padre (Ef 3,14) sino también ante el Hijo: "... para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los (que están) en el cielo y de los (que están) sobre la tierra y de los (que están) debajo del suelo" (Flp 2,9) (VNM).

Recibe gloria

En el fondo de toda esta visión de profunda adoración de Cristo que caracteriza al cristianismo neotestamentario lo que subyace, pues, es la consciencia de que Cristo es el mismo Yavé, y por ello es digno de recibir la gloria que sólo se puede tributar a aquél. Que esta gloria no podía tributarse a nadie más se desprendía con claridad del Antiguo Testamento: "Yo soy Jehová. Ése es mi nombre, y a ningún otro daré yo mi propia gloria, ni mi alabanza a imágenes esculpidas" (Is 42,Cool (VNM) "... a ningún otro daré mi propia gloria" (Is 48,11) (VNM).

Lo cierto, sin embargo, es que Juan afirma que la gloria de Jesús es la misma que la de Jehová. Veámoslo: "... Jesús habló estas cosas y se fue y se escondió de ellos. Pero aunque había ejecutado tantas señales delante de ellos, no ponían fe en él, de modo que se cumplió la palabra de Isaías el profeta, que él dijo: Jehová, ¿quién ha puesto fe en la cosa oída por nosotros? Y en cuanto al brazo de Jehová, ¿a quién ha sido revelado? La razón por la cual no podían creer es que otra vez dijo Isaías: Él les ha cegado los ojos y ha hecho duro su corazón, para que no vean con los ojos y se vuelvan y yo los sane. Isaías dijo estas cosas porque vio su gloria y habló de él. Con todo, hasta de los gobernantes muchos realmente pusieron fe en él, pero a causa de los fariseos no lo confesaban, para no ser expulsados de la sinagoga" (Jn 12,36b-42) (VNM).

El evangelio de Juan intenta en este pasaje explicar por qué muchos de los judíos no llegaron a creer en Jesús. Su tesis es que tal hecho ya estaba profetizado por Isaías, que, cuando vio la gloria de Jesús, anunció que los corazones de los judíos se cegarían y su corazón se endurecería. Ahora bien, el pasaje a que hace referencia Juan es el de Is 6,1-10, en el que Isaías vio... al propio Jehová. Caben dos posibilidades: o bien Juan se equivocaba al decir que la gloria de Cristo era la de Jehová y además cometía un error blasfemo porque le atribuía algo que no le correspondía (en cuyo caso la Wachtower tendría razón), o bien Juan era consciente de lo que estaba escribiendo, ya que identificaba a Cristo con Jehová y no veía dificultad en atribuirle la misma gloria. En tal caso, empero, la Wachtower estaría equivocada. El autor de estas líneas cree, en su modesto entender, que Juan el evangelista es mucho más digno de confianza que la Wachtower.

En buena medida, la experiencia de Juan fue como la de Tomás. Él había visto morir a Jesús de cerca, muy de cerca, porque fue el único de los doce que no se ocultó y que permaneció al pie de la cruz con María y otras mujeres. Pero también asistió luego a su resurrección, y pudo comprobar que las afirmaciones de Jesús en el sentido de que él mismo se resucitaría se cumplían fielmente: "... Jesús les dijo: Derriben este templo y en tres días lo levantaré... pero él hablaba del templo de su cuerpo. Sin embargo, cuando fue levantado de entre los muertos, sus discípulos recordaron que él solía decir esto; y creyeron la Escritura y el dicho que Jesús dijo" (Jn 2,1922) (VNM).

¿Quién podría morir como hombre para luego levantar ese propio cuerpo de entre los muertos? ¿Acaso un dios creado, un arcángel, un mini-dios, o sólo el propio Dios creador de la vida?

Citemos, finalmente, un pasaje más en el que la Wachtower ha pretendido privar a Cristo de su gloria. Se trata de 2Cor 4,4: "En los cuales el dios del mundo este cegó las mentes de los incrédulos para que no brille la luz del evangelio de la gloria del Cristo, que es imagen de Dios".

El pasaje reviste una especial importancia por varios aspectos. En primer lugar hay que señalar que Pablo indica un plan diabólico, que consiste en que Satanás, al que el mundo en realidad ha convertido en su dios, ha cegado la mente de los incrédulos para que no vean la luz que proporciona el evangelio. Este evangelio trata acerca de la gloria de Cristo. Pues bien, la traducción del NM quita la gloria a Cristo para dársela a las buenas nuevas: "Entre quienes el dios de este sistema de cosas ha cegado las mentes de los incrédulos, para que no pase (a ellos) la iluminación de las gloriosas buenas nuevas acerca del Cristo" (VNM).

Decididamente, la Wachtower no sabe cómo alterar el texto sagrado para privar a Cristo de su divinidad y gloria, tarea que Pablo en este pasaje atribuye al mismo Satanás.

En segundo lugar, este pasaje reviste relevancia porque es utilizado por la Wachtower para probar que Cristo es un dios..., al igual que lo es también el diablo. Ahora bien, este texto no pretende que el diablo sea un dios, sino que este mundo lo ha convertido, consciente o inconscientemente, en tal. De la misma manera, Pablo dice en Flp 3,19 que muchos tienen a su vientre como Dios; pero eso no indica que el vientre sea un dios, sino que algunos lo han convertido en tal con su conducta. Por lo tanto, intentar utilizar este pasaje como base sobre la que apoyar la existencia de muchos dioses es una imposibilidad exegética.

Por último, el pasaje hace referencia a Cristo como imagen de Dios, algo que la Wachtower, siempre ansiosa de llevar el agua de la Biblia al molino de sus prejuicios, interpreta en el sentido de que Cristo es una imagen, pero no el mismo Dios. Lo cierto, sin embargo, es que en el griego koiné, en que se escribió este pasaje, el término eikon indica no representación plástica, sino "manifestación autorizada". Es decir, lo que el apóstol pretende enseñarnos es que Cristo es la única manifestación autorizada y legítima de Dios que conocemos. Precisamente eso mismo creemos los que confesamos el dogma de la Trinidad: que Cristo no es un dios, sino la manifestación real de Dios.

3. El mesías-Dios en el judaísmo

El cristianismo significó un choque emocional y espiritual de magnitudes incalculables para el pueblo de Israel. Jesús, su familia, sus primeros discípulos, fueron judíos. Él pretendía ser mesías, pero de una manera que cuestionaba hasta su misma raíz la existencia del status religioso judío, porque Jesús también decía que "Dios era su padre, haciéndose así igual a Dios" (Jn 5,18).

