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El ocultismo en el Islam

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Mensaje  Cabezon Dom Mar 24, 2013 12:54 pm

EL OCULTIMO EN EL ISLAM
Autor: Abd Al-Masih


Realidades poco conocidas que se esconden detrás de una religión monoteísta. Un muy interesante libro que nos revela las prácticas ocultistas dentro del mundo musulmán. Más allá de que todos nosotros, antes de conocer a Jesús estuvimos bajo las garras del enemigo de nuestras almas, el autor analiza el trasfondo diabólico que subyace en esta religión, tomando en consideración versículos coránicos que así lo ponen de manifiesto.

El temor de Mahoma por el ocultismo

El punto principal de este capítulo se centra en la cuestión: ¿dónde encontramos el ocultismo, o trazos de él, en el Corán? Primero debemos leer 113.1-5:
Di: «Me refugio en el Señor del alba ante el daño de lo que creó, ante el daño de la oscuridad, cuando se extiende el daño de las que soplan en los nudos y el daño de un envidioso cuando envidia».

En estos versos encontramos a un Mahoma ansioso y temeroso. Él vivía en un temor constante por haber causado la muerte de muchas personas en la guerra, y pedía a sus seguidores que lo ayudaran a escapar de sus enemigos. Cualquiera que haya matado puede soñar que los espíritus de los asesinados lo persiguen. Mahoma sentía las influencias del mal. Miraba con temor a muchas cosas creadas por Dios, pues le parecían malas. Mahoma tenía miedo de la noche y de sus habitantes.
Temía a los hechiceros y a las mujeres que procuraban influir sobre otros haciendo nudos y soplando sobre ellos. Mahoma sentía el poder de los espíritus malignos que se habían vuelto envidiosos. Su miedo se encuentra frecuentemente en el Corán, que lo lleva a un clímax de profundo temor de Alá.

¡Cuán diferente de Mahoma es nuestro Señor Jesús, quien dijo: «La paz os dejo; mi paz os doy […] No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo» (Juan 14.27).

Mahoma no tiene ninguna paz en sí mismo. Era un hombre asustado, vuelto hacia su propio corazón, desesperado e infeliz. En la profundidad de su alma él sentía miedo de la noche, de hechiceras, de todo. Temía especialmente a la envidia. De todos lados, él se veía a sí mismo atacado. Nos damos cuenta de eso en la última sura del Corán (114.1-6)

Di: «Me refugio en el Señor de los hombres, el Rey de los hombres, el Dios de los hombres, ante el daño del tentador furtivo que tienta los pechos de los hombres salido de entre los genios y los hombres».

En estos versos encontramos tres fuentes de temor: el hombre, Satanás (el tentador furtivo) y los demonios (genios). Mahoma distingue a los tres y busca refugio en Alá, quien los creó. Procura escapar de Satán, quien murmura en lo más recóndito de su ser. Mahoma escuchaba voces y no estaba seguro de cuáles provenían de Dios y cuáles no. No podía distinguir siempre la voz de Dios de la de Satanás. Por eso, hasta encontramos versos satánicos en el Corán (53.19-23).

Mahoma reconocía a los demonios y espíritus. Se encontraba con ellos y conocía su poder. El Corán finaliza con las palabras de la sura 114 citadas arriba. ¡Así termina! No con una palabra de paz y consuelo, sino con un grito de refugio en Alá, quien no brinda ni seguridad ni ayuda. Quien esté inmerso en esta crisis sentirá una simpatía más profunda por el deplorable Mahoma. Él se sumió en una desesperación y un temor horrendos, pues se dio cuenta de la realidad de Satanás y de sus influencias, que lo perseguían constantemente. Él mismo experimentó que el hombre aún cuando busca refugio en Alá, puede ser poseído y retenido por los poderes del mal.


Mahoma cuestionado por el pueblo de La Meca


En el Corán encontramos un registro único de los habitantes de La Meca, antes de que creyeran en Mahoma. Lo consideraban un hombre perturbado e insano y lo llamaban madjnun (poseso) por comportarse de manera muy antinatural cuando recibía sus revelaciones (37.35; 44.13; 52.29; 68.2; 81.22).

Algunos de sus vecinos le temían y murmuraban que él era un sahir (mago), que luchaba con la hechicería e influía con sus mentiras fascinantes sobre las personas, para que éstas lo siguieran (10.2; 15.16; 38.3).

Otros proclamaban que Mahoma estaba mashur (embrujado) y controlado por espíritus malignos o demonios, actuando como su médium (17.50; 25.9; 44.13; 81.25).

Algunos lo tenían por kahin (lector de la fortuna o adivino) que recibía inspiración de un genio que le revelaba cosas secretas para el hombre (52.29; 69.42).

Finalmente lo llamaban sha’ir (poeta) guiado por cierto genio que lo inspiraba con palabras encantadas en ritmos seductores (37.35; 52.30; 69.43).

Ibn Hisham, uno de los primeros biógrafos de Mahoma, confirma en su libro que estas acusaciones fueron continuamente usadas por los habitantes de La Meca antes de que fueran forzados a rendirse al islam.

Mahoma, cuando sus seguidores le preguntaban por sus encuentros con el ángel Gabriel, respondía a veces: «Cuando él se me acerca, escucho el sonido de una campana o de un golpe sobre metal. Luego, desciendo rápidamente de mi caballo o camello y cubro mi cabeza. A continuación, el ángel me presiona tan fuertemente que pienso que voy a morir. Cuando él habla, nunca puedo olvidar sus palabras, que son las que yo revelo a ustedes». Durante estas revelaciones, sus seguidores atestiguan
que su rostro empalidecía o enrojecía, sus labios se movían en silencio, y en ocasiones quedaba inconsciente.

Para resumir lo dicho, podemos afirmar objetivamente que Mahoma no parecía un hombre normal durante el tiempo que duraban sus revelaciones, sino que se veía muy perturbado y en condición similar a la de un poseso. Muchos le temían.

Algunos orientalistas y estudiosos piensan que Mahoma era epiléptico, pero los musulmanes rechazan esta idea firmemente, reclamando que Mahoma recibió infaliblemente inspiraciones dictadas directamente por el ángel Gabriel, durante un período de veintidós años.

Aun cuando los musulmanes insistan en que Mahoma recibía revelaciones de Dios, debemos establecer que las voces que aquél afirmaba oír no eran una inspiración real. El Padre de nuestro Señor Jesucristo nunca habría enviado al ángel Gabriel a Mahoma en La Meca, seiscientos años después del nacimiento de Cristo, para probar que Él, Dios, no tenía ningún Hijo.

En más de veinte pasajes del Corán se afirma esto: que Dios no tiene ningún Hijo. Cada vez que los musulmanes proclaman que estos versos son divinamente inspirados, nosotros debemos responder: ¡No! Estas voces no provenían del Dios verdadero, sino de un espíritu maligno que abusó del nombre arábico de Dios. Siempre que los musulmanes insistan en que Jesús no fue crucificado y en que Él realmente no murió en la cruz, otra vez debemos afirmar que no era Dios quien reveló esos versos a Mahoma.
¡Esta revelación se originó en un espíritu satánico, que simplemente decía ser divino!

Debemos dejar de pensar que musulmanes y cristianos creen en un mismo Dios. La diferencia entre las dos religiones no es una mera diferencia de nombres, sino una cuestión totalmente distinta: espíritus opuestos. El Espíritu que habla en el Evangelio es contrario al del Corán. El espíritu que tenía Mahoma era anticristiano: no era el Espíritu de Jesús. Si alguien pone en duda esta realidad, sólo necesita abrir 9.30 que expresa:
Los cristianos dicen: «El Mesías es Hijo de Dios». Esas son las palabras de sus bocas: imitan las palabras de quienes, anteriormente, no creyeron. ¡Dios los mate! ¡Cómo se apartan de la verdad!