Apenas muerto Jesús, los conflictos entre cristianismo y judaísmo comenzaron a recrudecerse de nuevo. Unas décadas después, los judíos que eran cristianos eran expulsados, de forma generalizada esta vez, de las sinagogas, y la propia teología judía experimentó una profunda revisión precisamente para privar de argumentos al cristianismo. De esta manera, el judaísmo arrojó por la borda multitud de corrientes e interpretaciones que había en su seno (la de que el mesías sufriría, la de que el mesías sería Dios, etc.), y el cristianismo, como reacción, empezó a delimitar su oposición al judaísmo. [He delimitado este conflicto en mi artículo, escrito en colaboración con Pilar Fernández Uricel, titulado "Anavim, apocalípticos y helenistas", en homenaje a José María Blázquez, Madrid 1990. Un estudio más a fondo del tema en J. Jocz, The jewish people and Jesus Christ, Grand Rapids, 1979, donde queda de manifiesto cómo el judaísmo -tal como se forjó en la época de la redacción del Talmud- fue principalmente un intento de los judíos de oponerse sólidamente al cristianismo.] No obstante lo anterior, se han conservado algunos vestigios que indican cómo la idea de que el mesías sería Dios era algo corriente en la época en que surgió el cristianismo, y que, además, aunque apagadamente, tal idea se conservó en algunos círculos poscristianos. Veamos algún ejemplo: "Dios le llamó (al mesías) con seis nombres que él dice en relación consigo mismo: Porque un niño nos ha nacido, se nos ha dado un hijo; y el gobierno estará sobre su hombro; y su nombre será maravilloso, consejero, Dios, fuerte, padre eterno, príncipe de paz (se está citando aquí Is 9,5-6). De manera que lo llamó Dios de una manera distintiva" (Iggereth Teman; rabí Moisés ben Maimón escribiendo a Jacob Alfajumi).

"¿Cuál es el nombre del rey mesías? A esto respondió el rabí Abba bar Kahana: Yahveh es su nombre" (Midrash Echa 1,51)
"Dios llamó también al rey mesías con su propio nombre (el de Dios)" (Midrash Thillim 21,2).

No deja de ser paradójico que estos textos rabínicos, escritos por personas que negaban que Jesús fuera el mesías, contuvieran una concepción más correcta en relación con el mesías que la que propaga la Wachtower, que se pretende cristiana.

4. El mesías-Dios entre los cristianos primitivos

No hace falta decir que también el cristianismo primitivo tuvo la absoluta certeza de que Cristo era Dios; y no sólo no se abstuvo en proclamarlo, sino que insistió en ello. Resulta imposible mencionar todas las citas del primer siglo e inicios del segundo, no bíblicas al respecto, pero vamos a dejar constancia de algunos ejemplos:

a) Ignacio de Antioquía (muerto entre el 98 y el 117): "Un médico hay, en la carne hecho Dios, hijo de María e hijo de Dios, Jesucristo nuestro Señor" (Ef 7,2).

b) Segunda epístola de Clemente (entre 100 y 150 d.C): "Debemos sentir de Jesucristo, que es Dios, que es juez de vivos y muertos" (1,1)

c) Justino mártir (s. II): "Cristo preexiste como Dios antes de los siglos" (Diálogo con el judío Trifón 48,l) (en realidad los capítulos 48 a 108 están dedicados a mostrar con el Antiguo Testamento que el mesías es Dios y debe ser adorado).

d) Atenágoras de Atenas (segunda mitad del s. II): "Admitimos a un solo Dios... Dios Padre y Dios Hijo y Dios Espíritu Santo que muestran su potencia en la unidad y su distinción en el orden" (Súplica en favor de los cristianos, 10).

5. Conclusión

Como tendrá ocasión de comprobar el lector que se adentre en el resto del libro, este capítulo es con mucho el más extenso del mismo, y es que hay razones para ello. La confesión de que Cristo es Dios constituye la piedra fundamental sobre la que se asienta el cristianismo. A diferencia de otras religiones, como el Islam o el budismo, el cristianismo pretende que su fundador fue el mismo Dios. El ataque a esta clave de la fe ha sid( una constante en la historia de la Iglesia. Lo hicieron los ebionitas en el s. I, los gnósticos en los ss. II y III, los arrianos en el IV, y desde entonces, los cátaros, los socinianos, los unitarios, los primeros adventistas, los Testigos de Jehová, los Niños de Dios, los mooníes y un largo etcétera.

Pese a todo, la fe de la Iglesia se ha mantenido inquebrantable. El Dios que creó el mundo, que inspiró las Escrituras, que liberó al pueblo de Israel del yugo de Egipto y que guió a los profetas, se encarnó en una humilde virgen judía para morir en una cruz y con su sangre preciosa redimirnos. A esa cruz de la que colgó nuestro Dios encarnado en un carpintero Galileo miramos conmovidos por su amor, que no retrocedió ante nada para obtener nuestra salvación. Han pasado casi dos milenios desde entonces y no deja de seguir siendo un gran misterio que el Señor de la gloria, al que adoraron los ángeles y los apóstoles, se humillara como un esclavo para padecer en favor nuestro. Quizá es que el amor siempre tiene algo de misterioso e inexplicable; y el de Dios no es una excepción a ese principio, sino una confirmación. Cristo, según nos enseñan las Escrituras, no fue un dios o el arcángel Miguel enviado por Jehová a la tierra a cargar con el peso de la obra de la redención; tampoco fue el mesías fracasado, cuyos errores tiene que corregir el reverendo Sun Myung Moon. No; en aquel cuerpo lacerado latía Dios y latía su amor por nosotros. A nosotros sólo nos queda adorarlo humildemente y rendirle la gloria de que las sectas intentan desposeerlo.

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ANÁLISIS DE LOS TEXTOS QUE USAN LOS TRINITARIOS Empty Re: ANÁLISIS DE LOS TEXTOS QUE USAN LOS TRINITARIOS

Mensaje  Damián Jue Jun 21, 2012 1:34 pm

Anteriormente utilice estos mismos argumentos, y le pedí a Mabefitoju que los rebatiera con la Biblia, sin embargo, debido a su educación jehovista del atalaya, ha preferido abrir otro debate y dejar el anterior por un lado, ¿Es borrón y cuenta nueva para ver si los convenzo?, pero en fin, que se puede esperar de alguien que va tras falsos profetas.

¿Enseña la Biblia que el Espíritu Santo es Dios?