Los versos satánicos del Corán

Cuando Mahoma y su comunidad estuvieron bajo una severa persecución, ochenta y tres de sus seguidores, sin ninguna protección, emigraron a Etiopía y se refugiaron en un estado cristiano.
Mahoma, bajo las crecientes presiones y boicots, atravesó un tiempo de debilidad y aceptó un compromiso por el reconocimiento de la existencia de tres divinidades además de Alá: Lat, Uza y Mana. Este relato se encuentra en 53.19-22:

¿Habéis visto a Lat, Uza y Mana, la otra tercera? ¿Tenéis el varón y Él la hembra? Esto, entonces, sería una partición injusta.

Esta confesión indirecta de politeísmo, con la afirmación de que Alá estaba involucrado con divinidades femeninas mientras que Mahoma y su gente eran dejados con los hombres, fue cínicamente discutida por el autor Salman Rushdi. Él tornó aún más obsceno este relato impuro. Por lo demás, su libro es considerado blasfemo por la totalidad de los musulmanes.
Cuando los habitantes de La Meca escucharon la confesión de Mahoma sobre la existencia de las antiguas diosas dentro de la Kaaba, inmediatamente revocaron su proscripción. Los que habían emigrado a Etiopía comenzaron a regresar a sus hogares, al enterarse de la confesión de Mahoma y de los cambios en La Meca. Pero cuando llegaron, se sorprendieron al escuchar que Mahoma se había retractado de su confesión y la consideraba como su caída presa de las tentaciones de Satanás.
Así, el islam considera 53.20-23 como los versos satánicos, rechazados más tarde por Mahoma. Salman Rushdi no inventó estos versos. Ellos han estado en el Corán desde su concepción.

En 22.52-53 Mahoma confiesa su error, suponiendo que todos los profetas fueron tentados por Satanás, quien los inspiró con sus propios versos, como si fueran revelados por Dios. Pero después, Alá abrogó estos versos satánicos con nuevas revelaciones y juzga a su pueblo de acuerdo con éstas.
El Alá del islam permite tales inspiraciones demoníacas para probar a los musulmanes débiles o para separar a los de corazones endurecidos.

El tópico verdadero y vital acerca de los versos satánicos en el Corán es que si Mahoma fue una vez incapaz de distinguir la voz de Satanás de la de Dios, ¿puede haber otros versos en el Corán que Mahoma supusiera provenientes de Dios, pero en realidad venían de Satanás? Posiblemente la totalidad del Corán sea de origen satánico, a pesar de la convicción de Mahoma de que era Alá quien le revelaba las suras por medio del ángel Gabriel.

En el islam el ángel Gabriel es considerado como el Espíritu Santo. Para los musulmanes no existe el Espíritu Santo tal como se describe en el Evangelio. Ellos creen que el Espíritu de Dios, los ángeles y los demonios fueron creados con un principio y un fin. No hay un Dios Espíritu Santo en el islam, y por lo tanto tampoco hay una guía del Espíritu, ni consuelo, ni vida eterna, ni Espíritu de verdad, pues el Espíritu Santo es considerado solamente como el ángel Gabriel. El espíritu en el islam, entonces, no es divino, sino un espíritu de la carne o demoníaco que produce una devoción profunda, adoración rutinaria, muchas oraciones, ayunos, ofrendas y peregrinaciones. Pero no hay para ellos Espíritu Santo, ni vida: sólo muerte (Gálatas 3.1-5).

El Dios del islam es un demonio que se ha apropiado del nombre de Alá. Este Alá, por medio de una profunda religiosidad y devoción, ha atado a más de mil millones de musulmanes, como una barrera para que no encuentren su salvación en Cristo. Aun más: los vacuna contra la comprensión del Evangelio de nuestro Señor Jesucristo.

Los dos sermones coránicos del genio

Cuando la primera esposa de Mahoma, Kadija, y su tío, Abu Talib, murieron el mismo año, Mahoma perdió su protección y procuró encontrar refugio en Taif, una villa en lo alto de las colinas de La Meca, pero fue rechazado duramente por los lugareños. Mahoma se encontraba sin apoyo y en una profunda desesperación, lo cual lo llevó a escapar al desierto donde los jin (demonios, espíritus, genios) le salieron al encuentro mientras él estaba recitando el Corán. Muchos hombres de ciencia leen esta sura con una sonrisa de incredulidad. Los eruditos la han rechazado como una t ontería. Otros han pintado a los genios como espíritus buenos y útiles. Examinemos los dos sermones del genio escritos en el Corán, que se suponen revelados a Mahoma por el ángel Gabriel (72.1-15):