Segundo capítulo del libro “Las Sectas frente a la Biblia”

Reflexiones bíblicas sobre la divinidad del Espíritu Santo

(Lo que el autor en su libro ha escrito en forma de nota al pié de página, en esta edición digital se encuentra entre [])

NOTA SOBRE LAS VERSIONES DEL TEXTO SAGRADO: A lo largo de la obra he utilizado con preferencia mi propia traducción directa del griego para el Nuevo Testamento, y del hebreo y arameo para el Antiguo. En el primer caso me he valido del Greek-English New Testament, de Nestlé y Aland, Editio XXVI, Stuttgart 1981, y en el segundo de la Biblia Hebraica Stuttgartensia, Editio Minor, Stuttgart 1984. Cito también de las versiones prestigiosas de la Biblia comunes en el mundo de habla hispana y de las propias ediciones de las sectas. Las siglas siguientes son las utilizadas en relación con las diversas traducciones de la Biblia: VNM: Versión del Nuevo Mundo o Biblia de los Testigos de Jehová; EP: La Santa Biblia, de Ediciones Paulinas; BJ: Biblia de Jerusalén; NC: Nácar Colunga; VP: Versión Popular; VM: Versión Moderna; NBE: Nueva Biblia Española; RV: Reina-Valera. Cuando no se indica referencia, la traducción es mía.

Las objeciones que históricamente se han formulado contra la doctrina de la Trinidad se han dirigido mayoritariamente en contra de la plena divinidad de la persona del Hijo. Sin embargo, da la impresión de que, supuestamente, negada ésta, los antitrinitarios no tuvieran mucho interés en refutar la divinidad del Espíritu Santo. Es como si resultara ocioso continuar una disputa sobre la Trinidad cuando ya ha quedado de manifiesto que una de las tres personas no es Dios, sino un dios o un mero hombre.

Quizá esto explique por qué los argumentos contra el Espíritu Santo son tan poco elaborados en las sectas, llegando en muchos casos a no existir siquiera. Los mismos Testigos de Jehová, que definen al Espíritu Santo como la "fuerza activa de Dios" y la comparan con formas de energía como la electricidad que impulsa el funcionamiento de los electrodomésticos, ponen de manifiesto una pobreza extrema en la negación de la personalidad y la divinidad del Espíritu Santo. Pero ¿enseña realmente la Biblia que el Espíritu Santo carece de personalidad y que no es Dios?

l. Objeciones de las sectas

Tres son fundamentalmente las objeciones que he recogido en conversaciones con testigos y estudios de sus publicaciones en relación con la personalidad y divinidad del Espíritu Santo. La primera es la consistente en afirmar que la Biblia no enseña en ningún sitio ni que el Espíritu Santo sea una persona ni que sea Dios. A contestar esta objeción dedicaremos los dos apartados siguientes de este capítulo.

La segunda es señalar que el Espíritu Santo es una fuerza impersonal, como el agua lo es, ya que se nos dice en la Biblia que se es bautizado con el Espíritu Santo y también que se es bautizado en agua. Resulta obvio, alegan los jehovistas, que si el Espíritu Santo fuera una persona no podría estar sobre tantas personas a la vez.

No hace falta señalar que tal objeción, en el fondo, es ridícula, y, en realidad, proporciona un argumento a favor de la divinidad del Espíritu Santo. Si realmente el Espíritu Santo puede estar en tantas partes (como los testigos reconocen que lo señala la Escritura), sólo puede explicarse porque es Dios. Como Dios precisamente, goza del don de la ubicuidad, es decir, de poder estar en diversos lugares a la vez. Pablo mismo señala que "en él (Dios) vivimos, nos movemos y existimos" (He 17,28) (BJ); y de esta ubicuidad no se desprende que Dios no sea Dios -porque, por ejemplo, también nos movemos en medio del aire, y éste no tiene personalidad-, sino que concluye que Dios es omnipotente y que nos va a juzgar a todos. Como puede verse, pues, esta objeción no tiene ninguna validez para negar la personalidad y divinidad del Espíritu Santo. [Una variante de esta objeción es afirmar que el Espíritu Santo carece de personalidad, puesto que entra en las personas. El argumento, una vez más, es muy pobre. Los demonios entran en el interior de las personas en los casos de posesión, y no por ello pierden su personalidad; ¿por qué le iba a suceder eso, sin embargo, al Espíritu Santo? ¿Pretenden afirmar los testigos que el espíritu de Satanás goza de más cualidades que el de Dios?]

La tercera objeción es similar a la segunda. Viene a decir que el Espíritu Santo ni es Dios ni tiene personalidad, porque de él se afirma en la Biblia que se bebe (lcor 12,14). Ahora bien, puesto que lo que se bebe siempre son sustancias sin personalidad (agua, vino, etc), el Espíritu Santo no es Dios y tampoco tiene personalidad.

Lo cierto es que Pablo, sólo unas líneas antes, ha señalado que los israelitas también bebieron de Cristo, que es un ser personal y también Dios: "Y todos bebieron la misma bebida espiritual, pues bebían de la roca espiritual que les seguía; y la roca era Cristo" (1Cor 10,4) (BJ). Tan claramente desmiente el pasaje la objeción de los testigos, que éstos no han tenido el más mínimo reparo en cambiarlo en su Versión del Nuevo Mundo, donde se dice: "y aquella masa rocosa significaba Cristo"; burda falsificación por otra parte, ya que la palabra griega que aparece en el original es en, es decir "era", y no "significaba". Pero, como ya ha tenido ocasión de comprobar el lector en el capítulo anterior, cambiar versículos de la Biblia para amoldarlos a sus doctrinas es algo habitual en las tácticas de la Wachtower.

Poca, si es que alguna, consistencia presentan estas dos objeciones de los testigos. Pasemos ahora a examinar si efectivamente la Biblia enseña o no la personalidad del Espíritu Santo.