(1) Di: «Se me ha inspirado que una bandada de genios han escuchado y han dicho: “Hemos oído una predicación maravillosa

(2) que conduce a la rectitud. Creemos en ella”. No asociamos nada a nuestro Señor.
(3) Él —¡ensalzado sea en su grandeza!— , nuestro Señor no ha adoptado ni compañera ni hijo. (4) Nuestro necio decía, contra Dios, mentiras. (5) Y nosotros creíamos que ni los humanos ni los genios habrían de proferir mentira contra Dios.2 (6) Algunos hombres, entre los humanos, buscaron refugio entre los genios varones, pero les aumentó su ruindad: (7) Ellos pensaban como pensabais, que Dios no resucitaría a nadie.

(Cool Hemos rozado el cielo, pero hemos encontrado que se ha llenado de guardianes enérgicos y centellas. (9) Nos habíamos sentado en él en lugares apropiados para escuchar, pero cualquiera de entre nosotros que escuchaba, en el acto encontraba con centella enfilada. (10) No sabemos si su Señor desea el daño de quienes están en la tierra o su bien. (11) Entre nosotros están los justos y entre nosotros están quienes no lo son: constituimos distintas sectas. (12) Creemos que no constreñiremos a Dios en la tierra ni le constreñiremos con la huida. (13) Cuando hemos oído la Dirección, hemos creído en ella. Quien cree en su Señor no teme perjuicio ni ruindad. (14) Entre nosotros están los sumisos a Dios y los injustos. Quienes son sumisos, ésos han escogido la rectitud; (15) los injustos serán combustible del infierno.

La segunda sura que trata acerca del mismo evento es la 46.28-31:

(28) Recuerda cuando te condujimos un grupo de genios para que escucharan el Corán. Cuando presenciaron la recitación dijeron: «¡Callad!» Cuando se terminó, volvieron a sus compañeros amonestándolos. (29) Dijeron: «¡Compañeros! Nosotros hemos oído un libro que se ha hecho descender, después de Moisés, confirmando los anteriores, conduciendo a la Verdad y al camino recto. (30) ¡Compañeros! ¡Contestad al misionero de Dios y creed en él! Dios os perdonará parte de vuestros pecados y os salvará del tormento doloroso.» (31) Quien no conteste al misionero de Dios no podrá constreñir a Dios en la tierra ni tendrá, prescindiendo de él, patrones. Estos están en un
extravío manifiesto.

El Corán reconoce el hecho de que Mahoma tenía un contacto regular con los genios. Con el Evangelio como guía, examinemos lo que estos demonios dijeron a Mahoma en el Corán, como revelación de Alá.

En 72.1-3 leemos: «Hemos oído una predicación maravillosa». Según el Corán, estos espíritus poseen la habilidad de escuchar lo que se decía en público o en secreto, y pueden diferenciar en los asuntos personales. Pueden afirmar si una predicación es buena o mala. Aquí ellos testifican que el Corán es maravilloso y que guía al hombre a la rectitud, al camino correcto de vida en los parámetros éticos y doctrinales. Ellos declaran: «Creemos en ella [la predicación]». Esto significa que algunos de estos espíritus o demonios entendieron el Corán, lo encontraron útil, lo aceptaron y se ligaron a él. Enseguida confiesan el punto principal: «No asociamos nada a nuestro Señor». Algunos comentaristas dicen que «nada» se refiere a ídolos o imágenes idolátricas.
De todos modos, en el verso siguiente, reconocemos que esta opinión es insuficiente, pues el discurso apunta directamente contra Jesús: «Nuestro Señor no ha adoptado ni compañera ni hijo». En el Corán, la palabra walad (hijo) se usa frecuentemente con respecto a Jesucristo, y los demonios atestiguan que Dios no tiene hijo. Esto, de acuerdo con 1 Juan 4.2-4, es una indicación del espíritu del anticristo. La Biblia responde claramente al rechazo de la paternidad de Dios y de la filiación divina de Cristo, de manera condenatoria.