2. El Espíritu Santo es un ser personal

Definir si un ente goza o no de personalidad no plantea ninguna dificultad especial. Es obvio que una fuerza impersonal, como la electricidad, el agua, la energía nuclear, etc., no puede desarrollar actividades propias de los seres dotados de personalidad, ya sean humanos o espirituales. Ahora bien, si la electricidad pudiera revelar, enseñar, guiar, ordenar, interceder, enviar, hablar, etc., ya no nos hallaríamos ante una fuerza impersonal, sino ante un ente personal. Ahora bien, en la Biblia, ¿el Espíritu Santo aparece como una fuerza impersonal, al estilo de la electricidad, según afirman los testigos, o, por el contrario, está ligado indisolublemente a cualidades personales? Pensamos que el propio lector puede sacar sus propias conclusiones a partir de los textos que citamos a continuación a título de ejemplo, razón ésta por la que limitaremos los comentarios sobre los mismos a un mínimo indispensable:

El Espíritu Santo enseña y recuerda. "Mas el ayudante, el espíritu santo, que el Padre enviará en mi nombre, ése les enseñará todas las cosas y les hará recordar todas las cosas que les he dicho" (Jn 14,26) (VNM). ¿Cómo puede enseñar -la palabra griega didásei utilizada aquí contiene la idea de enseñar como maestro- y recordar todo un ente que no tiene ni personalidad?

El Espíritu Santo da testimonio. "Cuando llegue el ayudante que yo enviaré a ustedes del Padre, el espíritu de la verdad, que procede del Padre, ése dará testimonio acerca de mí, y ustedes, a su vez, han de dar testimonio, porque han estado conmigo desde que principié" (Jn 15,26) (VNM). Tanto el Espíritu Santo como los discípulos de Jesús dan testimonio. ¿Cómo es posible que el primero carezca de personalidad y los segundos no? ¿Cómo es posible que un ente carente de personalidad sea el encargado de instruir a seres que sí la tienen?

"El espíritu mismo da testimonio con nuestro espíritu de que somos hijos de Dios" (Rom 8,16) (VNM).

El Espíritu Santo guía a la Verdad. "Sin embargo, cuando llegue aquél, el espíritu de la verdad, él los guiará a toda la verdad, porque no les hablará por su propio impulso, sino que hablará las cosas que oye, y les declarará las cosas que vienen" (Jn 16,13) (VNM).

Las palabras de Jesús transmitidas por el autor del cuarto evangelio no pueden resultar más claras: el Espíritu guiará a toda la verdad; hablará no según su propio impulso, sino lo que oiga, y anunciará el futuro. ¿Puede una fuerza impersonal -como la electricidad- hacer esto?

El Espíritu Santo glorifica. "Aquél (el Espíritu Santo) me glorificará, porque recibirá de lo que es mío y se lo dará a ustedes" (Jn 16,14) (VNM).

El Espíritu Santo dirige la evangelización. "Además atravesaron Frigia y el país de Galacia, porque el espíritu santo les había prohibido hablar la palabra en el (distrito de) Asia" (He 16,6) (VNM).

¿Es siquiera verosímil que una fuerza impersonal pudiera formular prohibiciones y órdenes en relación con un tema como la evangelización?

El Espíritu Santo conduce. "Porque todos los que son conducidos por el espíritu de Dios, éstos son los hijos de Dios" (Rom 7,14) (VNM).

¿Cómo es posible que una fuerza carente de personalidad -como la electricidad- conduzca a personas que sí tienen personalidad, de tal manera que si éstas se someten a su guía pongan de manifiesto que son hijos de Dios?

El Espíritu Santo intercede. "De igual manera el espíritu también acude con ayuda para nuestra debilidad; porque el (problema de) lo que debemos pedir en oración cómo necesitamos hacerlo no lo sabemos, pero el espíritu mismo aboga por nosotros con gemidos no expresados. Sin embargo, el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del espíritu, porque éste aboga en conformidad con Dios por los santos" (Rom 8,26-27) (VNM).

¿Cabe en cabeza humana que un ente sin ninguna personalidad sepa más que seres humanos que sí la tienen? ¿Es lógico pensar que un ente que no tiene personalidad se preocupe hasta el punto de abogar por seres humanos con gemidos que no pueden narrarse? ¿Es siquiera asimilable que un ente sin personalidad abogue además en plena conformidad con lo que Dios desea?

El Espíritu Santo envía. "Por consiguiente, estos hombres, enviados por el Espíritu Santo, bajaron a Seleucia, y de allí se embarcaron para Chipre" (He 13,4).

¿Cómo es posible que un ente sin personalidad pueda enviar a seres que sí la tienen, marcándoles además su itinerario concreto?

El Espíritu Santo toma decisiones en el seno de la Iglesia. "Porque al espíritu santo y a nosotros mismos nos ha parecido bien no añadirles ninguna otra carga salvo estas cosas necesarias" (He 15,28) (VNM).

¿Desde cuándo una fuerza impersonal -como la electricidad- puede tomar decisiones junto a seres humanos?

"Presten atención a sí mismos y a todo el rebaño, entre el cual el espíritu santo los ha nombrado superintendentes, para pastorear la congregación de Dios..." (He 20,28) (VNM).

Pero ¿cómo puede una fuerza sin personalidad nombrar a los obispos para que pastoreen la Iglesia?

El Espíritu Santo provoca la profecía. "Ahora bien, en estos días unos profetas bajaron de Jerusalén a Antioquía. Uno de ellos, por nombre Agabo, se levantó, y por el espíritu procedió a indicar que una gran hambre estaba por venir sobre toda la tierra habitada; la cual de hecho tuvo lugar en el tiempo de Claudio" (He 11,27-28) (VNM).

"Y viniendo a nosotros y tomando el cinturón de Pablo, se ató los pies y las manos y dijo: Así dice el Espíritu Santo: Al varón a quien pertenece este cinturón los judíos lo atarán de esta manera en Jerusalén y lo entregarán en manos de gente de las naciones" (He 21,11) (VNM).

En estos pasajes asistimos a dos ocasiones en que el Espíritu Santo movió a un profeta a predecir el futuro incluso señalando las palabras concretas que debía pronunciar. Las profecías, al contrario de las dadas por testigos, adventistas, mormones o Niños de Dios, se cumplieron. ¿Puede realmente una fuerza impersonal impulsar la profecía hasta el punto de hacer articular las palabras concretas y determinar su cumplimiento?

El Espíritu Santo ordena. "De modo que el espíritu me dijo que fuera con ellos sin dudar nada" (He 11,12) (VNM).

"Mientras ellos estaban ministrando públicamente a Jehová y ayunando, el espíritu santo dijo: "De todas las personas apártenme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado" (He 13,2) (VNM).

¿Cómo es posible que una fuerza impersonal como la electricidad pueda dar órdenes a Pedro, el príncipe de los apóstoles, y a la Iglesia, pronunciando incluso frases completas?