Jesús estableció que no hay nadie bueno sino Dios. Por lo tanto, los genios no son buenos, aunque se llamen «rectos» a sí mismos. No son simplemente duendes, sino espíritus del anticristo que trabajan contra la paternidad de Dios y la filiación divina de Jesucristo, testificando que Dios no tiene Hijo. Proclaman que todos los que dicen que Dios tiene un Hijo son mentirosos.

En 72.4 leemos: «Nuestro necio decía, contra Dios, mentiras». Los eruditos musulmanes sostienen que el primero en necedad entre los genios es Satanás mismo. Consideran que él inventó la imperdonable mentira de que Dios tiene un Hijo. Por medio de esta treta, Satanás aun acepta el título de Al Safeeh (el principal necio) si puede comprometer la filiación de Cristo, y vacunar a todos los musulmanes contra ella. Según el Corán, no fue Dios quien reveló a Jesús como su Hijo sino Satanás quien, en su necedad, usó la «mentira» de la encarnación de Cristo para llevar a todos los cristianos al infierno.

Los genios rechazan la filiación de Cristo como una mentira y una blasfemia. Procuran infundir en todos los musulmanes odio contra el Hijo de Dios e inmunizarlos contra su salvación, al reclamar:«Pensamos que los hombres y los genios [demonios] nunca dirían una mentira en contra de Alá».
Pero según el Corán, se produce la mentira de las mentiras cuando Satanás confiesa a Jesús como el Hijo de Dios. Consecuentemente, los demonios están llamando loco descarado a la cabeza de todos los mentirosos (Satanás), pues éste reveló la verdad en la forma de una mentira, y así sus palabras inmunizaron a todos los musulmanes en contra de la verdad. Esta es una perversión extrema, y confirma lo que Cristo dijo acerca de Satanás: que es un mentiroso y padre de mentiras.

En 71.6 los genios confiesan con asombro que hay hombres que buscan guía, junto a los que están en relación con ellos. Se preguntan por qué la gente toma contacto con los demonios, como es el caso del propio Mahoma. Sacuden la cabeza y dicen: «¿Creería usted que algunos hombres pueden ser tan insensatos como para buscar el contacto con los espíritus, creyendo en la mentira de Satanás, que Dios tenga un Hijo?»

En el verso 7 de la misma sura llegan a afirmar, como citamos antes: «Ellos [los hombres extraviados] pensaban […] que Dios no resucitaría [ni enviaría] a nadie». Esta es una referencia a la autoproclamación de Mahoma como enviado por Alá. En 2.14 se refiere a los líderes espirituales de los judíos como a satánicos. Además, Khomeini llamó a los norteamericanos y a los rusos «los mayores o menores demonios». Acerca de los judíos se ha escrito en 2.13: «Cuando encuentran a quienes creen dicen: “Creemos”, pero cuando se quedan solos con sus demonios dicen: “En realidad estamos con vosotros. Nosotros nos burlamos”». Estos versos prueban que había judíos que se resistían y oponían al Corán. Mahoma pensaba que ellos debían estar influenciados por demonios y diablos; esa sería la razón por la cual no podían creer que Alá lo había enviado. Para los musulmanes, todo aquel que rechaza al Corán de Alá y a Mahoma, la mayoría de las veces está extraviado e influido por demonios.

Después de esto, en 72.8 que estamos analizando encontramos una sorprendente (y casi cierta) afirmación de los genios: «Hemos rozado el cielo, pero hemos encontrado que se ha llenado de guardianes enérgicos y centellas». No pudieron invadir los cielos. Esta es otra instancia en la cual los genios se revelan como demonios y no como ángeles santos y superiores. Los demonios no son admitidos en el cielo. Ellos declaran que procuraron entrar allí por la fuerza, pero el cielo se cerró contra ellos y fue defendido por aguerridos guardianes. De este modo, ellos se encontraron con los ángeles de Dios, quienes arrojaron fuera a los impíos intrusos.

Los espíritus continúan diciendo en 72.9: «Nos habíamos sentado [previamente] en él en lugares apropiados [ocultos] para escuchar, pero cualquiera de entre nosotros que escuchaba, en el acto encontraba una centella enfilada». Estos genios procuraban espiar lo que estaba sucediendo entre el cielo y la tierra, pero encontraron una oposición impenetrable. Como Mahoma, confiesan no estar seguros si Alá había planeado el mal para la humanidad o si deseaba guiarla por el camino recto: si le preparaba el cielo o el infierno. Los genios no conocen la voluntad de Dios.

Hay una notable afirmación en el verso 11 que presenta a algunos genios proclamándose buenos: «Entre nosotros están los justos y entre nosotros están quienes no lo son: constituimos distintas sectas». Esta declaración del Corán pone en claro que Satanás siempre tiene una casa dividida, donde cada uno pelea contra otro. Unos piensan que ellos solos son buenos, y que todos los otros son malos.

El verso 12 continúa: «Creemos que no constreñiremos a Dios en la tierra ni le constreñiremos con la huida». Ellos han procurado escapar de la santidad de Dios, pero no han podido. Su autoridad los alcanza dondequiera estén.

El verso 13 dice: «Cuando hemos oído la Dirección, hemos creído en ella. Quien cree en su Señor no teme perjuicio ni ruindad». Ellos creyeron en el mensaje del Corán y usaron el término «ruindad» en su confesión para mostrar que han superado la ruindad de la filiación divina de Cristo, la cual han rechazado en el quinto verso.

A continuación en el verso 14 afirman: «Entre nosotros están los sumisos a Dios» [los que se han sometido a Alá y se han vuelto musulmanes]. Esta es una confesión extraordinaria, ya que algunos genios en el Corán declaran ser musulmanes, sometidos a Alá. De todos modos, según las Escrituras cristianas, todos aquellos que niegan al Hijo de Dios no entrarán jamás en el reino de los cielos. El verso 15 prosigue: «Quienes son sumisos [a Alá como musulmanes], ésos han escogido la rectitud».
Proclaman haber encontrado el camino verdadero, pero de acuerdo con el Corán, los injustos, o sea quienes creen que Dios tiene un Hijo, «serán combustible del infierno».

En 46.28-32 encontramos la afirmación adicional de que los genios planean sostener la predicación del islam. Cuando ellos escucharon la recitación del Corán dijeron: «¡Callad!» Cuando esta terminó, ellos aceptaron el Corán y propusieron retornar a su gente para amonestarlos acerca de la «verdad» del islam. De esta afirmación se deduce que cada genio y demonio tiene un área particular de la cual es responsable.

Algunos de estos genios pueden haber retornado a Jatrib (Medina), para tentar los corazones de sus habitantes (vv. 29-30), diciendo: «¡Compañeros! Nosotros hemos oído un libro [en árabe] que se ha hecho descender, después de Moisés, confirmando los anteriores, conduciendo a la Verdad y al camino recto. ¡Compañeros! ¡Contestad al misionero de Dios y creed en él! Dios os perdonará parte de vuestros pecados y os salvará del tormento doloroso [cuando aceptéis el islam]».

El verso 31 agrega: «Quien no conteste al misionero de Dios [Mahoma] no podrá constreñir a Dios en la tierra ni tendrá, prescindiendo de él, patrones. Estos están en un extravío manifiesto». Los genios del Corán amonestan a todos para que crean el mensaje de Mahoma, y niegan la mediación de Cristo en el día del juicio a favor de los que creen en Él.

Poco después que Mahoma se encontró con los genios, gran número de los paganos de Medina creyeron en el islam. Luego de dos años, setenta y tres hombres se habían vuelto musulmanes allí, sin que Mahoma hubiese visitado siquiera la ciudad. Esto puede deberse a la intervención de los espíritus demoníacos que indujeron a la gente a creer en el Corán. Básicamente, el Corán admite que el islam es sembrado con la ayuda de los genios y que no solamente las personas se vuelven musulmanas, sino también los propios genios.

Debemos reconocer que los musulmanes creen en la realidad de los espíritus. El Corán muestra dos discursos de los genios, presentados como parte integral de la revelación. Las palabras de los demonios completan las palabras del islámico Alá: en ambos casos coinciden en rechazar al Hijo de Dios y llegan al clímax en la negación de la divinidad de Jesús. Los genios admiten haber sido arrojados del cielo. Quien quiera entender, puede reconocer el significado de ese hecho: ¡A los espíritus musulmanes no se les permite la entrada al cielo!