El Espíritu Santo da dones. "Pero la manifestación del espíritu se da a cada uno con un propósito provechoso. Por ejemplo, a uno se le da mediante el espíritu habla de sabiduría, a otro habla de conocimiento según el mismo espíritu, a otro fe por el mismo espíritu, a otro dones de curaciones por ese único espíritu, a otro operaciones de obras poderosas, a otro el profetizar, a otro discernimiento de expresiones inspiradas, a otro lenguas diferentes, y a otro interpretación de lenguas. Pero todas estas operaciones las ejecuta el uno y mismo espíritu. Distribuyendo a cada uno respectivamente así como dispone" (1Cor 12,7-11).

Ahora bien, nosotros nos preguntamos ¿cómo es posible que una fuerza sin personalidad y que, por lo tanto, carece de discernimiento, de sabiduría, de fe, de conocimiento -todas ellas cualidades personales- puede dotar de esos dones a seres humanos? ¿No será precisamente porque sí tiene personalidad y porque además dispone de todas estas cualidades?

El Espíritu Santo revela. "Además, se le había revelado divinamente por el espíritu santo que no vería la muerte antes de que hubiera visto al Cristo de Jehová" (Lc 2,26) (VNM).

Pero ¿cómo puede revelar el futuro a una persona un ente que no tiene personalidad?

El Espíritu Santo habla frases enteras. Hemos visto ya algunos ejemplos en los apartados anteriores, pero vamos a citar alguno más:

"De modo que el espíritu dijo a Felipe: Acércate y únete a ese carro" (He 8,29) (VNM).

¿Cómo puede una fuerza impersonal pronunciar frases coherentes y articuladas que tienen un propósito y que incluso vaticinan el futuro?

El Espíritu Santo puede ser resistido. "Hombres obstinados e incircuncisos de corazón y de oídos, siempre están ustedes resistiendo al espíritu santo; como hicieron sus antepasados antes de ustedes" (He 7,51) (VNM).

Creemos que los textos reproducidos arriba, escasos botones de muestra por otra parte, establecen de manera indiscutible el concepto que los primeros cristianos tenían acerca del Espíritu Santo. Para ellos no era una fuerza activa e impersonal, comparable a la electricidad, como pretende la Wachtower. Por el contrario, el Espíritu Santo no sólo tenia personalidad, sino que además contaba con un papel en la vida de la Iglesia y de los creyentes (papel ya anunciado por el propio Jesús) que dejaba entrever su valor sobrehumano y, como examinaremos con más claridad en el siguiente apartado, divino. Sinceramente no pensamos que se pueda pretender bajo ningún concepto que, a la luz del Nuevo Testamento, el Espíritu Santo es una energía carente de personalidad.

3. El Espíritu Santo es Dios

Ahora bien, ¿muestra con la misma certeza la Escritura que el Espíritu Santo es Dios? Una vez más vamos a dejar hablar a la Biblia, limitando nuestros comentarios a su mínima expresión.

Mentir al Espíritu Santo es mentir a Dios. "Pero Pedro dijo: Ananías, ¿por qué te ha envalentonado Satanás a tratar con engaño al espíritu santo y a retener secretamente parte del precio del campo? Mientras permanecía contigo, ¿no permanecía tuyo?, y después que fue vendido, ¿no continuaba bajo tu control? ¿Por qué te propusiste un hecho de esta índole en tu corazón? No has tratado con engaño a los hombres, sino a Dios" (He 5,3-4) (VNM).

El Espíritu Santo es el mismo Jehová que habló en el Antiguo Testamento. "Así, porque estaban en desacuerdo unos con otros, empezaron a irse, mientras Pablo hacía este único comentario: Aptamente habló el espíritu santo por Isaías el profeta a los antepasados de ustedes diciendo: Ve a este pueblo y di: Oyendo oirán, pero de ningún modo entenderán; y mirando mirarán, pero de ningún modo verán" (He 28,2526) (VNM).

Ahora bien, lo cierto es que Pablo cita de Is 6,8-9; y allí no se dice que hablara el Espíritu Santo, sino el mismo Jehová: "Y empecé a oír la voz de Jehová, que decía: ¿A quién enviaré y quién irá por nosotros? Y yo procedía a decir: Aquí estoy yo. Envíame a mí. Y él pasó a decir: Ve, y tienes que decir a este pueblo: Oigan vez tras vez, pero no entiendan; y vean vez tras vez, pero no consigan conocimiento" (ls 6,8-9).

¿Se equivocaba el apóstol Pablo al identificar a Jehová con el Espíritu Santo, o se equivocan los testigos al decir que el Espíritu Santo no es Dios?

"Por esta razón, así como dice el espíritu santo: Hoy, si ustedes escuchan la propia voz de él, no endurezcan sus corazones como en la ocasión de causar amarga cólera, como en el día de hacer la prueba en el desierto, en el cual sus antepasados me probaron con una prueba, y con todo habían visto mis obras durante cuarenta años. Por esta razón quedé asqueado de esta generación y dije: Siempre se descarrían en su corazón y ellos mismos no han llegado a conocer mis caminos. De modo que juré en mi cólera: No entrarán en mi descanso" (Heb 3,7-11) (VNM).

El autor de la carta a los Hebreos reproduce aquí una extensa cita del Sal 95,7-11, atribuyéndola al Espíritu Santo. Basta ir al Antiguo Testamento para comprobar que el que habla en el mismo es Jehová. Ahora bien, ¿se equivocaba el autor de la carta a los Hebreos identificando al Espíritu Santo con el Jehová del Antiguo Testamento, o se equivoca la Wachtower al decir que el Espíritu Santo ni es Dios ni tiene personalidad?

El Espíritu Santo es Jehová. Por todo lo anterior es fácil de comprender que el Nuevo Testamento identifique al Espíritu Santo de manera clara con el Señor del Antiguo: "Ahora bien, Jehová es el espíritu; y donde está el espíritu de Jehová hay libertad" (2Cor 3,17) (VNM).

La misma Biblia de la Wachtower lo expresa con una claridad tan meridiana que creemos que sobran los comentarios.

Sólo el Espíritu Santo abarca las cosas de Dios. Por todo ello no es de extrañar que en la mente de los autores del Nuevo Testamento, que, como hemos visto, no creían que el Espíritu Santo no fuera Dios ni tampoco pensaban que era una fuerza impersonal, anidara la certeza de que toda la inmensidad de Dios sólo podía ser penetrada por el Espíritu Santo, algo imposible si éste hubiera sido una simple fuerza activa carente de personalidad:

"Porque, ¿quién entre los hombres conoce las cosas del hombre salvo el espíritu del hombre que está en él? Así también, nadie ha llegado a conocer las cosas de Dios salvo el espíritu de Dios" (1Cor 2,11) (VNM).

Porque el Espíritu Santo es Dios, se puede blasfemar contra él. "Sin embargo, cualquiera que blasfemare contra el espíritu santo no tiene perdón jamás, sino que es culpable de pecado eterno" (Mc 3,29) (VNM). [La blasfemia contra el Espíritu Santo es la resistencia frente al mismo. Mientras otros pecados permiten su perdón al no entrañar necesariamente la dureza de corazón, el que se cierra al Espíritu Santo impide que el arrepentimiento entre en su alma y con él la misericordia de Dios.]

4. Conclusión

En opinión del que escribe estas líneas, la doctrina del Espíritu Santo es una de las realidades más hermosas y conmovedoras de las que nos hablan las Escrituras. Activo de manera menos manifiesta en el Antiguo Testamento, es a partir de pentecostés cuando irrumpe con toda su grandeza y poder en la historia de la humanidad.

Cuando el creyente está solo, es el Espíritu Santo el que intercede por él con unos gemidos que no pueden expresarse en términos humanos; cuando siente la duda, clama al unísono con nuestras almas, recordándonos que tenemos un Padre en el cielo; cuando la Iglesia se zarandea en el mar de la historia, él se presta a guiarla y reparte, sin miedo al derroche, sus carismas (en los que la Wachtower no cree) para edificación del cuerpo de Cristo. Ese espíritu abrió la puerta de la Iglesia a los judíos del pentecostés llegados de los lugares más remotos de la tierra; se derramó sobre Cornelio, el primer gentil cristiano, y abrió las rutas del evangelio en medio de una sociedad que, como la nuestra de hoy en día, lo necesitaba ardientemente. Ese espíritu enseña y recuerda la palabra y la obra de Jesús, da testimonio y revela. Sin él no seríamos nada, porque él empolló la vida que había en el fondo de las aguas antes de la creación (Gén 1,2). En su nombre somos bautizados, y él nos sostiene en nuestra vida para que, como hijos de Dios, un día podamos estar con Cristo para siempre. No es de extrañar, pues, que los primeros cristianos lo citaran con profusión en sus oraciones y que ansiaran cada vez más su cercanía; y tampoco es raro que el himno cristiano más hermoso quizá de todos los tiempos, el Veni Creator Spiritus esté dedicado y dirigido a él.

La jactancia de la Wachtower, empero, lo califica simplemente como una fuerza sin personalidad, que se asemeja a la electricidad, que no es Dios, que ya no derrama sus dones sobre el pueblo de Dios. Si en ocasiones la falsedad puede ser externamente hermosa, no es en este caso, porque a la grandeza sublime e inenarrable de las Escrituras sólo ha sustituido una paupérrima caricatura sectaria.

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ANÁLISIS DE LOS TEXTOS QUE USAN LOS TRINITARIOS Empty ¿Enseña la Biblia la doctrina de la Trinidad?

Mensaje  Damián Jue Jun 21, 2012 1:38 pm

Anteriormente utilice estos mismos argumentos, y le pedí a Mabefitoju que los rebatiera con la Biblia, sin embargo, debido a su educación jehovista del atalaya, ha preferido abrir otro debate y dejar el anterior por un lado, ¿Es borrón y cuenta nueva para ver si los convenzo?, pero en fin, que se puede esperar de alguien que va tras falsos profetas.

Tercer capítulo del libro “Las Sectas frente a la Biblia”

NOTA SOBRE LAS VERSIONES DEL TEXTO SAGRADO: A lo largo de la obra he utilizado con preferencia mi propia traducción directa del griego para el Nuevo Testamento, y del hebreo y arameo para el Antiguo. En el primer caso me he valido del Greek-English New Testament, de Nestlé y Aland, Editio XXVI, Stuttgart 1981, y en el segundo de la Biblia Hebraica Stuttgartensia, Editio Minor, Stuttgart 1984. Cito también de las versiones prestigiosas de la Biblia comunes en el mundo de habla hispana y de las propias ediciones de las sectas. Las siglas siguientes son las utilizadas en relación con las diversas traducciones de la Biblia: VNM: Versión del Nuevo Mundo o Biblia de los Testigos de Jehová; EP: La Santa Biblia, de Ediciones Paulinas; BJ: Biblia de Jerusalén; NC: Nácar Colunga;VP: Versión Popular; VM: Versión Moderna; NBE: Nueva Biblia Española; RV: Reina-Valera. Cuando no se indica referencia, la traducción es mía.

El que haya seguido pacientemente los dos capítulos anteriores sobre la divinidad de Cristo y la divinidad del Espíritu Santo, cuya lectura supongo en el presente capítulo) seguramente habrá llegado a la conclusión de que la Trinidad es una enseñanza plenamente bíblica, además de capital para la comprensión del cristianismo. Católicos, protestantes y ortodoxos, aun separados por cuestiones teológicas de no escaso relieve, coinciden en la aceptación de la misma como verdad revelada y esencial de la fe cristiana, lo que resulta lógico.

Desearía, no obstante, y aunque sea brevemente, hacer algunas referencias a esta doctrina, no ya en los aspectos parciales de la divinidad plena del Hijo y del Espíritu Santo, sino en los de la vinculación de las tres personas en el texto bíblico. A esta cuestión, aunque sea someramente, dedicaremos las páginas siguientes.

l. La prefiguración de la doctrina de la Trinidad en el AT

Resulta evidente que la manifestación plena de la doctrina de la Trinidad se encuentra en el Nuevo Testamento. No obstante, el Antiguo parece contener algunas prefiguraciones de la pluralidad de personas dentro de la divinidad que fueron señaladas por los primeros cristianos y que constituyeron un auténtico quebradero de cabeza para sus oponentes judíos. Veamos alguno de estos textos: "Y Dios pasó a decir: Hagamos al hombre a nuestra imagen, según nuestra semejanza... Y Dios procedió a crear al hombre a su imagen, a la imagen de Dios lo creó" (Gén 1,26-27) (VNM). "Y Jehová Dios pasó a decir: Mira que el hombre ha llegado a ser como uno de nosotros al conocer lo bueno y lo malo" (Gén 3,22). "Y Jehová procedió a bajar para ver la ciudad y la torre que los hijos de los hombres habían edificado. A continuación dijo Jehová: Mira, son un solo pueblo y hay un solo lenguaje para todos ellos, y esto es lo que comienzan a hacer. Pues ahora no hay nada que tengan pensado hacer que no les sea posible lograr. Vamos. Bajemos y confundamos allí su lenguaje para que no escuche el uno el lenguaje del otro. Por consiguiente, Jehová los esparció desde allí sobre toda la superficie de la tierra, y poco a poco dejaron de edificar la ciudad" (Gén 11,5-9) (VNM). "Y empecé a oír la voz de Jehová que decía: ¿A quién enviaremos y quién irá por nosotros? Y yo procedí a decir: Aquí estoy yo. Envíame a mí" (Is 6,Cool (VNM).