Los versos satánicos del Corán - Refutando al Islam



Mahoma CORRIGIÓ la Sura 53 aleyas 19-22
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El ocultismo en el Islam Empty EL FANATISMO RELIGIOSO

Mensaje  Damián Lun Mar 25, 2013 4:21 pm

“La vida religiosa es la consagración a Dios, en cuerpo y alma, por amor a Él. Es una vida de paz, de serenidad, de amor. Una vida que debe ser ecuánime y coherente.

El fanatismo religioso es todo lo contrario: es un amor a sí mismo, un aferrarse a algo para cubrir otras necesidades y llenar la vida de ‘un algo’ que tenga sentido. En ellos no hay paz, sino discordia y hasta agresividad. No hay ecuanimidad ni coherencia. Y, por supuesto, no hay amor al prójimo ni a Dios”

Papa Francisco

EL FANATISMO EN GENERAL

El fanatismo se manifiesta como una exaltación o entrega apasionada y desmedida a una idea o a unas convicciones consideradas como absolutas y que, por ello, hay que imponerlas a los demás por cualquier medio. El fanático es terco y obcecado, intolerante y agresivo, rígido e incapaz de dialogar, con una visión distorsionada de la realidad y una radicalidad ideológica muy intensa.

Desde el punto de vista epistemológico, o sea, de la doctrina de los fundamentos y métodos del conocimiento científico, el fanático se asemeja curiosamente al relativista, o sea, a quien considera que el conocimiento humano solo tiene por objeto relaciones, sin llegar nunca al de lo absoluto, en la medida en que para ambos no cabe el debate o la búsqueda común de la verdad. El fanático cree poseer la verdad de manera tajante y afirma tener todas las respuestas y, en consecuencia, no necesita seguir buscando a través del cuestionamiento de las propias ideas qué representa la crítica del otro.

El fanatismo defiende un punto de vista que es muchas veces totalmente irracional. Las opiniones de un fanático son consideradas por las demás personas como algo imposible de cuestionar, pues las creencias arraigadas del fanático no lo permiten. El precio a pagar por la cristalización del pensamiento engendrada por el fanatismo resulta caro. El alejamiento de la verdad es una de ellas, porque para profundizar en el conocimiento debemos estar abiertos al descubrimiento de la parte de verdad presente en los demás, dentro de una humildad intelectual.

Psicológicamente hablando, el punto de vista del fanático es desarrollado por la ansiedad de estar seguros de algo de lo cual se sienten inseguros. En cierta manera, el fanatismo es una especie de mecanismo de defensa. La persona fanática no duda ni un momento el hecho de poseer la verdad en su poder, y no necesita por ello cuestionarse esa verdad tal como lo haría el relativista. Al fanático no le importan las críticas aunque éstas sean constructivas; simplemente no le interesan. Se une al grupo al cual pertenece y se encierra en sus creencias, y los demás le tiene sin cuidado.

Por lo general el fanático es una persona ignorante e ingenua, con un razonamiento apenas suficiente para justificar y defender sus creencias. Es muy difícil, y a veces hasta imposible, que el fanático acepte consejos, lo cual hace extremadamente difícil su evolución y cambio de mentalidad.

Las características de la persona fanática son las siguientes:

. Cree tener la verdad, sin poder ser cuestionada por nada ni por nadie. . No razona y tampoco admite una discusión sobre lo que considera dogmas no debatibles. . Trata de imponer sus propias creencias sobre los demás y forzarles a que crean tal como la persona fanática cree. . No cree en la diversidad de pensamientos ni en la posibilidad de abrirse a nuevas ideas. . Las diferencias las considera de manera radical y no admite los matices. . Dentro del fanatismo pueden nacer nuevas ideas, igualmente fanáticas, reformadas por la persona que cree tener la verdad.

EL FANATISMO RELIGIOSO

El término religión deriva de la palabra latina religare, que significa unir, y en el caso religioso expresa el unir al creyente con Dios. Religión puede definirse como un conjunto de creencias, dogmas y prácticas relativas a lo que el individuo considera como divino o sagrado. En la actualidad una gran gama de religiones están presentes en nuestra sociedad y en nuestras vidas, cosa que para algunas personas no reviste de trascendental importancia ya que ellas cuentan ya con una determinada religión y es con ella con la que comulgan. Hay otras personas que piensan que el hecho de que existan diversas religiones es algo absurdo, ya que todas las religiones tienen un fin común que es, como mencionamos antes, unir al hombre con Dios.

El fanático religioso se identifica con un individuo de conducta ciega dentro de una religión en particular, la cual le lleva a la intransigencia hacia otras personas que no son fanáticas, mediante una lógica inflexible. En realidad la diferencia entre una persona religiosa y otra fanática radica en el hecho de que la persona religiosa ve la religión como un medio para conocer a Dios y creer en Él, mientras que la persona fanática ve la religión como algo incuestionable, como si fuera el propio Dios.

Es precisamente en este contexto donde aparecen algunas manifestaciones religiosas con una fuerte carga de fanatismo, lo cual orienta la experiencia religiosa de una manera destructiva, pues se trata de verdaderas patologías o enfermedades. El fanatismo es como un virus que, cuando ingresa éste al universo religioso de una persona o de un grupo, produce una serie de trastornos psicológicos y sociológicos con una fachada religiosa. Voltaire, en su Tratado sobre la tolerancia, lo define como una locura religiosa, sombría y cruel; una enfermedad que se contagia como la viruela.

La raíz del fanatismo religioso es la angustia de la persona ante la presencia del Misterio. La religiosidad auténtica supera esta angustia mediante la fe y la confianza que abre al hombre ante Dios en una total disponibilidad para hacer Su voluntad, percibida ésta siempre con temor ante una revelación. La persona auténticamente religiosa nunca tiene una seguridad absoluta de conocer con exactitud la voluntad de Dios, como fue el caso de Abraham, Moisés, Isaías o Jeremías, que sintieron temor e incluso vacilación ante la abrumadora presencia de Dios. Esto quiere decir que el Misterio divino nunca es totalmente comprensible o abarcable por el entendimiento y la voluntad humana, tan limitada e imperfecta.

Pero aquellos con un denotado fanatismo religioso creen tener la verdad absoluta y no se cuestionan la existencia de ninguna otra creencia mas que la suya propia, no siendo capaces incluso de razonar de una forma civilizada ni lógica cuando alguien pone en duda algunos valores de la religión que practican, con lo cual están perdiendo su capacidad crítica y un lógico discernimiento de los temas religiosos. Una idea fundamental suele alimentar la intolerancia y la falta de respeto de la persona fanática en materia de religión: que las demás personas no conocen cómo adorar a Dios de una forma que a Él le complazca; sólo ellos saben cómo debe hacerse y por qué medios.

Pero la persona fanática debe tener siempre presente que cuando se combina la religión con otros factores de carácter económico, político e ideológico, puede tener consecuencias desastrosas para la humanidad. Este puede ser un ingrediente muy presente en algunos de los movimientos terroristas que se han puesto en el centro de la escena mundial; de ahí que sea necesario identificar y caracterizar la naturaleza de estas patologías religiosas, capaces de las acciones más perversas en el supuesto nombre de Dios.

CONCLUSION

Analízate a ti mismo y sé tú mismo en el contesto de tu religión. Escucha otras ideas y, sobre todo, no trates de imponer tus creencias bajo ninguna circunstancia.

Acude a tu Iglesia y practica sus rituales, pero no frecuentes sectas o personas fanáticas que puedan introducirte en una de ellas.

La mejor receta contra el fanatismo es ser abierto y permeable a los distintos temas y opiniones, así como saber perdonar y ser tolerante. Acepta los diferentes matices que se te presentan y analízalos, tanto en tu comportamiento como en tu actitud hacia los demás.

Pero jamás impongas tu forma de pensar o de actuar, ya que si lo haces estarás propiciando que el virus del fanatismo se apodere de ti.
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