Todos estos pasajes fueron interpretados por los primeros cristianos como prueba irrefutable de que el Antiguo Testamento ya hacía referencia a la pluralidad de personas que hay en Dios. Prueba de que fue así es que el Talmud y otros escritos teológicos judíos registran la manera en que los rabinos judíos intentaron desvirtuar su contenido para así negar la posibilidad de que Dios fuera una Trinidad. Así, por ejemplo, leemos en Gen. R., VIII, 9: "R. Simlai dijo: En todo lugar donde encontréis un texto que es utilizado por los minim [Uno de los nombres despectivos con que se califica a los cristianos (y otros herejes) en la literatura judía. El decreto contra los minim, anterior, en nuestra opinión, al año 70 d.C., implicó la excomunión generalizada de todos los judeo- cristianos que aún seguían conectados con el judaísmo.] en apoyo de sus opiniones, encontrarais la refutación al lado. Volvieron y le preguntaron: ¿Qué pasa con lo que está escrito: Hagamos al hombre a nuestra imagen, según nuestra semejanza? Él contestó: Leed lo que sigue; no se dice: Y dioses creó al hombre a su imagen, sino Dios creó al hombre a su propia imagen. Cuando se hubieron marchado, sus discípulos le dijeron: Te los has quitado de encima con una tontería; ¿qué respuesta nos darás a nosotros? Él les dijo: En el pasado Adán fue creado del polvo de la tierra, y Eva fue creada de Adán. Por eso es a nuestra imagen, según nuestra semejanza; queriendo dar a entender que el hombre no puede llegar a existir sin la mujer, ni la mujer sin el hombre, ni ninguno de ellos sin la Shejinah".

El texto es sumamente revelador por varias razones. La primera, porque se alude al hecho de que los primeros cristianos (y al tratarse aquí de cristianos judíos debe ser una época muy temprana) creían en la Trinidad y trataban de demostrársela a los judíos apelando a textos del Antiguo Testamento como los que yo he señalado arriba. La segunda, porque queda claro que el mismo judaísmo rabínico no sabía muy bien cómo refutar a los cristianos primitivos y tenía que recurrir para ello a respuestas alambicadas. La tercera, porque pone de manifiesto que la única manera de negar la Trinidad consiste en forjar una caricatura de ella que la equipare con el politeísmo (lo que no es), exponiéndola al ridículo. Tal ha sido hasta ahora la táctica del rabinismo talmúdico, del racionalismo y del islamismo. En ninguno de los tres casos parece, sin embargo, que llegue a entenderse lo que implica este dogma.

Otra muestra de hasta qué grado debió impresionar al judaísmo rabínico la creencia trinitaria de los primeros cristianos la tenemos en la afirmación, contenida en los Principios de Fe del judaísmo, de que Dios es una unidad (clara contraposición a Trinidad). Debe notarse, sin embargo, que la palabra que se usa en los Principios de Fe en hebreo para decir "unidad" es yajid. Esto implica un cambio sustancial sobre el término hebreo que se utiliza al decir que Dios es uno en, por ejemplo, Dt 6,4. Allí el término empleado es ejad. ¿A qué se debe este cambio? A nuestro juicio, la idea es clara: ejad aparece en el Antiguo Testamento en multitud de ocasiones como "uno"; pero no "uno simple", sino "uno formado por varios". Citemos algunos ejemplos: "Por eso el hombre dejará a su padre y a su madre, y tiene que adherirse a su esposa, y tienen que llegar a ser una sola carne" (Gén 2,24) (VNM). "Ahora bien, toda la tierra continuaba siendo de un solo lenguaje y de un solo conjunto de palabras" (Gén 11,1) (VNM). "Son un solo pueblo y hay un solo lenguaje para todos ellos" (Gén 11,6) (VNM). "Y haz que se acerque el uno al otro hasta formar un solo palo para ti, y realmente llegarán a ser uno solo en tu mano" (Ez 37,17).

En todos los casos precedentes la palabra hebrea que aparece es ejad, pero conserva la idea de "uno formado por varios": un matrimonio formado por un hombre y una mujer, una lengua que hablan varios, un solo pueblo formado por todos los hombres, etc.

El judaísmo poscristiano no podía negar que había referencias en el Antiguo Testamento susceptibles de servir de argumento en favor de la Trinidad (igual que de apoyar la idea de que el mesías sería un siervo sufriente) y fue reinterpretando los pasajes para evitar su utilización apologética por los cristianos primitivos. No obstante, como vimos arriba, esa reinterpretación distó mucho de ser sólida. Así, por citar sólo un ejemplo, el mismo término "Dios" en hebreo es Elohim, que significa literalmente "dioses"; y, aunque generalmente lleva el verbo en singular, en repetidas ocasiones éste va también en plural; v.gr.: Gén 20,13; 35,7, etc. No sólo eso; también en repetidas ocasiones el adjetivo calificativo que acompaña a Elohim, aunque se traduzca como singular, es plural; v.gr.: Dt 4,7, Jos 24,19, etc.

No es de extrañar por ello que brotes seculares de esta consciencia hayan aparecido, acá y allá, en la literatura judía de todos los tiempos como vestigios de la época en que, no habiendo aún aparecido el cristianismo, no había por qué oponerse ferozmente a la idea de la divinidad del mesías o del Dios plural. Quisiera concluir este apartado con una cita al respecto tomada del Zohar, uno de los clásicos de la literatura de espiritualidad judía:

"Escucha, oh Israel: Yahveh nuestro Dios, Yahveh es uno. ¿Por qué hay necesidad de mencionar el nombre de Dios en este versículo? El primer Jehová es el Padre de arriba. El segundo es la descendencia de Jesé, el mesías que vendrá de la familia de Jesé pasando por David. Y el tercero es el Camino que está debajo (es decir, el Espíritu Santo, que nos muestra el camino), y estos tres son uno".

Difícilmente un autor trinitaria lo hubiera podido expresar mejor.

2. Las referencias trinitarias en el NT

Por todo lo que hemos visto en las páginas precedentes no debería resultarnos chocante que el Nuevo Testamento una de manera repetida al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Tal conducta sería ilógica de no creer sus autores en la Trinidad, porque, ¿cuál sería la razón para justificar la presentación conjunta del Dios omnipotente, un mini-dios y una fuerza sin personalidad? No vamos a tratar este tema de manera exhaustiva, pero sí podemos ver algunos ejemplos antes de concluir este capítulo:

Los primeros cristianos utilizaban fórmulas trinitarias. "La bondad inmerecida del Señor Jesucristo y el amor de Dios y la participación en el Espíritu Santo estén con todos ustedes" (2Cor 13,13) (en la VNM aparece numerado por razones desconocidas como versículo 14).

"Pero ustedes han sido lavados, pero ustedes han sido santificados, pero ustedes han sido declarados justos en el nombre de nuestro Señor Jesucristo y con el espíritu de nuestro Dios" (1Cor 6,11) (VNM).

"Un cuerpo hay y un espíritu, así como ustedes fueron llamados en una sola esperanza a la cual fueron llamados; un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos, que es sobre todos y por todos y en todos" (Ef 4,4-6) (VNM).

Aquellos primeros cristianos no se sentían avergonzados de concluir sus cartas, como la Segunda a los Corintios, con una triple invocación en la que se unían el Padre, el Hijo y el Espíritu; tampoco les avergonzaba recordar que toda la labor de salvación en su vida era fruto del Padre, del Hijo y del Espíritu, y sentían un especial orgullo al poder decir que en su vida estaba presente un solo Señor, un solo Espíritu y un solo Padre. Ésa era su experiencia vital y su fe, y jamás se les hubiera podido pasar por la cabeza que el Espíritu que movía a la Iglesia era una simple fuerza activa sin personalidad, y que el Hijo no era sino un dios, un arcángel encarnado.

Los primeros cristianos creían que los carismas entregados a la Iglesia procedían de la Trinidad. No era sólo el testimonio de los apóstoles lo que movía a los primeros cristianos a confirmarse en aquella fe trinitaria, sino también la propia experiencia cotidiana de vida eclesial. Existía en ellos la absoluta convicción de que su vida de fe edificada por los carismas divinos era alimentada por las tres personas de la Trinidad: "Ahora bien, hay variedades de dones, pero hay el mismo Espíritu, y hay variedades de ministerios, y sin embargo hay el mismo Señor, y hay variedades de operaciones, y sin embargo es el mismo Dios quien ejecuta todas las operaciones en todos" (1Cor 12,4-6).

El bautismo en el nombre de la Trinidad. A fin de cuentas, todo lo que hemos visto con anterioridad no tenía nada de extraño para los primeros cristianos. En la enseñanza de los apóstoles se había transmitido la orden dada por el propio Jesús en el sentido de que el sacramento de entrada en la comunión de los creyentes, el bautismo, se celebrara en el nombre común del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo: "Vayan, por lo tanto, y hagan discípulos de gente de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del espíritu santo" (Mt 28,19) (VNM).

Fíjese bien el lector que Jesús no atribuyó nombres distintos a cada una de las tres personas de la Trinidad, sino que enseñó la existencia de un nombre común a los tres. Pero ¿es siquiera verosímil que Dios iba a tener un nombre común con un arcángel y una fuerza que ni siquiera tiene personalidad? Resulta patente que no; como también le resultará seguramente claro al lector, tras la lectura de las evidencias bíblicas indicadas en las páginas anteriores, que la Biblia sí enseña la doctrina de la Trinidad.

3. Conclusión

Al autor de estas líneas, y no dice esto con petulancia, le parece que el concepto de la divinidad que aparece en el Nuevo Testamento es con mucho el más grandioso que podría captar la atención del ser humano. Frente a la grosería de los politeísmos o la frialdad del panteísmo, surge la grandeza moral del monoteísmo. Pero no se trata de un monoteísmo como el islámico (y, en buena medida, el del judaísmo), en el que Dios es un ser lejano e inaccesible a nosotros. El Nuevo Testamento enseña que ese Dios se hizo carne y habitó entre nosotros, que creció como un ser humano, que conoce hasta la fibra más íntima de nuestro ser y que, por ello, hace posible que nos acerquemos a él con toda confianza (Heb 2,17-18; 4,15-16). Este mismo Dios, lleno de amor y compasión, no retrocedió ante nada en favor nuestro, hasta el punto de verse injustamente juzgado, escarnecido, escupido, torturado, condenado y, finalmente, muerto en uno de los suplicios más terribles que ha ideado el ser humano: la cruz.

Pero la muerte no podía contener al autor de la vida (He 3,15) y, vuelto de entre los muertos, provocó entre sus discípulos una convicción más firme aún de que era su Señor y su Dios (Jn 20,28).

Aquello no era el final, sino casi el principio. El Espíritu Santo enviado por el Padre ha guiado desde entonces a la Iglesia redimida por la sangre del Hijo. La ha impulsado, le ha dado dones y carismas, ha intercedido por ella. La misma vida eclesial sería inconcebible sin su presencia continua.

Frente a estas realidades gloriosas, las sectas ofrecen un panorama que, en realidad, arranca de concepciones paganas: Jesús fue sólo un hombre o, como mucho, un arcángel, un dios. Su obra fue de mucho menos valor del que señalan las Escrituras, e incluso necesita ser enmendada por las revelaciones de los profetas o mesías de turno.

El Espíritu Santo es una mera fuerza, como la electricidad. Un impulso desprovisto de razón o personalidad que, en la mayoría de las teologías de las sectas, ya no actúa en medio del pueblo de Dios.

Puede que a alguien le resulte consoladora una visión tan patética, tan capitidisminuida, tan tergiversada del Dios de la Biblia. Al que escribe estas líneas, sin embargo, le atrae más la gloriosa realidad que sólo hemos podido ver a vuelo de pájaro en las páginas anteriores. Le convence más el Dios de amor encarnado que el arcángel enviado en sustitución de Dios a salvarnos. Le conmueve más el Dios-Espíritu Santo que intercede por él con gemidos indecibles (Rom 8,26-27) que esa fuerza activa impersonal que, a semejanza de la electricidad, ni siente ni padece y se mueve ciega y sin saber adónde la llevan. A ese Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, sea la gloria por los siglos de los siglos.

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